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Arthur Soriz
Gramps
01-02-2025, 07:17 AM
(Última modificación: 01-02-2025, 07:18 AM por Arthur Soriz.)
Con todo el daño que ya de por si había recibido el sujeto más bajo, era evidente que otro golpe más ya lo dejaría fuera de juego. El agarre tan fuerte que ejecutaste contra el alto incluso lo hacía lloriquear un poco viendo que su compañero estaba prácticamente noqueado ahí, fuera de juego... completamente maltrecho. Sus ojos se llenaron de temor, virando de un lado al otro buscando escapatoria, pero obviamente no encontraría ninguna incluso cuando intentó zafarse de tu agarre. Era como si tu mano fuese una prensa apretándose en su cuerpo y lo hacía soltar alaridos de dolor. Gritó incluso de forma ronca, casi afónico incluso lastimándose la garganta.
— ¡Déjame ir, suéltame! ¡Devolveremos el bote que robamos, lo devolveremos y no te molestaremos más! ¡Déjame ir! —gritaba el grandullón con su tono de abobado total. El otro yacía completamente desplomado en el suelo, incapaz de moverse ni un centímetro, con aquella fractura tampoco es que fuera capaz de hacer mucho—. ¡El bote es tuyo, pero no nos hagas más daño!
Exclamaba a viva voz, desesperado de que lo dejaras ir. Obviamente que la gente llegaba a escuchar esto, hablando entre ellos. Ahora, al escuchar esa confesión era evidente que no tardarían nada en echarles la culpa a ellos. De hecho, no fueron más de un par de minutos en que llegó la Marina, dejando en claro que el asunto estaba más o menos resuelto. Primero los habían llamado por ti, porque querían enviarte a la cárcel por "haber robado un bote", pero ante las palabras de esos dos, sinceramente tampoco es que pudieran estar muy seguros de lo que se te acusaba. El rumor se transformó de algo que aseguraban era verdad, a tan solo una suposición... y obviamente, como era de esperarse, todos se lavaban las manos.
Aún así te cuestionaron, te interrogaron y llegaron a la conclusión de que sí, los culpables eran ellos y tendrían que pasar unos cuantos días en el calabozo, incluso haciendo trabajo comunitario si era necesario para darles un escarmiento. En cuanto a ti, bueno... mucha gente incluso osó pedirte disculpas, abandonando todo atisbo de orgullo a favor de aceptar que estaban equivocados. Y poco a poco las cosas volvieron a la normalidad... eso sí, algunos sí que te miraban con miedo, no por el hecho de que fueras a hacerles daño a ellos, sino más bien por el simple hecho de lo que eras capaz de hacer si alguien se metía contigo y osaba faltarte el respeto hasta el mundo de hacerte enfurecer.
Estaba claro que no había que ponerse en tu contra.
— ¡Déjame ir, suéltame! ¡Devolveremos el bote que robamos, lo devolveremos y no te molestaremos más! ¡Déjame ir! —gritaba el grandullón con su tono de abobado total. El otro yacía completamente desplomado en el suelo, incapaz de moverse ni un centímetro, con aquella fractura tampoco es que fuera capaz de hacer mucho—. ¡El bote es tuyo, pero no nos hagas más daño!
Exclamaba a viva voz, desesperado de que lo dejaras ir. Obviamente que la gente llegaba a escuchar esto, hablando entre ellos. Ahora, al escuchar esa confesión era evidente que no tardarían nada en echarles la culpa a ellos. De hecho, no fueron más de un par de minutos en que llegó la Marina, dejando en claro que el asunto estaba más o menos resuelto. Primero los habían llamado por ti, porque querían enviarte a la cárcel por "haber robado un bote", pero ante las palabras de esos dos, sinceramente tampoco es que pudieran estar muy seguros de lo que se te acusaba. El rumor se transformó de algo que aseguraban era verdad, a tan solo una suposición... y obviamente, como era de esperarse, todos se lavaban las manos.
Aún así te cuestionaron, te interrogaron y llegaron a la conclusión de que sí, los culpables eran ellos y tendrían que pasar unos cuantos días en el calabozo, incluso haciendo trabajo comunitario si era necesario para darles un escarmiento. En cuanto a ti, bueno... mucha gente incluso osó pedirte disculpas, abandonando todo atisbo de orgullo a favor de aceptar que estaban equivocados. Y poco a poco las cosas volvieron a la normalidad... eso sí, algunos sí que te miraban con miedo, no por el hecho de que fueras a hacerles daño a ellos, sino más bien por el simple hecho de lo que eras capaz de hacer si alguien se metía contigo y osaba faltarte el respeto hasta el mundo de hacerte enfurecer.
Estaba claro que no había que ponerse en tu contra.