Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Aventura] T3 Típica mercancía misteriosa, no tan típica
MC duck
Pato
La reunión había sido invocada de improvisto, por lo que algunos de los presentes estaban claramente incómodos, además por alguna razón había pocas luces encendidas, y las que estaban emitían poca luz en la habitación y todas apuntaban hacia abajo, por lo que casi todo lo visible era un mundo de sombras chinescas que parecía alterar la realidad del ojo inexperto.
—¿Se puede saber por qué nos has llamado?
—Los hombres que contratamos para conseguir la caja, han muerto.
—¿Todos?
—Todos, pero lo confirmaré.
—¡Vamos! ¡No me jodas!
Las sombras se miraron entre sí, preocupadas, lo que contenía esa caja, era muy importante, nada los había unido más que eso.
—Enviemos a nuestro mejor hombre a recuperarla.
—Lamentablemente está ocupado en un asunto Kilombo.
Incluso aunque se pusiera en camino ahora mismo y a máxima velocidad, tardaría demasiado tiempo en llegar hasta aquí, y seguramente no tendrían tanto tiempo.
—¿Se sabe quién la tiene?
—Aún no ha aparecido, pero los responsables de robarla están muertos… de eso se encargó la marina, eso nos dará algo de tiempo.

Tiempo ¿Tiempo para qué? No se explicó pero todos parecieron entenderlo, mientras se volvían pensativos para hallar la solución.
—Pero… ¿Eso no significa que la tiene la marina?
—Si la tienen, no está en el almacén de pruebas, mi contacto me lo habría dicho, pero investigaré a los marines responsables del ataque, a ver que logró sacar.
—Ok, yo enviaré a mis chicos a revolver ese almacén a ver si aparece de una puta vez.
El último pareció pensar un poco más para finalmente decir.
-Yo buscaré un chivo espiratorio, por si todo sale mal.
Con ese último comentario lúgubre, las sombras fueron apagando las pocas luces de la sala y salían completamente ocultos en la oscuridad, todos preparándose para cumplir su cometido, las fichas se empezaban a mover por el tablero.

¿Cuál sería vuestro primer movimiento?

instrucciones
#1
Octojin
El terror blanco
Personaje


El sol brillaba con fuerza sobre la base de la marina G-31 en Loguetown, mientras Octojin finalizaba su entrenamiento matutino. El gyojin tiburón, cubierto de sudor, sentía cómo sus músculos se tensaban y relajaban tras horas de ejercicios. Ese día había tocado trabajo de pesas, y aunque al gyojin no le gustaron al principio, le empezaba a coger el gusto. Afortunadamente, en la base de la marina tenían barras para gigantes y era las que usaba. Algunos miles de toneladas a cada lado, y a olvidarse de los problemas del día a día. A pesar del esfuerzo, la rutina física era una parte fundamental de su vida. Desde que se había unido a la marina, el gyojin no había dejado de entrenar ni un solo día, preparándose siempre para lo inesperado y trabajando su cuerpo aún más de lo que ya estaba.

El campo de entrenamiento estaba casi vacío, ya que la mayoría de sus compañeros de brigada, Ray, Atlas, Takahiro y Masao, se encontraban en una misión en otro lugar. El escualo se entristeció al no saber dónde iban. Quizá no se estaba integrando demasiado bien. Al término de su sesión, Octojin dejó caer la pesada barra de pesas al suelo, levantando una nube de polvo. Sus músculos ardían, pero estaba satisfecho. Era el momento de una merecida ducha. Aunque antes debía recoger los discos, que fue colocando uno a uno donde correspondían. Ya había tenido una bronca por no hacerlo el primer día y no se volvería a repetir.

El gyojin se dirigió hacia los vestuarios, disfrutando de la brisa que recorría el cuartel. Tras quitarse su uniforme, entró en la ducha, dejando que el agua fría recorriese su piel escamosa. Se permitió cerrar los ojos por un momento, pensando en lo tranquila que estaba la base sin el resto de su brigada. No había alborotos ni peleas, ni siquiera a soldados rasos gritando el nombre de Atlas por todas las zonas. Aquello le hizo pensar si una brigada tan extravagante como la suya era realmente eficiente. El tiempo diría, pero a juzgar por lo que les rodeaba, desde luego que sí lo eran.

Después de un tiempo bajo el chorro de agua, salió de la ducha y se vistió con ropa limpia. Ese día no tenía gran cosa que hacer, así que se encaminó al comedor de la base. El aroma a comida flotaba en el aire, y su estómago rugió con fuerza. No era extraño en él, dado su gran tamaño, sentir hambre constantemente. Al entrar en el comedor, su mirada se encontró con la figura de Camille, sentada en una mesa al fondo. Sin la presencia de los demás, parecía más tranquila y concentrada en su comida. El tiburón pensó que Camille se habría largado con los demás, pero no, allí estaba.

Octojin tomó un par de bandejas con pescado a la parrilla, arroz de varios tipos, una salsa amarillenta de mala pinta pero buen olor y algunos frutos rojos y se dirigió hacia la oni. Se sentó frente a ella, que alzó la vista al verlo acercarse.

—Vaya, Camille, parece que somos los únicos aquí —comentó Octojin, esbozando una sonrisa afilada.

El escualo empezó a comer lo que tenía en los platos, y pronto se dio cuenta que querría repetir. Ya había cursado una solicitud, a través de sus superiores, para que añadiesen unas bandejas de mayor tamaño para la gente como él, e incluso la oni. Que tenían que coger varias y terminaba siendo muy incómodo.

—Parece que la acción se la llevan ellos esta vez —dijo entre bocados—. Aunque estar aquí no está tan mal. Tengo tiempo para entrenar y comer tranquilo. Y luego podemos descansar

Camille sonrió levemente, pero sus ojos parecían estar en otro lugar, como si estuviera pensando en algo más. Octojin la observó por un momento antes de continuar e intentó adivinar qué le podía ocurrir. Si bien no era nada bueno en ello, hizo el esfuerzo por enlazar su rostro a una posible consecuencia que le estuviese pasando. Aunque... Lo cierto es que no sabía mucho de la oni más allá de la aventura que habían tenido juntos... Claro, la aventura. ¿Sería aquello?

—Oye, hablando de misiones… —dijo, dejando su tenedor a un lado—. ¿Te acuerdas de esa caja que recuperamos junto con el alcohol en la taberna? He estado pensando en eso desde entonces. ¿Qué ocurrió con ella?

Después de lo que ocurrió en la taberna, la marine se la llevó al cuartel, y en teoría la iban a guardar en el almacén de pruebas. Desde entonces, el habitante del mar no había oído nada sobre ella, aunque lo cierto es que tampoco se había preocupado en exceso. Pero pensándolo bien, era algo que le generaba curiosidad. ¿Dónde se habían metido realmente?

Octojin frunció el ceño, sus pensamientos vagaban mientras trataba de juntar las piezas. Aquella caja les había costado una pelea considerable, y aunque no sabía qué contenía, algo le decía que no era un simple paquete. Nadie se jugaba la vida por una simple caja. Aquella gente estaba bien pagada, hasta tal punto de ser unos inconscientes. Algo en el fondo de su ser le advertía que aquella caja, ahora en manos de la marina, era mucho más importante de lo que habían pensado en un principio. Los instintos de tiburón que llevaba en su interior le gritaban que estuviera alerta, que no dejara de vigilar lo que sucedía a su alrededor.

—¿Crees que deberíamos investigarlo más a fondo? —preguntó Octojin, bajando la voz, aunque el comedor estaba relativamente vacío. —Creo que puede ser buena idea, pero tenemos que ser cuidadosos. No sabemos quién más está interesado en esa caja, y no podemos arriesgarnos sin más.

Octojin volvió a perderse por un momento en sus pensamientos. Algo se gestaba en las sombras, y él no podía evitar sentir que estaban en el centro de todo. Sin embargo, por ahora, lo mejor era mantenerse alerta y seguir adelante. Había cosas que solo el tiempo revelaría, y hasta entonces, debían seguir su rutina.

Mientras terminaba su comida, el gyojin se permitió una última mirada hacia la ventana del comedor, donde el sol comenzaba a bajar en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. La tranquilidad que ofrecía la base de la marina en ese momento era solo una pausa antes de la próxima tormenta, lo sentía en sus entrañas.

Resumen


Inventario


Stats
#2
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Personaje


Los últimos días en la base habían sido ciertamente ajetreados. Desde la llegada a la base de sus más recientes compañeros el quinceavo día del primer mes de Verano, la casi siempre activa pero apacible rutina del G-31 se había visto alterada de pies a cabeza. Apenas una semana y unos pocos días después, contra todo pronóstico o expectativa, Octojin se presentó en la base para presentarse también como un miembro más de las filas de la Marina. Ambos eventos habían servido no solo para incrementar su ya de por sí continua actividad o su interminable lista de quehaceres, sino también para tener la cabeza ocupada. Habían pasado varias semanas desde que encontraron aquella cajita entre la mercancía que le habían robado a Hans, y quizá había tenido la oportunidad de olvidarse de todo lo sucedido durante un tiempo. Sin embargo, la llegada del escualo había reavivado las idas y venidas de su mente, lo que provocó que en los últimos días apenas hubiera pegado ojo.

No era culpa del gyojin ni tampoco pretendía echársela, todo lo contrario. Tanto él como sus nuevos compañeros le habían dado un color a su vida que llevaba faltándole desde hacía muchos años. Camille había crecido y vivido entre Marines durante casi toda su vida, al menos la que era capaz de recordar con claridad, pero nunca había llegado a estrechar lazos con nadie que se alejara de Beatrice o sus propios mentores. Al menos, no de forma duradera ni en un grupo numeroso. Atlas, Masao, Octojin, Ray y Takahiro —sí, incluso ese insufrible espadachín— habían roto con esto radicalmente. Se sentía cómoda en su presencia y, por primera vez en mucho tiempo, válida entre sus iguales. A veces podían llegar a meterle en problemas que no le desearía a nadie, pero pese a ello, empezaba a sentir que había encontrado un sitio en el que al fin encajaba. Cómo no, tenía que ser entre los más raritos del destacamento. De modo que no, sus tribulaciones poco o nada tenían que ver con sus compañeros.

Aquella mañana se había levantado más pronto de lo necesario, mucho antes de que se diera el aviso para que las diferentes brigadas de los barracones despertasen y se prepararan para la inspección rutinaria. La noche anterior había podido hablar con la capitana durante unos pocos minutos y, aunque no le había dicho nada en particular, Camille había notado en sus ojeras y en los dejes preocupados de sus gestos que intentaba ocultar que algo no iba bien. Tal vez fueran imaginaciones suyas, pero Beatrice era el tipo de persona que jamás se preocupaba por nada en absoluto, ni siquiera ante un peligro inminente de muerte, y que dormía a pierna suelta sin ningún problema en cualquier circunstancia. Las señales que creyó percibir en ella no indicaban nada bueno.

Envuelta en estos pensamientos, aprovechó que aquel día sería mucho más tranquilo para continuar sus estudios desde temprano en la biblioteca del G-31. Atlas, Masao, Ray y Takahiro no se encontraban en la base, ya que habían recibido diferentes tareas que les destinaban fuera. El único que estaba por allí debía ser Octojin que probablemente emplearía la mañana entrenando. De este modo, decidió aprovechar su falta de quehaceres para seguir formándose. La mesa en la que se sentó no tardó en verse llena de mapas repletos de rutas, documentación sobre las corrientes marinas de los cuatro Mares Cardinales, el Calm Belt y la Grand Line, así como un Log Pose que Takahiro le había regalado después de encontrarlo en quién sabe dónde. Trató de ahogar sus pensamientos entre toda esa cantidad de información marítima, pero simplemente no era capaz. Al final, cuando el hambre fue más fuerte que sus preocupaciones, decidió recoger todo y dirigirse al comedor tras su infructífera sesión de estudios.

Incluso la comida parecía hacérsele un poco bola, pero las horas sin comer y el no haber desayunado terminaron derrotándola y no tardó demasiado en acabar con sus raciones, al menos hasta los últimos bocados. Cuando Octojin hizo acto de presencia se la encontró dándole vueltas a los restos de comida que aún quedaban en su plato, con la mirada perdida entre los granos de arroz supervivientes que se agrupaban en pequeños grupos, como islitas en el blanco mar de la vajilla.

Solo alzó la mirada cuando reparó en la presencia de su compañero, que logró sacarle una leve sonrisa con sus comentarios. Mientras hablaba le hizo hueco a sus bandejas, apartando las que ya no estaba usando... que realmente eran todas.

Parece que de esta se podían encargar ellos solos, sí. Supongo que es lo que les toca con sus nuevos ascensos, para ver si dan la talla y eso —le dijo con un tono que se teñía de cierta complicidad—. Hoy es un día raro de todos modos, esto no suele estar tan tranquilo.

A decir verdad, había muy poca gente en el comedor para ser las horas que eran. No se trataba de la hora punta y ella había llegado incluso un poco más tarde de esta, pero parecía que muchos efectivos se encontraban en misiones de reconocimiento, patrullando o lidiando con los diferentes problemas que había en las proximidades de Loguetown. La calma había llegado a la base justo cuando ella necesitaba algo de movimiento para no pensar demasiado. Se mostró distraída tras hablar, lo que igual forzó en parte al tiburón a tener que llevar la iniciativa de la conversación. Tampoco es que ella quien la llevase por norma general, pero lo cierto es que estaba mucho menos participativa de lo habitual. Cuando llegaron las preguntas sobre la caja del símbolo del dragón, su mirada se ensombreció un poco más.

Suspiró un poco y dejó definitivamente el plato junto con las bandejas. No iba a terminárselo.

Se la entregué a la capitana esa misma noche, cuando llegué a la base tras dejarte en la posada. No supo decirme de qué se trataba en el momento, pero hasta a mi mad... a Beatrice —se corrigió a tiempo— se le notó la preocupación al ver esos símbolos. —Bajó un poco la voz para lo siguiente—. Lleva desde entonces bajo custodia en el archivo de pruebas. Ayer hablé con ella sobre el tema, pero no parecía muy dispuesta a contarme.

Se le notó la frustración al decir aquello último, entremezclada con una más que evidente preocupación que ni siquiera se preocupó en disimular. Ya no era solo por lo que pudiera pasarle a Hans y a sus chicos, los cuales estaban en constante contacto con los oficiales desde ese mismo día, sino las consecuencias que podían cernirse sobre Loguetown, sus habitantes o ellos mismos. La capitana Montpellier nunca se preocupaba por nada, pero era evidente que ahora lo estaba.

Algo malo viene, Octo. No sé qué es, pero me ha mantenido inquieta estas últimas noches. Y no parece ser solo cosa mía. —Sus ojos buscaron los del gyojin entonces, que se había distraído mirando por la ventana, perdido también en sus pensamientos—. Pero no sabría ni por dónde empezar a buscar. Quizá en la biblioteca haya algo, pero si no es de conocimiento general estará clasificado y no creo que sea accesible para nosotros. Tampoco creo que la capitana quiera que metamos las narices en esto, o al menos no hasta estar segura, pero... no sé. Supongo que podríamos intentar averiguar algo de forma menos ortodoxa. Quizá Hans le haya contado algo a los oficiales que a nosotros no.

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Notas
#3
MC duck
Pato
Camille y Octojin podían sentir que una amenaza se cernía sobre ellos, una sensación de que el peligro se acercaba, y luego se alejaba entre las sombras sin ser visto, era más bien una sensación extraña, como si se sintieran la proximidad de un evento peligroso, pero que no terminaba de pasar, pero que en algún momento ocurrirá inevitablemente.
(Que no sean ellos, que no sean ellos, que no sean ellos…)
Pensaba el mensajero mientras cruzaba el campo de entrenamiento para ir a preguntar a la gente más alejada del campo, los que practicaban en las barras, quienes señalan en dirección a Camille y Octojin, El mensajero cruzaría todo el campo de entrenamiento, evitando de manera visible acercarse a ese par y preguntaría a la gente del otro lado del campo, quienes estaban levantando pesas, quienes señalan en reversa a Camille y Octojin, pero desde el otro lado.
(mierda, mierda, mierda…)
El cartero entonces empezará a perseguir a los que corrían en círculo por el campo, por si eran ellos quienes al estar corriendo en círculos podían estar causándole una mala pasada. Ellos muy amablemente le indicarían.
-¿ves ese tiburón enorme de dientes afilados? A su lado, la chica, esa que da tanto pavor.
(joder, joder joder….)
Había escuchado historias del “terror blanco” de la marina, ese Gyojin que podía destrozar criminales y partirlos con sus manos y dientes, aunque era un cachorrito al lado de Camille, quien a pesar de aparentar ser humana, tenía cuernos y esa mirada que de alguna forma demostraban que no era humana ¿O solo se lo estaba imaginando?

Finalmente el mensajero reunió valor para encararlos, aun con las piernas temblando.

[Imagen: yunna-minkova-1-232-copy-2a.jpg?1677775718]
Mensajero de la marina, G23

-Ca... Camille Mon...Montpe... eso ¿Eres tu?- Finalmente Saco una carta- Es de... la capitana Beatrice Montpellier
Normalmente un tipo atractivo como él intentaría sacarle una sonrisa, o tirarle los trastos a una marine guapa como ella, pero de alguna forma le aterraba casi tanto como aquel tiburón de cuerpo... extrañamente macizo y atractivo... No sabia si eran sus rasgos no-humanos o que se apellidara como la capitana que tanto le aterraba.

-pu... pues eso- Tendió la carta, inclinándose y poniéndose de puntillas para dejar el mayor espacio posible entre él y ellos- ¡Hasta luego!

La carta era muy del estilo de la capitana, no habían signos de que nadie la hubiera forzado u ojeado antes que tu. Al abrir la carta podías reconocer la letra de tu capitana, pero era muy escueta y podía notarse cierta tensión y premura en su redacción, siendo frases u ordenes simples.
Carta de Camille




El despacho de Beatrice parecía un caos, algo inusual, mientras ella parecía estar escribiendo y sellando papeles, solo levanto la mirada para dar una orden.
-Cerrad la puerta cuando entréis.- Termino de sellar unos informes mas antes de alzar la vista con una mirada seria -¿A cuantas personas habéis comentado lo que hicisteis el otro día? En el almacén, lo que encontrasteis.
La capitana espero a que ambos respondieran, mientras sostenía sus manos delante de su boca como si estuviera pensando o intentando ocultar sus facciones, mientras esperaba tal vez que hubiera una solución sencilla, una fuga de información que lo explicara todo.

-La caja que me trajiste, ha sido sustraída del almacén de pruebas, hace un par de horas- declaro finalmente -Asesinaron a un guardia. Y No tengo forma de saber como lo hizo alguien de fuera, así que lo único que me queda es pensar que lo hizo alguien de la marina.- Inspiro unos segundos antes de añadir - Si nosotros tres somos los únicos que lo sabíamos, y no lo hemos compartido, o aquí, en esta habitación hay un traidor... O tenemos un topo en la sede G23 de la Marina. - Miro a Octojin, no quería ser indiscriminada pero no tenían tiempo para andarse con rodeos- ¿confías en él?- había que asegurarse, aunque no tenia sentido que Octojin hubiera permitido la entrega de la caja si iba a llevársela al final, pero por si acaso- Descartados los de esta habitación, solo quedan los demás. He dado instrucciones para sellar temporalmente la sede de la marina, hasta esclarecer los hechos.
Luego tomo los informes que había sellado rigurosamente y se los presento.
-De momento sois los únicos que podéis entrar y salir de la sede, aparte de los altos cargos, por si tuvierais que salir a buscar pruebas.- Demostrando no solo que había pretendido confiar en ellos desde el principio, sino que eran su única opción de resolver este atentado directo contra la marina.- No se si aun podréis recuperar esa caja, pero la prioridad actual es encontrar al Topo, bueno, más bien al asesino...

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#4
Octojin
El terror blanco
Octojin sabía que algo se estaba gestando, pero no podía entender del todo la gravedad de la situación. Sin embargo, cada vez que pensaba en la expresión de preocupación que había visto en Camille, sentía un nudo en el estómago. Algo no estaba bien, y la oni lo estaba sufriendo en silencio.

Su propia compañera le había contado todo lo que rondaba su cabeza. Y seguía aparentemente distraída. Era raro verla así, tan pensativa. Y es que el breve intercambio de palabras fue suficiente para que el escualo notase que estaba mucho más preocupada de lo que parecía a simple vista. El resto de la brigada no estaban en la base, ocupados en otras misiones, lo que les dejaba solos para lidiar con lo que fuera que estuviera ocurriendo. Y ya no solo el problema, sino con el estado anímico de la oni.

Camille habló de la caja que habían recuperado en aquella misión junto con el alcohol de la taberna. Octojin escuchaba atento, pero notaba cómo la preocupación se acentuaba en la voz de la oni. No podía evitar sentirse un poco perdido, pero intentó ofrecer apoyo de la mejor manera posible. Aquello no era lo suyo, pero debía intentarlo.

Pensó por qué opción decantarse. Por una parte, estaba quitarle hierro al asunto, quizá aquello le hacía ver a Camille que se estaba preocupando por algo que no debía. Otra opción era intentar tranquilizarla, ya que la caja estaba a buen recaudo y sus superiores sabían qué hacer con ella. Y otra, la que cogía más fuerza en su interior, era incitarla a hacer algo fuera de la marina. Ir a tomar algo, distraerse con otra cosa, o incluso jugar a algún juego de mesa en su habitación. Había visto cómo varios marines se juntaban en una habitación para jugar a varios juegos distintos. Alguna vez le habían propuesto jugar, pero tenía cierto pavor a tener que leer las instrucciones o no entender la dinámica y terminar siendo rechazado.

De repente, antes de que el tiburón pudiese hablar, un mensajero llegó al comedor. Octojin observó cómo el joven marine parecía temblar al acercarse a ellos, claramente más aterrorizado por Camille que por él. Aquello le hizo sonreír con una leve carcajada. Por lo general, la gente se asustaba al ver a un tiburón como él, pero esta vez la oni parecía intimidar más.

Cuando Camille recibió la carta, su expresión cambió inmediatamente. Octojin la observaba con preocupación. Aunque no le dijo lo que contenía, no hacía falta, pues al instante le pidió que la acompañara al despacho de Beatrice. El escualo asintió, y ambos se dirigieron al despacho de la capitana. El recorrido fue breve, pero el silencio se apoderó de ambos seres, que lo aceptaron y se limitaron a andar.

El despacho de Beatrice era un caos. Papeles apilados desordenadamente, el ambiente cargado, y una sensación de urgencia palpable. Octojin no podía evitar notar lo inusual que era aquello. Beatrice siempre había sido una mujer ordenada y meticulosa, pero ahora todo parecía estar fuera de lugar.

La mirada de Beatrice se clavó en ellos cuando fueron preguntados sobre a cuántas gente le habían comentado el tema de la caja. Al escualo se le aceleró el pulso durante unos segundos. ¿Qué posibilidad había de que les hubieran llamado sobre el tema que habían hablado pocos minutos antes?

Octojin negó con la cabeza, con el semblante firme y mirando a su superiora.

—Yo no lo he comentado con nadie —respondió, aunque su semblante pronto cambió cuando escuchó que la caja había sido robada y que un guardia había sido asesinado. Todo apuntaba a una traición dentro de la Marina. Y lo peor de todo, la sospecha caía primero sobre él. El nuevo. Por un momento, el tiburón sintió una punzada de tristeza. A pesar de haber demostrado su lealtad, no podía evitar sentirse apartado, sospechoso simplemente por ser el último en llegar.

Sin embargo, la capitana descartó rápidamente esa posibilidad, y Octojin pudo respirar con algo más de calma. Ahora, lo importante era trazar un plan. Debían encontrar al traidor y recuperar la caja. Una misión que parecía ser muy difícil.

—Capitana, ¿cómo fue asesinado el guardia? —preguntó el tiburón, con un tono grave—. Si fue un ataque violento, puede que lo pillaran desprevenido, pero si no hay señales de lucha… podría haber sido alguien de su confianza. Eso podría darnos pistas.

Octojin esperaría una respuesta de su superiora y después se giraría hacia Camille.

—Recuerda el día que entregaste la caja —le dijo—. ¿Qué marines estaban allí? ¿Quién te vio entregarla? Puede que alguno de ellos haya hablado más de lo necesario. Quizás podamos usar esa información para acotar a los sospechosos.

Camille parecía reflexionar sobre sus palabras, y Octojin esperó su respuesta con calma, aunque la tensión en el aire era palpable. Aquello que le estaba pidiendo a la oni era un ejercicio de memoria que no cualquiera podría hacer. Y, francamente, podía no tener mucho sentido. En el día a día no nos vamos fijando de quién nos ve, quién hay a nuestro lado, o cómo viste el de al lado. Actuamos por pura inercia que, en ocasiones, nos genera algún tipo de problema.

—¿Cómo actuarías tú en esta situación? —le preguntó, queriendo conocer su opinión—. Todo esto parece demasiado calculado para ser una coincidencia.

El escualo se llevó la mano derecha a la frente mientras llevaba la mirada al suelo. Reflexionó sobre cómo abordar el tema. Lo suyo eran otro tipo de misiones, de usar más los músculos que la mente, pero aquello le abría un mundo que no conocía. ¿Cómo actuaban los criminales? ¿Podría él pensar como ellos para detenerlos? Por el momento había muchas preguntas y ninguna respuesta. El tema pintaba feo, la verdad.

resumen
#5
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
La llegada del mensajero fue cuanto menos inesperada, una interrupción que lejos de aliviar a la oni o sus pensamientos tan solo la atribuló hasta un  nivel superior, si es que eso era posible aquel día. Se quedó mirando al chico con un gesto no muy amigable, aunque era más por la confusión de verle comportarse así que porque estuviera molestándoles. A decir verdad, quizá fuera la reacción más normal que podía surgir en alguien que se topase con el escualo y ella juntos por primera vez. Debía resultar intimidante cuanto menos.

Gracias.

No añadió mucho mas hasta que el chico volvió sobre sus pasos para desaparecer de la vista de ambos marines. Le resultaba extraño que la capitana hubiera mando a alguien con una carta en lugar de, simplemente, a convocarla. Eso solo podía significar una cosa: quería decirle algo que solo ella pudiera ver, sin intermediarios que pudieran sacar algún tipo de información del mensaje. Abrir el sobre y leer el contenido de la carta tan solo confirmó sus  sospechas, pues quería no solo que fuera hasta su despacho sino que llevara con ella a cualquiera que supiera de esta situación. Su rostro perdió algo de color en el proceso, tan solo alzando la vista cuando Octojin le llamó la atención.

Vamos al despacho de la capitana. Esto no me gusta —se limitó a decirle, poniéndose en pie y doblando la carta para guardársela a buen recaudo. Ya se desharía de ella más tarde.

El trayecto hasta el despacho de Beatrice no fue largo, aunque el silencio que se formó entre ambos caía por su propio peso. No es que fuera incómodo, simplemente no tenían demasiado que decir en esas circunstancias. Los pensamientos de Camille se agolpaban en su cabeza, dándole vueltas a todas las posibilidades que pudieran ocurrírsele. Desde que pudiera haberle ocurrido algo al viejo Hans hasta que hubiera nuevas pistas en lo que respectaba a la puñetera cajta. Fuera lo que fuese, estaban a punto de averiguarlo.

Desde el preciso instante en que cruzaron la puerta del despacho de la capitana, podía sentirse cómo la tensión se había adueñado del aire. Las indicaciones de Beatrice para que cerrasen al entrar tan solo acentuaban este hecho más que palpable. Con calma se acercaron hasta su escritorio. En cualquier otro momento, la situación podría haber llegado a ser divertida; después de todo, ver a un gyojin de más de cuatro metros intentando encajarse en un despacho era cuando menos digno de ver, pero aquel día no había broma o jocosidad que tuviera lugar en la sala. La mujer les observó con dureza y explicó el motivo por el que les —en realidad solo a ella— había convocado, lanzando después una pregunta tan franca como inclemente. Camille torció el gesto.

Mi confianza en él es plena —sentenció la oni rotundamente, mirándola fijamente a los ojos—.

Una vez hubieron aclarado ese punto, empezaron a teorizar sobre las posibilidades. Habían asesinado a uno de los marines que se encargaba de custodiar los archivos y la caja había desaparecido, algo que solo parecía factible si el culpable conocía la base y podía moverse por ella sin levantar sospechas. Después de todo, infiltrarse en el G-31 a plena luz del día no parecía siquiera posible con tantos ojos observando, pero debía reconocer que lo había hecho en un momento en que la fortaleza se había quedado particularmente vacía. Eso también reducía el cerco para encontrar al culpable, ya que la lista de sospechosos se volvía aún más corta. Miró a Octojin un momento mientras este dejaba claro que no lo había comentado con nadie, tras lo cual respondió ella.

Por mi parte tan solo lo sabemos nosotros tres, el propio Hans y los marines encargados del archivo. Podría dar una descripción de la persona que se encontraba en turno aquella noche, pero para saber con exactitud quién era debería valer con revisar los fichajes y turnos de aquel día —sugirió, dándole a la máquina de pensar que era su cabeza mientras pensaba en las posibilidades—. Por otro lado, dado que era muy tarde, no recuerdo que hubiera nadie más que el personal de los archivos y yo en el momento de la entrega.

Después de eso guardó silencio, dándole tiempo a la capitana para que respondiera a las preguntas de su compañero. Tenía razón en que aquellos detalles podían ser importantes. Si había sido alguien a quien la víctima conocía, el cerco podría estrecharse incluso más, ya que tendría que tener algún vínculo con el culpable que le hubiera hecho bajar la guardia. O, al menos, un motivo por el que no fuera sospechoso que se encontrase en los archivos. Eso le dio otra idea a Camille.

Aunque no se lo dijéramos a nadie, en el archivo de pruebas debe haber un registro que indique lo que sale y entra, de modo que debieron dejar una descripción detallada de lo que quedaba bajo custodia —empezó a explicar, mirando alternativamente a Beatrice y a Octojin. Hizo una pausa para que siguieran su corriente de pensamiento y siguió—. Eso quiere decir que cualquier persona que trabaje allí tiene acceso a ese registro, de modo que sabría cuándo entró y en qué zona se dejó almacenada la caja. También debería reflejarse las personas que han depositado o extraído pruebas, de modo que sabríamos quiénes han tenido que acercarse con «coartada». Creo que es un buen hilo del que empezar a tirar. Capitana, solicito permiso para acceder a los fichajes del personal del archivo de estos días y al registro de entrada y salida de pruebas.

No estaba completamente segura de si esto les solventaría la totalidad de sus dudas, pero confiaba en que con esa información pudieran encontrar algo que les ayudara a encaminarse hacia el culpable. Tras decir esto le dedicó una mirada a Octojin, seria pero que transmitía confianza en él. Después de todo, en esa sala se reunían las únicas personas de las que sabía que podía fiarse.

Resumen
#6
MC duck
Pato
Ante la buena pregunta de Octojin, Capitana intento hacer memoria pero renuncio al poco, y finalmente hecho un vistazo al informe, que tenia sobre la mesa.
-La victima es Ewan Eastone, Soldado raso, fue encontrado con un cuchillo en la espalda y un disparo de bala en el pecho, el disparo fue lo que alerto a los encargados del almacén de pruebas, pero no vieron nadie sospechoso. Por las pruebas se cree que durante su turno de vigilancia intentaron asesinarlo por detrás, pero el soldado debió resistir el golpe, se giro, vio a su atacante el cual, en un descuido lo mato con un arma de fuego.
Dejo el informe en la mesa y miro, soslayada a Octojin, claramente algo preocupada.
-siento que no aporte nada mas, El soldado no era especialmente conocido, de hecho ninguno de los que trabaja ahí.-la marina tenia muchos deberes con y para la justicia, pero no todos los soldados servían en el frente o guardando islas, los había que traían correo, almacenaban armas, munición, pruebas, informes, secretarios para el papeleo, estos marines no suelen destacar mucho, suelen tener problemas que los imposibilitan a otros cargos, como incapacidad de relacionarse socialmente, ataques de pánico, alergias graves o simplemente no estacan de ninguna forma en la marina. En cierta forma, son dejados de lado.- Así que no sabrías decir si tenia amigos o enemigos, deberíais consultar con sus compañeros de departamento. Pero tal y como ha dicho Camille, hay un registro, las pruebas que entran, lo que sale, quien entra de visita y lo que termina destruyéndose. Tenéis mi permiso para empezar por ahí.



El almacén de pruebas estaba bastante vigilado, aunque es posible que eso se debiera a los últimos acontecimientos ocurridos. Habían marines custodiando las puertas de la sección, quienes saludaron a Camille y Octojin, permitiéndoles pasar en cuanto hubieran presentado las credenciales, además sus nombres serian anotados en una libreta, la que contenía todas las entradas a la sección, sin duda un dato importante a considerar.
-Maldita sea! Ya os lo he contado todo.- mascullo una voz carrasposa y algo desagradable, como si saliera de un moribundo que ha fumado demasiados años y empezara a tener afecciones respiratorias- El chico estaba en su ronda, cofff... los demás me estaban ayudando abajo en los hornos, coof-coofff... eliminando desechos, oímos un disparo y nos lo encontramos así. COOFFF... No hay mas.

Se trataba de un hombre viejo, canijo, pero por la edad, con una pata de palo, y casi sin pelos en la cabeza que trataba a todos los soldados con irascibilidad y enojo, quedaba claro por que, pues en su uniforme de soldado normal, podian verse alguna medallas honorificas o incluso de rango... ¿Por que un hombre condecorado pasaba sus días trabajando en este lugar aislado de todo? sirviendo en un rango inferior a la gente que una vez le obedecía.
Viejo Gaul


-¡¿vosotros habéis venido tam... cofff... también a hacer preguntas?- esta vez lo decía mirando a Camille y a Octojin, los miro a ambos, y se noto que él tipo tenia experiencia en estas cosas por que dijo- tenéis mas pinta de los que actúan, no de los que hacen... COOFFF... preguntas.- el hombre saco una pipa y empezó a preparar el tabaco- a lo mejor vosotros podéis hacer algo, esta gente no nos deja trabajar... Pero se ve claramente que en las entradas, antes de la hora del asesinato, entro ese cartero tan raro. Cofff, cofff... dicen que trata demasiado bien a los hombres del G23, los invita a beber... esas cosas... pero luego sale de noche, sin que nadie lo vea, me parece sospechoso. Coff, cooff...

Además del viejo Gaul, habían dos soldados raso sirviendo en la sección de almacén de pruebas, William y William, ambos homónimos casuales de personas con el mismo nombre que habían acabado sirviendo a la marina y habían acabado en ese lugar. Ambos trabajaban de mal humor, cargando cajas de pruebas que debían ser eliminadas, un trabajo que al parecen habría tocado a Ewan de no haber muerto.
-maldita sea, dejarse matar para escaquearse del trabajo
-No seas tan mal hablado Will, no vayan a pensar que eres sospechoso.
-Calla tu, Will ¡Ahora lo van a pensar! ¡Por tu culpa!
Aparte de eso, coincidían con Gaul en sus testimonios ¿Coartada preparada o que ya habían respondido las mismas respuestas varias veces? Por otro lado ¿Qué otras pruebas podrían encontrar?

otros datos
#7
Octojin
El terror blanco
Mientras caminaba hacia la sala de archivos junto a Camille, Octojin no podía evitar sentir una profunda tristeza. Había tantos marines en la base, tantos trabajadores, que simplemente pasaban desapercibidos. Hombres como el soldado Ewan, que habían sido asesinados de una manera brutal y, sin embargo, no habían dejado una huella significativa en sus compañeros. Eso no ayudaba en situaciones como aquella, cuando buscaban pistas y se encontraban rodeados de rostros y nombres que no destacaban, que eran fáciles de olvidar.

Lo cierto es que un asesinato dentro de la base no era para nada normal. Afortunadamente, claro. Pero marines repletos de sueños morían cada día en estúpidas batallas que, en muchas ocasiones, distaban bastante de perseguir aquello que la marina tenía por bandera. El habitante del mar se había interesado días antes por ese tema, solicitando algunos informes de misiones fallidas para ver patrones de error. Había tenido la suerte de coincidir en varios entrenos con Patrick, un marine que compartía interés con el gyojin. Así que mientras él leía, el tiburón procesaba la información, dando pronto con algunos errores muy comunes como la mala planificación de una misión, la escasez de información para afrontarla, un mal posicionamiento en batalla y el dejar ir a una misión con altas probabilidades de acabar en batalla a gente que aún no estaba preparada. El pelotón, como solía llamarse.

El escualo caminaba en silencio al lado de Camille, sumido en sus pensamientos, pero finalmente decidió romper ese silencio que pesaba entre ellos para conocer la opinión de la oni al respecto.

—¿Qué sospechas tienes? —le preguntó, sin ocultar su confusión— Yo... no tengo ni idea de por dónde empezar. Me siento perdido, como si estuviéramos buscando algo que no podemos ver, y que ni siquiera sé si podemos encontrar. Siento tanta pena por ese hombre... ¿Tendría familia?

La falta de dirección le agobiaba, y aunque confiaba en sus instintos de supervivencia en situaciones de combate, situaciones como aquella —donde las respuestas parecían ocultarse en sombras e intrigas— eran completamente diferentes.

Cuando llegaron a la sala de archivos, Octojin se sintió inmediatamente fuera de lugar. La tarea de leer y buscar pistas en registros no era su fuerte, y eso le ponía nervioso. Se acercó al papel de entradas y salidas de la zona de archivos y, haciendo un esfuerzo por disimular su incapacidad para leer, señaló con su dedo las filas del papel, siguiendo las líneas con la mirada como si estuviese entendiendo cada palabra. Pero la verdad era que no podía descifrar nada. Sabía que había un texto que intuyó que era el nombre de quién había entrado y unos números, que probablemente corresponderían con las horas, pero con una intuición tan vaga y tan poca información, poco más podía hacer que disimular. Se paró en alguna línea aleatoriamente, como si hubiese encontrado algo, para después seguir bajando hasta el final del papel.

Con un nudo en la garganta y cierto nerviosismo, le pasó el papel a Camille.

—No veo nada raro —murmuró, tratando de que su tono no delatara lo incómodo que se sentía y mirando directamente al viejo a la cara, para evitar que la oni le mirase directamente.

El viejo Gaul empezó a hablar, su voz era rasposa y estaba cargada de amargura. Octojin asentía, aunque no sabía si estaba de acuerdo con las palabras del anciano o simplemente con el hecho de que parecía estar tan cerca del final de su vida. Era evidente que Gaul había sido un hombre más capaz en otros tiempos, y su actual puesto parecía una burla a lo que una vez fue. Octojin se sentía mal por él, pero atribuyó su situación a los estragos de la edad y las enfermedades.

Cuando el viejo mencionó al cartero, algo hizo clic en la mente de Octojin. Era una pista concreta y, aunque no sabía si realmente llevaría a alguna parte, era mejor que continuar divagando entre papeles que no podía leer.

—Camille —dijo finalmente—, ¿te parece bien si voy a buscar al cartero y lo traigo aquí? Quizás él sepa algo.

El gyojin se había ofrecido a hacerlo él por si la oni encontraba alguna pista en los papeles. En caso contrario, seguramente fueran ambos juntos. Si Camille aceptaba, Octojin se encargaría de rastrear al cartero, preguntando a los dos William y a Gaul si sabían algo sobre sus horarios, por dónde solía salir o cualquier pista que pudiera ayudarles a encontrarlo. El tiburón estaba decidido a seguir ese nuevo hilo que les ofrecía una dirección, por pequeña que fuera.

Resumen
#8
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Cuando abandonaron el despacho de la capitana, Camille se pasó una buena parte del trayecto hacia el almacén de pruebas cavilando en su cabeza. Dados los últimos sucesos, no sería la primera ni por desgracia la última vez que tendrían que lidiar con infiltrados en el G-31. Empezaba a dudar sobra la profesionalidad de los mecanismos de filtraje a la hora de contratar a los nuevos reclutas pero, bien pensado, ¿Cómo ibas a filtrar durante alistamientos en masa? No tenía mucho sentido, o al menos no para ella. Quizá sí que podrían implementarse medidas de vigilancia en los recién llegados, pero eso como mucho atrasaría que empezasen a actuar. No parecía un dilema que tuviera fácil solución, aunque seguramente ese tipo de situaciones fueran casos aislados... que por casualidad parecían amontonarse en Loguetown.

La recluta salió de sus pensamientos cuando Octojin se dirigió a ella, dirigiéndole una mirada aún algo perdida en la marea de ideas. A decir verdad, no era el tipo de marine que se acostumbrase a meter en investigaciones. A veces las apariencias engañaban, pero en el caso de Camille no había ninguna duda de que se le daba mejor entrar en acción que trazar planes a seguir. Ni siquiera le gustaba estar al mando de otras personas, no hablemos ya de llevar el liderazgo en la resolución de un crimen. Eso sí, era de mente ágil.

Se encogió un poco de hombros y suspiró, volviendo la vista al frente.

Sinceramente, no lo tengo claro. Quizá cuando veamos esos registros se me ocurra algo, pero tenemos muy pocos datos como para sacar conclusiones. Es pronto aún —explicó. Lo cierto es que estaba probablemente igual de perdida que su compañero, pero por algún sitio tenían que empezar—. Probablemente tuviera... y supongo que la administración de la base se habrá ocupado de informarles. O algún compañero cercano, tal vez.

Así era la vida de la mayoría de marines, al menos de quienes no llegaban a alcanzar una gran fama y reconocimiento. Eran todo un cuerpo que actuaba a lo largo y ancho de los mares, afrontando peligros que el grueso de la población ni se imaginaba con el objetivo de que siguieran pudiendo vivir sin hacerlo. Por desgracia, conseguir esos resultados se pagaba con sangre y vidas valiosas e irremplazables. Eso era lo que no te contaban al alistarte, y desde luego tampoco se lo decían a la gente de a pie. Servir bajo la bandera de la Marina podía llevar a que se te exigiera dar tu vida para proteger a los demás, algo que casi todos tenían presente, pero a lo que inevitablemente se le daba vueltas en situaciones como aquella. No quería ni imaginarse el dolor que la pérdida de aquel muchacho provocaría en los hogares de sus seres queridos.

No tardaron mucho en llegar hasta los archivos, sitio donde se toparon con el viejo veterano que estaba al cargo de su gestión junto a varios de sus ayudantes. Por lo que hablaban, parecía que llevaba toda la mañana siendo interrogado por otros compañeros suyos. No era para menos después de lo ocurrido.

Tal vez repitamos alguna pregunta, así que perdón por adelantado —le dijo la oni, sonriendo amablemente al hombre. No era la primera vez que lo veía, ya que era conocido en la base. ¿Cómo no serlo?— Pero intentaremos ir al grano. De todos modos, antes de nada me gustaría revisar los registros. La capitana Montpellier nos ha dado su visto bueno.

Dicho esto, Camille y Octojin se pusieron a revisar los archivos. Repartieron equitativamente la documentación, aunque el hombre-pez recurría casi siempre a ella para asegurarse de que no se le hubiera pasado nada desapercibido. No pudo evitar preguntarse de dónde venía toda esa inseguridad, aunque lo justificó con que el gyojin no estaría habituado a la burocracia, mucho menos a la de un cuartel militar como ese. Lo que seguía sin cuadrarle era que, en algunos de los documentos que compartió con ella, había datos más que evidentes de personas que habían salido y entrado del archivo en horas cercanas al asesinato. ¿Quizá no se sentía cómodo señalando sospechosos tan pronto? Fuera como fuese, tenían a la abogada de oficio de Loguetown y a un tal Brian que no figuraba en ningún otro día de los registros.

La recluta alzó la mirada cuando su compañero se levantó, asintiendo ante su petición.

Sí, ese cartero es una pista que no podemos ignorar. Igual son solo prejuicios de Gaul, pero no podemos tomarlos como tal sin asegurarnos antes. Búscalo, yo haré algunas preguntas más aquí y seguiré mirando por si encuentro algo más.

Una vez se hubo marchado, Camille se dirigió directamente hacia Gaul y sus dos ayudantes, a quienes miró con una mezcla de suspicacia y confusión. Iba a ser muy complicado referirse a ellos y que entendieran a cuál de los dos se estaba dirigiendo. Supuso que se había visto en situaciones mucho peores que esa.

Señor —desconocía su rango pero sabía que era su superior, así que lo trató con el respeto que le correspondía—, me temo que voy a tener que hacerle algunas preguntas. Espero que al menos sean nuevas. —Esto último lo dijo con intención de suavizar su carácter, de modo que quizá soltase prenda con mayor facilidad—. En los registros figura un soldado de nombre Brian. Es la primera vez que viene al archivo según los registros y me parece mucha coincidencia. ¿Recuerda para qué vino?

La abogada de momento era la persona menos sospechosa de todas, aunque no se había olvidado de ella. Si no encontraba en el resto de sospechosos ningún hilo del que tirar, seguramente no le quedara más remedio que tratar de buscar alguno en ella. Esperó a que Gaul contestase su pregunta con paciencia, si es que lo hacía, antes de seguir.

Dice usted que este cartero, aunque aparente ser amable, se escabulle a escondidas sin ser visto. ¿Esto se lo han contado o lo ha visto con sus propios ojos? Y... ¿Sabría darme más detalles al respecto?

No esperaba que los prejuicios de Gaul fueran a conducirle tan fácilmente hacia el culpable, pero no perdía nada por conseguir algo más de información.

Resumen
#9
MC duck
Pato
Octojin


Camille Montpellier
#10


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