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Victarion Nightwing
Dr Nightwing
02-02-2025, 11:33 AM
Invierno — Año 718.
—La subasta del día de hoy ya casi ha llegado a su fin. —El presentador, de no más de metro y medio de altura, narigón, de labios anchos y sin cabello, quien vestía con un elegante traje blanco, guantes negros y unas llamativas botas largas de color rojo, agachó su cabeza durante un momento con cierta decepción, pero solo para volver a levantarla rápidamente y pronunciar con gran entusiasmo a sus espectadores que no se movieran del lugar en el que se encontraban—. Nos queda una última sorpresa esta noche! —Exclamó, abriendo sus brazos de par en par.
Las gigantescas cortinas rojas detrás del presentador se cerraron completamente. Las luces se apagaron repentinamente y todo el lugar fue inundado por un sepulcral silencio. Todos estaban expectantes al siguiente artículo que sería subastado, probablemente el mejor de la noche, ya que estos eran dejados para lo último. Los murmullos de la multitud comenzaban a escucharse por el gran salón que se asemejaba a un teatro. Todos se preguntaban qué podía ser mejor que el último artículo subastado, un producto ciertamente raro y sumamente valorado, al punto de superar los 10.000.000 de Berries.
≫Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha soñado con surcar los cielos libremente. De los confines de la humanidad, una nueva forma de vida capaz de cumplir con esta fantasía ha arribado a nuestras tierras. Algunos dicen que provienen de una ciudad sagrada en el cielo y otros que han surgido desde el mismísimo infierno, ya que algo tan hermoso como lo que están a punto de presenciar sus ojos excede los poderes de la creación de cualquier dios. Pongan atención y magnifiquense, con ustedes...!
En ese momento, las grandes cortinas se abrieron y todos quedaron atónitos ante lo que yacía frente a sus ineptas miradas. Una jaula de más de dos metros de ancho y largo se extendía en el escenario. Dentro suyo, un ser deslumbrante y de gran belleza. Estaba encadenado de manos, pies y con un collar alrededor de su cuello. Era alto, de ojos azules y piel pálida, casi tan blanca como la nieve. Pero lo que más sorprendió a todos y comenzó el bullicio, fueron las espectaculares y magníficas alas negras que salían de su espalda y que se encontraban completamente extendidas dentro de la prisión de metal y que abarcaban por completo la misma.
Los ojos del presentador comenzaron a brillar en cuanto vio cómo las ofertas por aquel objeto —porque ahora era lo único que era— empezaban a llegar. Las manos se levantaban una y otra vez, el precio subía y subía a cada segundo, miles y, en ocasiones, millones de Berries subían la apuesta en cuanto alguno de los adinerados allí presentes ofertaba.
—Lo quiero. —En medio de la multitud exasperada, una joven de extravagante vestimenta tiraba de la túnica de su padre insistentemente. Su mirada era seria y su pedido fue contundente, más que un pedido, podría haber sido interpretado como una orden por el tono demandante de su voz.
No hubo peros en su petición. En ese momento, el hombre, gordo como una piñata, se levantó con dificultad de su silla, empujando a los que estaban a su lado debido a su tamaño y casi tirando la silla en la que estaba sentado. Todos quedaron en silencio, sabían que en ese momento la subasta había terminado. Levantó su brazo y ofreció una cantidad exorbitante de dinero, más de la que cualquiera que estuviera allí podría pagar en mil vidas.
—Vendido, vendido, vendido!
La sala estalló en aplausos, pero la alegría de la multitud no se comparaba con la exaltación que sentía el corazón de la joven, cuyos ojos fijos no paraban de observar al Lunarian. Su rostro era impasible, como si no le importara el resto del mundo; todo su enfoque estaba en la figura encadenada, que por un momento levantó la cabeza y la miró a los ojos. Algo indescriptible ocurrió en ese instante, como si una conexión fugaz hubiera nacido entre los dos.
El Lunarian, a pesar de sus cadenas y su vulnerable situación, no parecía temer a la joven ni al monstruoso ser que la acompañaba, un hombre tan grotesco como su riqueza. No le importaba el lujo ni la opulencia que rodeaba a los Dragones Celestiales, pues no había nada en este mundo que pudiera comprar la libertad. Pero, a la vez, sabía que no podía hacer nada. Ahora no era más que un esclavo de los deseos ajenos. No sabía qué clase de destino le esperaba, no tenía miedo, pero tampoco sentía enojo alguno.
El presentador, ante la compra monumental, ordenó a dos guardias que liberaran al prisionero. Se acercaron a la prisión de metal y con una llave abrieron la celda. El Lunarian permaneció en silencio, sin moverse. La joven observaba atentamente cada uno de sus movimientos. La mirada de él era dura, casi desafiante, pero también triste, como si todo el peso de la historia que lo había llevado hasta allí estuviera sobre sus hombros.
Una vez liberado, fue empujado hacia adelante con brutalidad, casi al punto de hacerlo caer al suelo de rodillas. La joven, al ver que el Lunarian comenzaba a caminar hacia ella, con cierta dificultad debido a los grilletes, se levantó y se acercó, un ligero brillo en sus ojos como si hubiera encontrado lo que buscaba, sus mejillas se ruborizaron. Sin decir una palabra, hizo señal a uno de los guardias que estaba más cerca de ella, quien le entregó las riendas de su futuro prisionero.
—Mi nombre es Victoria —dijo la joven con un tono de seguridad y orgullo, mientras tomaba las riendas del Lunarian, casi como si fuera un animal. No era solo un capricho, ni una simple compra. La joven lo observó nuevamente como si hubiera adquirido una nueva propiedad para su propio placer, pero también como si quisiera entender algo más profundo—. ¿Cuál es tu nombre? —Preguntó la joven, que sin embargo, no tuvo respuesta alguna de él.
—Mi hija te ha hecho una pregunta, bestia! —Exclamó el padre enojado, tomando un látigo de su cintura y azotando contra el rostro de la criatura, propinándole un profundo corte en la mejilla, sonriendo, como si el dolor ajeno no le causara más que placer.
—Ya basta, padre! —Ordenó la muchacha.
A pesar de la brutalidad del trato, el Lunarian sabía que su destino estaba sellado. Ya no había marcha atrás.
—Mi nombre es... Victarion —dijo con cierta resignación.
Año 718.
Camino a Mary Geoise.
El viaje a Mary Geoise fue largo, silencioso y tortuoso. Durante días, Victarion fue conducido en una carroza especialmente construida, escoltado junto a otros esclavos por soldados del gobierno mundial que no parecían mostrar ningún interés en su bienestar. El viento frío le helaba la piel y su estómago rugía por el hambre, ya que solo los alimentaban una vez al día. La distancia hacia el hogar de los Dragones Celestiales parecía interminable y no podía saber cuánto faltaba, ya que le habían vendado los ojos, al igual que a todos sus acompañantes. Tampoco los dejaban hablar y, si desobedecían, los amordazaban y privaban completamente de alimento.
Mary Geoise era una fortaleza de lujo y desesperación, un lugar donde los más poderosos del mundo se mantenían apartados del sufrimiento y la miseria que gobernaban el resto del planeta. Era un lugar lleno de contradicciones, donde el sufrimiento de los más débiles convivía con el esplendor de los más poderosos.
Al llegar a la enorme ciudad, Victarion fue conducido a pie, como si se tratase de un trofeo de guerra, a través de las estrechas calles hasta un palacio que parecía una fortaleza, adornado con columnas de mármol y estatuas de oro. Era un lugar donde el aire mismo parecía impregnado de arrogancia y soberbia.
Año 720.
Mary Geoise.
Mary Geoise.
Victarion gustaba, a pesar de su libertad en las instalaciones, quedarse en la habitación de Victoria, leyendo una gran variedad de libros que solo acumulaban polvo en una gigantesca biblioteca. Un grito desesperado resonó en el aire, interrumpiendo su lectura. Conocía esa voz, era nada menos que la voz de Victoria. Sin pensarlo, corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido, y llegó justo a tiempo para ver cómo una de las sirvientas caía al suelo, con la hija del Dragón Celestial a su lado, desmayada. La joven había sufrido un accidente al caer de su caballo mientras paseaba por los jardines. En ese momento, tomo lugar el instinto del Lunarian como médico y sanador. Sin pensarlo, se agachó junto a la joven.
—No toques a la niña! —gritó uno de los guardias que también se había acercado al escuchar los gritos, pero ya era tarde.
El Lunarian había comenzado a examinarla rápidamente, palpando su pulso y observando los signos de un golpe en la cabeza. No estaba en condiciones de esperar órdenes o protocolos. Necesitaba actuar. Sabía que si no intervenía, la joven podría morir. Con rapidez, comenzó a realizar las maniobras necesarias para estabilizarla, respirando profundamente mientras el pánico de los sirvientes comenzaba a crecer a su alrededor. Afortunadamente, tras unos momentos tensos, Victoria comenzó a recuperar el conocimiento.
—¿Qué es todo este alboroto? —se escuchó en la lejanía.
En el momento menos indicado, el padre de Victoria había aparecido. Sin embargo, en sus ojos no había sorpresa ni gratitud por salvarle la vida a su hija. Solo había rabia.
—Has tocado a la hija de un Dragón Celestial! —gritó con los ojos desorbitados, mientras los guardias lo sacaban de encima de la noble y sujetaban al Lunarian con brutalidad, obligándolo a arrodillarse frente a ellos.
Antes de que pudiera siquiera defenderse, el dueño de la finca se adelantó y, con una mirada fría, ordenó:
—Marcad sus manos. De ahora en adelante, llevará la marca de su desobediencia.
≫Mi hija te ha dado muchos beneficios durante estos años y he hecho la vista gorda por el amor que le tengo, pero has llegado demasiado lejos, criatura repugnante.
Victarion gritó en silencio mientras el hierro candente se estampaba sobre sus palmas, sellando su destino con el símbolo de la esclavitud, mientras veía cómo del rostro de la joven caía una lágrima. Todo había sido su culpa.