G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 26, Verano del año 724
Día 26, Verano del año 724
El cuartel de la Marina en Loguetown nunca dormía del todo. Incluso en las horas más tranquilas, el murmullo lejano de conversaciones, el eco de botas contra el suelo y el inconfundible sonido del metal al chocar contra metal llenaban el aire. Silver estaba acostumbrado a ese ambiente de constante de actividad, a ese orden casi coreografiado en el que cada marine sabía exactamente cuál era su lugar. Sin embargo, en ese preciso instante, todo lo que tenía en mente era una sola cosa:
Odin no estaba en la habitación.
El pequeño gato gris, su sigiloso compañero de cuatro patas, había desaparecido. Jack se quedó quieto en la entrada de su cuarto, repasando mentalmente los eventos de los últimos minutos. Había cerrado la puerta, de eso estaba seguro. Lo último que recordaba era a Odin dormitando en su caja oculta mientras él repasaba algunos esquemas en su escritorio. Pero en algún momento, entre su concentración y la rutina, el felino había encontrado la forma de escabullirse.
—No puede ser… —murmuró, pasándose su única mano por el rostro con frustración.
Se inclinó rápidamente para revisar de nuevo debajo de la cama, en el interior del armario y en cualquier otro rincón en el que Odin pudiera haberse metido, pero todo estaba en silencio. Su corazón latió con fuerza cuando se percató de una realidad alarmante: "Si no está aquí, entonces está ahí afuera."
Silver salió al pasillo con pasos calculados y sus ojos recorriendo el entorno con rapidez. Era tarde, pero aún había movimiento. Algunos marines patrullaban los corredores, mientras otros salían de sus habitaciones para dirigirse al comedor o a sus respectivos turnos de guardia. La idea de que uno de ellos pudiera encontrarse con Odin antes que él no le gustaba en absoluto.
Trató de pensar como el gato. "Si fueras un pequeño demonio peludo con más curiosidad que sentido común, ¿hacia dónde irías?"
La respuesta llegó rápido: "Donde haya algo interesante o comida."
Jack avanzó con cautela, moviéndose por los pasillos con naturalidad para no llamar la atención. No podía simplemente correr por el cuartel como si estuviera en plena persecución, así que cada paso debía parecer casual. Mientras caminaba, intentó detectar cualquier pista: un rastro de pelos grises en el suelo, alguna puerta entreabierta por la que pudiera haber pasado, cualquier indicio de su presencia.
Unos minutos después, escuchó un ruido débil, casi imperceptible, viniendo del pasillo que llevaba a la despensa del cuartel.
"Por supuesto… la comida."