¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
No Name
Miku
En Logetown, la brisa salada del mar se mezclaba con el bullicio del puerto. La ciudad, conocida por ser la última parada antes del vasto mar que dividía el East Blue del North Blue, estaba llena de viajeros, comerciantes y aventureros. Sin embargo, entre la multitud, una figura destacaba por su quietud, su paso silencioso y su mirada enigmática. No Name caminaba por las calles con una calma inquietante, como si su presencia misma hiciera que el mundo a su alrededor se ralentizara.

Su aura era diferente, como la de un ninja, alguien que se deslizaba entre las sombras sin dejar rastro. No se le veía interactuar con nadie, pero sus ojos observaban todo, captando cada detalle. Había algo en su ser que sugería que llevaba mucho más que un simple encargo, que su vida estaba marcada por algo más profundo, algo que no podía ser explicado con palabras sencillas.

No Name no era una persona común. Sabía que había otras versiones de sí misma, otras personalidades que existían dentro de ella, pero nunca las había confrontado directamente. Eran fragmentos de su ser, recuerdos de otros momentos, otros caminos que había tomado. A veces, cuando cerraba los ojos, sentía sus presencias, como ecos lejanos, pero nunca se permitía buscar una respuesta. Su misión era clara, y nada debía desviarla de su objetivo.

Al llegar al puerto, No Name se dirigió directamente al muelle donde el gigantesco pulpo aerostático flotaba, una maravilla de ingeniería que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. La multitud que se agolpaba a su alrededor no parecía impresionada por la criatura, pero ella sabía que detrás de su apariencia extraña, el pulpo representaba algo más, una oportunidad. El Cipher Pol había enviado a No Name para una misión en el North Blue, y ese pulpo era su transporte.

Pagó su pasaje sin dudar, entregando una suma justa a cambio de un asiento en uno de los compartimentos reservados para los pasajeros especiales. Los ojos de los demás viajeros se posaron brevemente sobre ella, pero nadie osó acercarse. No Name no era alguien con quien se pudiera fácilmente entablar conversación. Su presencia, aunque diminuta, con esa capucha y ese aura de muerte, era como un velo que alejaba cualquier intento de cercanía.

El viaje hacia el North Blue sería largo, pero No Name no temía el tiempo ni el destino. En su mente, ya sabía lo que debía hacer. No había espacio para el miedo ni para las preguntas sin respuesta. Mientras el pulpo flotara por los cielos, ella se acomodaría en su asiento, observando el horizonte. Sabía que el Cipher Pol no le había dado detalles completos sobre lo que encontraría al llegar, pero eso no le importaba. Sabía que cada paso que daba la acercaba más a la verdad, a ese lugar donde las versiones de sí misma finalmente podrían comprenderse.

El North Blue la esperaba, y con él, su destino.
#11
Kuro D. Zirko
Payaza D. Zirko
La noche anterior, Zirko había recibido una llamada inesperada. Un oficial de alto rango la había citado en un espacio abierto cerca de la base, pues cualquier despacho era imposible para alguien de su tamaño. La reunión tuvo lugar bajo la luz tenue de las lámparas que iluminaban el patio central, donde el oficial esperaba con una caja sellada a sus pies.

Esto tiene que llegar contigo al North Blue. No la abras bajo ninguna circunstancia - le había ordenado el hombre, con un tono firme que no dejaba lugar a preguntas.

Zirko, cuya figura inmensa parecía hacer que el oficial se viera pequeño, había bajado la mirada hacia la caja. Sus ojos reflejaban una mezcla de resignación y desasosiego. Las sombras de la noche acentuaban la melancolía en su rostro.

Entendido… lo siento si causo problemas - había respondido, con pena en el hablar.

El oficial no había dicho nada más. Solo había dado media vuelta y se había retirado, dejando a Zirko con la caja, que ahora parecía pesar más de lo que realmente debía. La gigante la había recogido con delicadeza, sosteniéndola entre sus enormes manos antes de guardarla en una bolsa especial diseñada para su tamaño.

Cuando amaneció, Zirko aún no había podido sacudirse la inquietud que esa caja le provocaba. Mientras el resto de sus compañeros se organizaban, ella permanecía en el mismo lugar, contemplando la caja como si esperara que le revelara sus secretos.

Fue entonces cuando la voz de Henry resonó en la base, llamando a todos al muelle. Zirko escuchó su nombre entre los gritos y soltó un suspiro pesado - Ya voy… - murmuró para sí misma.

Con pasos lentos y pesados, comenzó su camino hacia el muelle. A su alrededor, la brisa invernal agitaba los árboles y hacía crujir el suelo bajo sus pies. Su silueta imponente se destacaba contra el horizonte, pero su postura encorvada y sus movimientos pausados reflejaban un estado de ánimo sombrío.

Cuando finalmente llegó al muelle, el espectáculo que se desarrollaba frente a ella no logró arrancarle más que una mirada breve. El gigantesco pulpo aerostático dominaba el cielo, atrayendo a una multitud de curiosos y viajeros. Zirko apenas prestó atención al alboroto, su mente seguía atrapada en los eventos de la noche anterior.

Desde las alturas, divisó a sus compañeros reunidos. Sirius mantenía su habitual calma, Arthur observaba al coloso aéreo con una mezcla de asombro y análisis, y Henry saludaba efusivamente a todos. Zirko descendió con cuidado, asegurándose de no perturbar a la multitud con su tamaño.

Lamento la demora - dijo, su voz profunda y algo apagada mientras se acercaba al grupo.

Henry le dedicó una sonrisa amplia y un saludo animado, pero Zirko apenas logró responder con un leve movimiento de cabeza. La tristeza seguía pesando en su mirada, y aunque trataba de no mostrarlo, el ambiente de emoción y curiosidad no lograba alcanzarla.

Mientras el grupo se preparaba para partir, Zirko ajustó la correa de su bolsa una vez más. La caja, aparentemente insignificante, seguía allí, cargando con ella un peso que no era físico, sino emocional. Sabía que el viaje al North Blue marcaría algo importante, aunque no podía prever si sería para bien o para mal.

OFF
#12
Octojin
El terror blanco
Octojin se frotó las manos mientras avanzaba por las calles adoquinadas de Loguetown. La brisa invernal era cortante, y los copos de nieve caían con una parsimonia casi mágica, cubriendo los techos y barandas del puerto. Hacía meses que no veía a sus compañeros de la base, y el destino parecía haber decidido juntarlos de nuevo en una misión extraña y novedosa que tenía al tiburón dando palmas con las orejas. Su objetivo: infiltrarse en los rumores sobre los pulpos voladores y desentrañar si los viajes baratos al North Blue escondían algo más siniestro. Y es que los rumores habían ido cada vez a más, llegando incluso a desvariar en complejas tramas que podían venir de los sitios más inhóspitos.

Para pasar desapercibido, el gyojin había improvisado un atuendo "casual". Llevaba un abrigo largo y grueso que ocultaba parte de sus características escamosas y una bufanda que envolvía su cuello, tapando las branquias que lo delataban. Un sombrero ancho cubría la forma peculiar de su cabeza. Aun así, su tamaño descomunal no ayudaba mucho, y más de un transeúnte le echaba una mirada curiosa mientras pasaba. Tenía la sensación de que eran incluso más miradas que cuando iba sin aquella extravagante ropa.

Al llegar al muelle, la escena era abrumadora. Decenas de personas se agolpaban en filas desordenadas, cargando baúles, carretillas y provisiones. Los gritos de vendedores ambulantes y el alboroto de los organizadores añadían un caos controlado al ambiente. Fue entonces cuando Octojin alzó la vista y vio a los famosos pulpos flotantes. Se quedó unos segundos totalmente absorto en ellos. Realmente era complicado no hacerlo.

Eran gigantescos. Sus cuerpos esféricos brillaban con una luz tenue, casi etérea, y sus tentáculos largos y sinuosos se movían con una gracia hipnotizante mientras descendían lentamente. El escualo quedó maravillado, observando cómo las criaturas trabajaban en sincronía con los humanos que las guiaban. Era como un espectáculo sacado de una fantasía. ¿Entrenarían mucho para llegar a ese nivel?

—¡Eh, tú! —una mujer de uniforme oscuro lo sacó de su ensimismamiento. Su tono era eficiente pero amable— ¿Tu número?

Octojin le mostró el pase que le habían entregado para la misión. La mujer lo revisó rápidamente y asintió.

—Pulpo veintitrés. Es aquel de allí —señaló hacia uno de los colosos, que estaba alineado con una plataforma donde ya se acomodaban varios barcos.

El gyojin agradeció con un leve movimiento de cabeza y se dirigió al área designada, casi con más ímpetu por ver cómo se movían los pulpos que por reencontrarse con su brigada. Su barco, un pequeño velero modificado para la misión, ya estaba siendo asegurado con las correas y redes que los trabajadores colocaban con destreza. Subió a bordo, inclinándose un poco para evitar llamar demasiado la atención. La cubierta estaba desierta, salvo por un par de cajas que contenían equipo de infiltración. Se sentó en uno de los bancos de madera, ajustándose el sombrero y envolviéndose más en su abrigo. Y entonces, se limitó a esperar. A que llegasen los suyos y a que los pulpos hicieran lo que fuera que debían hacer para empezar a volar. Aunque... ¿Tendría Octojin vértigo? La verdad es que nunca había subido muy alto...

La espera fue breve. Pronto, sintió un leve temblor bajo sus pies cuando el pulpo comenzó a enganchar el barco con sus tentáculos. La criatura emitió un zumbido bajo y vibrante que resonó en el aire. Octojin miró hacia arriba, observando cómo el gigantesco cefalópodo movía sus extremidades con una precisión casi mecánica. Era impresionante cómo algo tan inmenso podía ser tan delicado. El escualo se puso bastante nervioso, ya que faltaban sus amigos aún. Pero pronto se percató que el pulpo solo estaba agarrando el barco, que aún no era el momento de salir volando.

El escualo se acomodó, repasando mentalmente los detalles de la misión. Según los rumores, esta empresa de transporte estaba siendo utilizada por ciertos grupos criminales para mover mercancías y personas al North Blue sin levantar sospechas. Su objetivo era infiltrarse y recopilar información sobre los pasajeros y la tripulación. Y no solo era misión suya, sino del resto de sus compañeros de brigada también.

Mientras esperaba a que llegaran el resto de sus compañeros, Octojin dejó escapar un suspiro. No podía negar que esta misión tenía algo de emocionante. La idea de viajar en el aire, sostenido por un pulpo gigante, era tan absurda como fascinante. Sin embargo, su mente no tardó en regresar a su propósito: averiguar si todo esto era realmente tan "seguro" como la compañía proclamaba.

El gyojin miró hacia el horizonte, donde otros barcos empezaban a ascender lentamente hacia el cielo, enganchados a los tentáculos de estas criaturas mágicas. Sus pensamientos divagaron por un momento, preguntándose qué lo esperaba en el North Blue y si este nuevo método de transporte era realmente el futuro... o solo otro desastre en ciernes.

off
#13
Sasurai
-
Por enésima vez desde que aceptase la invitación de Umibozu, y seguramente no por última, Sasurai se preguntaba en qué se había metido y qué estaba haciendo con su vida. A nivel práctico la respuesta era sencilla: estaba viajando con un grupo de gente algo particular, siguiendo en su búsqueda de comida y recetas interesantes por el mundo, cocinando cuando le dejaban y tocando su música. A efectos prácticos no mucho había cambiado, más allá de que ahora estaba menos solo y tenía alguien en quién apoyarse si se metía en un lio. No, la parte práctica estaba clara, la duda que seguía flotando en la cabeza del músico era más filosófica, por así decirlo. Esa gente era, sin duda, peligrosa. Por lo que había podido entender tenían precios sobre sus cabezas, y algo le decía que el tipo de problemas en los que podían meterse iban a ser mucho peores que robar comida o acostarse con la mujer de otro. Pero bueno, el mundo era un lugar peligroso, y su vida era mucho más interesante desde que los había conocido, y además, de algo había que morirse. Al menos eso era lo que su insensatez repetía cada vez que la pequeña parte de su cerebro que se encargaba de que siguiese vivo planteaba la pregunta.

En este contexto de hacer de la vida algo más interesante se ubicaba su última decisión: se iban de viaje al North Blue, al parecer colgando de un pulpo volador gigante. Qué podía salir mal.

Habían llegado al puerto desde donde partirían el día de antes, y aprovechando el bullicio y la gran cantidad de gente que se había congregado para participar o al menos observar el curioso evento, el pelirrojo no había tardado en perderse por las calles, encontrando grupos de nuevos "amigos" con los que irse de fiesta y en los que conseguir bebidas y comida gratis a cambio de su música. La noche se había ido alargando, una cosa había llevado a la otra, y así era como ahora el pobre se encontraba caminando hacia el puerto con una resaca considerable. Al menos había tenido la previsión de prepararse la mochila el día de antes, y la suerte de que no se la robasen, así que tenía algo de comida encima, cosa que le daba bastante tranquilidad.

Avanzando por las calles mientras se comía un paquete de cacahuetes, el treintañero llegó al puerto cuando los pulpos ya habían empezado a aterrizar. La vista era realmente impresionante, aunque su dolor de cabeza y la cantidad de gente y ruido le impedía apreciarla por completo. Se arrepintió de inmediato de haber levantado tanto la vista, poniéndose bien el sombrero y bajando la cabeza. Necesitaba llegar a un sitio tranquilo y beber mucha agua. Aunque dudaba de si esa iba a ser la manera de conseguirlo, lo mejor que se le ocurrió por el momento fue buscar a sus compañeros. Resoplando, se subió a unas cajas para poder mirar alrededor, identificando al poco tiempo dónde estaba Umibozu. Una de las cosas buenas de viajar con un bicho de veintipico metros era que era difícil perderlo. Agarrándose la cabeza y repartiendo codazos, sonrisas y "lo siento"s a partes iguales, Sasurai se abrió paso hacia el wotan.

Cuando apareció de entre la gente para acercarse al gigante cualquiera que lo viese podría apreciar que no estaba en su mejor momento, desde el abrigo de cuero largo, bastante sucio, las ropas desaliñadas y el sombrero arrugado, hasta la cara de que en ese momento incluso vivir le suponía un esfuerzo. Al menos llevaba la mochila y el violín, así que parecía que conservaba todas sus posesiones.

- ¡Buenos días! Necesito agua y una siesta.. ¡Argh! - Gritaría en dirección a su amigo, arrepintiéndose inmediatamente y agarrándose de nuevo la cabeza mientras su rostro mostraba una mueca de dolor. Como no consiguiese volver a acostarse pronto iba a ser un día muy largo.

Notas
#14
Raiga Gin Ebra
-
El Baratie flotaba majestuoso sobre las olas, una postal perfecta para aquel invierno frío que había cubierto el East Blue de nostalgia. Al menos para quien tuviera qué recordar, claro. Raiga no podía evitar una sonrisa traviesa mientras miraba la famosa embarcación desde su escondite improvisado: un barril lleno de paja que olía a pescado rancio. Había llegado en un mercante que, como siempre, no tenía idea de que llevaba a un polizón peludo y descarado entre su cargamento.

Cuando el barco mercante atracó junto al restaurante flotante, Raiga esperó con paciencia felina a que los trabajadores estuvieran demasiado ocupados para notarlo. En cuanto tuvo la oportunidad, saltó del barril con la agilidad que lo caracterizaba y aterrizó suavemente en la cubierta del Baratie, ajustándose el pequeño saco que llevaba a la espalda. Había vuelto. Pero esta vez, no estaba seguro de si sus compañeros también lo harían.

—Bueno, si llegan, llegan. Si no, pues mala suerte para ellos —murmuró para sí mismo mientras se frotaba las manos para calentarlas y echaba un vistazo alrededor. El frío era un invitado no deseado, pero Raiga apenas lo notaba. Su pelaje lo mantenía lo suficientemente cálido como para soportar las bajas temperaturas.

El mink zorro recorrió el comedor principal, esquivando camareros y clientes con la habilidad de alguien que parecía pertenecer al lugar. Ciertamente algún camarero le reconoció y suspiró, a sabiendas de que el enano no traía nunca buenas noticias consigo. Miradas de sospecha y reproche lo siguieron, pero Raiga estaba acostumbrado a eso. Caminó entre las mesas, observando con descaro a los comensales mientras buscaba caras conocidas. Nadie parecía destacar, y eso lo fastidiaba. ¿De qué servía ser el primero en llegar si no había nadie a quien presumírselo?

—Bah, qué rollo —refunfuñó, alzando los brazos en señal de rendición. Su cola se movía de un lado a otro, reflejo de su creciente impaciencia.

La comida que servían ese día no olía mal, y Raiga no pudo evitar sentir un poco de envidia por los platos que llevaban los camareros. Pero su orgullo le impedía robarles la comida a los comensales. No era un vulgar ladrón de sopas. Él prefería objetivos más ambiciosos. Y su olor a pescado tampoco ayudaba, la verdad.

Después de dar un par de vueltas más y cerciorarse de que ninguno de sus compañeros estaba allí, decidió que era hora de ocuparse de un asunto más importante: asegurarse un boleto para el próximo viaje en los famosos pulpos voladores. Había escuchado el rumor en la isla, y aunque al principio le pareció un cuento absurdo, ahora que lo veía con sus propios ojos, no podía negar que le emocionaba la idea de volar sobre el mar en un ser tan extraño. ¿Cómo diablos hacían aquello? Quizá pudieran montar su propio negocio con Silvain. El tipo era tan grande que seguro que podía transportar a veinte o treinta humanos. Eso, si se cobra bien el billete... Puede ser una pasta, la verdad.

Afuera, el aire era gélido, y Raiga se encontró observando con asombro la llegada de los pulpos colosales. Eran enormes, casi surreales, y el sonido rítmico que emitían llenaba el ambiente de una calma inquietante. La multitud en el muelle se organizaba en filas bajo la supervisión de los trabajadores uniformados. Todo parecía marchar con una eficiencia que no encajaba con la usual anarquía del East Blue.

Raiga se acercó al área de los boletos con una expresión de autosuficiencia que no lograba ocultar su emoción, la de uno que va a coger su primer vuelo. Había tenido la decencia de pagar por adelantado el boleto de sus compañeros. No porque fuera un santo, sino porque sabía que le daría puntos para presumir cuando finalmente llegaran. Además, el precio era una ganga, y no podía dejar pasar la oportunidad de ser el héroe del día. No se le habían dado mal los últimos días cogiendo cosas prestadas de aquí y de allá, así que había que mover el dinero.

—Un boleto para mí y otros cuatro para mis colegas, que no sé si van a aparecer, pero eh... lo importante es la intención, ¿no? —dijo con su tono despreocupado al encargado, mientras contaba las monedas con dedos rápidos. El trabajador lo miró con una mezcla de incredulidad y resignación antes de entregarle los pases.

—Aquí tienes, chaval. Que no se te pierdan.

Raiga guardó los boletos en su saco y se dio la vuelta para observar el espectáculo. Los pulpos empezaban a cargar los barcos, elevándolos con una elegancia antinatural hacia el cielo. La visión lo dejó sin palabras por unos segundos, algo raro en él. Pero pronto recuperó su compostura y soltó una risa sarcástica.

—Vaya, vaya, ¿quién necesita alas cuando puedes tener un pulpo gigante que te lleve de paseo? —comentó, divertido, mientras buscaba un buen lugar para esperar.

Tras ojear un poco, encontró un rincón donde el viento no era tan cortante y se sentó en cuclillas, con las orejas atentas a los ruidos de la multitud y esperando sentir el olor de sus amigos. Pero no, no terminaban de llegar. ¿Y si se habían ido todos sin él? Y encima estaba pagando el billete de todos... Si es que ya lo suele decir el dicho, que no hay nadie más inocente que un niño. O algo así.

A su alrededor, las personas se movían con entusiasmo, cargando equipaje y charlando sobre sus planes para el North Blue. El mink, sin embargo, estaba más interesado en imaginar las posibles aventuras que le esperaban allí.

—A ver si estos desgraciados aparecen pronto —murmuró para sí mismo, refiriéndose a sus compañeros. Aunque disfrutaba de su propia compañía, siempre era más divertido tener a alguien con quien compartir el caos.

Mientras esperaba, observó cómo un grupo de niños señalaba a los pulpos con asombro. Sus risas eran contagiosas, y Raiga no pudo evitar sonreír, ya que compartía esa misma dulzura de alguien que está viendo semejantes bestias por primera vez. Quizá, pensó, ese viaje al North Blue sería el comienzo de algo grande. O, al menos, algo divertido.

—Bueno, North Blue, allá vamos. ¿Qué sorpresas tienes para mí? —se dijo, acomodándose en su rincón mientras los primeros barcos empezaban a elevarse hacia el cielo. La aventura apenas comenzaba.
#15
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Qué mañana tan helada. A Airgid no le hacía especial gracia el frío, acostumbrada a las temperaturas más cálidas, incluso ardientes. Así que supo que tendría que abrigarse bien, porque ya no solo es que había comenzado el Invierno, es que ponían rumbo hacia los mares del norte, el North Blue. La rubia se encontraba en su habitación, aunque ya había perdido todo el sentido, pues ya apenas la utilizaba, solo para guardar su ropa. La cama de Ragnheidr era más grande y cómoda. Pero justamente estaba ojeando entre sus abrigos, viendo lo que ponerse no solo ella, sino también sus hijas. — Esto servirá. — Concluyó, sacando del armario una única pieza de cuerpo entero. Era de color negro y de manga larga, y a pesar de ser ceñido al cuerpo y resaltar sus curvas, tenía una capa interior con pelitos que resultaba la mar de calentito. Aunque el implante de metal quedaba a la vista, por supuesto. Antes de colocarse el abrigo por encima, terminó de vestir a las niñas.

Tenía miedo de que tanto frío les acabase resfriando, aún eran muy pequeñas, aunque por tamaño y por actitud no lo parecieran, así que Airgid les puso de todo: gorrito, guantes, calcetines extra gorditos, y un buen abrigo mullido que las dejaba prácticamente envalsamadas. Era gracioso ver cómo interactuaban las dos, pues Lilyd era tranquila, calmada, apenas daba un problema; y por otro lado, Gunnr era tremendamente activa y revoltosa. A veces, la buccaneer buscaba a su hermana para enfrentarse a ella, y entonces Lilyd cambiaba por completo, se encendía rápido como una cerilla y competía contra Gunnr con una energía que parecía impropia de un bebé. Era como si supiera que, al ser la única humana de sus hermanos, tendría que esforzarse mucho más para alcanzarles en cuanto a fuerza. Y vaya si se esforzaba. Airgid observó cómo jugaban durante un rato. — Venga, vamos a buscar a Ragn. — Se colocó a las dos niñas en el pecho, aferradas a su cuerpo gracias a unos fulares que además, les serviría también como protección contra el frío. Por último, se puso un abrigo blanco de piel sobre los hombros, largo y mullido. Y salió a la cubierta del barco.

Allí encontró rápidamente a Ragnheidr, que estaba teniendo un momento tierno con Pepe, y es que hacía mucho que no se veían. A Airgid le costaba horrores no soltar una risilla siempre que veía a aquel perro, con sus peinados la mar de bien hechos, ¿quién se los hacía? A saber, pero tenía toda su admiración, desde luego. Antes de acercarse, observó a su alrededor. No se encontraban en un sitio cualquiera, los barcos estaban preparados en plataformas para empezar el viaje al North Blue. Airgid aún no sabía cómo se llevaría a cabo dicho viaje, solo sabía que había sido un ofertón y algo único que no volvería a repetirse, al menos no en mucho tiempo, y es que habían dicho que seríia un método algo... "experimental". Aquello más que temor o inseguridad, le generaba a Airgid una curiosidad tremenda, ¿qué tipo de tecnología sería? Se moría por verlo. Pero aún tenían que llegar los demás.

Finalmente se acercó a los tres, pues rápidamente se dio cuenta de que Herold estaba encima de Pepe, montándolo como si fuera un corcel. Sus hermanas enseguida demostraron sus celos, luchando por salir del abrazo de Airgid y conocer al perrete. — Está bien, está bien... — Así que la rubia las dejó salir, colocándolas en el suelo, y no tardaron en llegar hasta Pepe, comenzando a incordiarle. El sonido lejano les interrumpió, anunciando que no quedaba mucho para comenzar el viaje. — ¿Dónde estarán los demás? — Preguntó un poco al aire. Se moría de ganas por verles, después de tanto tiempo separados.
#16
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Tres meses. Ese era el tiempo que se habían dado durante la última semana del Verano, cuando el sol abrasador ya no lo era tanto y las hojas de los árboles amenazaban con empezar a caer. El Otoño se le había antojado particularmente breve y fugaz, y eso que había estado separada de su particular brigada. Pero su separación no implicaba que hubieran estado cruzados de brazos. Los meses de lo que muchos llamaban el «ocaso anual» habían estado plagados de sorpresas y eventos inesperados; vivencias que, de una u otra forma, habían hecho crecer a la oni. Después de todo, esa había sido su promesa, ¿no? La de ser mucho más —sin quedar claro el qué— que antes, cuando volviera a verles.

El reencuentro aún no se había llegado a dar. Cuando Camille regresó de su larga travesía para volver a caminar por los pasillos del G-31, recibió las nuevas órdenes de la capitana Montpellier casi sin margen de maniobra. Por otro lado, eso era precisamente a lo que estaban acostumbrados.

En aquella ocasión, su nueva misión coincidía con un evento un tanto especial: la inauguración del servicio de viajes inter-marítimo de la señorita Zeppeli que, tras mucha letra pequeña, prometía un pasaje rápido y seguro entre el East Blue y el North Blue. Para la población civil se trataba, sin lugar a dudas, de una oportunidad sin precedentes. Normalmente, tan solo la Marina gozaba de una vía efectiva para moverse de un mar a otro, lo que en parte justificaba la influencia que tenían en los cuatro blues y la Grand Line. Sin embargo, al igual que ocurría con todo lo demás, no era tan solo algo que beneficiase a comerciantes y ciudadanos por igual: aquel pasaje entre mares también serviría a quienes escondían ambiciones menos honradas. Y por eso la L-42 iba a estar presente en aquel evento.

No eran la única brigada designada a esta tarea, o al menos eso tenían entendido, pero en su caso se ocuparían de supervisar la apertura en Loguetown. La señorita Zeppeli se había asegurado de que sus novedosos transportes pudieran partir desde cualquiera de las islas del East Blue, de modo que la Marina se había visto obligada a disgregar a sus efectivos a lo largo de todo el mar. Bien sabían que, entre los pasajeros, se encontrarían también figuras importantes de la farándula criminal que imperaba en el este. Era una oportunidad única para seguirles la pista y atajar el problema de una vez por todas.

Sin embargo, como solía ocurrirle últimamente, aquella misión precisaba de discreción y sutileza; dos cualidades que flaqueaban en Camille, pero que iba trabajando poco a poco. No portaba su uniforme ni su chaqueta de alférez, sino que iba cubierta con ropas ligeras y envuelta en una capa con capucha que la cubría casi por completo. Los cuernos no había forma de disimularlos, de modo que asomaban desde el interior de la capucha. Su rostro se encontraba tapado a medias, con una tela cubriéndole desde el tabique hacia abajo.

Sus ojos carmesíes escudriñaban las diversas plataformas que se habían montado en los muelles de Loguetown pero, sobre todo, con la atención fija en las enormes criaturas que habrían de llevarles hacia el North Blue. Los pulpos de la señorita Zeppeli eran criaturas tan majestuosas como extrañas; se le hacía rarísimo verlos tan cómodos fuera del agua, y más aún que pudieran mantenerse suspendidos en el aire. Eran como globos aerostáticos, con un diseño mucho más bizarro. Y, bueno... Vivos.

—Señorita, se me está montando cola. ¿Billete? —inquirió una de las supervisoras con impaciencia.

—Ah, sí. Disculpe —respondió Camille, volviendo a la realidad y tendiéndole el billete que le habían dado.

—Bien. Número veintitrés. No se me entretenga por ahí, por favor.

La oni se apresuró a seguir las indicaciones, procurando no estorbar ni llamar la atención más de la cuenta. Para cuando llegó al que sería su barco, Camille percibió que no era la primera en llegar. Una enorme y reconocible figura había tomado asiento junto al escaso equipamiento que portaban con ellos. Se acercó hasta donde estaba con calma, tomando asiento justo frente a él antes de bajarse un momento la tela para descubrir su rostro, aunque sabía que no hacía falta para que pudiera reconocerla. Sus labios se tornaron en una sonrisa.

—Cuánto tiempo —cada palabra generando vaho al ser pronunciada—. Parece que no podemos tener reencuentros tranquilos, ¿eh?
#17
Shy
"Shy"
Desde que había consumido la Fruta del Diablo, Shy le había perdido el cariño a navegar. Era muy peligroso. Sin embargo, al verse frente a aquellas naves coronadas por pulpos hinchados, la idea de navegar se le antojaba bastante más atractiva. Dioses, aquello no debía de ser estable. Un pinchazo y a lo mejor el pulpo se desinflaba haciendo que se precipitasen hasta la muerte. Shy tiritó, tal vez por la tensión o por el frío que empezaba a hacer. No estaba entre sus planes morir por tripular una embarcación tan ridícula. Francamente, no estaba por la labor. Quería darse la vuelta.

Shy acarició su bolsillo. Aquella tarjeta de embarque les había llegado misteriosamente a los tres miembros de su gremio, en una carta sin remitente. Se habían mirado con extrañeza antes de confirmar que aquello era real. En efecto, se organizaba una gran travesía en dirección al North Blue. En un debate en el que la pregunta más frecuente fue "¿Y qué se nos ha perdido en el North Blue?", acabaron por decidirse por ir. Nada les impedía, en teoría, ir de vuelta. Desconocían si habría más trabajo allí, pero sí que podían estar seguros de que habría mucho criminal con la Marina a la zaga dispuesto a embarcarse en aquellos dirigibles para escapar de las fuerzas del orden. Era natural.

El cazador suspiró, y se dirigió al dirigible cuyo molusco tenía el número cinco pintado en su superficie. Tuvo que escabullirse un poco para no quedar anulado por aquella tumultuosa congregación, y gracias a su agilidad natural, pudo encontrar a un vigilante solitario al que enseñarle el ticket y que le permitiera ascender por una de las pasarelas a aquella nave. Por lo pronto, se alegraba de haber dejado atrás a aquella aterradora multitud. Solo esperaba que no le siguieran y que pudiera acurrucarse en una esquina sin molestias ni ansiedades. Lo necesitaba.

Justo tras ascender, encontró al responsable de muchas de sus molestias y ansiedades: nada más y nada menos que Illyasbabel. Aunque siendo justos, Shy no podía culparle. El tipo lo intentaba y además era en extremo poderoso, aunque algo menos competente como mano derecha. Sin embargo, se alegró. Sentía un atisbo de camaradería gestarse en su interior, un cariño que, si bien no era equiparable al que había sentido por su amada Ame ni por su admirado Hyun, a su manera se sentía acogedor y cálido. Nunca había tenido un amigo, al menos de esa forma. Se prometió a sí mismo esmerarse por tener un trato más fácil. Se veía obligado a ello, si quería que la idea del gremio prosperase.

Allí estaba, como de costumbre, a punto de ponerse un cigarrillo en la boca. Shy pensó que si alguna vez le hacía una quemadura en sus prendas, entonces no habría amistad de ningún tipo. Las marcas de cigarrillos podían ser notablemente difíciles de limpiar, incluso con su buena mano para los paños y las telas. Sacudió la cabeza, intentando poner la mejor cara que tenía.

-Hola, Illyasbabel -dijo, saliéndole en su lugar un tono de indiferencia.

¡Maldita sea! ¿Por qué diablos me pasa esto siempre? ¡A este paso nunca voy a hacer amigos!

-¿Yoshiro? -preguntó, con tono similar, interesándose por su ausente líder, mientras se ubicaba junto a su compañero. Todavía no habían planeado demasiado. En cuanto tuvieran un hueco, se dispondrían a analizar a todos los pasajeros en busca de jugosas recompensas. Era una oportunidad de oro para hacer algo de negocio y, lo que era más importante todavía, hacer crecer la leyenda de su neonato gremio. Un nombre más grande cae en más oídos. Y aunque Shy no fuera un gran conversador... Sus actos dirían más que sus palabras.
#18
Angelo
-
—Que no, que no, que eso tiene que haber sido una coña, sister —le decía a la solarian, medio riéndose—. ¿Cómo coño se va a poder viajar en pulpo? Ni yo me creería algo así. Para mí que te la han colado.

Angelo cruzó el tablón que unía la cubierta del barco en el que habían llegado con los extraños muelles flotantes del Baratie. Acompañado de su inseparable compañera, se sintió lo suficientemente generoso como para lanzarle su merecido pago a uno de los marineros que los habían llevado hasta allí: un berry enterito para que se lo gastase en lo que quisiera. Sí, era bastante posible que solo les hubieran traído bajo amenazas, tales como hundirles el barco si se negaban o ir cargándoselos uno por uno hasta que accedieran o no fueran suficientes siquiera para zarpar. En cualquier caso, fuera como fuese, habían llegado hasta allí sin incidentes con la tripulación ni con la Marina, lo que ya de por sí era todo un logro. Estaba tan de buen humor que ni siquiera se había planteado dejarles uno de sus «regalitos» antes de desembarcar. Además, habían sido bastante legales, y eso era algo que el peliverde respetaba.

Volvían a estar en el Baratie después de todos esos meses, como si aquel condenado restaurante marítimo tuviera algo que les atraía hacia él. En realidad, en aquella ocasión se había tratado de pura conveniencia: todos sus socios sabían llegar hasta allí, de modo que se antojaba como el lugar idóneo para un reencuentro. ¿Pero tendría lugar ese reencuentro realmente? Aún tenía algunas dudas al respecto, pero si no aparecía ninguno de sus infames compañeros... casi que hasta mejor para ellos; tendrían un viaje más tranquilo hacia el North Blue.

A los pocos segundos de bajar, Angelo se quitó las gafas de sol para mirar directamente a las enormes criaturas que deambulaban por allí junto a los diversos barcos y transportes. Parecía que iba a tener que comerse sus palabras y darle la razón a Iris.

—No me jodas... —soltó al aire, volviendo a ponerse las gafas antes de mirar de reojo a la albina—. Está bien, sister, retiro lo dicho. Te debo una caja de tabaco.

Tras esto comenzaron a caminar por los tambaleantes muelles. Angelo apenas llevaba un pequeño petate que sostenía a la espalda con una mano, llevando la libre guardada en el bolsillo de su chaqueta. Hacía un frío de tres pares de cojones, así que por una vez se había dignado a mantenerla cerrada. El cuero no era el material que más abrigara, pero la verdad es que no pensaba ponerse algo menos chulo por protegerse mejor. Después de todo, él era un machote y un poco de fresquito no iba a poder con él.

La risa de unos niños llamó la atención del Lunarian, y fue gracias a eso por lo que vio a quien menos esperaba ver a simple vista: el escurridizo y pequeño cabroncete de Raiga. Parecía que había llegado el primero o, en su defecto, que no había sido capaz de encontrar a ninguno de los otros. Quizá ni se presentasen, conociéndoles, pero tampoco es que eso importase mucho. En cualquier caso, de alguna forma le molestó verle allí ya. Esperaba que hubieran llegado los primeros, pero parecía que se les habían adelantado. Bueno, tampoco importaba mucho. Como se decía en su barrio cuando era un crío: primero basurero, segundo campeón, ¿no?

Se acercó con una sonrisilla, plantándose frente al retaco para hacerle sombra.

—Hombre mocoso, cuánto tiempo. ¿No ha llegado nadie más todavía? —Inquirió, estirando el brazo para ofrecerle un puño que chocar—. ¿Sabes ya cuál es nuestro pulpo?
#19
Nassor
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La fría brisa del mar me arrancó un escalofrío. Dudo que haya un momento en que acabe acostumbrándome al frío de estas tierras. Para colmo, nuestro destino es una tierra incluso más fría que esta. No era mi primer rodeo en el North Blue ni de lejos, pero eso no hacía que me sintiera más cómodo ante la idea de ir al mar más septentrional del mundo durante el invierno. Diría que echaba de menos el calor de Arabasta, pero el frío de las noches en el desierto es algo que tampoco he llevado bien nunca. El frío en general, en realidad. Por suerte había conseguido un buen abrigo para el frío. Algo ayudaría, esperaba.

Había pasado los últimos meses con la Revolución. Poco había visto a mí capitán en ese tiempo y, por tanto, no había tenido muchas oportunidades para relacionarme con quienes serían mis compañeros de abordo. Había viajado brevemente con ellos en verano, pero debo admitir que no aproveché esos días para conocerlos en condiciones. En realidad, a sus ojos probablemente fui poco más que otro tripulante anónimo, dedicándome a mis tareas en el barco y poco más.

Crucé el puerto con mi petate al hombro y me dirigí al muelle donde se encontraba el barco de Syxel. Iba vestido una coraza dorada desgastada y rallada, ropas blancas holgadas y, como de costumbre, ningún tipo de calzado. Sabía que una vez llegásemos al North Blue tendría que llevar botas, así que aprovechaba los últimos momentos de libertad de mis pies. Siempre he odiado el calzado y, normalmente al menos, me es innecesario. Subí por la plataformas mientras observaba con curiosidad cómo el enorme pulpo que nos transportaría al norte comenzaba a acoplar sus tentáculos al barco. Aún no tenía claro cómo funcionaba el sistema, pero seguramente lo descubriría pronto.

Antes de unirme al resto de la tripulación y ponerme a trabajar, me aproximé a Syxel con una expresión solemne. Le apoyé una mano en el hombro mirándole a los ojos y simplemente asentí - Es bueno volver a estar a bordo, capitán - le di un apretón antes de soltarle y unirme a otro de los tripulantes a asegurar con cabos todo lo que pudiera moverse. Poco después, mientras trabajábamos, de repente el barco se sacudió y una sombra pasó por encima de nuestras cabeza. El pulpo, ahora con su cabeza hinchada varias veces más que el barco, flotaba por encima nuestra arrastrándonos con él hacia los aires. Nuestro viaje comenzaba.
#20


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