Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
Silver D. Syxel
-
Isla Kuen

Baratie

Isla Tortuga

Isla Rakesh

Skjoldheim

Isla de Ivansk

Reino de Lvneel

Rubek

Flevance

Isla Swallow
#91
Galhard
Gal
Galhard se encontraba en la cubierta del barco, mirando con una expresión mezcla de curiosidad y desconfianza hacia las inmensas criaturas que los mantenían suspendidos en el aire. A su lado, un grupo de marines trabajaba con atención, ajustando cuerdas y asegurándose de que todo estuviera en su lugar mientras la brisa del North Blue comenzaba a hacerse más fría y agresiva. El viento azotaba su coleta castaña, pero sus ojos estaban clavados en el horizonte, donde una tormenta se formaba lentamente.

Entre dientes, dejó escapar un pensamiento que lo rondaba desde que supo que el destino de la brigada era el North Blue.

— Isla Tortuga está bien para empezar, pero Lyneel… aún no es el momento para volver allí. —Murmuró para sí mismo, con un tono apenas audible pero cargado de un peso emocional que solo él comprendía.

El barco comenzó a sacudirse con mayor intensidad. Los tentáculos del pulpo que los transportaba parecían luchar contra las ráfagas de viento que se arremolinaban en su contra. Galhard apretó los dientes y se agarró al pasamanos, observando cómo algunos reclutas más jóvenes luchaban por mantener el equilibrio.

— ¡Oi, oi! —exclamó, levantando la voz para hacerse escuchar sobre el estruendo del viento—. ¡Asegúrense de que todo esté bien amarrado! No queremos que nada salga volando por la borda, ni mucho menos ustedes, ¿entendido?

Se giró hacia uno de los oficiales de la empresa de transporte, que parecía dar indicaciones rápidas al resto de su equipo.

— ¿Esta situación es común con estas cosas? —preguntó señalando al pulpo con un movimiento de la cabeza—. Porque si no, tal vez sea hora de pensar en un plan B. Ne ha ha ha.

El oficial le devolvió una sonrisa tensa antes de volver a sus tareas, dejando a Galhard con sus pensamientos. La tormenta seguía intensificándose, y aunque había navegado por mares difíciles en su vida, el aire le resultaba un terreno desconocido. Sus dedos se aferraban al borde de la barandilla mientras sus ojos recorrían el horizonte en busca de algún indicio de calma.

— Bueno, North Blue, veo que no vas a darnos una bienvenida tranquila. —Murmuró con una media sonrisa mientras los relámpagos comenzaban a iluminar las nubes más oscuras.

Pese a las turbulencias, Galhard permanecía firme en su lugar, evaluando la situación y listo para actuar si las cosas se complicaban aún más. Mientras tanto, su mente vagaba por los recuerdos de Lyneel, de su infancia y de todo lo que había dejado atrás. Aunque sabía que, eventualmente, tendría que enfrentarse a ese capítulo de su vida, hoy no era el día.

— Primero lo primero… salir de esta con todos enteros. Luego ya veremos. —Dijo para sí, antes de dar un par de pasos más hacia el centro de la cubierta para ayudar a los demás con las cuerdas y asegurar los pertrechos.

Personaje

Virtudes y Defectos


inventario
#92
Arthur Soriz
Gramps
El suave pero firme impacto del casco contra la arena fue como música para mis oídos... ahogado apenas por los crujidos de la madera que parecían susurrar un agradecimiento a los cielos. La tormenta había quedado atrás pero aún podía sentir su furia en mis huesos, ya empezaban a notarse los años en mi aunque no lo expresara por fuera. Me erguí por completo ahora que el mayor peligro había pasado. Respiré hondo llenando mis pulmones con el aire húmedo y salado de la costa. Tierra firme, al fin.

Lo logramos. —solté... acompañado de una carcajada tan vigorosa como mi ánimo. La risa me brotaba desde el pecho como una ola indomable. Mis botas hicieron un ruido pesado al pisar el suelo arenoso, y me permití un momento para disfrutar de que no tendría que preocuparme más por los peligros de los cielos... no de momento al menos. Volteé hacia mis compañeros con una sonrisa amplia, orgulloso de las acciones de cada uno a la hora de encargarse de los peligros en esa tormenta.

Sin embargo al alzar la vista hacia lo que quedaba de los titánicos pulpos el entusiasmo en mi corazón se mezcló con una punzada de tristeza. Sus apéndices colosales y desgarrados colgaban como jirones y algunos de ellos se movían apenas con el mismo ritmo agotado que uno ve en un viejo marinero después de una batalla feroz. Me acerqué hasta donde podía observarlos mejor y me quité el sombrero Marine, sosteniéndolo contra mi pecho en un gesto de respeto.

Majestuosas criaturas... No merecían sufrir de esta manera. —murmuré. Sus ojos inmensos llenos de una sabiduría que parecía sobrepasar cualquier comprensión humana, me devolvieron la mirada por un instante antes de cerrarse lentamente. No sabía si era su manera de despedirse o simplemente el agotamiento tomando lo suyo pero me dolió verlas así. Eran verdaderas leyendas vivientes más grandes y grandiosas de lo que cualquier historia podría describir.

¡Pero no será en vano! —exclamé, con un tono más fuerte dirigiéndome tanto a los pulpos como a los hombres y mujeres que ahora desembarcaban con movimientos vacilantes. Me di la vuelta hacia Henry, Sirius y Zirko mis compañeros del Kaigekitai. Mi mirada chispeaba con ese fuego indomable que ni siquiera la tormenta había podido apagar.

Chicos, hemos llegado. Y a juzgar por esa enorme base Marine que se asoma en lontananza diría que estamos en Isla Swallow. —abrí los brazos como si quisiera abarcar todo el horizonte. La imponente montaña con forma de golondrina se alzaba a la distancia cubierta por un manto de nubes que comenzaban a disiparse. A pesar de todo la isla tenía un aire acogedor, una mezcla de civilización y naturaleza en armonía. No podía esperar para descubrir cada rincón de este lugar. Se sentía como un lugar sumamente seguro... tal vez por el hecho de que estaba la Marina aquí, probablemente con la base más imponente de este mar norteño.

Me acerqué a Sirius que aún parecía estar evaluando el estado del barco y los restos de la tormenta. Le di una ligera palmada en uno de sus hombros.

¡Vamos, navegante! Deja de preocuparte por las velas por un momento. Lo importante es que estamos vivos y con una misión que cumplir.

Zirko, siempre una figura imponente incluso cuando estaba tranquila. La miré con una sonrisa amplia.

Zirko, esta isla es más grande que tú. — le comenté soltando una carcajada.

Finalmente, me giré hacia Henry, que parecía más concentrado en ayudar a los demás a reorganizarse.

Henry... ¡esto es justo lo que nos hacía falta al Kaigekitai! Nuevos horizontes, nuevos desafíos... y quién sabe, quizás una buena taberna para celebrarlo después de que nos presentemos, yo invito.

Di un paso al frente y extendí un brazo hacia la montaña que dominaba el paisaje.

Es hora de conocer esta isla y presentarnos ante los altos mandos de la Base G-17... Si algo he aprendido en todos estos años es que la primera impresión cuenta. Y nosotros, mis queridos compañeros, estamos aquí para dejar huella.

Ajusté mi chaqueta, me puse la gorra Marine y eché a andar con paso firme y decidido. El futuro aguardaba y estaba seguro de que la Isla Swallow tenía mucho que ofrecer tanto para un veterano como yo como para todo el Kaigekitai. Habíamos sobrevivido a la tormenta... ahora era tiempo de conquistar la calma.
#93
Sasurai
-
Tras subir al barco y ofrecer un espectáculo lamentable, la mayoría de la tripulación se había limitado a ignorar al músico. Esto era probablemente buena noticia, aunque pese a que no le hiciesen caso el pelirrojo se temía que estuviesen tomando nota mental. Algunos ni siquiera lo conocían todavía, y la verdad es que como primera impresión era difícil hacerlo mucho peor. Y en cualquier caso, por si no se habían dado cuenta y necesitaban un resumen, una chica se había acercado a él para preguntarle si estaba bien y presentarse. En esta interacción cualquiera que conociese un poco a Sasurai se habría dado cuenta de lo mal que se encontraba, pues ni siquiera había mirado a la mujer de arriba abajo, ni había intentado ligar con ella ni nada. Apenas si había movido un poco la cabeza a modo de saludo y se había encogido de hombros intentando dar a entender que bien no estaba pero que tampoco había mucho que hacer.

Luego la cosa había ido a peor. El cielo se había vuelto negro como noche sin estrellas, contrastando con los cegadores destellos de los relámpagos, y todo esto acompañado de un viento que hacía crujir las estructuras y zozobrar a los pulpos. Semejante hecatombe había acabado, como casi que cabía esperar, con los cefalópodos gigantes perdiendo el control de los barcos, y la nave cayendo por el aire hasta un mar que parecía dispuesto a tragárselos o escupirlos de nuevo hacia el cielo.

En esos momentos el treintañero había contemplado que tal vez hoy era realmente el día de su muerte, y había vomitado por la borda para después agarrarse una vez más a maderas y cuerdas hasta quedar inconsciente por el esfuerzo.

Había vuelto en sí poco después de que la tormenta acabase, con el sol calentándole ligeramente y la boca suficientemente seca para saber sin lugar a dudas que no estaba en el cielo, sino en el mismo puñetero barco, aunque con un poco de suerte en el North Blue. Gruñendo y murmurando maldiciones, Sasurai rodaría por el suelo hasta levantarse, comprobando que por algún milagro seguía teniendo su mochila enganchada a la espalda. Desperezándose, constataría además que se le había pasado bastante el dolor de cabeza. Dos buenas noticias seguidas.

Lo primero que haría sería rebuscar por sus bolsillos y sacar una manzana, dándole un buen mordisco. Comida y algo de líquido, todo en uno. Igual aún se podía salvar este día.

Así pues, esbozando su mejor sonrisa, miraría al resto de integrantes de la tripulación, hablando con tono alegre, como si no hubiese hecho el ridículo ni hubiesen estado a punto de morir.

- Bueno... ¿Aquí qué se come? -


#94
Lawliet D. Giorno
Iceberg de la Marina
La brisa fría se colaba por la ventana de la habitación, una ráfaga persistente que hizo crujir los ventanales como si intentaran advertir de lo que se avecinaba. Lawliet D. Giorno estaba sentado junto a una mesa desordenada bajo la luz oscilante de una lámpara de aceite. El viento del North Blue tenía una forma única de atravesar cualquier abrigo, pero para él, ese frío le trajo un extraño consuelo. Era un recordatorio de lo que significaba estar vivo.

Desde la cubierta, el ulular del viento se mezclaba con el crujido de la madera y los murmullos de la tripulación. Pero dentro de la habitación reinaba un silencio inquietante, roto únicamente por el golpeteo constante de la lluvia contra los cristales. Giorno dejó caer la pluma que tenía entre los dedos y cerró los ojos un momento, escuchando el caos que se desataba afuera. Había algo en esa energía indómita que despertó algo en su interior, un susurro que prometía que lo que venía sería inolvidable.

Se levantó despacio, ajustándose el abrigo. Al abrir la puerta, el viento lo recibió con una ráfaga gélida que le azotó el rostro, pero no retrocedió. Salió al pasillo y luego a la cubierta, donde el panorama lo detuvo por un instante.

La tormenta estaba en su apogeo. Relámpagos iluminaban por momentos el mar embravecido, revelando olas colosales que parecían querer devorar al barco. La lluvia, densa y helada, golpeaba como agujas contra todo lo que encontraba a su paso, mientras la madera del barco crujía como si luchara por mantenerse entera. Pero a Giorno no lo perturbó el caos; más bien, le fascinó.

Caminó hacia el borde de la barandilla, permitiendo que el viento lo empapara y el frío lo mordiera. Inspiró profundamente, dejando que el aire gélido llenara sus pulmones, y una ligera sonrisa se dibujaría en su rostro. Un espectáculo violento y majestuoso, una prueba de la naturaleza implacable del North Blue y de lo insignificante que podía sentirse cualquier hombre frente a ella.

Para otros, esa tormenta era una amenaza; para Giorno, era una promesa. Promesa de retos, de caos y de oportunidades para demostrar de qué estaba hecho.

Se vienen cosas interesantes para la Marina. Mientras mantenía la mirada fija en el horizonte oscurecido por nubes y lluvia. No hubo miedo en sus ojos, solo la expectación de quien sabía que el verdadero desafío estaba por comenzar. El North Blue no ofrecería una bienvenida cálida, pero Giorno no esperaba menos.
#95
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Lilyd estaba entre asustada y contenta, aferrada al pecho de su padre con fuerza ante los truenos ensordecedores que cruzaban las nubes negras que tenían delante. Entre eso y la risa del propio Ragn, el vikingo no se estaba enterando de nada. No tardó en percatarse y dejarse caer hasta volver de nuevo donde estaba el grueso del grupo. Al igual que cuando apareció Ubben, la alegría invadió el cuerpo de Ragn al ver al otro integrante del fatídico viaje. Umibozu estaba ahí, inmenso, fumando aquella cosa tan extraña, como siempre. Los pies del Buccaneer avanzaron hasta acercarse lo máximo posible a el y golpear su puño con el propio, a lo que su hija alargó la mano para poder tocarlo. Los niños tenían cierta predilección con tocarlo todo. Por lo menos esos tres. — Me alegro de que estés bien, amigo. Tu igual Timsy. Después puedo enseñarte bien cómo funciona. — Flexionó el brazo de metal. — ¿Mola eh? — Diría de forma sobria y extremadamente sincera. Aquel viaje seguramente habría cambiado a todos, de alguna forma. Desde luego a Ragn sí y quién no se hubiera dado cuenta, lo comprendería con el trato los próximos días. — Esta es la pequeña, Lilyd. — No hacía falta explicar por qué dos eran mucho más grandes que la niña que tenía Ragn en su pecho, o eso esperaba el rubio. Dejó que Airgid fuera la que anunciara a los demás, aquellos niños viajarían con el escuadrón, los integrantes debían acostumbrarse a sus presencias. Aun así, Airgid volvió a presentar a la pequeña, porque así eran las mujeres, tenían la ultima palabra. Da igual que no tuvieran nada que decir eh.

Lilyd gruñó mirando a Airgid. — Exacto. — Respondió Ragn, como si la niña hubiera expresado algo que solo sabían ellos dos. Era una extraña gozada para el vikingo poder interpretar a gusto lo que decían los niños, era como con Pepe, dijeran lo que dijeran, como no terminaban de decir nada, todo parecía que le seguía la corriente, tendría que aprovechar hasta que lograsen pronunciar palabra. El comentario de Ubben no pasó inadvertido, sin embargo estaba muy lejos de tomarlo de mala forma el Buccaneer. — ¿Estás seguro? el niño es la representación de Traye. —Contestó a Ubben. Traye era la diosa de la guerra dentro del elenco de diosas que el seguía. Un buen tema este, pues la relación de Ragn con Nosha había cambiado demasiado, de todos modos era un tema que mejor no comentar próximamente, ni siquiera con Airgid. Prácticamente sin querer, sus azules ojos enfocaron dos cosas que habían pasado inadvertidas para el rubio. Para empezar, ¿Dónde estaba la pierna de Ubben? — ¡Airgid aquí tienes trabajo! — Levantó la mano para avisarla, como si no se hubiera dado cuenta ya. Lo segundo fueron las piernas de Asradi. — ¿Pero qué os ha pasado este tiempo? — Dijo, como si su cuerpo no hubiera sufrido grandes modificaciones. Eso si, no contestó a lo de su cambio de acento, intentando que el tema pasara un poco por encima. — Airgid y yo nos encontramos hace unos días, después de habernos puesto en contacto con den den mushi, hará ya un par de semanas. — Informó.

Por qué ibas a morir, Sasurai. — Comentó Ragn mucho más directo esta vez. Como si le conociera. — ¿Va contigo, Umibozu? — Pronunció de forma excelente. Se pudo notar en el ambiente una carga de violencia, marcada claramente por Ragn. Aquel tipo era un desconocido que nadie le había dicho que estaría ahí, bien podría ser un agente secreto ... Esos hijos de mala madre estaban en todas partes desde lo que había pasado en Oykot. El tipo, lejos de amilanarse, preguntó por la comida y fue entonces cuando los ojos de Ragn se iluminaron. — Yo soy quién prepara la comida. — Le miró fijamente y después a Umi. — Y para ti, tengo platos especiales que he aprendido, que lo sepas. — La lista de platos nuevos era interminable.

Cuando el barco finalmente cede ante la furia descomunal del temporal y se precipita hacia el mar embravecido, el impacto es un caos de espuma, madera y gritos. Por un momento, el mundo parece reducirse a un abismo líquido que amenaza con engullirlos por completo. Pero entonces, entre el estruendo de las olas y los alaridos del viento, algo rompe la monotonía de la tormenta, un destello de tierra firme. Frente a ellos, como un espejismo arrancado de una pesadilla, se alza la silueta oscura de una isla. Es abrupta, casi desafiante, sus riscos emergiendo del agua como colmillos de una bestia que los aguarda. A pesar de la penumbra y el agua que azota sus ojos, los revolucionarios no pueden ignorarla. La esperanza, tenue pero suficiente, se enciende entre la desesperación. El rugido del mar se mezcla ahora con el crujido de los restos del casco y el jadeo de los hombres y mujeres exhaustos en aquel barco. Finalmente, tras una última embestida de las olas, el barco, o lo que queda de él, se estrella contra un banco de arena que bordea la isla. El impacto el cuerpo de Ragn hasta tierra firme, donde cae con relativa suavidad. La isla, aunque salvaje y hostil en apariencia, se convierte en su única certeza. Ante ellos, una densa selva se extiende, sus árboles retorcidos y sombríos ocultando cualquier indicio de lo que podrían encontrar. A lo lejos varias colinas de humo avisan de que no está deshabitada ... Estaban lejos de cualquier rastro de civilización, aún.


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#96
Henry
Tigre Rojo de la Marina
Luego de pensar que uno estiraría la pata más de una vez finalmente llegó aquél hermoso y reconfortante rayo de sol, abrazándonos con su calor. Habíamos llegado al North Blue sanos y salvos a pesar de haber pasado por una caída libre digna de un cuento de terror. El sonido de las gaviotas y el de las olas escurriendose en la arena era como música para los oídos de cualquier tripulante en aquél momento. 
 
Muchos de los que nos acompañaban en el viaje estaban algo desorientados, varios de ellos eran marines del G-23 así que era más fácil para el suboficial Henry organizarlos para así ayudar al resto de la embarcación, el deber de un marine no descansa ni en sus momentos más bajos. — Soldados, si necesitan vomitar ya saben donde está el mar, el resto, ayuden a los demás pasajeros con sus cosas. Si hay heridos hagan favor de reportarlo, hemos llegado a Isla Swallow. — 
 
Una sonrisa se le dibujaba en la cara del joven Henry después de anunciar la llegada a dicha isla. Isla Swallow, la joya de la marina en dicho mar, una isla que se muestra como el bastión de la justicia y el orden en tan peligroso mar. Otro interesante dato sobre aquella isla era la existencia de un gran gremio de cazadores que suele colaborar con los marines. Desde que Henry supo de aquello este moría de curiosidad por conocer a algún cazador e ir juntos a por algún malechor.
 
Aunque no todo había ido de maravilla en aquél viaje, esos gigantes pulpos rosas qué nos llevaron por los aires como las majestuosas criaturas que eran se habían visto con sus apéndices desgarrados, lo que provocó la caída de aquél navío. Se podía ver a Arthur tomar su gorra marine y bajarla hasta su pecho en señal de respeto hacia aquellas criaturas. Henry también rendía su honor hacia tan nobles criaturas con un saludo marcial, agradeciendo su esfuerzo y servicio.
 
Arthur se giraba hacia nosotros anunciando nuestra llegada a la Isla Swallow con tremenda emoción, cosa que Henry compartía al cien por ciento. Luego de hablar con los otros dos miembros de la brigada, el viejo Arthur se giró hacia Henry, el cual ayudaba a un par de marines con unas cajas. Arthur le aseguraba al joven marine qué aquello era lo que necesitaban, una aventura con nuevos desafíos, dejándole saber que irían a una taberna en la que él invitaría.
 
 — ¡Jajaja solo no tomes de más, no quiero estar arrastrándote por toda la isla jajaja! — Henry respondía con una mezcla de broma y preocupación, pero se alegraba de que todos estuvieran de ánimos en su llegada al nuevo mar. Arthur nos paró por un momento para avisarnos de que tendríamos que reportarnos ante un superior en la base del G-17 a lo que Henry asintió. — ¡Soldados, prepárense para descargar las cajas, iremos directo al G-17! — esta última parte hizo emocionar al gran parte de los marines del lugar, los cuales agilizaron el paso. 
 
Los demás miembros de la brigada y otros pasajeros salían de la embarcación agradecidos de haber salido con vida y de poder respirar aire fresco nuevamente. Aquél era el inicio de una nueva vida de aventuras y de un mar qué proteger de los que quieren hacerle daño.
#97
Dharkel
-
Personaje

Las voces de sus compañeros resonaban con dificultad ante el los violentos envites de la tormenta. La densa lluvia, los truenos, el viento y el propio crujir de la madera del Hope se encargaron de que la más mínima orden dirigida hacia el espadachín se perdiese con el viento. O al menos aquella sería la excusa que utilizaría cuando una vez más le acusasen de desacato, especialmente en un momento crítico como aquel. No obstante, sabía lo que tenía que hacer, al menos en la teoría, pues, aunque llevaba años navegando pocas veces había mostrado interés alguno en la ingeniería que hacía moverse a la embarcación. Probablemente de encontrarse con esta situación en alta mar, rodeados de agua, la situación hubiese sido radicalmente diferente para él, quien habría tratado de encontrar refugio en la esquina más oscura debido a su racional fobia.
 
Como había hecho multitud de ocasiones previamente, comenzó a fingir que sabía lo que estaba haciendo, tirando de alguna cuerda aleatoriamente, atando y fijando cabos sin ningún tipo de criterio, tratando de mantener el frenético ritmo de la tripulación. Aquel no era su mundo, por mucho que tratase de engañarse a sí mismo y al resto de la tripulación. Un fuerte estruendo seguido de las preocupantes órdenes de Balagus llamó su atención, haciendo que desviase la atención de sus tareas momentáneamente para observar una embarcación adyacente que parecía que iba a correr la peor de las suertes. Aquel ejemplo le sirvió para tomarse más en serio su trabajo, no por él, sino por lo que estaban a bordo del Hope. El problema era que no sabía cómo hacerlo.
 
La tormenta, lejos de amainar, rugía con más furia por momentos. La oscuridad parecía haber engullido el barco, tan solo iluminado brevemente por los fugaces y cercanos relámpagos que amenazaban con poner fin a su travesía, mientras el gigantesco pulpo luchaba con todas sus fuerzas por capear el temporal. Algunos tablones salieron despedidos con violencia, golpeando caóticamente diferentes partes del Hope hasta finalmente desaparecer en el abisto. El cargamento que pudiese haber sobre la cubierta podía darse por perdido.
 
- Todavía no… - se dijo a sí mismo con dificultad mientras alcanzaba una cuerda floja que había abandonado su raíl, tratando de asegurarla a un cabo cercano.
 
De repente, un azulado y espeso líquido, eclipsado por la incesante lluvia, salpicó su rostro cuando uno de los apéndices del colosal ser encargado de mantenerles a flote finalmente había cedido, desgarrándolo. El barco se desniveló levemente, haciéndole caer y deslizarse rápidamente hasta un lateral de proa, donde se frenó usando uno de los pocos barriles que quedaban fijo como apoyo para su talón.
 
El frío comenzaba a penetrar su piel. La ropa había pasado de ser algo necesario a un completo inconveniente, pero no tenía tiempo de deshacerse de ella, no si quería que tanto él como el barco y su tripulación sobreviviese. Con una dificultad casi paralizante se puso en pie, apoyando una mano sobre cubierta y observando los erráticos movimientos que el descenso había ocasionado.
 
- Ahora…
 
Con el semblante serio, desafiante incluso, se encaró al vacío. Respiró profundamente una sola vez y comenzó a subir con gran esfuerzo los brazos lentamente mientras espiraba poco a poco el gélido aire de sus pulmones, quemándole la garganta y la boca. Aquello contra lo que luchaba era mucho más grande, mucho más violento y mucho más peligroso que cualquier entrenamiento que hubiese tenido oportunidad de realizar. Pero no estaba dispuesto a dejar que el trabajo de sus compañeros, los sacrificios y las aventuras vividas y las que quedaban por vivir llegasen a su punto final. No cuando una magia ancestral que tantos años le había costado conseguir recorría sus venas, potenciando sus efectos por la propia adrenalina. A ojos ajenos parecía que Dharkel había perdido el último atisbo de cordura que le quedaba. No obstante, se encontraba “solo”, luchando contra la tempestad en un afán casi irracional de mantener el navío estable y relativamente a salvo. Pequeños hilos de sangre comenzaron a brotar de sus manos y labios. Pero no estaba dispuesto a ceder, por lo que ignoró las frías punzadas de dolor hasta que finalmente el Hope tocó el agua del North Blue con relativa suavidad.

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Cayó sobre una rodilla, permitiéndose respirar mientras trataba de cubrir sus ensangrentadas manos entre las ropas, tratando inútilmente de calentarlas. Volvió a girarse hacia sus compañeros, esta vez con una fingida mueca burlona.
 
- Parece que tenía razón y tendremos provisiones para un tiempo. – Jadeante señaló con la mirada los tentáculos desgarrados que permanecían pegados a la embarcación.
 
Momentos más tardes, los preciados rayos solares comenzaron a irrumpir en la densa oscuridad como un faro que prometía alivio a los cansados, dejando ver los entresijos de la destrucción que la tormenta había ocasionado, así como la falta de navíos. Deslizó un cigarro sobre sus labios, pero no tardó en escupirlo con decepción al darse cuenta de que estaba completamente mojando, haciéndolo inservible. El espadachín se dejó caer boja arriba sobre la húmeda cubierta, preguntándose si habría sido obra de la tempestad y, dejando que el gran astro sanara sus heridas.
 
Resumen
#98
Shy
"Shy"
Los siguientes instantes transcurrieron a una velocidad vertiginosa. Shy no podría haber jurado si aquel desastre duró segundos, minutos, u horas. La sucesión de eventos y acciones que les habían llevado a la situación actual era confusa, pero Shy recordó el caos, los codazos, los gritos, la botella de vino de Illyasbabel volando por los aires, los gemidos del molusco, un camarero cayéndose de espaldas y derramando la comanda; pero, sobre todo, la estructura de madera, ahora libre del pulpo que la mantenía ingrávida, cayendo en barrena sobre la costa de una isla desconocida. Se acabó, es definitivo. Lo de volar, para mí, ya ha perdido la gracia. Que sea otro idiota el que cae en una oferta de estas.

El cazador se halló tumbado en la arena negra de la costa. Vislumbró, con pesados parpadeos, la embarcación que antes surcaba los cielos orgullosa estrellada contra los restos de un embarcadero de madera. Miró en todas direcciones mientras se incorporaba. Gente por todas partes, mostrando emociones que variaban entre el fastidio y el sufrimiento. Algunos también se revolcaban por la arena. Otros chapoteaban en el mar, esperando a que una barca los recogiera -Shy agradeció no ser uno de ellos-. Un pobre desgraciado había llegado al lugar donde había aterrizado el navío antes que este, y un brazo asomaba penosamente bajo el maltrecho amasijo de madera que antaño habían sido el barco y el embarcadero.

Shy se puso en pie y se comprobó las distintas partes de su cuerpo. Nada roto ni sangrando, de milagro. ¿Le habría bajado Illyasbabel, usando sus alas? ¿Habría utilizado una de sus puertas en la confusión y habría perdido el conocimiento inmediatamente después? ¿Se había dado un golpetazo leve? Desde luego, el cuerpo le dolía, pero bastante menos de lo que correspondía. En fin, no tenía sentido seguir dándole vueltas. Por suerte o por desgracia, seguía vivo. Shy se tomó su tiempo para sacudirse la arena del kimono. Era una prenda de demasiada calidad como para permitir que el polvo y el salitre la arruinara. Aunque, por si la cosa se torcía, había traído en su hatillo consigo el traje acolchado que había diseñado.

Puso los brazos en jarras, examinando el desastre. Desde luego, me sé de una cierta agencia de viajes que se va a llevar una sanción administrativa del copón. Los náufragos parecían estar recomponiéndose poco a poco. Menos el que estaba debajo del barco, claro. Ese se iba a quedar ahí. Y, sin embargo, para tanta zambomba y pandereta que había sonado en aquel accidentado aterrizaje, no parecían haber incitado la curiosidad de los habitantes de la ciudad frente al puerto. Ni un alma se había interesado por la ensordecedora percusión de aquel desastre. Vamos, que por no haber, no había ni mozos de carga en aquella explanada. Todo estaba desierto, y un silencio sepulcral ofuscaba todos los sonidos del lugar, desde el vaivén de las olas hasta los quejidos lastimeros de los tripulantes de las barcazas. La ausencia de ruido era asfixiante.

Pero no para Shy. Para Shy, aquel lugar -en especial, comparado con Tequila Wolf- era lo más parecido al paraíso que había encontrado en los Blues. Casi deseaba que Illyasbabel también hubiera perecido, para que sus chistes malos no rompieran la acogedora calma de aquel lugar. Casi. Shy se encogió de hombros, pues le tocaría ser un buen compañero y buscar a su alado camarada. Solo esperaba que estuviera en silencio un rato. 

Plazas vacías, y una ciudad donde el silencio era el idioma que se hablaba. ¿Podía Shy pedir algo más? Seguramente no. Suspirando con una cierta satisfacción -a pesar de la catástrofe- encaró la ciudad, listo para sumergirse en sus calles.
#99
Balagus
-
Personaje


Balagus corría de un lado a otro de la cubierta, sin detenerse, sin vacilar. El cruel e inclemente frío de la tormenta se colaba en su cuerpo como un espíritu resentido y vengativo, a pesar del ardor que embargaba sus músculos y tendones en constante tensión. Sus huesos temblaban y parecían estar siempre al borde del quiebre, al igual que su prieta mandíbula. Cada articulación le dolía tanto que llegaba a pensar en que se le explotarían por el esfuerzo. Y, sin embargo, siguió luchando contra la tormenta, incansable, imparable, impávido.

Una vez hubo vuelto a asegurar los cabos y anclajes de cubierta, regresó al palo mayor para ayudar a Nassor con los mástiles. Con su fuerza y su tamaño, trepó rápidamente, y aseguró las múltiples cuerdas que se habían empezado a soltar de nuevo en lo alto. El agua y el viento hicieron lo imposible por escurrírselas de entre los dedos, pero el guerrero oni estaba demasiado enfocado en su tarea como para ser derrotado por su enemigo: cada vez que una cuerda se le escapaba, volvía a aferrarla con fuerza en su mano y la intentaba anudar de nuevo.
 
- ¡¡BAJA, NASSOR!! – Vociferó para poder hacerse oír sobre la tormenta. - ¡¡AQUÍ ARRIBA CORRES PELIGRO!! ¡¡BAJA Y AYUDA A LOS DEMÁS A…!! A…

Una mirada de funesto terror, tan inusual en el gigantón, fue todo lo que su compañero necesitara para mirar en la misma dirección que el oni, y ver uno de los apéndices del pulpo empezando a ceder y a resquebrajarse. “A veces odio tener razón.”

- ¡¡BAJAMOS YA!! – Ordenó, tanto para Nassor como para sí mismo.
 
La madera empapada les brindó un descenso rápido y sin fricción, que Balagus finalizó con un salto hacia el herido tentáculo. Sin embargo, llegaba tarde: aunque perfectamente adherido al casco por sus ventosas, la piel y carne del pulpo no resistieron más, y se rasgaron con una explosión se sangre espesa y azulada que alcanzó al cercano Dharkel. Con un bramido de frustración, el oni se volteó, buscando el siguiente tentáculo más débil que pudiera quebrarse con mayor facilidad. En cuanto dio con él, se abalanzó sin dudar para abrazarlo y tratar de evitar la catástrofe.

- ¡¡NADIE SE ESCAQUEA DE SUS LABORES EN ESTE BARCO, PUTO ANIMAL DESPROPORCIONADO!! ¡¡NI SIQUIERA TÚ!! -

Sin embargo, y tal y como pudo comprobar de inmediato, su empeño era en vano: la sacudida resultante de perder uno de los tentáculos desestabilizó y debilitó los demás, desgarrándolos con mayor facilidad. La criatura no tardaría en abandonar su carga si perdía más de sus apéndices.
 
“Entonces es así como sobreviene el fin: caído desde el cielo, transportado por un pulpo gigante que flota por los cielos en vez de por las aguas. Maldita sea, suena mucho menos épico que ser devorado por un monstruo legendario, o atravesado por un centenar de espadas y lanzas…”

Con resignada aceptación, abandonó su intento de salvar el barco, justo a tiempo para pisar de nuevo la cubierta, pues varios tentáculos más decidieron desgarrase, y la criatura que los portaba abandonó, finalmente, su agarre, abandonándolos a la gravedad.
 
O, al menos, así pareció en un primer momento, pues la nave empezó a descender mucho, mucho más lentamente de lo que, en juicio de la experiencia de Balagus, debería haberlo hecho. En el otro extremo de cubierta, pudo ver a la única figura de pie allá abajo, a excepción, quizás, de su capitán, en el timón: Dharkel, que desafiaba a los crueles elementos con los brazos extendidos y pose orgullosa.
 
Y así, dejándolo tan estupefacto como orgulloso, el barco golpeó la superficie marina, no lo suficientemente fuerte como para causar daños, pero sí lo suficiente como para darles un buen meneo a todos. A todos, menos a Dharkel, que parecía haberlo esperado de antemano, y sólo hincó la rodilla por cansancio. El oni no tendría muchos conocimientos sobre el mundo, pero conocía a su compañero de tripulación y de aventuras lo suficiente como para hacerse un par de ideas de lo ocurrido entonces.

“Un acto milagroso… fobia irrefrenable al agua… Seguiré sin ser el clavo con más punta de este barco, pero se reconocer las señales cuando las veo.”

Con pasos aún temblorosos, avanzó hasta el hombre del día, y lo tomó con un brazo enorme por debajo de los de él, levantándolo sin problemas para acomodarle en un lugar más despejado.

- ¿Ves? Así me gusta verte: trabajando como el que más por esta tripulación. – Le reconoció con un leve tono de sorna que disfrazaba su orgullo y creciente respeto por él. – Aunque la próxima vez te agradecería que no te guardaras ese secreto para ti, ¿de acuerdo? Anda, ven: te voy a hacer mi mejor plato, sólo para ti, y sólo por esta vez. -

Tambaleándose por llevarlo a cuestas, lo portó hasta el castillo de popa, y lo sentó en un lugar soleado y seguro, pues conocía de sobra ya el influjo vigorizante que parecía tener el sol sobre él. Luego, se dirigió hacia las cocinas para comprobar cómo habían quedado las provisiones y enseres, no sin antes gritar unas cuantas órdenes más al resto de la tripulación, entre las que destacaban el traerle los pedazos de pulpo incrustados en el casco, y buscarle a Dharkel un cigarro seco.

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