Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
La Representación de la Ira.
Vesper Chrome
Medical Fortress
Por alguna extraña razón me había despertado en algún sitio que jamás había visto, pero algo era claro, aquí, ahora, tenía una sed de destrucción que nunca había tenido, como si toda la ira que acumulo dentro de mi quisiera encarnar en este preciso momento, sentía que mis ojos estaban atados, pero aun así podía ver todo aquello que me rodeaba, una ciudad en ruinas, una bastante grande, llena de calles desiertas y una inmensidad de edificios cubiertos de musgos, sin duda había sido un lugar bastante alegre en su momento, muchos edificios a mi izquierda, derecha, incluso a espaldas estaban colapsados como si una guerra con el tiempo se habría dado allí y por sobre manera el tiempo había ganado.
 
Un lugar tan magnifico, como desolador, triste, lúgubre quizás, el silencio era tal que incluso mi respiración, que parece ser muy pesada puede ser escuchada a la distancia por sea lo que sea que me acompañe en este lugar. El viento pasando por cada orificio de los edificios en ruinas resonaban en mi cabeza como una melodía de lamentos que incentiva a todos los del lugar a llorar, dormir, o incluso destruir todo el sitio por una inmensa tristeza que es solamente interrumpida por la sensación de que algo, o alguien estuviera observándote, algo de un poder inmenso, tan grande que el corazón se te acelera mientras la tristeza aumenta significativamente.
 
Tantas emociones juntas, encontradas hacen de mi mente un caos, un nido de pájaros en donde es imposible encontrar la paz que una mente llena de ira está buscando, camino velozmente por las calles de aquel lugar, mientras el viento sigue creando aquella melodía que no me permite dejar de pensar en que este sitio que solamente me trae tristeza debe ser destrozado junto con cualquiera que se encuentre en el sitio, mi mente llena de ira solo sigue pensando, mientras buscaba lugar por lugar el silencio que me quería callar a pura sintonía de sufrimiento. Observo detenidamente un charco en frente de mí, en donde efectivamente puedo ver mi silueta, y aquello que veía no era realmente yo, más bien era la representación de toda la ira que acumulaba dentro.
 
Esta forma es aquella leyenda que contaba mi abuelo cuando mis enojos se salían de control, la muerte blanca, aquel ser denominado el rey de la ira, aquel que no tenía piedad de sus adversarios, aquel que asesinaba por placer ante todos, la muerte blanca, la entidad que daba por hecho que la ira es el sentimiento más fuerte de todos y que debe ser el predominante, sobre todo en alguien como yo, al que el mundo mismo ha abandonado. Hoy me toca a mi ser quien represente la total ira, y lleve la muerte aquellos que se crucen en mi camino.


Personaje
#1
Takahiro
La saeta verde
Takahiro yacía tumbado sobre el húmedo suelo de un lugar desconocido, cuyas edificaciones medio derruidas le hacía ver que estaba en las ruinas de una antigua ciudad; estaba desconcertado. Suspiró desolado, sintiendo como en su interior había un vaivén de sentimientos y emociones que le hacían sentir extraño. Se incorporó, apoyando las manos sobre el musgoso suelo, para pasear la mirada por todo aquel lugar. Entonces, con nerviosismos comenzó a palparse el cuerpo para ver si le habían robado algo, pero esa vez no fue así. Aún recordaba aquella noche loca en Alubarna en la que tan solo pudo conservar la ropa que llevaba puesta —aunque eso era un relato para otra ocasión—.

«¿Ha sido una noche de locura extrema o la enchufada de la oni había conseguido enviarme al infierno de una hostia?», discurrió para sus adentros, tratando de recordar que había hecho el día anterior, mas no era capaz de recordar nada. Takahiro dio otro suspiro, acariciándose la mejilla con los dedos índice y pulgar durante unos segundos.

—¿Dónde demonios estoy? —se preguntó en voz alta, tratando de escuchar una voz en la plenitud del silencio de aquel sombrío y lúgubre lugar.

Pasados unos momentos, dio un pequeño salto y se puso de pie. Examinó de nuevo que todas sus pertenencias estaban en su sitio, incluyendo órganos internos que hubieran podido vender y, apoyando su brazo sobre la empuñadura de su katana emprendió el camino hacia ninguna parte.

Era evidente que se había levantado en mitad de ninguna parte, y tenía la impresión que era una broma pesada de cualquiera de sus compañeros de escuadrón. Sin embargo, ¿qué sentido tenía dejarlo solo en un lugar como aquel? ¿Acaso sería una prueba por haber sido ascendido a sargento antes que ninguno? En fin.

El peliverde continuó caminando por una calle bastante amplia. Los edificios que rodeaban la calle eran sombras y vestigios de lo que una vez habían sido. Muros de piedra rotos, escaleras que no llevaban a ninguna parte y ventanales destruidos que dejaban ver interiores oscuros y aparentemente vacíos, por el cual pasaba el frío viento haciendo ruidos extraños, que acongojarían al más valeroso de los guerreros, al chocar contra lo que se le ponía por delante.

—Que mal rollito da esto —musitaba el espadachín, aferrando su mano a la empuñadura de su espada casi sin darse cuenta.

El aire era frío y denso, como si cargara con los espíritus y las almas de todas las personas que habían habitado en aquella isla en el pasado. El peliverde tragó saliva y volvió a suspirar.

Personaje
#2
Muken
Veritas
Recuperando la conciencia de repente, Muken da un paso hacia atrás mientras que observa a su alrededor, una sonrisa se forma en su rostro para luego empezar a lanzar fuertes carcajadas de manera irracional. –¡¡¡PUTA QUE NOCHE!!!- grito a los cuatro vientos. Colocando sus manos en la boca este exhalo una bocanada de aire para ver qué tan arriba estaba el nivel de alcohol en su cuerpo, pero para su sorpresa este estaba en estado normal. Intento hacer memoria de lo último que recordaba, pero era inútil, sus recuerdos se encontraban bloqueados, sin nada más que hacer se designó a caminar por el lugar en busca de alguna señal de vida.

Para su suerte se encontraba junto de sus preciados hijos. Las hermanas vaiolet (dos pistolas de T1) que se encontraban en su cinturón, al gran Sebastián (Una escopeta de T2) que tenía como siempre en sus manos y a Winchester que se encontraba en su espalda (un rifle T2). El panorama era caótico, pero esto no detuvo al joven tirador de sacar un caramelo de su bolsillo –Este caramelo será el de la suerte- pensó mientras lo desenvolvía para luego llevarlo a la boca.

Al pasar un tiempo caminando en el medio de los escombros, a Muken se le vino una canción a la cabeza la cual no pudo evitar empezar a cantar en voz alta.

 “Soy un hombre muy honrado, que me gusta lo mejor
Las mujeres no me faltan, ni al dinero, ni el amor
Jineteando en mi caballo, por la sierra yo me voy
Las estrellas y la luna, ellas me dicen dónde voy
Ay, ay, ay, ay
Ay, ay, mi amor
Ay, mi morena
De mi corazón
Me gusta tocar la guitarra, me gusta cantar el son
Mariachi me acompaña, cuando canto mi canción
Me gusta tomar mis copas, aguardiente es lo mejor
También el tequila blanco, con su sal le da sabor
Ay, ay, ay, ay
Ay, ay, mi amor
Ay, mi morena
De mi corazón”

Canción del mariachi

Personaje
#3
Hato of peace
Angel Beta
Hato dormía en el piso de un motel de mala muerte en el reino de Oykot había atrancando bien la puerta de la habitación con una silla para evitar fisgones o bandidos de manos ligeras que buscarán algún botín entre sus pertenencias, en el momento que se quedó dormida en su sueño bajó del cielo extendido sus alas con las manos juntas como si estuviera orando y con los ojos cerrados, aleteando bajaba como si de un ángel se tratara, al parecer sus alas si servían en el mundo de los sueños iluminada por una luz divina.

Ella vestía un vestido de una sola pieza que apenas le llegaba a las rodillas con un cinturón marrón en su cintura, su cabellera rubia suelta y ondeaba mientras descendía, a varios centímetros antes de tocar suelo la luz se esfumó y cayó de golpe contra el piso aterrizando en su trasero -¡Maldita luz estúpida me vas a arruinar el atractivo!- gritó molesta mientras agitaba su brazo mostrando su descontento por el terrible aterrizaje.

Con sus manos pudo sentir lo musgoso del suelo rápidamente se levantó y se sacudió eso tan extraño de la ropa -¿Dónde estoy?- fue lo primero que se preguntó la joven Hato, a su alrededor sólo había ruinas no parecía estar habitada desde hace mucho tiempo por lo destruido que se miraba su entorno, luego se dió cuenta del extraño vestido que estaba usando -¿Que es esto? yo no estaba usando esto cuando me fui a dormir ¿o no me fui a dormir?- muchas preguntas rondaban su cabeza.

Hato revisó que traía consigo en la espalda su Bo nuevo, en su cinturón su Dial de Viento aunque no le serviría de mucho no es un arma solo un accesorio es algo útil para algunas trivialidades, de las paredes resonaba una triste canción parecía que los habitantes de ese lugar nunca encontraron la paz y solo sus deprimidas voces quedaron.

Para calmar su nervios tomó su Dial y lo encendió esperando ver si estaba en buenas condiciones curiosamente en vez de solo arrojar viento era un aire algo cálido que la reconfortaba en ese extraño lugar, Hato se puso explorar las ruinas en busca de otras personas -Hola ¿hay alguien aquí?- a lo lejos escucho música así que salió en busca de esa melodía.

Personaje
#4
Takahiro
La saeta verde
El peliverde continuó caminando hacia ninguna parte, contemplando la grandiosidad de aquella ciudadela en ruinas. Nunca había sentido atracción por la arquitectura ni la arqueología, pese a que su abuelo así lo quisiera durante un tiempo quisiera que se dedicara a ello para crear una empresa, pero sabía apreciar la belleza y la técnica que residía en aquellos muros medio derruidos.

El camino no parecía tener fin hasta que se topó de frente con alguien. Era una joven esbelta, de complexión fuerte y con más curvas peligrosas en el tren inferior que el superior. Iba vestida con un pantalón azulado, cogido con vendas en la parte inferior, sandalias de color madera y una especie de haori en la parte superior sobre una camisa bastante escotada. Si bien tenía poco pecho, el suficiente para resultar atractiva a cualquier hombre. El marine se acercó, pero cuando estuvo a un palmo de ella vio la realidad…, ¡Era su reflejo! Su cabello era verdoso como el suyo, pero sujeto con una trenza de espiga que caía sobre su hombro derecho. Sus ojos eran marrones, pero en vez de demostrar una tonalidad rojiza, casi caoba, eran más bien ambarinos.

—¿Qué demonio está pasando? —se preguntó el espadachín en voz alta, ¿o ahora debería referirse a sí misma como espadachina?

Y de pronto, escucho una voz en la lejanía, aunque más que una voz era una canción bastante conocida. La había escuchado en alguna que otra taberna de Alubarna cuando era más joven, incluso había llegado a oírla en Loguetown. Sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia aquella cantinela.

—¡Hola! —exclamó en voz alta, al ver a una persona a lo lejos. Tenía los cabellos negros y parecía batante atlético, podría decirse que su complexión era fuerte. Alto para ser un humano promedio—. ¿Eres real? —le preguntó, si separar la mano de la empuñadura de su katana.

En su mente tan solo podía recordar el reflejo que había vislumbrado hacía un par de minutos. Había tenido bastante tiempo para pensar mientras andaba, así que llegó a dos simples conclusiones: la primera se trataba de que había muerto, y aquel extraño limbo era una prueba para expiar sus pecados para poder llegar al cielo y descansar en paz. La segunda, y no por ello la menos importante, todo aquello era el producto de alguna droga que algún enemigo le hubiera dado sin que se diera cuenta. No obstante, también podría ser el poder de la fruta del diablo de algún enemigo.
#5
Vesper Chrome
Medical Fortress
La transformación era completa. Ya no era simplemente yo; me había convertido en algo más, algo antiguo y temido. La muerte blanca. Podía sentir cómo el poder se extendía por mis venas, alimentado por la ira y el rencor que había acumulado durante años. Cada paso que daba resonaba en las calles desiertas, y la tierra misma parecía temblar bajo mi presencia.

Mi mente, ahora un torbellino de pensamientos oscuros y deseos de venganza, me empujaba a avanzar. Cada edificio en pie, cada vestigio de vida pasada en ese lugar debía ser erradicado. No había lugar para la duda, ni para el remordimiento. El eco de mis pasos se mezclaba con los sonidos distantes, y con cada metro que recorría, sentía cómo la energía dentro de mí crecía exponencialmente pero todo aquello era ira.

Finalmente, llegué al centro de la ciudad, una vasta plaza que una vez debió ser el corazón palpitante de la vida en ese lugar. Ahora, era solo un desierto de piedra y polvo, con una fuente seca en su centro, rodeada por estatuas derruidas de antiguos héroes olvidados. Me detuve, observando el panorama desolador a mi alrededor. La tristeza y el desasosiego que había sentido antes se habían transformado en una determinación inquebrantable.

Con un rugido que sacudió los simientos, liberé toda la furia contenida dentro de mí en un inmenso grito. Un grito que habia sido mas que suficiente para hacer caer unos cuantos edificios que no estaban a mas del suelo. Los edificios que aún se mantenían en pie a mi alrededor parecian como castillos de naipes, las estatuas me llenaban de incomodidad y queria convertirlas en polvo, y la plaza misma se agrietó dandome a comprender que cualquier movimiento brusco haria que todo se cayera abajo.

El grito resonó por toda la ciudad, como un eco de mi propio dolor y rabia, y entonces, el silencio volvió a caer. Un silencio aún más profundo que antes, roto solo por el viento que ahora soplaba suavemente, como si estuviera lamiendo las heridas que yo mismo había causado. Miré a mi alrededor, a la devastación que había dejado en mi camino, y por un momento, un atisbo de satisfacción me recorrió. Pero entonces, algo más despertó dentro de mí. Una voz, apenas un susurro, enterrada en lo más profundo de mi ser. "¿Es esto lo que realmente quieres? ¿Es esto lo que has buscado durante tanto tiempo?"

La pregunta resonó en mi mente, y por primera vez desde que había despertado en ese lugar, la ira comenzó a disiparse, dejando un vacío que no sabía cómo llenar. La destrucción, la ira, aunque poderosa, no había traído la paz que anhelaba. Y en ese momento, en medio de las ruinas de una ciudad que quien sabe quien había destruido, comencé a cuestionar si alguna vez encontraría lo que realmente buscaba.
#6
Hato of peace
Angel Beta
Aquel extraño lugar era bastante enigmático, no parecía tener habitantes, se encontraba completamente abandonada la ciudad sin importar hacia dónde miraba nadie aparecía, Hato vagaba por el lugar una extraña torre en medio del lugar la atraía por los ruidos extraños que hacía.

Las calles eran interminables Hato se ocultaba entre casas vacías observando esperando buscando a otras personas en ese lugar, la extraña canción que provenía de la torre y la soledad que se sentía por lo abandonado que estaba el lugar volvían loca a Hato. El único pensamiento que pasaba en la mente de Hato era llegar a la torre y callar esa música tan molesta para ella -Estúpida música ¿quien rayos puede escuchar tanto tiempo la misma canción?- hablo en un tono enojado.

Al llegar a la torre se topó con una mujer de complexión fuerte, sus caderas eran más vistosas que su busto y su ropa muy tradicional para un espadachín pero no era tiempo de criticar su aspecto o su ropa -¿Eres real?- preguntó Hato con esperanzas en sus ojos mientras sostenía entre sus manos la palma izquierda de aquella mujer -Dime que lo eres, ya llevo rato buscando personas pero no halló a nadie-.

Hizo una ligera reverencia y se presentó -Hola mi nombre es Hato-.

Al parecer la espadachín miraba hacia otro lado, había visto a otra persona en la zona se trataba de un hombre -Hola amigo tu sabes dónde estamos?, ¿vives aquí?- cuando se empezó a acercar a las jóvenes el extraño hombre se empezó a transformar en un monstruo furioso -Vámonos antes de que esa cosa nos atrapé-.

El monstruo con un rugido hacía temblar los edificios parecía que de un golpe podría destruir el lugar y su ira estaba desatada, la mente de la rubia pensó que tal vez ese monstruo había espantado a los habitantes de la ciudad y por eso estaba vacía.

-Esta bien monstruo lucharé contra ti, espadachina ayúdame vamos a pelear contra esa amenaza juntas talvez logremos ganarle- le comentó Hato a Takashiro mujer.
#7
Muken
Veritas
- “Me gusta tomar mis copas, aguardiente es lo mejor
También el tequila blanco, con su sal le da sabor
Ay, ay, ay…”-
Muken seguía cantando feliz en medio de la nada hasta que escucha a la lejanía un saludo - ¿Hola? -  dijo, mientras observaba a lo lejos dos siluetas, - Mujeres en medio de la nada, esto se está poniendo cada vez más interesante. – decidido acercarse el tirador levanta la mano para evitar malos entendidos, pero esto no iba a durar mucho.

Un grito había hecho temblar todo el lugar, los edificios empezaban a colapsar como si estuvieran hechos de arena, apretando fuerte a Sebastián, Muken empieza a moverse para salir del rango de cualquier edificio que se viera peligroso. No tardo en divisar al monstruo causante del temblor -Lo siento Sebastián, pero esto es trabajo para tu hermano mayor. - cambiando la escopeta por el rifle, Muken busca un lugar seguro para luego apuntar a Winchester directo a la cabeza de la bestia. -Como decía el abuelo Tech, mejor hablar con un cadáver que discutir con un vivo.- el joven sin dudarlo una vez tuviera tiro empezaría a disparar todas las veces que fuera necesarias para bajar a la bestia. 

[Imagen: 3688d8f524dc96a7d718b681d3ca5bd1.gif]
El eco de los disparos se escucharían en toda la zona, era un sonido que embriagaba al joven tirador. -Basto bestia cae de una puta vez.
Winchester
#8
Takahiro
La saeta verde
Takahiro continuaba con la mano izquierda elevada, saludando al sujeto cantarín que no se encontraba muy lejos de allí. Parecía que había surgido un leve contacto de miradas, mas no le pareció que fuera a saludarlo, ¿o en ese momento sería saludarla? Continuaba extrañado al haberse visto como una atractiva mujer. Entretanto, cerca de ella apareció otra joven, una joven de cabellos rubios y un aspecto bastante atractivo.  «Impresionante», pensó para sus adentros con los ojos de par en par.

—Yo sí —afirmó, tratando de darle con el dedo en el hombro para ver si era tangible—. Y tú también lo eres, ¿verdad? —le preguntó, saludándole mediante el ademán de una especie de gesto militar, aunque más chabacano, llevando dos dedos a su frente durante un instante—. Mi nombre es Taka… —Hizo una pausa. Ya no podía presentarse como Takahiro, ya que era un nombre de varón, así que tenía que cambiarlo—, …ra. Mi nombre es Takara Kenshin, un placer. Dime, ¿tú tampoco recuerdas como has llegado aquí o solo soy yo?

Mientras tanto, no muy lejos de allí, un grito desolador hizo retumbar los muros destrozados de aquella vieja ciudadela. Y de pronto, algo apareció dejándolo boquiabierto. Una figura aterradora como un espectro, de tez blanca como la nieve de las cúspides montañosas de Drum, emergió de entre los edificios a apenas unos pocos metros de ellos. A Taka le pareció que no tenía rostro alguno desde su perspectiva, aunque si había sido capaz de gritar como un ser del inframundo debía ser una ilusión óptica. Cada paso que daba resonaba en la tierra, como si hiciera temblar la tierra misma. Sin embargo, aquel engendro no iba a acabar con su vida; si es que continuaba vivo.

Entonces, el cantarín desenfundó un pistolón con el que se dispuso a disparar.

—Espero que tu puntería sea buena, moreno —le advirtió, pensando en distintas maneras de cortarles las manos. Odiaba a los tiradores, eran personas deshonrosas—. De acuerdo, Hato. Lo primero sería llamar su atención, pero creo que nuestro amigo el cantarín lo ha conseguido.

La peliverde aprovecharía para respirar hondo y aferrarse aún más a la empuñadura de su katana y reducir la distancia que había entre ellos. Llegados al momento oportuno, el espadachín se paró, dejó caer el peso de su cuerpo sobre su pierna derecha y se impulsaría hacia el ser blanco, haciendo un rápido movimiento en el cual desenfundaría su espada para tratar de darle un corte descendente apuntando a su cuello. Un golpe simple y letal, colocándose tras él justo después. 

Tras ello, enfundó de nuevo su preciada espada. Su estado de concentración había comenzado, de no haber podido derrotar a aquel monstruo se dispondría a atacarlo de nuevo. Sin embargo, en su mente añun resonaba una canción que parecía estar dándole un mensaje: canicas has de acumular. De ver alguna canica por el suelo, no dudaría en cogerla y guardarla, a fin de cuentas, quizá esa era la solución para salir de aquel extraño sitio. 

Battojutsu
#9
Hato of peace
Angel Beta
Después de tanto vagar por la ciudad al fin encontró otra alma humana en ese desoladas ruinas, Hato corrió hacia su única esperanza de salir de esa extraña situación o mínimo no perder la cordura con tantas cosas que estaban sucediendo.

Rápidamente la rubia sujeto la mano de la espadachín para sentirla y ver si era real, para su suerte le confirmó que era real y como era de esperarse también le preguntaron los mismo como también se cercioró que ella también fuera real -Claro que soy real- respondió Hato, rápidamente su compañera después de un breve corte en su nombre se presentó como Takara Kenshi y tampoco sabía cómo había llegado aquí.

-Yo no lo recuerdo con exactitud solo abrí los ojos y ya estaba en este desolado lugar- sería la respuesta que le dió a la espadachín.

A la lejanía una criatura rugió fuertemente tratando de destruir el lugar o marcar algún territorio parecía que tenía una sed de sangre incontrolable, Hato quería huir con la espadachina pero ella prefería luchar también apareció un extraño músico que parecía traer un arma era un tirador, al parecer ya lo conocía como le hablo, también que él sería la distracción correcta para el combate.

Hato extendió sus alas blancas en este mundo eran más grandes pero aún no podía volar con ellas, desenfundó su Bo lo apretó con fuerza un ligero aumento de sus músculos y algunas venas se exaltaron en sus brazos, Hato se preparó junto con la espadachín para lanzar el ataque.

-Estoy lista, cuando quieras- comentó Hato con seguridad.

En el momento que empezó a correr la espadachina Hato también entró en carrera al estar cercas del enemigo lanzó un impacto horizontal ella volcó todo su peso junto con el del arma y trataría de dar un impacto crítico en el abdomen de la criatura si es que sus compañeros no lograban acertarle primero.

ataque
#10


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