Lemon Stone
MVP
Ayer, 08:03 PM
Odiaba el yoga más que los macarrones con queso. Nunca lo había hecho antes. Era un ejercicio para las esposas de multimillonarios, afeminados o gente con los ojos rasgados, pero no para un dios griego con músculos de Míster Olympia. Cada vez que cambiaba de postura sentía que sus músculos se iban a desgarrar. Prefería levantar pesas, mientras más toneladas, mejor. Eso de posicionarse como una perra en celo, además de hacerle ver increíblemente ridículo, le dolía tanto en las articulaciones como en el corazón. Sin embargo, tampoco se le había ocurrido una mejor idea para calmar los ánimos de la gente, si es que al final había sido un acierto, sobre todo para el anciano.
Tras plantear sus maravillosas e inteligentes ideas, Lemon se dirigiría hacia el lugar de los hechos para explorarlo. Buscaría huellas, rastros, utilizaría todas las herramientas disponibles para montarse un escenario detallista dentro de su mente. ¿El problema? Lo haría solo por imitar a los detectives de las películas que había visto, pues no tiene ni puta idea de lo que un detective real debe o puede hacer. Eso sí, intentaría quedarse con el cuchillo. Al menos sabía que el asesino utilizaba cuchillos.
Hubiera sido mejor la sesión de yoga con la Sargento Seriedad. No le conocía en lo absoluto, pero parecía ser una persona aburrida, seria, callada y pesada, pero al menos era relativamente guapa. Y, más importante aún, no era un anciano peorro que tenía la habitación infestada de olores exóticos y desagradables. Cuando tuviera la oportunidad le pediría una cita. Por supuesto, no sería una cita romántica ni con segundas intenciones, sino una cita bien justificada en nombre de la Causa.
Luego de la sesión de yoga, en la que participaron algunos miembros de la diligencia revolucionaria, los hermanos gemelos se reunieron con el resto del grupo. ¿Debía desconfiar de ellos? ¡Por supuesto! ¿Qué clase de tonto se fiaría de dos chicos que lucen exactamente igual? Además, uno de ellos era emo. Todo el mundo sabe que los emos son raros y tienden a jugar con sangre, muerte y depresión. Cuando tuviera la oportunidad enviaría una queja al Departamento de Promoción y Buenas Costumbres, pues le dieron un equipo completamente disfuncional.
Encendió un cigarrillo, le daba igual que a los demás les molestara el humo, y escrutó con la mirada a los allí presentes. Se le ocurría una buena idea para saber si alguno mentía o no.
-Hay pocas cosas más dolorosas que desconfiar de un camarada, de un hermano de armas, pero la Causa exige sacrificios -respondió, dirigiéndose hacia el gemelo no-emo-. Quiero confiar en ustedes, en que no han intentado matar al anciano. ¿Por qué querrían hacerlo? Solo queda esperar unos cuantos años y el ciclo natural de la vida hará lo suyo. Sin ofender, viejo, eres el que mejor me cae aquí -continuó-. Bien, si desean demostrar su inocencia, se me ocurren dos ideas y creo que ninguna de las dos les gustará. Acabas de jurar por lo que más quieres que has dicho la verdad, así que te creeré… Siempre y cuando tú y tu hermano se corten una mano. -Hizo una pausa dramática para añadir más suspenso-. Ya les dije que la Causa exige sacrificios, aunque si quieren conservar la mano… Esperaremos el regreso de la Sargento, ella tendrá información jugosa que darnos.