¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Evento] El inmaculado aparece.
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Personaje

Siddharta Gautama



~ En una cueva de las 3 hermanas. Hermana Mayor.
~ Día ¿?. Hora ¿?.


Desde los insondables terrenos del sueño, una canción resonó muy dentro del ser de Siddharta Gautama, que le llamó desde la consciencia más profunda, atrayéndole sin remedio. Sidd, que era como le conocían desde tiempos inmemoriales, se guiaba por la melódica rima en un espacio inenarrable de condiciones oníricas, en cada una de sus prácticas meditativas, había contemplado estancias de índole similar, aunque no tan detalladas ni auténticas como esa. Sentía por doquier mientras avanzaba por un camino intangible todo tipo de sensaciones, olores, sonidos naturales, etc. Un calor ambiental le abrumó, tan real como un río de puro magma, seguido de un cambio brusco a una brisa seca, que pasó a un olor fangoso y algo pestilente, varió hacia un frío ártico que cristalizaba hasta el mismo calor de la sangre, y por último, este osciló hacia una humedad sin igual. No se inmutó y siguió caminando, con la parsimonia que le caracterizaba y la despreocupación que le identificaba, sus ojos estaban clavados en un vórtice al final de su paso que giraba hacia dentro de sí mismo, emitía un particular chirrido, roto y fuera de todo entendimiento o comparativa de existencia, ¿qué era?

Desde su corazón, quería tocarlo, pero su mente, por puro desconocimiento y miedo irracional, solo quería escapar, recobrar los pasos y salir de donde se encontraba, volver a su colchón. Sin embargo, la mente de Sidd ya no controlaba ni sus acciones, ni emociones, ni sus conductas, pues elle, a diferencia de todo ser viviente encima de la faz de la tierra, había ascendido, tocado la iluminación y el ego de sus patrones heredados y aprendidos, ya no tenían ningún tipo de gobierno en elle. Era pure, inmaculade, y aunque al fin y al cabo también era un ser humano, su ser estaba lejos de todo lo concebido como vida, pues esta ya se la había pasado.

Estiró la mano, con su verticalidad desafiante frente al vórtice, y de repente este se detuvo. El amasijo de efectos que había experimentado acabó por fijarse en uno solo, y el frío comenzó a hacerse más y más presente, repudiando al resto, desaparecieron todos y empezó a sentir en su piel como esta comenzaba a resentirse, y fue ahí cuando la misteriosa espiral se agrandó. Aquella deforme figura extendió sus puntas abarcando a Sidd, que, con los brazos en jarra y un gesto vulgar, contempló como era engullide y el frío le rodeaba, hasta que al finalizar, una oscuridad tan infinita como el mismo abismo del mundo le rodeó.





Abrí los ojos tras aquel sueño tan real, después de escuchar aquel raro cántico que tanto retumbaba en mi mente y tan grabado había quedado. Había experimentado una especie de viaje a través de los sentidos, y recordaba todo tan sumamente tangible que me resistía a volver a la realidad, sin embargo, ¿acaso lo era aquello? Sabía plenamente que aquella noche, había terminado tras meditar en mi catre, donde dormía siempre. Una cama mundana de colchón de paja, nada lujosa y que rechinaba, ¿había sido víctima de un envenenamiento, y esto no era más que los estragos de los efectos del veneno?, tal alucinación era tan real como el sitio de donde provenía, como una manzana, como una roca o una hoja, no obstante, el corazón me latía a un ritmo normal, mi respiración no se veía acelerada. Suponía que aquello, por lo que fuera, me había atraído desde un sueño que desafiaba toda ley terrenal ¿un sueño dentro de otro sueño?

Me encontraba tirade en un suelo frío, tan frío como una traición. Me reincorporé, y olfateé el entorno, el aire estaba vicioso y pesado, giré con el cuello para contemplar donde me encontraba, recorriendo con los ojos todas las cavidades del lugar, que se presentaba oscuro.

- ¿Una cueva? -

Musité, mientras me acariciaba la barbilla. Pero sin lugar a dudas lo era. Esta parecía tener unas dimensiones de 3 metros de alto y alrededor de 4 metros de ancho, y me incliné para verificar su entrada y hasta donde se perdía. Me levanté del suelo, este estaba cubierto por largas piedras lisas y planas, que se extendían por toda la superficie, y alguna que otra era impracticable para caminar de forma normal. Debía de tener cuidado con no resbalar y precipitarme.

Se sabía comúnmente que las cuevas podrían ser peligrosas por lo que pudieran contener en su interior, por eso, tras verificar su abertura, decidí caminar hasta su oscuridad con cuidado. Al cabo del tiempo me detuve, para mi sorpresa, aquella formación natural tenía un tope y parecía encontrar una pared en su fondo, había calculado la distancia, y suponía que la cueva debía de tener unos 50 metros de profundidad, y apenas unos grados de inclinación nada reseñables.

En lo más profundo de esta me sobresalté al contemplar que mi pie, tras tener la intención de girarlo para retomar los pasos y dirigirme ahora hasta su abertura, se topó con algo. Podía vislumbrar su forma sin tener que forzar la vista ni palparlo, y era claramente los cuerpos de 2 pobres personas que parecía haber pasado a mejor vida. Me agaché y en ese momento, como había estado tan centrade en comprobar el interior, toqué lo que parecía una bolsa con 1 moneda en su interior.

- ... Esto, creo que no lo tenía. -

La abrí estando de cuclillas y tomé la moneda, no podía verla con claridad, pero su relieve se presentaba tosco y era pesada. Parecía arcaica por los motivos y su contorno poco circular. La volví a dejar en la bolsa, y me dispuse a intentar ver a los 2 cuerpos inertes. Por sus ropas, parecían 2 montañeros o senderistas que habían fallecido o similar aquí por el frío o el hambre, o las 2, probablemente, se resguardarían por medio de una ventisca y nunca más salieron, pero quién sabe, solo eran meras suposiciones.

Casualmente, para mi sorpresa, los 2 también tenían una bolsa con la misma morfología y material que la mía, amarrada a sus cinturones. Deshice el nudo de cada una que le unía a cada uno de sus dueños y las cogí para mí, con la intención de comprobarlas un poco más a fuera de la cueva donde la luminosidad era mayor. A unos 10 metros de la entrada, me apoyé tras una gran roca lateral, esta me cobijaba un poco del frío del exterior, y tapaba mi figura desde la boca de la cueva.

- Es exactamente la misma... y ambas tienen también la misma moneda. -

Me dije extrañando en voz baja la coincidencia. Me quedé ambas y las amarré al cinturón donde yacía también la mía, que caía a la izquierda de la cadera, colocando las otras 2 justo en el extremo puesto de la cintura, siempre vendría bien tener algo para guardar cosas en aquel ambiente tan inhóspito, y cualquier cavidad extra era bienvenida para guardar cualquier tipo de útiles. ¿Qué significaría todo esto?

notas
#1
Atlas
Nowhere | Fénix
Personaje
Cómo demonios había llegado hasta allí era algo que escapaba por completo a mi comprensión, aunque a decir verdad tampoco me lo planteaba. Simplemente mis pies habían llegado hasta el punto exacto sobre el que se asentaban. Era algo natural, obvio, que ni siquiera debía ser planteado. El cierto aire místico que envolvía la zona tampoco era algo que desentonase y, si alguien me hubiese preguntado, tampoco la tenue forma en que los márgenes de mi campo de visión parecían difuminarse. El mágico sonido de la nieve bajo mis pies al aplastarse, por el contrario, se oía y palpaba a través de las botas de piel con una naturalidad inusitada. Fue allí donde me detuve a contemplar los alrededores.

Había ido a detenerme justo sobre la cima de un gélido acantilado. A mis espaldas dejaba docenas de árboles que, con forma de pino pero transparente cuerpo de cristal o hielo, veían sus ramas sepultadas en buena parte por la nieve. En aquel momento caía, pero de una manera suave que dejaba ver a la perfección una gran luna llena y un sinfín de estrellas desprovistas de cualquier contaminación lumínica. Como las corrientes marinas lo harían en el océano, auroras boreales serpenteaban caprichosas bajo ellas, como si un niño caprichoso jugase a unir los puntos a su antojo sin seguir ningún patrón.

Miré hacia abajo para descubrir una nívea pendiente que conducía hacia lo que parecía ser el cauce de un río helado. El cielo se reflejaba en parte sobre el mismo, que se extendía sinuosamente formando un camino flanqueado por la nieve. A lo lejos se distinguían riscos congelados plagados de árboles que aparentaban unas características similares a los que estaba a punto de dejar atrás. Incluso más allá, gruesos bloques congelados asentados sobre el vasto océano se presentaban como los únicos ocupantes del destino final del hielo que nacía a mis pies.

¿Por qué en ese momento? ¿Por qué hacia allí? ¿Por qué iba vestido de ese modo? ¿Por qué tanto frío? Eran preguntas que ni siquiera existían en mi mente, pero, sin un motivo ni una cuestión real en mi mente, fui dando respuesta a todas y cada una de ellas. Simplemente me deslicé por la nieve hacia abajo como lo habría hecho sobre una duna del desierto: de lado y dejando que mis pies se deslizasen lentamente. No estaba acostumbrado a emplear las gruesas botas de piel que abrigaban mis pies ni los pantalones o el abrigo forrado —concebido a partir de la piel de a saber qué animal—, pero no los sentía extraños o pesados, como si no los llevase puestos. Por el contrario, el frío que inundaba la zona sí se comportaba como un depredador tenaz. Mordía mis huesos incluso a través de las prendas que pretendían desterrarlo. Cuando parecía que me acostumbraba en parte a él, retornaba con esfuerzos redoblados, sin ningún tipo de cansancio o misericordia.

A mis espaldas quedó el surco realizado por mis pies al deslizarse sobre la arena. Junto a él, uno algo más fino y en una posición más lateral que correspondía a la trayectoria que había descrito mi naginata, firmemente sujeta por el momento en el fijador de mi espalda. El hielo que se había formado sobre el río recibió todo mi peso sin dificultad alguna. No hubo crujido al pisarlo ni se resquebrajó. Sólo él sabría cuántas capas, una debajo de otra, se habían llegado a formar tras a saber cuánto tiempo de exposición a esas temperaturas.

Eché a andar. Aún sin un porqué, porque no hacía falta. Pero sí con un destino en mente: una de las montañas que se erguían a una distancia que, dado su tamaño, me era difícil estimar.  El río helado parecía serpentear en dirección a la misma, seguramente para flanquearla y posteriormente dirigirse al mar. ¿O tal vez venía de allí y realmente se dirigía hacia mis espaldas? No lo sabía, pero tampoco era especialmente relevante. Simplemente comencé a pisar con mis botas de piel con las suelas mojadas y mi bolsita de tela en la cadera. ¿En qué momento había llegado eso hasta ahí?
#2
Yoshi
Yoshi
Personaje

Una extraña voz resonaba en la cabeza del muchacho, era extraña pero no incómoda, sus versos le hacían algo de gracia aunque se preguntaba el por qué podía oírlos. Su cómoda cama simplemente le hizo no prestarle mucha atención a la voz y decidió quedarse al fin dormido tranquilamente.

De pronto se despertó por un gélido viento que parecía haberle quitado sus cobijas de encima. Yoshiro se levantó de golpe y sus ojos se abrieron sorprendidos al estar en un extraño páramo congelado, no importaba dónde mirara, solo veía hielo y nieve.

Hace mucho frio...-el muchacho respiraba con total dificultad, su cuerpo temblaba de forma violenta ante el viento gélido. Su corazón empezó a latir cada vez más lento, un sentimiento de miedo recorrió su pecho y al intentar dar un paso: cayó noqueado.

Ahí en medio de aquel páramo congelado quedaba el cuerpo del Hafugyu que siempre fue débil al frío y ante estás condiciones extremas simplemente sucumbió al helado abrazo de la muerte.
Datos
#3
Shy
"Shy"
Personaje


Frío. Gélidos vientos azotaron su rostro, y así Shy despertó en aquel lugar en el que no recordaba haberse dormido. Si bien había pasado algunas noches a la intemperie en Loguetown... Nada se podía comparar a esto. El cazador lacónico se puso en pie y buscó refugiarse del frío apretando sus brazos contra sí mismo. Oculto en la arboleda, Shy no le dio demasiada importancia al cómo había llegado hasta allí. Por el contrario, empezó a pensar de forma obsesiva en formas de abandonar el lugar, pero cada idea resultaba peor que la anterior. 

Como una melodía demasiado conocida, algunos versos se repetían en su cabeza. Los sentía reptar en el interior de su cráneo, repasando un teórico trayecto desde sus oídos hasta las sienes, y de ahí al centro de su seso, que le forzaba a paladear cada palabra de aquellas estrofas, que, pese a no haberlas oído ni leído en ningún momento, conocía como si tuviera una innegable familiaridad con ellas.

Shy resopló con fastidio. Aquello era del todo incomprensible. No conocía ninguna isla de Oniria. Estaba soñando. Tenía que estarlo, de lo contrario, se hallaría inmerso en una disparatada realidad ajena a lo que conocía.

El joven cazador decidió no quedarse de brazos cruzados. Si podía ser rescatado, desde luego que no ocurriría si se quedaba como un pasmarote entre los árboles. Así pues, emprendió el camino hacia uno de los escarpados montes que rasgaban las nubes que soplaba el viento del norte en esa dirección. Shy no era ningún alpinista, pero podría colocarse a la altura necesaria para, mediante una fogata, avisar a cualquier navío que se acercase de que había alguien que necesitaba ayuda. 

"Bueno" pensó Shy. "Esto no es quedarse haciendo ganchillo frente a la chimenea con un té caliente, desde luego. ¿Pero cuántas veces conseguimos lo que queremos? De momento, me doy por satisfecho con un pasaje de vuelta a casa y una explicación convincente."

Con la característica lasitud de sus movimientos, comenzó a andar en dirección al monte más cercano.
#4
Alexander Bathory
Doc
Personaje


Aquello era un sueño o una memoria distante, no estaba seguro, podía sentir su calidez mientras su cuerpo descansaba contra mi hombro, el sutil aroma a jazmín de su perfume inundaba mi nariz mientras acariciaba su mejilla apartando un poco de su pelo negro como la noche de su rostro para ver sus ojos azules por un instante antes de que les cerrara sonriendo con delicadeza, simplemente no deseaba que aquel momento terminara en ningún instante, antes de que la tomara en mis brazos tirando de ella dejándonos caer en el pasto recostándome con ella descansando contra mí, una sonrisa en su rostro era todo lo que ocupaba para que ella me transmitiera todo lo que sentía antes de que me inclinara besando con delicadeza sus labios diciéndole con amor –te amo- era una frase que jamás me cansaría de decirle pues ella era mi mundo, mi novia, mi pareja, mi esposa
 
Cuando una voz distante empezó a escucharse, primero como un susurro distante tomando fuerza poco a poco, no deseaba partir, deseaba quedarme a su lado aunque solo fuera un minuto más, pero las palabras empezaron a resonar más y más fuerte arrebatándome de aquel sueño; podía sentir el aire frio entrando en mis pulmones, mientras recobraba mi conciencia, la nieva había podido empezar a cubrir mi cuerpo haciéndome perder un poco la temperatura, aunque nada que fuera demasiado incómodo para mi persona, antes que me levantara mal humorado ante el hecho de haber sido arrebatado del abrazo de Mai, pues aquello era de lo poco que me quedaba de ella, solo sus memorias y mis sueños de lo que pudo ser y no fue
 
Al levantarme podía notar algo raro en mi mirada, no tenía dificultades para ver ni nada por el estilo pero sentía algo inusual, antes de notar que traía mi abrigo habitual, junto con mis guantes de pelea y collar equipados, era raro pues no solía dormir con ellos puestos –dónde estoy?- pregunte con calma cuando note algo extraño, mis manos, rápidamente removí uno de mis guantes notando como mi pelaje se había ido, mas no mis garras, rápidamente mis manos buscaron mi rostro, mis facciones habían cambiado ¿era humano?, no mis orejas, incluso mis colmillos permanecían en donde estaban de alguna forma me había convertido en un Junjin, pero eso no demeritaba mi resistencia ni mis habilidades según parecía por el frio –¿qué demonios está pasando aquí?- me pregunte recordando la voz que había escuchado –canicas… ¿has de acumular?- antes de notar mi bolsa en el suelo y en ella una extraña bolsa atada con una moneda en su interior –robar?, combatir?- esto parecía ser una especie de torneo de supervivencia, aún quedaban demasiadas variables que desconocía
 
Aunque nada ganaría detenido en la nieve, rápidamente tome mi bolsa revisando su contenido, parecía que mi equipo médico seguía en ella junto con un dial que había obtenido tiempo atrás, podría serme útil en aquella situación –primero debo investigar esto, entender que está pasando y encontrar al resto de la tripulación- dije colocándome mi mochila y ajustando nuevamente mis guantes de combate y aferrarme a mi abrigo mientras empezaba a caminar por aquel páramo helado, fuera lo que fuera que estaba ocurriendo no podría bajar la guardia, más aun con esta nueva apariencia

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Apariencia Actual
#5
King Kazma
Shiromimi
Personaje


¿Cómo había llegado allí? Ni idea. Ni siquiera sabía exactamente qué era lo último que recordaba. ¿Era un sueño o amnesia? Se acordaba de quién era y tenía recuerdos de su vida, así que era poco probable que fuera amnesia. Por otra parte, estaba demasiado lúcido para ser un sueño. Y por otra parte también, estaba aquella melodía que resonaba en su cabeza, una canción que hablaba acerca de un juego, de que todo valía y que tenía que recolectar canicas. Miró hacia abajo y vio un saquito en su cintura. Trató de quitárselo pero no podía, parecía pegado allí, y habría jurado que lo estaba de no ser porque podía moverlo alrededor de su cintura, como si hubiera un cordel invisible que lo atara allí.

El lugar estaba cubierto de nieve y esta precipitaba lentamente desde el cielo. Incluso con su pelaje hacía frío. Podía usar su fruta para calentarse y evitar así el frío, pero no sabía a qué se iba a enfrentar y había descubierto que utilizar los poderes de la fruta del diablo era como utilizar un músculo del cuerpo, poco a poco le iba cansando. Era mejor ahorrar energías para cuando las necesitara. Podía aguantar un poco de frío, especialmente si se movía para calentar un poco el cuerpo. Se dirigiría hacia el río que se veía cuesta abajo. Si había un río, el agua surgiría de algún lugar más cálido. Era imposible que hubiera un río completamente congelado, probablemente el agua seguía fluyendo bajo una capa de hielo.

Supuestamente tenía que encontrar a otras personas y quitarles sus canicas de alguna forma. Matar era legal, por lo que sería una de las opciones más seguras. No sabía qué clase de maniático había creado ese juego, pero prefería salir de allí con vida. Y la forma más probable de asegurarse un pasaje de vuelta a su barco era seguir las reglas del juego. No tardó en divisar algo extraño tirado en la nieve. En la distancia no resultaba identificable, pero conforme se acercaba pudo observar que era una persona de pelo rojo. ¿Estaría vivo? ¿Sería una trampa?


Datos
#6
Juuken
Juuken
Personaje


Una música comenzó a sonar en mi cabeza, abrí los ojos sobresaltado por lo imprevisto de la situación. La calma azotaba con un frío que helaba hasta el alma y los huesos. Me incorporé de golpe, no recordaba qué había ocurrido ni cómo había llegado a parar a ese recóndito lugar helado. La música se acrecentó mientras una voz comenzaba a emitir una melodía con sus palabras.

No entendía nada, el frío estaba dejándome helados hasta los mocos. Un fortísimo estornudo me hizo retroceso en la cabeza, volviendo a caer al suelo, al frío manto níveo que cubría ese desconocido terreno, un mechón de mi cabello se posó encima de mis ojos, fui a apartarlo, y vi que hasta a mi pelo había afectado la nieve que dejaba entrever otra cosa que no fuera de ese blanquecino tono.

Aquella melodía continuó y continuó, decía cosas que no terminaba de entender. Decía cosas de un juego, de realidades desvaneciendo, decía que podía ser lo que quisiera en su paraíso y que había que acumular canicas. ¿De qué estaba hablando? Vale, todo estaba permitido, pero no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta allí, ¿Dónde estaba Lance? Lo último que recordaba era estar con él y con el resto, y ahora estaba solo en aquél infierno helado.

Decidí levantarme de una buena vez, sino iba a quedarme agarrotado. Noté que con mi respiración exhalaba un humo blanco por mi boca, tosí de sequedad y salió más humo. Algo extraño estaba ocurriendo, nunca había visto nada similar. ¿Quién diablos era aquella voz y por qué me hablaba así?

-¡Oye tú! Muéstra...

Me detuve y me quedé perplejo. Me había levantado pronunciando esas palabras, y sentí una leve sensación que me desestabilizó, algo no andaba bien, estaba perdiendo la cordura o algo así. ¿Sería eso producto de alguno de esos poderes extraños? El caso es que me sentía mucho más alto, sentía ver la vida desde otra perspectiva, y mi voz había cambiado de tono, lo curioso es que se parecía muchísimo a la voz de Lance.

-¿Qué mierda es esto?

Me dije a mí mismo mientras me miraba las manos y las piernas. No podía ser, no reconocía nada de lo que veía en mí mismo, era como si mi mente se hubiera trasladado a otro cuerpo. Volví a mirarme ese mechón del cabello, no estaba blanquecino por la nieve, sino que se había vuelto blanco. Todo estaba claro, no podría encontrar a Lance, de alguna forma ahora yo era Lance. ¿Qué sentido tenía todo esto?

Aspecto


El frío calaba rápidamente en mi cuerpo, debía moverme como fuera. Me estremecí y noté que tenía algo colgado en la cadera a la derecha, palpé la bolsa con algo de miedo, no recordaba que tampoco tuviera nada ahí antes. Después me preocuparía por ello, ahora tenía que activarme si no quería quedarme hecho una estatua de hielo con la forma de Lance, debía ir y averiguar qué había pasado. Me cae bien Lance, pero casi que prefiero mi propio cuerpo.

Comencé a moverme a paso ligero para intentar calentarme un poco, era horrible esa sensación, me dolían los dedos, la nariz y las orejas, debía intentar acelerar como fuera, comencé a intentar correr, digo intentar por que entre que hacía un frío que me tenía agarrotados los músculos y que me tropecé con algo en el suelo, volviendo a caer de bruces, lo tenía complicado.

Me volví a levantar medio enrabietado, pude ver que aquello con lo que me tropecé era un muchacho de cabellos rojizos que estaba tirado en el suelo, me acerqué a él, parecía estar débil, si seguía en esas condiciones podría llegar a morir. No sabía quién era, pero sabía que estaba en serios apuros, no necesitaba más para intentar hacer que se activase.

Me arrodillé a su lado, que torpe me sentía con un cuerpo más grande al mío, por lo menos ligeramente, tampoco es Lance un gigante a mi lado, pero si me sentía muy extraño. Puse mis manos en sus hombros y comencé a zarandearlo un poco.

-Eh, ¿estás bien? Vamos levanta, te vas a congelar.

Se me seguía haciendo realmente extraño que mi voz sonase como a Lance, me estresaba en cierto modo no poder ser yo mismo. ¿Por qué habría ocurrido esto? Necesitaba respuestas, pero no podía dejar al pobre muchacho a su suerte estando en ese estado.
#7
Nagaki
Medusa
Personaje

Equipamiento y estadísticas


Una canción resonó en mi cabeza mientras descansaba después de mi turno en la Marina. Sentía que solo necesitaba un sueño reparador, y estaría como nueva. En medio de ese sueño, la melodía se transformó en algo más, haciéndome revivir un paisaje que jamás había imaginado. De repente, me vi tumbada boca arriba en la costa de un río parcialmente helado, con la mirada perdida en un cielo gris que prometía más frío. A la orilla opuesta, el terreno se desdibujaba en un pantano turbio y sombrío, una vista que evocaba tanto misterio como inquietud.

¿Do… dónde estoy? —pregunté en voz alta, aunque sabía que no había nadie a mi alrededor. Al levantarme del suelo, miré a mi alrededor con la incredulidad de quien despierta en un lugar completamente desconocido. Este era el sueño más real que había tenido en mi vida, y eso que durante la fase pólipo, mis sueños eran vívidos y coloridos, abarrotados de fantasía infantil. Pero esto era distinto; era un mundo palpable, lleno de texturas, olores y sensaciones que despertaban en mí una mezcla de curiosidad y miedo. Podía sentir el relieve de las piedras afiladas bajo mis zapatos, el penetrante olor a ciénaga que invadía mis fosas nasales y, hacia atrás, el gélido aire que acariciaba mi piel. Un helado contraste con la impregnante fetidez del pantano frente a mí. Decidí girarme e ir hacia la tundra.

Minutos después, mientras caminaba con paso firme por la tundra nevada, comprendí que era la primera vez que me encontraba —bueno, "estaba"— en una región helada como esa. Había escuchado hablar de estos parajes en la base de la Marina, donde los veteranos compartían historias elaboradas sobre sus aventuras en tierras lejanas, pero la realidad es que nunca había salido de la isla Kilombo desde que me convertí en recluta. Me faltaba tanto por descubrir del mundo que la emoción de ver qué había más allá de la próxima isla llenaba cada uno de mis pensamientos.

El paisaje que me rodeaba era sobrecogedor. Un paraje cubierto por un espeso manto de nieve brillaba a la luz tenue del día, y la belleza de la naturaleza en estado puro me fascinaba. Observé cómo la nieve iba cubriendo lentamente cada una de las huellas que dejaba a mi paso, como si el mundo intentara ocultarme, protegerme de lo que acechaba en la penumbra. Era un paisaje desolador, pero en su desolación, había algo profundamente encantador que me anclaba a la realidad de este sueño.

Después de un rato caminando en solitario por la tundra, una sensación de inquietud comenzó a cernirse sobre mí. Pronto, me di cuenta de que en esta zona no había signos de vida, ni el más pequeño de los conejos, nada que pudiera ponerme en compañía. La soledad se hizo palpable, y con ella, la necesidad de buscar refugio. Fue en ese momento que una idea iluminó mi mente: podría recoger ramas secas que encontrara a mi alrededor, para intentar construir un refugio en una montaña cercana. La esperanza de encontrar alguna cueva o un hueco lo suficientemente amplio para hacer un fuego y resguardarme del frío me daba un nuevo propósito.

Comencé a buscar entre la nieve, agachándome para recoger las escasas ramas que había encontrado. Cada fragmento que añadía a mi pilón era un pequeño triunfo, una forma de tomar el control de una situación que de otro modo podría convertirse en abrumadora, aunque las ramas que pudieran servir podrían agarrarse con una sola mano, la gran mayoría estabas muy frías y húmedas como para poder usarlas para un fuego. Mientras reunía mis materiales, pensaba en lo que significaba estar ahí, en este lugar que, aunque desconocido, sentía como una parte intrínseca de mi viaje. Así, irremediablemente, la aventura tomaba forma, invitándome a seguir adelante a pesar del frío y la desolación que me rodeaban.

A medida que me acercaba a la montaña, la emoción comenzó a reemplazar a la inquietud. La promesa de descubrir algo nuevo se convirtió en mi aliciente, y aunque el camino fuera incierto, sabía que debía seguir adelante. Cada paso que daba me acercaba más a la posibilidad de encontrar un resquicio de calor, un momento de sosiego en medio de la vasta incertidumbre de este mundo helado.
#8
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Siddharta Gautama

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La inclemencia de la zona me llevó a repensar que tipo de actuaciones debía de desempeñar ahí en la cueva. Una de las opciones era quedarme, espera a que vinieran a rescatarme, pero quizá, eso fue también lo que llevó a los 2 del fondo a quedarse para siempre aquí, un rescate que nunca vino y finalmente perecieron abrazados, resguardando un calor que poco a poco se iría apagando. Por otro lado, y lo que parecía ser lo más consecuente, aunque también lo más peligroso, era salir para buscar una alternativa que no pasara por quedarme como un cubito de hielo.

Respiré profundamente, y expiré el vaho que salía de mis labios, pasé la lengua por estos, parecían estar ya algo cortados y tensos. Retomé la verticalidad desde el interior de la cueva, y fui rumbo a la salida. Era de noche, y la temperatura se volvía implacable contra cualquiera que no estuviera especialmente aclimatado a aquel frío, por ello, recordé que tenía mis guanteletes y que podían a ayudarme a resguardar mis manos del viento cortante que a veces pasaba. Lo acompañé también con calentamientos de dedos y muñecas, realizando extensiones de las falanges y movimientos rotativos con la articulación. Complementaba el calentamiento con mi vaho que parecía dar algo de calor a las manos, aunque duraba a penas unos segundos, ya en la boca de aquel oscuro túnel, contemplé una explanada frente a la cueva de la enorme montaña, que dejaba entrever en la oscuridad lo que parecía un bulto en el suelo.

Me acerqué hasta este, el suelo estaba totalmente cubierto de nieve. Una vez me topé con la figura, me cercioré de que era de un chico, que parecía haber sucumbido al frío del páramo. Tomé su pulso, pero era sumamente débil, yo no tenía ni los conocimientos ni los medios suficientes como para tratarle allí en esas condiciones, la vida así lo había querido, y hay fuerzas contra las que no se podía luchar, la suerte de aquel pobre ya estaba echada. Para mi sorpresa, él joven que yacía frío y casi tieso, portaba una bolsa igualita a la mía.

- Y si... -

Pensé, pero además no me quedé ahí, y rebusqué entre sus pertenencias para comprobar si tenía algo más que pudiera serme útil allí. Pero por desgracia, aunque tenía expectativas de encontrar un pedernal o algo que facilitara mi supervivencia allí, solo me topé con la canica del interior de su bolsa, a sí que, la guardé con la mía.  Me puse de pie de nuevo, realicé una reverencia hacia el chico, con una leve oración dedicada a su alma, para que esta pudiera descansar en las tierras imperecederas. Era el momento de continuar.

Seguía calentando mis manos continuamente, así como mis brazos, que parecían quedarse algo acartonados entre tanto frío. Caminé y caminé entre la oscura noche, hasta que me topé con la ribera de un río que se mostraba congelado. Me detuve, pensé en su transcurso, y era de conocimiento general que un río nace en una montaña y terminaba en un lago o en el mar, por lo que solo debía de seguir la dirección correcta para encontrar, con suerte, un sitio en el que resguardarme o encontrar ayuda. Las civilizaciones solían asentarse cerca del agua, ¿encontraría alguna si tomaba la dirección contraria de la que venía? suponía que provenía desde la parte alta del río, por lo que, seguir en la dirección frontal, me podría llevar hasta otra zona.

Permanecía atento, ya que la vista no era el sentido más apropiado para estar en guardia en aquel sitio, afiné y presté especial atención con mis oídos a lo que pudiera acontecer desde la oscuridad. Había bastos árboles que, del mismo modo que me podrían ocultar de miradas discretas, también lo haría de cualquiera por los alrededores. A lo lejos, divisé una figura con claridad, a unos 20 metros, de estatura parecida a la mía. Iría con cautela hasta él, no me parecía una buena señal toparme con alguien así en plena noche. Algo más de cerca pude diferenciar algunos rasgos esenciales, ropas, y pelo, el cabello rubio de aquel extraño reflejaba con la luz de la fría noche.

- ¿Hola?... ¿Quién eres?... -

Dije, con una lógica desconfianza. Me encontraba a 10 metros de aquella persona desconocida, obviaba sus intenciones y su estado. Me preparé aprovechando la nocturnidad para no parar de calentar dedos y muñecas. Si llevaba un mal propósito conmigo, estaría preparado ante ello.

notas
#9
Atlas
Nowhere | Fénix
¿Sabéis esas veces en las que, durante un sueño, estás en un lugar y mágicamente, como si el tiempo no hubiese transcurrido, de repente te encuentras en otro diferente y tiene todo el sentido del mundo? Bueno, pues aquélla no fue una de esas veces. Seguí el curso del río, caminando sobre la sólida superficie congelada y con las altas montañas como mi objetivo. Efectivamente, terminé por alcanzarlas y desde cerca eran incluso más altas de lo que en un principio me habían parecido.

Lo escarpado de sus laderas sólo era roto por modestos y tímidos senderos que, como si no quisiesen incordiar a la tosca madre que los albergaba en su grupa, se abrían paso a duras penas entre las rocas. Aquéllas que eran más puntiagudas y afiladas no dejaban lugar para que la nieve se posase sobre ellas, pero otras, que seguramente habían estado más resguardadas de las inclemencias del tiempo —difícil creer que esa posibilidad existiera dado lo extremo del ambiente—, tenían una superficie lisa o redondeada sobre la que se depositaba la nieve.

Aguardé hasta estar lo suficientemente cerca de la montaña para abandonar el río. Mis pies se hundieron en la nieve. Inicialmente fueron sólo unos cuantos centímetros, pero conforme avanzaba lo iban haciendo más y más hasta que me llegó cerca de las rodillas. Fue entonces cuando, justo al alcanzar la altura de los aparentemente frágiles árboles que delimitaban el último terreno más o menos llano en torno a la montaña, el suelo pareció volver a recuperar su altura y pude salir de las heladas arenas movedizas en las que me había ido metiendo.

Todo para nada, por supuesto, porque mucha prenda de abrigo que llevase y mucho que ya no me hundiese en la nieve, el frío desgarraba mis músculos y roía mis huesos como un depredador hambriento. Sus garras apretaban mis pulmones con cada bocanada de aire y el corazón amenazaba con pararse tras cada latido. No recordaba haber tenido una sensación tan desagradable jamás.

Llevaba algunos minutos —o al menos eso me parecía a mí— cuando, caminando sin rumbo entre los árboles, divisé la figura de alguien a lo lejos. Era un tipo que, por lo poco que podía distinguir de él desde la distancia que nos separaba, debía tener bastantes más años que yo. No sabía si se habría perdido como yo, si viviría por allí o si estaría de viaje por ocio o placer, pero algo me decía muy dentro de mí que la bolsita que llevaba colgada de la cintura debía permanecer ahí en todo momento.

—Mi nombre es Atlas —respondí con voz entrecortada a consecuencia del frío. El vaho se deslizaba entre mis dientes, otorgando un breve segundo de cálido descanso a unos labios que enseguida recuperaban su tacto gélido—. ¿Y tú? Creo que me he perdido... La verdad es que no sé muy bien qué hago aquí; sólo sé que esto parece importante —añadí, agitando levemente la bolsita que colgaba de mi cintura. Estaba alerta a cualquier gesto sospechoso que pudiese hacer el desconocido, aunque no tenía claro que en aquellas circunstancias fuese a poder reaccionar con la celeridad necesaria.

No obstante, conforme me iba aproximando poco a poco al sujeto hasta quedarnos a una distancia que debía rondar los diez metros, pude comprobar que no estábamos solos. No demasiado lejos, un muchacho se encontraba tendido en el suelo a merced de la combinación letal formada por el frío y el viento. Junto a él, otro tipo se había inclinado sobre su cuerpo y parecía intentar socorrerle. Si lo que estaba haciendo era eso o tan sólo se trataba de una artimaña era algo que no podía saber, pero todo hacía pensar que no se trataba de ningún truco.

—¿Has sido tú el que le ha dejado así? —pregunté sin reproche en mi voz, pues al fin y al cabo ninguna de esas personas representaba nada para mí en un lugar que se antojaba cuanto menos irreal. De cualquier modo, resultaba difícil imaginas unas condiciones o un entorno peores para perecer que aquél—. Ya te vale, pobres chavales.
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#10


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