Hay rumores sobre…
... que una banda pirata vegana, y otra de maestros pizzeros están enfrentados en el East Blue.
Tema cerrado 
[Aventura] [T2] Hormonas descontroladas
Raiga Gin Ebra
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La respuesta del público no se hace esperar. Por un breve instante, hay silencio, pero entonces empiezas a oír los primeros aplausos. Al principio, tímidos, como si la gente estuviera procesando lo que acaba de ver, pero pronto el sonido se convierte en una ovación rotunda. Algunos incluso se levantan de sus sillas, gritando y aplaudiendo como si estuvieran en la final del Grand Line Fest. Creo que es evidente que lo has petado, enhorabuena.

Algunos de los hombres más mayores, los típicos que probablemente no deberían emocionarse tanto a su edad, parecen estar lidiando con una ligera falta de aire o un repentino golpe de calor. Pero oye, ellos sabían a lo que venían, ¿no? El telón empieza a descender lentamente, y los aplausos continúan incluso mientras desapareces del escenario.

Antes de que puedas levantarte del suelo, el tipo que te ha estado acompañando todo este tiempo aparece, corriendo hacia ti con una sonrisa en la cara y aplaudiendo como si fueras la mejor cosa que ha visto en su vida.

—¡Increíble! —exclama, mientras te ayuda a ponerte de pie y te toma del brazo para llevarte de vuelta al camerino. 

—Así que era verdad eso de que estabas preparando algo nuevo —dice mientras camináis—. Pero jamás me imaginé que fuese algo así, tan movido y rebosante de vitalidad. Estábamos acostumbrados a unos números más... ya sabes, tranquilos. Pero en fin, que te has salido. La gente está encantada. 

Cuando llegas al camerino, te suelta con cuidado y se apoya en el marco de la puerta, cruzando los brazos con una expresión de satisfacción. 

—Ah, por cierto. Ahora tienes a gente esperando que les atiendas. Ya sé que no te gusta, pero lo tienes por contrato. Dejamos entrar a cuatro o cinco y listo. 

Sin darte tiempo para protestar, el tipo se marcha, dejándote en el camerino. Apenas unos segundos después, la puerta se abre de nuevo, y entra un hombre mayor con un bigote blanco perfectamente recortado y un sombrero formal que parece haber salido de otro siglo. Lleva un traje impecable, y a pesar de sus evidentes años, se mueve con sorprendente elegancia.

Cuando te ve, su rostro se ilumina con una sonrisa genuina. Se arrodilla ante ti, con cierto esfuerzo que delata su edad, y toma tu mano con delicadeza para besarla. 

—Eres increíble, Sheila. He intentado ir a todas tus funciones, y esto último que has hecho... reinventarte de esta manera... es extraordinario. Eres una leyenda de esto. 

El hombre parece emocionado, y antes de que puedas responder, saca una bolsa y te la entrega con cuidado. 

—Quiero darte un regalo. Es la herencia de mi familia, pero a mí ya me queda poco, y creo que tú la podrás aprovechar más. Te seguiré en el resto de actuaciones, Sheila. Te aprecio muchísimo. 

El anciano se despide con una leve inclinación de cabeza, limpiándose una lágrima que asoma en su mejilla, y abandona el camerino. ¿Qué coño acaba de pasar? ¿Te acaba de hacer un regalo? Si miras la bolsa que te ha dejado y la abres con curiosidad, encontrarás un pequeño cofre. Al abrirlo, verás una fruta de color morado con un aspecto... peculiar. La piel tiene remolinos grabados, y el olor que desprende es ligeramente dulce pero extraño. 

¿Acaso sabes qué es eso? Si las historias son ciertas, esa cosa puede cambiar tu vida por completo. Aunque no es muy apetecible, la tentación de comértela está ahí. Claro, también podrías venderla y ganar una fortuna, o guardarla como un trofeo. 

El camerino está en silencio, salvo por el leve zumbido de las luces del espejo. Ahora es tu momento de decidir. ¿Qué vas a hacer, Shaelia? ¿Te la comes, la guardas o buscas a alguien que te pueda decir más sobre ella? La decisión está en tus manos.

Bueno, todavía te queda más gente por atender... Justo en ese preciso momento, empiezan a aporrear la puerta. Lo siento, las estrellas tenéis esas cosas... Debéis aguantar a los fans.

Final!
#11
Shaelia D. Flamme
La Salamandra
Han f l i p a d o. Es normal, nunca antes han visto algo así en sus ridículas y humanas vidas, y aunque al principio están demasiado anonadados como para reaccionar, enseguida comienzan a aplaudir. ¡A aplaudirme! Alguno incluso se levanta del asiento. ¿A quienes estoy viendo ahí? ¿Esas son las viejas de antes? Han flipado, pero me saludan y parecen divertidas. Lo he conseguido, soy una estrella. ¡Mira, mama, me adoran! Una pena que estés muerta, pero espero que lo hayas disfrutado desde el infierno. Me entretengo saludando y agradeciendo a la peña, es el tío del camerino el que tiene que ayudarme a ponerme en pie mientras me arrastra de nuevo tras el telón, y de ahí al camerino.

El tío se desborda en halagos mientras caminamos, mientras me tomo ese momento para mí, para recuperar el aliento. — Sí, soy la mejor, lo sé. — Pero entonces cambio el tono, antes de llegar al camerino, antes de que se pire, soy yo la que le toma por los hombros. Me da igual que haya gente esperándome, tenía algo importante que decirle. — Tú, tú también lo vales. Pide un aumento, te lo mereces, saca unos cuantos berries de mi cuenta y te los quedas. Eres un tipazo. — Total, ese dinero no era mío, ¡já! Y el tío se había portado de diez. Espero que se compre algo bonito, que salga por ahí, que baile toda la noche y que se haya aprendido mi canción.

Finalmente se pira, dejándome en el camerino a solas. Una soledad que no dura demasiado, pues rápidamente la puerta se abre de nuevo antes de que sea capaz ni de quitarme los tacones. Esta vez se trata de un viejo canoso pero con cara entrañable. He de decir que por lo general no me simpatizan mucho los ancianos, pero bueno, era ya el tercero con el que trataba hoy, con la tontería. Parece elegante, eso sí, y lleva una sonrisa que brilla tanto que parece que vaya a dejarme ciega. Hasta me toma de la mano y la besa, se nota que es de la vieja escuela, eso me gusta. — Uno de esos espectáculos de una vez en la vida, ¿eh? — Le digo con complicidad. La Sheila de verdad en la vida será capaz ni se le ocurrirá hacer algo parecido a lo que acabo de hacer yo, así que sí, aquella ocasión era única. O... joder, ahora me siento tentada con matar a la tal Sheila esa y quitarle la identidad. Una segunda identidad secreta que solo sale de noche para actuar... nah, es demasiado complicado.

Pero no se queda ahí la cosa. El señor saca una bolsa y me la deja entre las manos. Dice que es un regalo, una herencia. ¿Es que le conozco de antes o algo? Igual Sheila es su... ¿nieta? Yo qué sé, pero bueno, ya que hemos llegado hasta aquí... — ¡No diga eso, abuelo! ¡Aún tiene cuerpo pa' dar guerra muchos años, ya verá! ¡Gracias! — Le despido con la mano mientras se va, una visita breve y con sorpresa, de las que me gustan a mí. Ahora sí, estoy sola. Lanzo un par de patadas al aire, quitándome los tacones que aterrizan por algún lado y me siento frente al tocador, dejando la bolsa en la mesita. Me muero de curiosidad, así que la abro. Un cofre. Lo abro también. Y... ¿qué es eso?

Parece una... fruta gorda. Y medio deforme. Puede que fuera el fruto de un árbol milenario de la familia del viejo. ¿Y si otorgaba una fuerza especial, una vitalidad nueva o renovada? Olía bien, como a chuche o a algodón de azúcar, y no tenía pinta de ser una verdura asquerosa, así que... no me lo pienso mucho más, también porque estoy hambrienta después del show, y me la zampo entera, de un solo bocado.

No os voy a mentir, eh, casi me dieron ganas de potarla nada más entrar por la garganta. — ¡Coño! — Estaba amarga de narices, ni dulce ni hostias, ¿qué acabo de comer? ¿Es peligroso? ¡Igual soy alérgica! Si no empiezo a ahogarme en minuto y medio es que estoy bien, va. Mmm. Empezaría a contar, pero no se contar tanto. No sé, todo ha sido rarísimo. Parece que no me va a causar un ataque de alergia, pero tampoco me siento... más fuerte, ni diferente. Igual solo era un detalle, y me había comido yo la cabeza con que debía ser algo especial. Me encojo de hombros, en fin.

Llaman a la puerta. — ¡Entrad, todos, a la vez! — El tío de antes dijo que eran cuatro o cinco, y sí, más o menos es esa cantidad la que entra al camerino. Me empiezo a cambiar delante de ellos sin pudor alguno. Mi ropa vieja y llena de mierda se quedó en la tienda, así que parece que tengo vía libre para ponerme el modelito que quiera, para llevarme otro de recuerdo, no sé, pero los accesorios me los quedo fijo. Entran tanto mujeres como hombres, que me miran pasmados mientras me pongo algo un poco más normal, más cómodo. — ¿Qué queréis, una firmita? Os la hago, dadme. — No sé escribir, já, así que en lugar de poner mi nombre -aunque más o menos, sé cómo se ve escrito-, les dibujo un garabato de mi cara, con cuernos, dientes de sierra y pelos en punta y alborotados. Parece que les gusta de todas formas. Me ha dado tiempo a arreglarme y vestirme, ponerme unas zapatillas y guardarme lo que quería conservar. — Va, pues arreando que es gerundio. Tengo que comer algo, que me muero de hambre. Pero... antes os voy a contar un secretito. — Los cinco esbozan sonrisillas nerviosas, viviendo un momento de complicidad con su ídola, algo único que nunca más volverán a repetir. — No soy Sheila, me confundieron en la fila con ella. ¡Jajá! Curioso, ¿no? Yo soy Shaelia, Shaelia D. Flamme. No olvidéis mi nombre, ¿eh? Pronto seré famosa y podréis contarle esto con vuestros colegas. ¡Chaíto! — He soltado la bomba, no podía guardármela más, alguien tenía que saberlo.

Salgo corriendo, antes de poder escuchar o ver sus reacciones, y huyo de la escena como la delincuente que realmente soy. Pero una con un talento que no habéis visto nunca antes, admitidlo.



Finale!
#12
Moderador y señor Pink
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Recompensas entregadas!
Raiga
  • Berries: 9650000 -> 10350000 (+700000)
  • Experiencia: 3123 -> 3208 (+85)
  • Nikas: 126 -> 140 (+14)
  • Cofres: CFR003

Shaelia
  • Berries: 1408000 -> 2408000 (+1000000)
  • Experiencia: 1059,2 -> 1119,2 (+60)
  • Nikas: 1 -> 11 (+10)
  • Reputación: +20
#13
Tema cerrado 


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