Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Al encontrarse con Ragnheidr, ambos compartieron un cálido beso en cubierta, mientras esperaban a que sus compañeros terminaran por aparecer. Cada vez que se acercaban saltaban las chispas, especialmente después del tiempo que habían pasado separados. Menos mal que durante los días anteriores pudieron tener algo de... intimidad. Se mordió la lengua suavemente, perdiéndose en aquel momento, cuando la pregunta de Ragnheidr la sacó del trance por completo. ¿Sentirlos?

Entonces se giró, mirando hacia la entrada del barco, lugar por el que pronto apareció la melena morena y larguísima de Asradi; con aquellos ojos enormes y azules; un vestido precioso, y... ¿piernas? La sirena se lanzó rápidamente hacia ella como si fuera una ola de mar. — ¡Asri! — Correspondió a su grito y recibió su abrazo con enorme entusiasmo. Había esperado con muchas ganas aquel reencuentro, Asradi era una de sus mejores amigas, una gran confidente; prácticamente una hermana. — ¿Y esas piernas? Y vaya vestido. — Sonrió en confianza. No pudo aguantarse la incertidumbre al hacerle aquella pregunta, ¿acaso ahora podía transformarse a voluntad? Resultaba curioso cómo las dos mujeres con más problemas para la movilidad del grupo habían conseguido darle una solución en aquellos meses. Soltó una risa al escuchar la respuesta de Ragnheidr acerca del metal, podría decirse que tenía un... doble sentido, según cómo de fino se quisiera hilar.

Poco después apareció Ubben, con aquellos ojos peligrosos y afilados que tenía, como si siempre estuviera pensando en hacer alguna picardía. — ¡Ubben! — Le saludó, sin poder borrar la sonrisa de la cara. No había cambiado un pelo, al menos físicamente... — ¿Estás más bajito? — Preguntó en coña, tratando de meterse un poco con él. Siempre tenían ese juego, de picarse mutuamente con tonterías. Aunque el peliblanco rápidamente se entretuvo con Ragn, iniciando una especie de estúpido duelo, que le sirvió al rubio como excusa para enseñar su nuevo brazo. Lo cierto es que la mujer estaba bastante orgullosa de su obra, y aunque sabía que había margen de mejora, siempre podría darle unos buenos retoques y ajustes, cómo ella misma planeaba hacer también con su pierna mecánica.

De repente, el barco comenzó a ascender en el aire. La cara de Airgid adoptó una sutil expresión de preocupación al pensar en Umibozu, ¿dónde estaba? Sin embargo, no le dio tiempo siquiera a preguntarlo en voz alta, pues una enorme sacudida revolvió a la Alborada. El muy burro había dado un enorme salto, se había agarrado del casco y finalmente, aterrizó sobre la cubierta con una agilidad sorprendente para alguien de su tamaño. — ¡Umi, Timsy! — Joder, qué bonito, si estaban todos juntos otra vez. Casualidad había sido que aquel pequeño pececillo que conoció en Kilombo había resultado ser familiar de Umibozu. Qué pequeño era el mundo. Le daba incluso algo de nostalgia. Junto al wotan, también apareció el rostro de un chico pelirrojo al cual no conocía en absoluto. — ¿Eres amigo de ese par? — Le preguntó, mientras se aseguraba de que sus hijos estaban bien asegurados contra su cuerpo. Lilyd se había escapado hacia el encuentro de su padre, dejándola a ella con los otros dos. — Yo soy Airgid. — Se presentó, con su impecable sonrisa.

Mientras el pulpo que sujetaba a la Alborada elevaba más y más al navío, los miembros del Escuadrón hablaban con tranquilidad. Umi en concreto, se acercó a ellos, tratando con todas sus fuerzas mostrarse lo más inofensivo posible, preguntándole los nombres de las criaturitas. — Este es Herold. — El único varón se encontraba en su pecho, resguardado por los brazos de la rubia. Era clavadito a su padre, la verdad. — Mi niña, Gunnr. — La mayor estaba aferrada a su espalda, cubierta por el abrigo blanco de Airgid. — Y la pequeñita, que está con Ragn, es Lilyd, como mi madre. — Les lanzó un rápido vistazo, era tan pequeña... parecía como si pudiera romperse en cualquier momento. Los tres se quedaron mirando a Umibozu con los ojos como platos, completamente embobados. Era la primera vez en sus jóvenes vidas que veían a un ser tan extraño para ellos. Herold enseguida frunció el rostro, como si no le causara simpatía alguna, o como si quisiera pelearse con él. Aún con su tierna edad, se la pasaba lanzando puñetazos al aire cada dos por tres. Gunnr era bastante parecida en ese sentido, aunque esta vez, la presencia de Umibozu le generó una graciosa risa. Y por último, Lilyd apenas reaccionó, entretenida con aquella visión, inspeccionando cada parte de Umibozu con una curiosidad pasmosa. La verdad es que los tres niños estaban flipando en colores, volando en mitad del mar, con unos gigantescos tentáculos rodeando el barco y un enormísimo pez mirándoles directamente.

La Alborada había cruzado la Red Line, pero la visión que les dio la bienvenida al llegar a los mares norteños no fue para nada agradable. Comenzó a llover, a desatarse una gran y repentina tormenta. La rubia aseguró el agarre de sus hijos contra su cuerpo, otorgándoles a los niños un nido de calor y seguridad. Aunque no parecían tener miedo alguno, su propio padre se lo había dicho, no debían temer a la tormenta, jamás.



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Inventario

VYD
#51
Ubben Sangrenegra
Loki
Personaje

Día 3 de Invierno de 724
Puierto de Rostock
Isla Kilombo
East Blue


¡No me dejes atrás!— gritó el peliblanco con un tono más aproblemado que furioso. Si bien seguía siendo ágil, por la vida entre callejones y muelles abarrotados, el haber perdido un pierna no le resultaba para nada una ayuda al momento de realizar movimientos rápidos o carreras de velocidad. El bribón de ojos dorados mientras navegaba entre la gente que se dirigía a sus barcos, buscaba a Asradi, que había adelantado rápidamente —Maldita sea, ahora soy yo el de los saltitos graciosos...— se quejó con algo de frustración, pues sabía que el Karma de lo mucho que se rió de la sirena y la coja, estaba equilibrandose desde que perdió la pierna. La prótesis que usaba, un remiendo mal hecho para reemplazar su pierna perdida, no era más que una pata de palo, que más que solucionar algo, terminaba por complicar las cosas aún más, y terminaba por recordarle lo vulnerable que estaba desde que perdió la extremidad. 

Llevaba tiempo sin ver al resto del grupo, especialmente a Airgid y Ragn. Esa separación, había dejado una inquietud en su pecho, una mezcla de ansias y genuina necesidad de volver a verlos. No es que fuera del tipo sentimental (MENTIRA), pero algo en la familiaridad del grupo le ofrecía un respiro en medio de todo el caos que lo rodeaba constantemente. —¡Pepe!— gritó de repente, con una mezcla de incredulidad y felicidad. El maldito perro... ese maldito y astuto perro que a pesar de no decir una sola palabra, siempre fue el más carismático del barco. Ahí estaba el canino, como siempre moviendo su cola. El bribón de tez morena iba tan centrado en encontrar a Asradi y al grupo, que ignoró completamente al bebé en el lomo del pepe; sin embargo, el grito de Asradi lo orientó rápidamente en la dirección correcta.

Sus ojos dorados se alzaron para encontrarla justo a tiempo, y fue entonces cuando los vio. Ahí estaban. Airgid, mucho más alta de lo que recordaba y Ragn, tan sólido como un muro, a pesar de su gaseosa naturaleza. El alivio de verlos fue instantaneo en Ubben, como si de una ola cálida le hubiese envuelto y disipado gran parte de su constante tensión. No esperó más luego de verles, y comenzó a correr, o a intentarlo, mejor dicho, si es que podía calificarse como correr lo que hacía con una pierna y la prótesis. La sirena, saltó sobre Airgid e hizo sonreír al bribón de forma inconciente. Era su forma de ser, y aunque no lo admitiera, también sentía un nudo de alegría al verla reunida con el grupo. El peliblanco, sin embargo, no podía simplemente unirse con un saludo corriente. No era su estilo.

Mientras la sirena se volvía hacia el rubio, el bribón decidió actuar. Comenzó a correr en dirección a Ragn, más la prótesis no quiso colaborar. En medio de su carrera descontrolada, la pata improvisada se desprendió con un crujido seco, haciéndolo tambalear. Pero eso no lo detuvo. Nunca lo hacía. Con el equilibrio precario que tenía usando una sola pierna, continuó avanzando, cojeando velozmente a saltitos graciosos. —¡RAG!— exclamó con una mezcla de entusiasmo y burla justo antes de descargar un puñetazo directo a la boca del estómago del rubio. No esperaba que el golpe hiciera algún daño real, pero el gesto tenía su propio peso simbólico. Era su saludo, una tradición que no iba a romper después de tanto tiempo sin verle. —Mierda, parace que si comiste metal...— Dijo al sentir el abdomen del rubio duro como una plancha de acero.

Cuando Rag le preguntó si era un golpe o un saludo, el peliblanco soltó —Un poco de ésto, un poco de aquello... ya sabes, para no perder las viejas costumbres— Con un tono relajado, intentado disimular el dolor en su mano luego de golpearlo, y apoyándose con un brazo en el muslo de Rag, intentando recuperar el equilibrio. Detrás de él, Pepe ladró una vez, como si estuviera burlándose del espectáculo que acababa de presenciar. Fue justo en ese momento que Ubben se percató del brazo metálico de Ragn. Sus ojos dorados se clavaron en el brillo frío del metal, y una mezcla de sorpresa y desconcierto cruzó su rostro. Por un instante, olvidó por completo que había perdido su prótesis improvisada en su apuro por lanzarse hacia su compañero. —¿A quién tengo que cogerme para que me den uno de esos?— soltó, con una sonrisa burlona que intentaba disfrazar su sincera fascinación. 

No tuvo tiempo de decir más, pues lo dijo justo al momento que Ragn comentaba que Airgid le había instalado el brazo metálico. El comentario fue tan desafortunado como siempre, y un escalofrío recorrió la espalda del peliblanco al instante. —Siempre yo y mi maldita boca...— pensó en voz alta, sintiendo cómo el calor se acumulaba en sus mejillas. Pero Ubben no era de los que se quedaban sin palabras, y disimuló diciendo —Supongo que aceptará otro tipo de pagos...— 

Durante toda la conversación había algo extraño, algo que el peliblanco no sabía que era, pero sabía que estaba ahí.... algo que no cuadraba del todo. Y no era solo el brazo; había algo más en el rubio que se sentía distinto; y fue entonces que lo notó, la voz. El acento característico del nórdico, esa manera peculiar y casi musical de arrastrar las erres y otras consonantes, parecía haber desaparecido por completo. Sus palabras fluían ahora con una normalidad desconcertante... hasta sonaba intelectual... 

¿¡Qué le pasó a tu acento!?— exclamó Ubben, incredulo, mientras su expresión era de clara sorpresa. No alcanzó a tener respuesta, pues Airgid, con una sonrisa serena que parecía contener todo el peso de los últimos meses, lo saludó llamándole por su nombre. —¡Coja!— respondió al saludo de su amiga, recuperando su tono burlón mientras se volteaba hacia su amiga, quien le hacía notar que estaba más pequeño. —Bueno, quizás me achiqué un poco... también bajé de peso— bromeó mientras señalaba su ausencia de pierna, justo la contraria de la rubia, la cual por cierto, estaba bastante más grande de lo que la recordaba, pero no sería él quien lo mencionase... algo de educación le quedaba.

Umi y Timsy llegaron, acompañados por un pelirrojo que Ubben no conocía. Y, aunque llegaban un poco tarde, su sincronización fue perfecta, ya que el grupo comenzaba a ascender en el barco gracias al pulpo globo. Ubben observó cómo se integraban sin problemas, justo antes de que algo más captara su atención por completo. —Donde se habían metido... Lurk— Dijo, mientras les imitaba, solo por molestarles un poquillo.

Airgid procedió a presentarle los trillizos a Umi, y el peliblanco se quedó congelado al verlos. Tres pequeñas figuras, tan delicadas y vulnerables, que parecían fuera de lugar en medio de un grupo como el éste. Por un instante, un sentimiento de pánico se instaló en su pecho. Era un pensamiento irracional, pero quizá, era más racional de lo que le hubiese gustado... fuera como fuese, no pudo evitarlo... los bebés eran una responsabilidad enorme, y de cierta manera, el grupo era una familia... y la idea de tener que protegerlos algún día le parecía aterradora, por la responsabilidad que acarreaba al tratarse de bebés.

Sin embargo, a medida que los observaba con más detenimiento, algo en él comenzó a cambiar. Reconoció en sus pequeños rostros las facciones de los rubios, esa mezcla de fuerza y dulzura que tenían tanto Airgid como Ragn. Poco a poco, el terror inicial dio paso a algo más cálido, menos abrumador.  —Bueno... al menos no se ven tan terroríficos— Dijo para sí mismo, con una sonrisa que intentaba esconder el cúmulo de emociones que lo invadían.

Resumen
Relevantes
#52
Dharkel
-
 
    El kobito se acercó a Dharkel, sacándole de sus pensamientos y, tratando de romper el hielo con su peculiar y fría forma de hablar.

    - ¿Eso ha sido una broma? – respondió con un ligero tono de incredulidad -. Debería dejarlo, sí, pero el tabaco y yo tenemos un vínculo casi inquebrantable. – Dio una calada, devolviendo su mirada al horizonte -. Todos necesitamos una vía de escape… - murmuró casi en un susurro para sí mismo dejando salir un hilillo de humo de entre sus resecos labios.

    A medida que iban ascendiendo, los barcos se iban separando cada vez más y más, poco a poco, unos de otros. Dharkel finalmente respiró aliviado mientras esta vez dirigía su mirada hacia la imponente masa de tierra conocida Red Line. Jamás habría podido imaginar estar contemplando tan majestuosas vistas. Pero lo más importante es que viviría un día más en libertad, lejos de la esclavitud y bajo sus propios términos.

    El espadachín se perdió nuevamente en sus pensamientos. Cuando quiso darse cuenta, la oscuridad había reemplazado la claridad del firmamento que momentos antes inundaba con el cálido sol, tan solo iluminado por los estruendosos rugidos de unos efímeros y cercanos rayos que amenazaban con poner fin a la vida de los tripulantes. El frío comenzó a ser bastante más notable, acentuado por la intensidad del viento y la propia tormenta en la que se habían visto inmersos.

    Dharkel se ajustó la bufanda, asegurando con una tranquilidad impropia de la situación que estaban viviendo, que la tela no dejaba ningún hueco visible entre sus ojos y la pechera. Se acercó al borde con una seguridad que nunca antes había mostrado, no al menos en alta mar, y rebuscó entre sus bolsillos, extrayendo una mugrienta y mellada moneda.

    - Culpa mía. Con las prisas del viaje había olvidado completamente nuestro acuerdo. No volverá a pasar… - musitó mientras lanzaba la moneda al vacío, como si estuviese hablando con una entidad invisible.

    Asintió con la cabeza mientras observaba cómo la pieza de metal se perdía en la oscuridad del abismo que se dibujaba bajo la embarcación y se alejó de la barandilla, dispuesto a ayudar en lo que fuese necesario y pudiese para asegurar que el barco sobreviviese a la violenta tempestad.

    - Todavía no… - dijo mirándose la palma abierta de una de las manos.
#53
Alexander Bathory
Doc
Según parecía la noticia había alegrado a panda más de lo que había pensado, incluso parecía que mi compañero entendía el valor de la nueva adquisición, quizá mejor que yo, no fui capaz de evitar una ligera sonrisa al ver la emoción del panda mientras daba una calada a mi cigarro antes de continuar –Planeaba llamarlo Kek Dallam, melodía azul en un viejo idioma- dije con calma mientras rebuscaba mi equipamiento –todo parece en orden- aclare con calma más para mí que para mis compañeros
 
-supongo que será un viaje algo largo entonces- aclare mientras veía a panda tratando de entrar al submarino con algo de dificultad –creo que tendremos que ampliar un poco la entrada cuando estemos en puerto, ¿te crees capaz Jack?- confiaba plenamente en las capacidades de Jack pero no cambiaba el hecho de que me gustaba bromear un poco con mi compañero; no estoy seguro de cuando inicio, pero conforme nos acercábamos a la red line algo en mi mente empezó a incomodarse, quizá sería un instinto de supervivencia o quizá solo una mala sensación no estoy seguro, conforme nos íbamos acércanos a nuestro destino más y más grupos de viajeros comenzaban a reunirse gracias a los pulpos convergiendo en su punto de cruce del red line cuando los cielos empezaron a desatar su furia
 
Las tripulaciones de los pulpos comenzaron a tomar sus medidas para soportar la tormenta que se cernía sobre nosotros, pero para todos los que solían viajar en el mar algo era evidente una tormenta en el mar es peligrosa pero en el aire era mucho peor, las corrientes comenzaron a ganar fuerza azotando a las plataformas y sacando uno de los pulpos de su curso marcando que esto no sería algo pasajero haciendo que rápidamente sacara mi Ko DDM de mi maleta mientras comenzaba a transmitir en una frecuencia abierta –todo los que escuchen esto lleven a los civiles bajo cubiertas!- exclame –los que ayuden asegúrense de amarrarse a los navíos o la plataformas!- en ese instante voltee a ver a mis compañeros mientras guardaba mi Ko DDM –que los nudos estén solidos al menos que puedan volar- exclame pues si la línea de salvamento fallaba posiblemente fuera una caída que aun los más resistentes no sobrevivir fácilmente
 
Rápidamente me asegure de atar una cuerda a mi cintura y a la baranda del navío antes de arrojarle otro par a mis compañeros, si estos decidían ayudar, para que se aseguraran junto a los tripulantes que pudieran – ¡revisen las amarras y las estructuras!- ordene tratando que mi voz se escuchara sobre la tormenta empezando a guiar a los civiles bajo la cubierta de los navíos que pudiera alcanzar pues estos podrían llegar a ser un mayor estorbo que beneficio para la tripulación

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resumen


Datos
#54
Sasurai
-
Para Sasurai el día parecía ir de mal en peor, probablemente en parte por su culpa al haberse emborrachado la noche anterior, pero algo había que hacer para lidiar con el frío, y en cualquier caso eso era el pasado y era de gente sensata centrarse en el presente, en el ahora, en qué podemos hacer con la situación que tenemos.

Lo que el pelirrojo había podido hacer, a duras penas, había sido alcanzar a Umibozu a tiempo para no perder el barco. Tras reencontrarse con él y sin que el wotan le hiciese mucho caso, había seguido indicaciones de subirse a su espalda, y de allí habían ido a parar a otro barco. Todo este ajetreo no le estaba haciendo ningún bien a su resaca, y el pobre músico empezaba a dudar de si los cacahuetes que se había comido iban a volver a salir por donde habían entrado.

Por suerte, una vez se engancharon a La Alborada la cosa pareció calmarse un poco, al menos temporalmente. La imagen en la cubierta del barco era surrealista, dadas las circunstancias. Seguramente incluso le habría inspirado ternura en otro momento, pero entre la resaca y que estaba colgando en el aire subido en la espalda de un hombre pez gigante, su capacidad para la empatía y apreciar la belleza del momento era bastante limitada.

Con intención de resolver al menos uno de sus problemas, el treintañero se arrastraría por el lomo de Umi hasta acercarse al borde de la embarcación, levantando una mano y gritando:

- ¿¡Me echáis una manoaagh!? - El punzante dolor de cabeza provocado por su propio grito interrumpiría la frase, que acabaría con un murmullo de algo que sonaba como "la madre que lo parió" y con la frente del violinista apoyada en su improvisada montura.

Con o sin ayuda, y probablemente con poca o ninguna dignidad, el hombre conseguiría llegar hasta cubierta, intentando sentarse por allí y disfrutar de la brisa y el bueno tiempo, a ver si le despejaba un poco. Lo cierto era que sí, que estaba ayudando, hasta que todo se torció de nuevo. El músico habría recuperado un poco el color en la cara, e incluso podía hablar y escuchar a un volumen razonable sin sentir que le iba a explotar la cabeza. Iba a levantarse para presentarse a los tripulantes que no conocía y saludar a los que sí, pero entonces vio la tormenta que se estaba formando.

- Yo soy Sasurai. Si muero aseguraros de que todo el mundo sepa que ha sido culpa de Umibozu, en qué mala hora decidí acompañarle -

Diciendo esto en voz alta aunque sin hablar con nadie en concreto, el pelirrojo buscaría una soga que atarse a la cintura para no salir volando e intentaría encontrar un rincón donde acurrucarse. Sus habilidades como marinero eran, siendo generoso en la descripción, limitadas, y si a eso le sumabas su estado actual, lo más probable si intentaba ayudar era que acabase cayendo por la borda o que le vomitase a alguien encima. Por lo tanto, según su razonamiento, no estaba siendo un cobarde, sino contribuyendo en la medida de sus capacidades. Esperaba que el resto del grupo también lo viese así y no lo echasen nada más tocar tierra, aunque en cualquier caso esa opción implicaba que había sobrevivido, así que tampoco sonaba tan mal en esos momentos.

Notas
#55
Iris
La bala blanca
— Claro que si, grandullón, quédatela —Iris sacó del bolsillo una caja de cerillas y se la lanzó a Zane— Así estamos en paz por la caja de tabaco de la última vez. 

Observó al pequeño grupo que se desplegaba delante de ella: Angelo, el enano ardilla y el rapero junto con su perrita la cual se acercó a saludarla con efusividad y la peliblanca aprovecho para acariciarla con el mismo ímpetu. Parecía que nadie más iba a aparecer y no podía importarle menos. Aprovechó entonces para encenderse un cigarro y recolocarse las gafas y mirando a los demás contestó: 

— Bueno, pues nos piramos ¿No?, que al final vamos a perder el pulpo volador. 


 
El viaje estaba siendo apacible, hacía buen tiempo y el viento acariciaba el rostro de Iris, por un momento se sintió como cuando era una niña y podía alzarse por los cielos con sus grandes alas blancas. Cerró los ojos, rememorando aquella sensación, se sentía bien cuando estaba en el aire. El paisaje que se desplegaba delante de ella era increíble: decenas de barcos eran llevados por aquellos bichos gigantes y todos ellos iban hacía la misma dirección en completa parsimonia y con una sincronización sorprendente. Era increíble como esos animales podían llevar barcos de tal tamaño. 

Los pensamientos de la peliblanca se vieron interrumpidos cuando unos nubarrones aparecieron en el cielo seguidos de una gran tormenta. El pulpo se balanceaba peligrosamente e Iris pudo observar como una embarcación pequeña era alcanzada por un rayo y seguidamente se precipitaba hacia el mar. 

— ¡A ver panda de imbéciles! No pienso morir aquí así que más os vale que mováis el puto culo y os deis prisa en estabilizar esta puta mierda. 

Después de mandar a todo el mundo a trabajar la Solarian se apresuró a ayudar con el globo, no sabía mucho de como funcionaba aquel bicho pero suponía que no sería muy diferente a un barco.

Además si caían al mar estaban todos jodidos. 

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#56
Alexandra
Alex
A Alexandra se le pasó rápido la emoción de ver de nuevo a sus compañeros, más exactamente justo cuando el pulpo alzó el vuelo. La hafugyo nunca había estado a tanta altura y descubrió rápidamente que su estomago no era tan fuerte como creía. Se encontraba agazapada en uno de los camarotes del barco con un cubo entre las piernas, aunque no creía que pudiera expulsar nada más. 

Nada más empezar el viaje la chica había hecho un ademán de quedarse en cubierta junto con sus compañeros pero en cuanto notó que su estomago empezaba a revolverse le habían mandado corriendo bajo cubierta y ella lo prefería así. No era muy fan de las alturas ya tan solo imaginarse subida al hombro de Octojin le producía escalofríos. 

Y por si no tuviera ella suficiente empezó la tormenta. Al principio Alex solo escuchó el repiquetear de las gotas en la cubierta pero al poco tiempo los gritos de sus compañeros llegaron hasta su camarote. El barco se tambaleaba peligrosamente y Alex se levantó del suelo, intentando con todas sus fuerzas salir del cuarto. Su tez estaba mucho más pálida que de costumbre, de un color cetrino y sus labios habían adquirido un color azulado. Se tambaleó por el pasillo y al final logró, usando todas sus fuerzas, abrir la puerta que daba al exterior. 

La tormenta era mucho peor de lo que creía, todo el mundo estaba corriendo de un lado a otro intentando estabilizar el barco y que este no se fuera a pique. Observó entonces como una embarcación mucho más pequeña era alcanzada por un rayo y se caía perdiéndose de vista entre las nubes.

— Per-perdonad chi-chicos— intentó llamar la atención de algunos de sus compañeros— ¿Pu-puedo a-a-ayudar e-e...? ¡BLURGH!

El estomago de la Hafugyo se vació sobre el cubo que se había llevado con ella. Alexandra se deslizó por la pared y observó, desde el suelo, como sus compañeros trabajaban. No podría ser de ayuda esta vez. 

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#57
Derian Markov
Lord Markov
La flotilla voladora atravesaba los cielos, dejando atrás las islas del East Blue en dirección al frío norte. A medida los pulpos recorrían velozmente el trayecto, el aire se volvía gélido. El conde contemplaba las vistas de la Red Line desde el castillo de proa. Bajo su máscara de estoicismo se escondían sentimientos de nostalgia e impaciencia. Al fin volvía a su hogar. Era un viajero incansable, pero amaba su tierra natal.

Derian percibió el cambio en el aire bastante rápido. No fue el único, sus marineros también se detuvieron un instante para mirar las nubes. El avezado aventurero abandonó el castillo de proa y bajó a cubierta - señor Velizar, vaya a por los arneses de tormenta. El resto, preparen las cuerdas, ya saben qué hacer - se giró hacia sus compañeros - nos aproximamos a una tormenta de invierno. Las tormentas de mi mar no son asunto de broma. Poneos los arneses que va a traer Velizar y aseguradlos a las cuerdas que están poniendo mis marineros. Este viaje está a punto de complicarse.

- ¿Qué sucede? ¿Qué hacéis? - preguntó el encargado de la empresa

- Nos dirigimos de frente a una tormenta. Le sugiero preparar a su equipo.

- No se preocupe, todo está bajo control. El sistema ha sido probado en situaciones similares.

"Situaciones similares". Aquellas palabras le generaban escasa confianza. El conde asintió y se alejó para empezar a prepararse. Se ajustó su arnés por encima de la armadura y conectó a la argolla central a los mosquetes de dos cuerdas de seguridad.

- Escuchadme con atención. Usad el arnés como yo. Mis hombres están colocando cabos por todo el barco. Para desplazaros, enganchad los mosquetes de las cuerdas del arnés a los cabos. Si necesitáis cambiar de un cabo a otro para moveros a otra parte del barco, nunca desenganchéis las dos cuerdas a la vez o podríais caeros por la borda. Preparaos, nos espera un viaje difícil. Tendremos que trabajar para mantener el barco en el aire.

Ignorando los comentarios del encargado de la empresa sobre que era innecesario y que estaban seguros, Derian conectó sus propias cuerdas y aguardó con pose estoica, mientras el negro muro negro de las nubes de tormenta se aproximaba. Comenzó con los relámpagos, a los que siguieron los truenos. Un muro de lluvia se aproximó rápidamente hacia la flotilla y los envolvió como un manto helado. La preocupación y molestia del conde se manifestó como apenas un leve fruncimiento del ceño.

La lucha contra la tormenta fue dura. Sujeto por su arnés, Derian se desplazó por el barco dando órdenes a sus marineros para que estabilizasen el barco. Tuvo que gritar para hacerse oír por encima de la furia de los elementos. La tormenta era terrible, mucho más violenta que las tormentas normales de invierno. Pronto la visibilidad fue tan terrible que apenas podía ver a los otros barco, hasta que desaparecieron de la vista. Tenía la horrible sospecha de que no habían desaparecido solo por la lluvia y las nubes, sino que se habían desviado de su rumbo. Aquello era problemático.

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#58
Angelo
-
Pues al final no parecían haberse rajado, algo que, por otro lado, satisfizo al lunarian. Una cosa era que cada uno tuviera sus propias desavenencias con el resto de compañeros de aquel peculiar grupo; otra muy diferente, que faltasen a su compromiso y palabra. Que, por otro lado, ¿no era lo que hacía él habitualmente? En fin, tampoco importaba mucho. Raiga, Iris y él mismo habían sido los tres primeros en llegar, un top tres en toda regla, aunque mientras su sister hablaba sobre la posibilidad de que el resto se hubiera rajado, el grandullón de inconfundible cabello pelirrojo que era Zane apareció para desmentirlo.

—Hombre raperito, dichosos los ojos —saludó el peliverde, subiéndose las gafas de sol para mirarle con una sonrisilla picarona—. Ya pensaba que íbamos a tener que ponernos radiolé para amenizar el viaje.

Angelo se sentó junto a Raiga, soltando el petate a un lado y recostándose contra el muro que tenían detrás, ambas manos en la nuca. No le quitaba el ojo de encima al equipaje, porque bien sabía que más sabía el niño por zorro que por niño, así que mejor no fiarse del todo en su presencia. Fuera como fuese, el resto de la tripulación fue llegando paulatinamente hasta que se reunieron todos y, minutos después, les tocó embarcar aprovechando las plazas que Raiga había reservado para ellos. No, si al final iba a tener que sentirse en deuda con el mocoso y todo... de no ser por el favorcillo que le habían hecho con esa extraña página. Igual el que seguía debiéndoles una era él.


Él siempre había sido un Lunarian un tanto particular. Tanto porque su aspecto no se asemejaba en nada al de un Lunarian común, como por el hecho de que nunca había contado con unas alas funcionales que le permitieran surcar los cielos. Aun así, siempre había sentido curiosidad al respecto y una atracción innata hacia cualquier idea que jugase con la opción de volar. Si bien no se había creído en un principio algo tan irracional como que unos pulpos gigantes fueran a llevarles por los aires, la idea le había tenido inquieto durante todo el trayecto. Algo que, por supuesto no —sí— había generado nervios evidentes en él. Desde el mismo instante en el que la embarcación había comenzado a elevarse, Angelo se había quedado agarrado a la baranda de cubierta para observar el proceso con clara emoción. Una un tanto infantil, quizá, que trato de disimular para no perder su reputación de tipo duro.

Sin embargo, la calma duró más bien poco antes de que la situación se torciera, como no podía ser de otra forma. Parecía que les hubiera mirado un tuerto, y Angelo empezaba a creerse el mal de ojo que le había lanzado la tía de una de sus exnovias cuando aún estaba en Jaya. Igual por eso terminaban siempre metidos en líos, aunque por otro lado esto tan solo hacía más interesantes sus viajes.

La tormenta estalló, pero por suerte no fueron ninguno de los desafortunados a los que alcanzaron los rayos. Eso si, pintaba que lo que restaba de viaje iba a ser movidito como poco.

—Oye, sister, ¿Cuándo te hemos nombrado capitana? Menos ordenar y más mover ese culo gordo que tienes —le soltó mientras se desperezaba, dándole un par de palmadas en el hombro—. Vamos al tajo, ¿no?

Y, sin dilatarlo más, Angelo se puso a hacer lo que mejor sabía: incordiar, molestar y entorpecer el trabajo de los demás. Involuntariamente, claro.
#59
Sirius Herald
Eleos
Me había reunido por fin con mis compañeros en aquel barco, la verdad es que todo el tema del pulpo me causaba demasiado curiosidad, era un animal bastante grande, ¿como haría para llevarnos?, ¿sería lo suficientemente fuerte? que extraño, no podía realmente comprobar la tecnología que utilizaban para poder conseguirlo, por lo que solo podía haber una opción: Era una creación que el Artífice nos había otorgado, esa era la mayor explicación posible. 

Pero, tan pronto como nos elevamos sobre los muelles de Rostock, no pude reprimir mi curiosidad ni un segundito mas, así que rápidamente me acerque mas al pulpo para inspeccionar al detalle, los arneses, las correas que sujetaban el barco al pulpo... que curiosamente eran los tentáculos del pulpo. Volar en un navío suspendido por tentáculos gigantes no era lo mas común de ver, la verdad, aunque... mi mente de navegante no podía pararse de preguntar como era posible que equilibraran el peso, como podían regular la altura esos pulpos... y sobre todo, ¿Qué pasaría si las corrientes de aire se volvieran demasiado fuertes?, ¿el pulpo aguantaría bien? que extraño. Otra cosa que se me pasaba por la cabeza era el hecho de que yo por lo menos estaba acostumbrado a volar y a ir en transportes, por lo que ya estaba inmunizado al mareo, pero, ¿mis compañeros aguantarían tan bien? me acuerdo de que la primera vez que volé, acabé tirado en el suelo vomitando por que aun no era capaz de controlar las métricas necesarias para el vuelo que había impuesto el Artífice... Mis pensamientos fueron rápidamente callados, ya que unas nubes bastante feas empezaron a rodearnos, y sin previo aviso, una tormenta desató su furia. Un viento helado azotó la embarcación la cual, estando suspendida en el cielo empezó a tambalearse de forma peligrosa, El pulpo parecía emitir un bramido grave y pude ver como sus tentáculos se contraían, a ratos tensándose y a ratos aflojando, intentando compensar las ráfagas de viento que nos zarandeaban de un lado a otro, en un momento, mi instinto se despertó, teníamos que ayudar al pobre animal. 

-¡Aseguren los cabos!- Grite para hacerme oír entre el estruendo del viento y los relámpagos. -No podemos dejar que las cuerdas se suelten y desequilibren el barco, ¡Henry, revisa que los amarres no se aflojen!, Arthur, tu eres rápido, ocúpate de que ningún barril o caja suelta empiece a dar tumbos por cubierta, ¡Si el pulpo sufre daño podría soltar su agarre y dejarnos caer!.- Aunque estuviéramos lejos del mar, el barco seguía teniendo su propio timón, que, de algún modo, controlaba la orientación que el barco tenía, si lo maniobraba bien, era capaz de tratar de equilibrar el barco usando el mástil. No era para nada lo mismo que pilotar el barco en el agua, pero al menos podría ayudar para orientar de tal forma que el viento no golpeara de frente las velas, corrí hacia la parte delantera y eché una rápida ojeada a la formación de nubes. Eran bastante densas y los relámpagos trazaban caminos brillantes en el cielo, la escena era preciosa.

-¡Sujétense bien!, el gran Artifice nos ayudara a salir de esta- Advertí a todo el mundo que estaba y que aun estaban de pie. la tormenta era intensa y si no la afrontábamos con precaución, era posible de que mas de una persona cayera al agua o de que el barco girara, provocando que los tentáculos del pulpo se enredaran.
-Zirko, tu con tu tamaño necesito que vigiles la vela de popa, aunque no la estemos utilizando para navegar, cualquier trozo de tela quemándose por un rayo podría crear resistencia y desequilibrarnos, córtala si hace falta, utiliza tu peso para equilibrar si es necesario.

Inventario

Virtudes y defectos
#60


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