Alguien dijo una vez...
Rajoy D. Mariano
"Es el Gorosei el que elige al Moderador, y es el Moderador el que quiere que sean los Gorosei el Moderador"
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
Silver D. Syxel
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Skjoldheim, North Blue
Día 3, Invierno del año 724

El Hope descendía lentamente, pero el caos a bordo seguía siendo ensordecedor. El timón, ahora casi inservible, ofrecía poca resistencia bajo las manos de Silver, quien mantenía los ojos fijos en el horizonte, o lo que quedaba de él. Cada crujido de la madera, cada nuevo desgarro en los tentáculos del pulpo, resonaba como un presagio. No había tiempo para pensar en qué harían después; lo único que importaba era sobrevivir al impacto.

Un relámpago iluminó brevemente la cubierta, revelando a Dharkel, de pie contra la tormenta, con sus brazos extendidos como si estuviera luchando directamente contra el temporal. El capitán entrecerró los ojos, incrédulo al principio, hasta que el barco comenzó a estabilizarse de forma antinatural.

¿Qué diablos está haciendo? —masculló entre dientes, aferrándose al timón para evitar ser lanzado por la cubierta mientras el Hope finalmente tocaba agua con un golpe que, aunque brusco, no fue catastrófico.

El alivio fue inmediato, pero breve. Syxel dejó escapar un suspiro pesado, con el aire helado de la tormenta aún quemando sus pulmones, antes de girarse hacia el resto de la tripulación. Sus ojos captaron el estado deplorable del barco, los tablones astillados y los restos de los tentáculso que aún colgaban de la borda.

¡Nassor, revisa el daño y asegura lo que puedas! ¡Dawel, inventario de provisiones y suministros! —ordenó con la voz marcada por el esfuerzo.

Avanzó hacia la figura de Dharkel, ahora descansando, con la ropa empapada y el rostro pálido, pero una mirada desafiante aún brillando en sus ojos. Silver no necesitaba preguntar; había visto lo suficiente para entender lo que había ocurrido.

Se inclinó ligeramente hacia él, con una mezcla de reconocimiento y una leve advertencia en la voz.

Buen trabajo, Dharkel. No voy a pedirte explicaciones ahora, pero me gustaría que charlemos en cuanto esto esté bajo control. Y gracias, nos has salvado de una buena.

Con un último vistazo a su tripulación, Syxel se dirigió hacia la proa, donde la tormenta comenzaba a disiparse, dejando ver una costa escarpada cubierta de nieve y hielo. Los fiordos profundos y las colinas de coníferas se alzaban como un recordatorio de que habían llegado North Blue.

El capitán se giró hacia su tripulación, ahora agotada pero aún en pie, enfrentándose a lo desconocido una vez más.

Parece que ahí está nuestro primer destino —dijo, señalando hacia la isla.

El Hope había sobrevivido a la tormenta, pero el verdadero desafío acababa de comenzar. Sentía una mezcla de alivio y determinación mientras daba la orden. Estaban en el North Blue. En su hogar. Pero ahora, más que nunca, era consciente de que ese mar frío y despiadado no les daría tregua.



Resumen
Alexander Bathory
Doc
La tormenta golpeaba con cada vez más fuerza mientras la lucha contra la tormenta se intensificaba, podía ver como los marinos se aferraban a las barandas, algunos siguiendo nuestro ejemplo y atándose a las estructuras para tener una oportunidad en caso de caer por la borda; pero fue tarde para algunos que perdieron el balance cayendo por la borda –Rápido!, Rápido!- casi vociferaba a los últimos civiles que entraban bajo las cubiertas de los barcos en las plataformas con la ayuda de panda mientras que por su parte cada tanto volteaba a ver a Jack quien parecía estar más acostumbrado a las tormentas “Marinero siempre será marinero” pensé de manera fugaz mientras comenzaba a avanzar a un grupo de marinos que luchaban por controlar una de las lonas de una vela
 
Pero desde aquella posición notaba como los demás pulpos estaban desapareciendo o separándose presas de la inclemencia del clima –Tenemos que descender!- exclame tratando de que uno de los marinos me escuchara –salgamos de la tormenta o esto se destrozara!- quizá fue suerte o gracia divina pero quien comandaba aquel pulpo pareció pensar lo mismo que yo haciendo que empezáramos a perder altura cuando una corriente de aire me golpeo con la misma intensidad que una ola haciéndome perder el balance mientras me aferraba a una baranda antes de saliéramos del mar de nubes, permitiéndonos ver de nuevo el Blue, no, este era el North Blue
 
Pero ese no era el momento para ello –Panda, Jack que tal están?- pregunte de nuevo en un tono más normal mientras el estruendo de la tormenta empezaba a desaparecer detrás de nosotros, a la par más de uno de los grupos de los marinos celebraban o contaban a sus compañeros para estimar las perdidas, otros revisaban aun las estructuras; en ese momento un ligero olor a sangre llego a mi nariz haciéndome que mirara a mi alrededor antes de que notara como algunos de los tentáculos del pulpo sangraban herido por la tormenta y el movimiento de la estructura sujeto al mismo –pobre animal- comente con pesar sabiendo que él no había pedido esto
 
Conforme comenzábamos a descender pude notar algo en el mar, una enorme embarcación que podía reconocer de algunas fotos e historias del East –esos bastardos, cruzaron sin problemas- dije con calma reconociendo el Baratie, según parecía realizaríamos un aterrizaje junto al mismo, sería una buena oportunidad para reabastecernos y revisar la situación antes de ir a una isla –parece que llegaremos al Baratie, esos viejos piratas lograron llegar mejor que nosotros al north blue-
 
En el momento que el pulpo toco el agua el mismo empezó a desinflarse mientras la plataforma quedaba a flote permitiéndole a los barcos salir de nuevo a la mar –vaya viaje- dije con calma rascándome la nuca –porque no vamos por un trago yo invito la primera ronda- en ese instante alce mi mano apuntando al baratie –además tenemos que familiarizarnos con el Kek antes de salir realmente a la mar así que podremos quedarnos anclados unos días en el Baratie- ademas de ello igualmente deseaba revisar a los otros viajeros y a aquel pulpo por posibles heridas graves en las tormentas
Raiga Gin Ebra
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Raiga seguía aferrado al mástil cuando el barco finalmente se estabilizó en el agua, como si su vida dependiera de ello. La tormenta había sido un infierno, un caos tan apabullante que ni en sus peores pesadillas habría imaginado. Con la luz tenue del sol filtrándose tímidamente entre las nubes desgarradas, el mink finalmente reunió el valor para soltar el mástil. Sus patas temblaban mientras se lamía la pata, fruto del nerviosismo que aún tenía en su interior.

—¡Lo sabía! ¡Este es el peor día de mi vida! —gritó, aunque su voz se quebró por el agotamiento y la garganta seca. Su cuerpo entero dolía, y la humedad del agua salada mezclada con la lluvia helada le calaba hasta los huesos, dejando que el frío se mantuviese en el cuerpo del zorro y no saliese de allí. Su cola, empapada, era un lastre que se arrastraba detrás de él, como si fuera recordándole todo el trayecto lo que había vivido y sufrido.

Con pasos torpes y desiguales, comenzó a caminar hacia la borda. Tenía que asegurarse de que, efectivamente, no estaba muerto. Pero en cuanto intentó subir la pequeña escalinata que conducía al interior del barco, una ola de náuseas le golpeó como una bofetada.

—Oh, no… no, no… —murmuró, llevando una mano a su boca mientras sus ojos se abrían de par en par. Era un desastre esperando a suceder.

Sin pensar, Raiga salió disparado hacia el interior del barco, tropezando con un tablón suelto que casi lo hizo volar por los aires. El suelo mojado y resbaladizo no ayudaba, y antes de que pudiera reaccionar, su pie trasero se enganchó en una cuerda suelta.

—¡AAAAH! —su grito resonó por toda la cubierta mientras su cuerpo caía al suelo con un golpe seco. Su rodilla chocó contra la madera con una fuerza que lo hizo ver estrellas.

—¡Maldito barco de mierda! —chilló, rodando sobre su costado mientras se sujetaba la pierna. La piel de su rodilla estaba raspada, y pequeñas gotas de sangre empezaron a mezclarse con el agua salada que ya empapaba el suelo.

Pero no podía quedarse ahí. El mareo volvía con fuerza, y su estómago amenazaba con rebelarse de nuevo. A pesar del dolor, se puso de pie y siguió su camino, cojeando y soltando maldiciones envueltas en evidentes ataques a los pulpos por el pasillo hasta que finalmente encontró la puerta del baño.

Empujó la puerta con desesperación y prácticamente se lanzó al lavabo más cercano. El vómito llegó antes de que pudiera respirar, saliendo en un torrente que resonó en el pequeño espacio. Los sonidos desagradables de su estómago traicionándolo llenaron el cuarto, pero Raiga apenas podía preocuparse por la vergüenza en ese momento.

—Joder… —murmuró entre arcadas, apoyando la frente contra el frío borde del lavabo mientras su cuerpo se sacudía con espasmos.

Fueron varios minutos de pura agonía. Cada vez que creía haber terminado, una nueva ola de náuseas lo obligaba a doblarse de nuevo. Finalmente, cuando ya no quedaba nada dentro de él, se dejó caer al suelo, agotado y temblando como una hoja.

Se arrastró hacia la ducha y abrió la puerta, dejando que su cuerpo se deslizara sobre las frías baldosas. Era incómodo y helado, pero al menos no se movía como el barco.

—¿Por qué hago esto? —se preguntó, mirando el techo con los ojos entrecerrados— ¿Por qué no puedo simplemente quedarme en una isla tranquila? Maldito el día en que decidí subirme a ese pulpo del infierno.

Cerró los ojos por un momento, permitiéndose un breve respiro mientras el frío lo mantenía despierto. La tormenta había pasado, pero sus efectos seguían presentes en cada músculo adolorido y en cada pensamiento caótico.

Con gran esfuerzo, Raiga se levantó del suelo y se tambaleó hacia la puerta. Su rodilla herida protestaba con cada paso, pero el mink estaba demasiado cansado para prestarle atención. Su único objetivo ahora era llegar a su cama y enterrarse bajo las mantas hasta que el mundo decidiera ser un lugar menos hostil.

Cuando finalmente llegó a su camarote, se dejó caer sobre la cama como si hubiera corrido un maratón. Las mantas estaban frías, pero aun así, envolvieron su pequeño cuerpo tembloroso como un refugio.

—Pulpo de mierda… —murmuró, enterrando la cara en la almohada— Si vuelvo a ver otro, lo frío. ¡Lo frío con mis propias manos!

Cada palabra era un susurro cargado de rabia infantil. La tormenta había sido un monstruo, pero para Raiga, el verdadero villano era ese enorme pulpo que había tenido la osadía de llevarles por los cielos en medio de semejante desastre.

—Y la tormenta… —continuó, apretando los dientes— Seguro que estaba en mi contra. No puede ser que sea tan mala suerte. ¡No puede ser!

Finalmente, su cuerpo, agotado y lleno de dolor, se rindió. Los párpados le pesaban más que nunca, y antes de darse cuenta, el sueño lo reclamó, dejando que la calma del océano lo envolviera en un descanso merecido, aunque lleno de sueños inquietos sobre pulpos y tormentas.
Octojin
El terror blanco
El barco de Octojin se balanceaba pesadamente sobre las aguas agitadas tras el brutal aterrizaje. La tormenta había hecho estragos no solo en las almas de la tripulación, sino también en la estructura del navío. Por primera vez desde que empezó el viaje, el gyojin sintió una mezcla de alivio y agotamiento. Habían sobrevivido, pero a un costo que aún no podían calcular del todo.  ¿Por qué se habían complicado tanto? La marina podía cruzar mares con bastante facilidad, pero se habían metido en un jaleo sin mucho sentido solo por llevar a cabo una misión que podría haber sido de otra manera... Sin duda el tiburón pondría en el informe sus pensamientos sobre le proceder de la misión.

El cielo comenzaba a despejarse lentamente, y las primeras luces del amanecer iluminaban un panorama de destrucción que, francamente, el escualo odiaba. Y es que... ¿Qué era peor para un carpintero que un barco visiblemente fragmentado?. Las maderas crujían bajo los pies de Octojin mientras inspeccionaba la cubierta, observando las tablillas astilladas y las cuerdas destrozadas. El mascarón de proa, que había logrado resistir casi todo el trayecto, ahora lucía una grieta que lo atravesaba de lado a lado. Un panorama que necesitaba manos por todos lados, y tiempo. Sobre todo tiempo, algo de lo que no iba muy sobrante el habitante del mar.

—Qué desastre… —murmuró para sí mismo mientras pasaba los dedos por la grieta del mascarón. 

A pesar de la fatiga, Octojin no podía quedarse quieto. Tomó las herramientas que había preparado con antelación y empezó a trabajar en las reparaciones. Cada golpe de martillo resonaba como un eco de la tormenta, mientras las manos del escualo se movían con rapidez y precisión. Reparó primero las áreas críticas: las tablas rotas del casco, los enganches de las velas y las protecciones del timón. 

Si este barco va a navegar de nuevo, más vale que esté en su mejor estado

Mientras trabajaba, su mirada se desvió hacia la costa que se aproximaba. La isla cercana se alzaba imponente ante ellos. A medida que se acercaban, los detalles de la ciudad se hacían más claros: un enorme puerto repleto de embarcaciones, murallas que rodeaban una ciudadela, y edificios que parecían respirar historia y tradición. Aunque el paisaje era hermoso, lo que más llamó la atención de Octojin fue la cantidad de barcos amarrados. Era como si toda la actividad marítima del North Blue se concentrara en ese puerto. 

Esto es mucho más grande de lo que esperaba

El viento helado del North Blue le atravesaba la piel, pero no era algo que le molestara realmente. Estaba acostumbrado al frío del mar profundo, aunque este aire gélido tenía una mordida diferente, como si trajera consigo promesas de desafíos aún mayores. 

Finalmente, tras horas de esfuerzo, el barco parecía estar en un estado aceptable. No estaba perfecto, pero al menos ya no amenazaba con desmoronarse al menor movimiento. Octojin se dejó caer sobre un montón de cuerdas, limpiándose el sudor de la frente mientras observaba el puerto que ahora estaba mucho más cerca. 

—Vaya vaya… veamos qué tienes para nosotros —dijo en voz baja, dejando escapar un suspiro pesado. 

El puerto estaba abarrotado de actividad. Incluso desde la cubierta, podía ver a las autoridades locales organizando a los recién llegados y ciudadanos curiosos reuniéndose para observar las embarcaciones que llegaban tras la tormenta. A pesar del caos que había vivido, Octojin sintió una punzada de emoción. Habían llegado al North Blue, y una nueva aventura les esperaba. 

Antes de moverse hacia la pasarela para desembarcar, decidió aprovechar un momento para descansar. Se tumbó en la cubierta, con las manos detrás de la cabeza, mirando el cielo que ahora mostraba pequeños fragmentos de azul entre las nubes grises. Sus pensamientos divagaron hacia las posibilidades que les aguardaban en esta nueva isla y cómo Camille, Alex y los demás llevarían a cabo la misión a la que habían sido destinados. 

¿Qué peligros encontrarían en esta nueva tierra? ¿Sería este el punto de partida para algo más grande?  ¿Estarían mucho tiempo? ¿Habrían llegado muchos pulpos a esta isla?

Mientras esperaba a que Camille y Alex se reunieran con él, una sonrisa se dibujó en su rostro. A pesar de las adversidades, estaba preparado para enfrentarse a lo que viniera. Este era solo el comienzo, y como siempre, Octojin daría lo mejor de sí para cumplir con su deber y proteger a quienes estaban a su lado. 

Los pasos de alguien acercándose lo hicieron girar la cabeza hacia la entrada de la cubierta. Era hora de moverse, así que se reincorporó lentamente, listo para lo que esa isla tenía preparado para ellos.
Horus
El Sol
El temporal era infernal, como si me encontrara en el mismísimo fin del mundo. Las corrientes de viento eran violentas y feroces, hacían mover las nubes de tormenta como si fueran corrientes oceánicas vivas alrededor del navío. La oscuridad era plena; la única muestra de luz surgía de los destellos que aparecían de todas las direcciones, provocados por los relámpagos que recorrían la tormenta que nos sacudía de forma descontrolada. La única garantía que teníamos de que seguíamos boca arriba era la erguida posición del pulpo gigante; si esto hubiera ocurrido en el océano, es más que probable que el barco ya hubiera volcado y estuviera hundiéndose en las profundidades, con todos los presentes siendo arrastrados por las corrientes hasta el abismo. Las propias nubes se movían como el océano mismo, pero envolviéndonos completamente como una esfera.

— ¡Maldición, no podemos tomar el control del navío! — intentaba sujetar una de las cuerdas que servían para orientar las velas, junto a varios marineros — ¡Vamos, chicos, tenemos que enderezar el vuelo! — me esforzaba con todas mis fuerzas.

Pero la hora de la devastación había llegado. Las ráfagas huracanadas rasgaron y rompieron por completo las velas, haciendo volar a jirones los trozos de tela como si fueran las esperanzas quebradas de todos los presentes en cubierta. Desde ese momento, el globo pasó a ir completamente sin control; no había forma de orientarlo. Era imposible ayudar al pulpo a tomar una corriente de aire propicia que nos ayudara a salir de aquella catástrofe aérea. Sencillamente, las esperanzas se habían perdido y ahora estábamos a merced del viento.

— ¡Sin las velas no tenemos forma de controlar el barco, no hay nada que podamos hacer, hay que cubrirse! — me gritaría Anaka, aferrada como podía al mástil.

— ¡Maldición, estábamos cerca! ¿Pero acaso hay algún lugar seguro? — no sabía bien qué hacer.

Ya no había nada que un navegante pudiera hacer para controlar el barco; era una nave volando que estaba a merced del viento, sin algún tipo de motor que impulsara la embarcación o un control sobre las velas para poder guiarlas hacia una dirección correcta. Era imposible. Y ahora las turbulencias estaban siendo mucho más descontroladas que nunca; el pulpo, ahora sin ningún soporte, no tenía forma de guiarlos lejos de las corrientes más bruscas y violentas. Hasta el imponente titán octópodo estaba comenzando a ceder ante las agitaciones y los movimientos descontrolados; no podíamos ayudarlo.

— Chicos, no hay nada que hacer, venid conmigo — dije a mis tres nakamas.

Simplemente llevé a Isis, Anubis y Anaka hacia mí, tirando de la cuerda que nos había atado entre nosotros. Ante esta situación, veía pocas opciones; en cualquier momento, el pulpo soltaría la embarcación. Los movimientos alocados que las tormentas estaban causando claramente le estaban afectando y estaban a nada de hacerlo ceder. Si el octópodo marcado con un 1 cedía, todo estaría perdido; el barco se precipitaría al océano y, según las circunstancias, sería una trampa mortal. Los miembros de la tripulación ya estaban abandonando la esperanza y simplemente buscaban refugio, tratando de ponerse a cubierto de cualquier manera, en una situación desesperada. Pero yo no podía dudar; mis amigos confiaron en mí para hacer este viaje, no podía permitir que les pasara nada. Sus vidas estaban en mis manos.

Fue entonces cuando vi claro que la única forma de tener unas pocas más posibilidades de sobrevivir sería confiando una vez más en el pulpo gigante. A duras penas, con todo el viento en contra, logré avanzar con todos aferrándonos entre nosotros y no soltando el cabo hasta la barandilla. Con los movimientos de la barca tan agitados, era una locura contemplar los movimientos y el balanceo desde el borde; por momentos, era como si el mínimo movimiento nos tuviera que lanzar por los aires. Pero mi objetivo estaba claro: aferrar el cabo que nos tenía atados a los cuatro a una de las grandes patas del pulpo.

— ¡Anaka, toma a Anubis y sujétalo bien! Yo tomaré a Isis, ¡afiancémonos a su tentáculo! — la tensión se notaba en el ambiente.

Una vez logré aferrar el extremo del cabo al pulpo, separé el mismo del barco para dejar de estar atados a este. Confiaba en que, si el pulpo cedía, el barco se desplomaría de una forma muy brusca, mientras que, al liberarse del barco, el pulpo descendería de una forma más suave por el aire que llevaba dentro. Terminé de atarnos entre nosotros alrededor de su pata, incluyendo a los dos animales, aunque estos los teníamos que tener un poco sujetos al mismo tiempo que nos abrazábamos como podíamos con todas nuestras fuerzas.

Finalmente, la hora de la lamentación llegó. El pulpo alcanzó el límite de sus fuerzas y la violenta tormenta obligó al animal a tomar una decisión: desprender el barco de sus tentáculos o dejar que fuera la tormenta quien desgarrara sus patas y lo hiciera soltar de todos modos. El pulpo liberó la carga; el navío se precipitó hacia el vacío, quedando en manos del destino y sus tripulantes, aferrados a rezar todo lo que supieran. No había más opciones para ellos que rezar con una no tan elevada caída en el mar; si caían en tierra, sin duda las posibilidades de supervivencia serían cero.

— ¡Anaka, intenta pedirle ayuda al pulpo y sujétate fuerte! — le pediría a la sirena, algo desesperado.

— ¡Pulpo, por favor, sujétanos, ayúdanos! — suplicaría Anaka.

Las sirenas tenían la facultad especial de poder hablar con los animales marinos y comunicarse con ellos. Era nuestra única esperanza de lograr aterrizar medianamente a salvo con el octópodo. Este rodeó su tentáculo alrededor de nosotros, al igual que nosotros nos aferrábamos a él. Su vuelo, ahora sin el barco, era más descontrolado que nunca, cosa normal porque se había liberado del peso excesivo; ahora era literalmente como un globo de aire suelto en un huracán. Sin embargo, su descenso ahora sería mucho más suave y leve, puesto que con el aire que podía contener dentro, tenía asegurada una caída suave.

No logro recordar muy bien cómo se desarrolló todo tras las últimas turbulencias del pulpo. Algún golpe me dejó confuso en medio de la conmoción y, de todas formas, ya estaba al límite de mis fuerzas. Llevaba un buen rato intentando ayudar a todo el mundo en cubierta y luchando contra las fuerzas de la naturaleza que estaban en mi contra. Solo recuerdo que el mundo giraba tan frenéticamente que no pude distinguir qué era arriba y qué era abajo. Luego desperté en una playa.

— ¿Do... Dónde estamos? — diría, confuso.

Recuperaba la visión poco a poco y analizaba mis alrededores, contemplando lo que quedó tras la tragedia aérea. Por suerte, pude encontrar a todos mis compañeros atados aún al mismo cabo con que nos aferré. Aunque estábamos algo dispersos, nos soltamos de la pata del pulpo, aunque puede ser que nos hubiéramos escurrido de ella. El gran octópodo estaba abatido cerca de nosotros.

— Chicos, por favor, responded — tambaleándome, iría moviéndome entre ellos comprobando su estado.

— Graaaa... — Isis parecía recomponerse, aunque necesitaría un tiempo para secar su plumaje.

— Llevo un rato despierta, pero me sentía muy mareada y prefería no moverme — Anaka se iría levantando poco a poco con mi ayuda.

— Auuuu... — Anubis tuvo que escupir un poco de agua para poder despertarse, pero lo logró.

Con unos minutos de descanso, pudimos recomponer nuestras mentes. Aunque estábamos exhaustos, no sabíamos dónde estábamos y físicamente tardaríamos en recuperarnos. Pero había alguien más que necesitaba ayuda, al menos desde mi punto de vista. El pulpo estaba también derribado en esa playa a nuestro lado; no se movía, así que podía ser que estuviera herido. La realidad es que se había desinflado totalmente y se había encogido un poco incluso. Casi no parecía el mismo animal que nos había elevado por los cielos hace unas horas.

— Anaka, sé que ninguno somos médicos, pero ayúdame a ver si el pulpo está bien. Nos ayudó a llegar hasta aquí vivos y quiero asegurarme de que está bien — le diría a mi compañera.

Entre los dos nos aseguramos de que el pulpo aún estaba vivo y se movía. Aunque le tomó un rato, sin duda era quien más había sufrido en la tormenta y quien se había llevado la peor parte. Era muy probable que si las palabras y los gritos de auxilio que Anaka fue recitando mientras volvíamos sin control hubieran calado en él, nos hubiera protegido de la tormenta y el impacto. Ahora era nuestro turno de ayudarlo.

Resumen
Illyasbabel
cuervo de tiburón
Rubek, La Isla del Silencio


El pulpo cinco tuvo una caída épica sobre las costas de Rubek, a su suerte, el impulso y velocidad de la nave pudo mitigarse en la costa para luego continuar hacía la arena y terminar de impactar, la mayoría salieron volando. Desde la posición en la que estaba, rodeado de cuerdas  e intentando sujetar a unos cuantos, salió volando por los aires hasta quedar incrustado en la arena. La estrategia no había salido como lo pensaba pero al menos habían conseguido continuar con sus vidas. Allí, en una extraña isla del North Blue, con su nave destrozada y taparrabos descuidados, el viejo cuervo sacudía sus prendas para intentar desligarse de la arena que se infiltraba por todos lados. Illyasbabel peino su alocada caballera y se puso a buscar su sombrero de paja y a pitar un cigarrillo, mientras andaba reconoció a lo lejos a uno de  de sus compañeros, Shy se presentaba a pocos metros de los restos de la nave e Illyasbabel no dudó en acercársele, - He! He! no me esperaba menos de usted! - alegre y entusiasta lo saludo una vez más. - Supongo que hemos llegado... - 

 Illyasbabel luego de ciertos reparos notó la extraña sensación que poco a poco se cernía sobre sus sentidos, un silencio abisal que viciaba el aire y reflejaba en ecos cualquier tipo de palabra emitida. Lo notó al hablar - Que extraño lugar es este... - dijo a su compañero, mientras caminaban en dirección a la ciudad. Sus palabras se desvanecían inmediatamente en la nada. Por alguna extraña razón nadie hablaba e Illyasbabel no lo comprendía, ¿Acaso sería magia maldita? pensó en su insensatez, realmente no le preocupaba en lo absoluto, sino al contrario, en ocasiones soltaba chistes brutos y malos para intentar animar a sus compañeros y el resto de la tripulación, - Vamos muchachos no se preocupen... Conseguiremos un lugar para descansar y luego ya resolveremos el viaje... - exclamó, intentado animar a los accidentados, mientras se introducían poco a poco en el interior de la ciudad.
Airgid Vanaidiam
Metalhead
El cielo se había vuelto un verdadero espectáculo de furia. Las nubes negras rugían con estruendos que parecían partir el cielo en dos, y la lluvia caía como un manto implacable, empapando cada centímetro del barco y, por supuesto, también de Airgid. Aunque trataba de mantener más secos a sus hijos, usando aquel enorme abrigo blanco que se había echado por encima, estaba claro que algo les acabaría mojando. El pulpo flotador intentaba hacer todo lo que estaba en sus tentáculos para poder llegar al mar en un aterrizaje que no fuera del todo forzoso, pero la tarea cada vez era más y más complicada.

A pesar de lo crítica que se había vuelto la situación, Gunnr y Herold parecían estar pasándoselo pipa en lugar de asustarse, como si aquellos temblores y sacudidas fueran obra de una atracción de feria en lugar de prácticamente un naufragio. Airgid notaba a Gunnr lo suficientemente segura en su espalda como para no tener que preocuparse demasiado, así que con un brazo se aseguró de sostener bien a Herold contra su pecho, mientras usaba el otro para aferrarse al barco. En un principio se preocupó, más por ellos que por sí misma, pero al ver con la diversión con la que se lo estaban tomando todo, decidió dejarse llevar, disfrutar de aquel momento de rebeldía de la naturaleza. Eso sí que era una buena entrada a todo un nuevo mar. Todos estaban fríos y empapados hasta los huesos, pero no les importaba en absoluto.

Airgid se tomó un momento para observar a sus compañeros en cubierta. Todos parecían cambiados, y eso que tampoco había pasado demasiado tiempo, y es que a veces era impresionante lo mucho que podía cambiarle la vida a alguien en apenas unos meses. A Ubben ahora le faltaba una de las piernas, después de haber aguantado todos sus estúpidos chistes, era como si el karma se hubiera cobrado su favor a un precio bastante más alto de lo que merecía en realidad. Entre toda la tempestad, escuchó el grito de Ragnheidr, y ella misma contestó. — ¡Tranquilo, te haré un descuento! — La verdad es que le emocionaba tener que crear otro implante nuevo, cada día tenía más claro que había encontrado su especialidad. Eso y las bombas, por supuesto.

Entonces ocurrió. Un relámpago iluminó el cielo, y un trueno resonó tan fuerte que Airgid sintió el eco retumbar en su propio cuerpo. El pulpo emitió un chillido desgarrador y, con un último esfuerzo desesperado, soltó al barco, comenzando a caer en caída libre. Airgid dejó salir un grito de sorpresa de su boca, a la vez que se aferraba con más fuerza a la barandilla, pero lo cierto es que enseguida empezó a reírse, como si estuviera completamente loca. A reírse y a celebrar la locura que estaban viviendo. Sus hijos al principio sintieron algo de pavor, pero al ver la reacción de su madre, se les contagió el buen humor, olvidando cualquier malestar. — ¡Allá vamos! — Vociferó con alegría, encantada de la vida.

El impacto contra el mar fue brutal, pero por suerte, el barco fue capaz de resistirlo sin problemas. No obstante, la propia marea estaba tremendamente embravecida, así que continuaron dando vueltas sin rumbo y sin poder controlar el rumbo del barco. Y finalmente, tras un rato de simplemente dejarse llevar por la corriente, el navió alcanzó la arena de una isla, quedándose encallado en la playa. La tormenta seguía cayendo, y no parecía querer parar en un momento cercano, así que Airgid tomó sus cosas y bajó del barco. — ¿Dónde estamos? — Preguntó al aire, sabiendo que nadie conocería la respuesta. Pero estarían cerca de averiguarlo.
Panda
JANAI
Una abismal tormenta, sacudia la embarcacion de los piratas de King, el barco y el pulmo se mecian con furia que si no fuera por las ataduras previas que realizaron, más de un panda habria salido volando por la borda. Aquello fue una buena oportunidad para hacer debutar aquel nuevo navio ya que la presion del viento y el agua, eran más de lo que cualquier barco normal podría soportar sin hacerse pedazos. Afortunadamente el mini submarino parecia estar hecho de metal duro y resistente, y aunque sufrio alguna que otra ligera rajadura, no fue nada grave que no pudiera reparar Jack más tarde.

El barco se sacudia incesantemente de un lado al otro, el pulpo gemia mientras decendia a una velocidad estrepitosa. Muchos marineros parecian desesperados en su tarea por sobrevivir. Por fortuna, muchos de aquellos valientes y serviciales hombres, fueron rescatados con ayuda del trio de piratas, gracias a la estrategia brillante del lobo. Panda tambien dio su mejor esfuerzo y su fuerza animal para que ningun ser perdiera la vida aquel día. Por desgracia, el pulpo que lo llevaba termino bastante mal y el barco termino precipitando nada más ni nada menos que sobre otro navio. El majestuoso Baratie, el famoso barco restaurante les abria sus puertas y el hambre de Panda no se hizo esperar, mientras olfateaba esa mezcla de olor a comida y sangre por el pulpo herido.

Alexander, entre tanto pregunto que tal estaban.
-Estoy bien, vivo por suerte, uff casi se me va el alma del cuerpo- Expreso panda con alivio.

Panda observo un instante a la colosal bestia que yasia ensangrentada sobre el barco.
-Buen trabajo Chico, lo haz hecho bien, ahora descansa- Dijo Panda sintiendo algo de lastima. 

-Uff eso estuvo realmente cerca! poco más y no la contabamos. Pero mira nada más que majestuoso mar en el que hemos arribado. Ohh y el Baratie, es la primera vez que lo veo! No pudimos tener mejor suerte, ya tengo ganas de un delicioso estofado de Bambu.- Decia panda mientras se babeaba.

Alexander se ofrecio a invitar la primera ronda.
-Adelante vamos, tengo un hambre que podria comer cualquier cosa jaja- 

-Oye Alex, despues hechale un ojo al pulpo, me da penita pobre, además si lo dejas asi lo haran takoyaki en poco tiempo...-
Sirius Herald
Eleos
Sentir la arena bajo mis botas después de tanto tiempo en el aire fue algo que nunca pensé que llegaría a agradecer de esa manera…. Aunque no era demasiado malo, ¿no?, Todavía me retumban los oídos un poco con el eco de aquella tormenta que por poco y  nos parte en dos; el rugir del viento y los crujidos del barco no se me iban de la cabeza. Pero aquí estamos al fin, en tierra, por lo que podía observar y por lo que sabía de mis conocimientos, debía de tratarse de la Isla Swallow, el legendario bastión de la Marina en el North Blue.

Casi sin darme cuenta, me encontraba ahora con el mar en calma a mi derecha y el inmenso cuerpo del pulpo volador a mi izquierda, respirando con dificultad después de semejante hazaña, en su último aliento, Le dedico un instante de silencio, como si mi respeto y gratitud pudieran ayudarlo a recuperarse. Durante el trayecto, tuve la oportunidad de estudiarlo a fondo (sus correas, la forma en que distribuye el aire a través de esos sacos que le permiten elevarse) pero ninguna teoría me preparó para ver cómo sus tentáculos se desgarraban frente a mis ojos durante la tormenta. Aquello… dolió. No soy alguien demasiado emocional, pero me toca ver sufrir a una criatura de esa magnitud.

-En serio… -musité, bajando la voz al contemplar las heridas-. Gracias por llevarnos hasta aquí, se nota que sois creaciones del artífice
 

Que los mares y los vientos se apiaden de estas pobres criaturas, cuyos cuerpos gigantes surcaron el cielo junto a nuestros sueños.
 
Majestuosos guardianes de un viaje impasible, entregaron su fuerza y su gracia por sostenernos en lo alto, desafiando la tormenta y el estruendo del rayo.
Hoy. Ante sus tentáculos fatigados, ojos cansados y cuerpos sin vida, albergamos una gratitud infinita y un anhelo de paz, pues su sacrificio no será olvidado, Ni en los anales de nuestra historia ni en nuestros corazones.
 
Gracias, colosos del aire y del mar, podéis descansar sabiendo que honramos vuestro coraje, que el cantar de las olas os sirva de arrullo y la brisa salada del North blue acaricie vuestras heridas.
 
Por vuestro legado que vivirá en cada nube que sobrevolemos en el futuro, en cada horizonte que nos atrevamos a conquistar.
Y que el artífice os tenga en su regazo, pues el engranaje del mundo a de seguir girando.

Juntaría mis manos en el rezo hasta que escuché la voz de Arthur llamándome, teníamos que seguir caminando, la base nos esperaba al fin y al cabo
Rocket Raccoon
Rocket
Ahí estaba yo, un pequeño insensato convencido de que mi última ocurrencia era la mejor idea del mundo: subirme al colosal pulpo volador y tratar de maniobrarlo de alguna manera. ¿En qué momento se me cruzó semejante locura por la cabeza? ¿Por qué no opté por quedarme en mi confiable mini submarino, una obra maestra que construí con mis propias manos y cuya resistencia estaba comprobada? Pero no, la lógica había abandonado mi mente por completo, y ahora me encontraba aquí, encaramado en el lomo de un molusco gigante, mientras la adrenalina corría por mis venas como un torrente imparable.

No podía evitar recordar las advertencias de Cortana, la inteligencia artificial que siempre tenía algo que decir, especialmente cuando se trataba de prevenir mis impulsos más descabellados.

-Rocket, no lo hagas. Me parece que es una idea pésima. Las probabilidades de éxito son inferiores al diez por ciento- dijo, con ese tono sereno, pero ligeramente exasperado que usaba cuando sabía que no la escucharía.

¿La escuché? Claro que no. Algo en mí, quizás la emoción del momento o el simple deseo de desafiar las probabilidades, me impulsó a seguir adelante. El pulpo era un espectáculo en sí mismo, una masa gigantesca de tejido gelatinoso que parecía desafiar todas las leyes de la naturaleza. Caminé con cuidado extremo por el borde de una de las aletas laterales del molusco. La textura era resbaladiza y húmeda, y cada paso requería equilibrio absoluto y la máxima concentración. Agradecía, en parte, las habilidades que había desarrollado como uno de los ninjas más grandes de toda la historia. Si claro que sí, el puto Rocket iba a salvar el día, joder.

Mi objetivo era claro: llegar a lo más alto de su cabeza, esa enorme cúpula inflada que lo mantenía a flote, y... bueno, intentar "comunicarme" con él. Sí, eso mismo, así tal cual lo acabas de leer. Hablar con un pulpo gigante como si pudiera entenderme, como si existiera algún tipo de conexión entre nosotros que pudiera facilitar el control de su vuelo. Era bastante bueno comunicándome con animales, a fin de cuenta, casi casi soy como uno de ellos pues, a diferencia de un humano común y corriente. ¿Lobo también tendrá esta facilidad para comunicarse con los animales? Pensaba tonterías, mientras llegaba a lo más alto.

No estuve mucho tiempo ahí arriba, ya que el fuerte viento me impedía bastante poderme mantener en pie. Por lo que me regresé una vez note que no podía hacer lo que había pensado. Y era bastante obvio pues. Un mapache de un metro manejando a una criatura colosal, jaja. '¿Y si si?'...

-Rocket, no lo pienses...-
-Esta bieeen, está bien... joder eh. ¿Esto es tener una madre? Joder eh.-

Me comporté como un niño bueno y comencé a seguir las indicaciones de Cortana. Las cuales eran regresar al interior del ''The Peace'' y pues desde ahí, esperar lo mejor. Ya había ayudado lo suficiente ahí arriba, y había visto que los trabajadores sabían bien qué hacer en estas circunstancias.


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