Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Aventura] [A-T1] Borrón y base nueva. [Jun y Timsy]
Gautama D. Lovecraft
-
Base G-23 de La Marina. Isla Kilombo.
Día 11 de Verano 724.


A la mañana siguiente, tras la noche del incidente, uno de los guardias de los calabozos pasarían celda por celda golpeando los barrotes de estas con los garrotes reglamentarios para su cargo. Emitía un silbido despreocupado y algo irritante, aunque él no lo supiera. El repiqueteo de la borra con el metal de las celdas iría despertando a eso de las dignas 08:00 de la mañana a todos los presos de ese momento. Sus pasos le conducirían hasta una de las celdas de las últimas personas arrestadas.

Se paró en frente de la número 24, en ella, la reclusa A-0238, dormía como si nada a pesar del tintineo y del vocerío que comenzaba a sentirse en aquel pasillo del calabozo. Los demás presos proliferaban los primeros insultos de la mañana, quizá los menos ingeniosos del día, así como ventosidades que no sacaron durante su descanso, y varios chorros de orina precipitándose contra el agua de sus respectivos retretes. Una verdadera sinfonía para vivir una experiencia inolvidable.

- Eh joven venga que no tengo todo el día... -

Le dijo a Jun para que se espabilase mientras abría su puerta, emitiendo un vulgar chirrido por la falta de aceite en las bisagras, que se frenaría una vez la puerta llegó a su tope. La conduciría tras cerrarla de nuevo hasta el final del pasillo, donde le esperaba un cubo con agua, una pastilla de jabón ahogada en el fondo y un largo cepillo que parecía ser nuevo. Menudo golpe de suerte, ¿no?.

La joven estaba aún esposada de pies y manos, de acuerdo a sus hechos, por muy leves que fueran, cumpliría una condena equivalente a sus acciones que, a pesar de que debería de recibir una de mayor calado, el Sargento Lovecraft y su prudente benevolencia, intervinieron para que no tuviera nada más que limpiar lo que su amiga y ella hicieron.

- Tuvisteis mucha suerte de dar con el Sargento... otro en su lugar no hubiera sido tan permisivo y os hubiera caído una buena por atentar contra la integridad de la base... no sé que se les pasaba por la cabeza a la gente joven hoy en día. -

Diría sentenciando, mientras cruzaban el patio central hasta llegar a la puerta principal, por la que salieron.

- ¡Eh Gus! ¡Gus! ¿Es una de las de ayer? -

- Si Erny aquí la traigo, la dejaré por aquí para que cumpla con su deber... tuvo hasta suerte. -

Volvería a insistir, mientras contestaba al otro marine, que montaba en su turno guardia en la puerta junto a otro callado.

- Bueno, ahí tienes lo que tienes que limpiar, apáñatelas con lo que te hemos dado, y que quede como estaba, yo me quedo por aquí para ir viendo que tan bien lo haces, hasta que acabes. Cuando lo hagas te quito los grilletes y podrás marcharte, ¿es un buen trato no?.... Pues venga, leña al mono. -

Diría indicándole con la mano para que se dispusiera a limpiar. Gus, que así era como parecía llamarse el marine, tenía un trato algo prepotente, pero hasta moderado si lo comparaban con otros guardaceldas de los calabozos, además, de que era simpatizante del modus operandi del sargento, aunque como bien le dijo a Jun, también era conocedor de otros métodos más crudos del resto de altos mandos, de ahí a la insistencia con su suerte.

La joven, podría ser vista por cualquier viandante que caminase cerca de la verja exterior, la que separaba el recinto de la base con las calles de los civiles de Rostock. Una verja que saltaron la pasada noche, pero que durante el día permanecía abierta para la disposición de cualquier ciudadano, al menos hasta ese primer perímetro, internarse en los muros interiores del G-23 era otro cantar. Algunos ciudadanos le dedicaban alguna que otra mirada curiosa desde el par de decena de metros que los separaban de su ubicación, parecía llamar la atención para todo aquel que pasaba.

notas


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#1
Jun Gunslinger
Nagaredama
Jun había pasado la mayor parte de la noche en vela protestando y quejándose, sobre todo pidiendo por su amiga. Sus perturbaciones al silencio y el descanso de otros detenidos acabó por desatar discusiones con algunos de ellos, a quienes prometió les daría una paliza tan pronto saliera de allí alegando que a ella nadie le calla la boca. Eventualmente, el sueño venció a la fiera y se durmió sentada contra la fría pared, con los brazos rodeando sus rodillas y la cabeza escondida entre ellas.

El bullicio matutino no fue suficiente para despertarla; su sueño era bastante profundo y pesado, acompañado de intermitentes ronquidos. Sin embargo, el agudo chirrido de la puerta de la celda y el llamado del guardia le harían sobresaltarse y dar un respingo. Por un momento permaneció inmóvil, tratando de ubicarse en el espacio y tiempo, hasta que recordó exactamente donde estaba y cayó en cuenta de su infortunada situación.

El dorso de la zurda, que se movía pegadita a la otra por encadenada obligación, se deslizó torpemente por su boca para limpiar los rastros de saliva seca en la comisura de sus labios. Tras soltar un bostezo pesado, cerró los puños y se frotó los ojos para despejarse.

¿No sirven desayuno aquí? —murmuró, con vos ronca y soñolienta, mientras levantaba ambos brazos en un intento de desperezarse y estirar los músculos entumecidos. Con una mezcla de desgano y resignación, se puso de pie mientras el guardia la instaba a salir.

Jun le obedeció sin mucho ánimo. Abandonó la celda y caminó delante de él, recorriendo el pasillo con deliberada lentitud y pereza, ya que no tenía prisa alguna por hacerle frente a su condena. Intuía más o menos lo que le esperaba para ese día, y sus sospechas acabaron por confirmarse cuando divisó al final del pasillo aquella cubeta y el cepillo.

Escuchó las palabras que el marine escupía a sus espaldas, siempre con la vista al frente y sin contestarle. Ah, el sargento Lovecraft, ¡qué agradable sujeto!. Si tan solo ese viejo calvo no se hubiera entrometido en sus planes, ahora mismo Jun y Juri estarían varios kilómetros mar adentro, lejos de Isla Kilombo.

Buenos días, Erny. Hermosa mañana, ¿verdad? —saludó burlona la joven Jun, enseñando tras una simpática sonrisa sus temibles dientes aserrados.

Habiendo cruzado al fin el patio central, recibió las últimas indicaciones por parte del guardia. Él le dijo que tan pronto acabara con su tarea la liberaría y podría largarse de allí.

¿Cómo se supone que voy a limpiar si no me quitan los grilletes ahora? —inquirió, levantando ambas manos encadenadas a la altura del rostro. Sus palabras fueron ignoradas por completo por el guardia, que se retiró a vigilarla desde un punto cercano. Soltando un bufido de frustración, la peliazul se giró para contemplar la obra de arte que estaba obligada a borrar—. Ni modo.

Jun cogió el cepillo y sin mucho entusiasmo sumergió ambas manos en la cubeta. El agua enjabonada chorreó por el piso trazando un camino desprolijo hasta la pared, y con nulo ímpetu la Hafugyo comenzó a limpiar el labor artístico de su amiga... y su colorido mamarracho.

Mientras tarareaba una canción, su mente divagaba pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Estaba especialmente preocupada por Juri, ya que no volvió a verla ni supo nada desde el momento en que las separaron.

Trabajo muy duro, como un esclavo ♫... ay, ya se me olvidó todo. 

notas
#2
Timsy
Timsy
-Así que esta es la base de la Marina… - dije al aire mirando a derecha e izquierda, arriba y abajo.

Quería cartografiar la isla, o al menos intentarlo. Había conseguido convencer a Jimbo y Zev de viajar antes de dirigirnos hacia nuestro objetivo. Bueno, el de Zev en realidad, que Jimbo había hecho propio y yo los acompañaría allá a dónde me llevasen. A veces resultaba curioso como la vida fraguaba vínculos tan estables y sólidos en un tiempo tan reducido, mientras que en otras toda una vida no era suficiente para conseguir el más mínimo atisbo de complicidad. A veces ni siquiera se llegaba a empatía. Ignoraba dónde habían quedado ese par de peludos mamíferos, pero seguro que allá dónde estuvieran Jimbo estaría a punto de ser engañado, timado, embaucado o cualquier otro verbo que terminara en -ado y tuviera algún significado perjudicial para él, mientras que el coyote estaría evitando que la acción se consumara. Peculiar grupo el nuestro. Sin embargo esto debía hacerlo solo y sin la distracción constante que suponía la incontinencia verbal del suricato. Las medidas eran importantes y para ello necesitaba de cierta concentración, por mínima que fuera. Ya había cumplido los doce años y no podía estar jugando continuamente.

Accedí al interior del patio interior de la base, pues el acceso estaba abierto durante el día. No hacía falta ser uno de los oráculos de Poseidón para adivinar que el interior de la base me sería del todo de cartografiar salvo que me infiltrara. Tampoco tenía tal interés, pues con tener controlado el perímetro para plasmarlo en el mapa sería más que suficiente. No obstante tampoco estaba demás conseguir todos los detalles posibles. Así pues, como decía, entré en el patio interior. En un repaso rápido del lugar y por encima de todo, lo que llamó mi atención fue a una joven de pelo azul frente a una pared con un graffitti. O para ser más concretos, el color azul eléctrico de sus cabellos. Me recordaba intensamente al color de muchas especies de peces que viven en los arrecifes de coral. Estaba vigilada a pocos metros por un guardia. Me acerqué. A medida que la distancia se recortaba me fui fijando en detalles que me fueron guiando hasta la conclusión final. Debía ser una vándala que había pintado el graffitti de la pared. Si no, ¿a cuento de qué los grilletes, el cubo, la esponja y la vigilancia continua? Con la cercanía también reparé en algunos detalles más de la joven, como su complexión delgada o lo paliducho de su piel. Finalmente llegué hasta ella, me planté a unos escasos tres metros y simplemente me quedé observándola sin decir nada.

Personaje


Inventario
#3
Gautama D. Lovecraft
-
  • Limpieza completada: 7/100.

La orden hacia Jun fue acatada sin peros, o al menos aparentemente. Su desganada actitud era totalmente comprensible y solo equiparable al tamaño del graffiti que tenía que limpiar con agua y jabón. Una ardua, pero justa tarea de la que se encargaría de eliminar si quería volver a ver la luz del sol. Qué de momento, podría disfrutar de la luz de este, el cual aparecía desde hacía ya un rato bañando la bahía con sus rayos radiantes de verano. 

La joven Jun, lógicamente desganada por su desdicha, no le quedó más remedio de ponerse manos a la obra con las rudimentarias herramientas de limpieza que le habíamos dado, y jadeando, tuvo que iniciar la retirada de aquel esperpento entre espuma, refrote y refrote. El amigo Gus, el marine encargado de supervisar la tarea de la peliazul, contemplaría como se quejaba de los grilletes que la amarraban.

- Esa de quitarte los grilletes para que limpies mejor ha sido buena, no lo voy a negar, pero más vieja que el mear palante... tu misma si te niegas, mañana puedes seguir hasta que lo quites, y al otro... y al siguiente.... Si tardas mucho, no te preocupes que me releva otro compañero de diferente turno, tendremos todo el tiempo del mundo que necesites para limpiar ese garabato, tu mandas Jun -

Su tono condescendiente e irónico jugaba en contra de la vandálica civil, la cual, ya trataba con el cepillo para quitar aquella obra de mal gusto que su amiga y ella labraron la pasada noche. Mientras el marine miraba sin interés la situación, pronto llamó su atención un curioso ser que presenciaba la escena. Se acercó en silencio hasta unos 3 metros de la joven, Gus lo miraba con cierta incredulidad y expectante por sus intenciones, ¿a qué vendría?

- ¡Eh Jun! ¡Jun!... ¡Eh Jun! -

Le dijo a la joven, intentando llamar la atención abstraída por el tarareo de una canción.

- ¿Lo conoces de algo? Puede ayudarte si quieres, con tal de que quede como nueva la pared... que coja la pastilla y te ayude. -

No sabía si aquel ser estaría por la labor, si conocía a la joven, a qué venía a estar ahí o cualquier otra cosa relacionada. Parecía un civil que había entrado en los dominios de la base, en aquel perímetro abierto al público, y en silencio, junto a un caminar bastante curioso se acercó hasta esta. Gus lo observaba por si podía suponer un nuevo alborotador, no descartaba la idea de que la joven estuviera también rodeada de más gente que comprendía el divertimento con ser vándalo. ¿A que habría venido?
#4
Jun Gunslinger
Nagaredama
Jun observaba la colorida firma de su amiga Juri con total resignación. Mientras pasaba el cepillo sobre la pared, el agua jabonosa resbalaba entre sus dedos, arrastrando consigo los tonos vibrantes que salpicaban sus botas y se volvían porquería en un charco amarronado en el suelo. Cada movimiento era lento y mecánico, no tanto por falta de movilidad, sino por falta de ganas. Aquella obra de arte representaba el espíritu rebelde que siempre había impulsado al dúo explosivo, y obviamente no quería borrarlo.

Malditos marines —gruñó entre dientes, recordando una vez más y con desdén la inoportuna intervención del sargento Lovecraft en sus planes. Si no fuera por ese sujeto, ambas jóvenes ya estarían navegando hacia la libertad—. Esto no es más que una pausa —se convencía en su pensamiento—. Un obstáculo temporal. Pronto estaremos lejos, muy lejos de aquí. Solo espera, Juri.

Aunque ahora estuviera obligada a borrar esos colores, la esencia de su naturaleza indomable seguía intacta y la chispa en su corazón continuaba ardiendo igual que siempre. Sin embargo, cada vez que cepillaba la pared, las cadenas que apresaban sus muñecas tintineaban y le recordaban la patética situación en la que se encontraba, estropeando con ese sonido metálico las maravillosas imágenes que su mente evocaba para motivarse: la brisa marina, los cielos despejados, la sonrisa de su amiga, la vasta extensión del inmenso azul.

Hoy limpiaré esta estúpida pared, pero mañana estaré pintando nuevos horizontes en el mar —Jun apretó la mandíbula, esbozó una sonrisa torcida y continuó con su tarea, poniéndole un poco más de énfasis. 

Pero pronto, el llamado de Gus captó su atención. Se detuvo y giró la cabeza, primero hacia él, y luego miró en la dirección que el hombre señalaba.

¿Qué demonios es eso? —murmuró por lo bajo, observando sin intención de disimular el asombro que se reflejaba en sus ojos de amatista.

En la isla rondaba todo tipo de personajes. Era cosa de todos los días toparse con individuos de lo más extravagantes conviviendo entre la gente normal y corriente del pueblo: criaturas con rasgos animales, apariencias exóticas, habilidades inusuales, y características tan diversas como la imaginación o la naturaleza podían concebir. Sin embargo, hasta el momento, Jun no había visto nada parecido a lo que, a pocos metros de distancia, la miraba de vuelta.

Se trataba de una criatura pequeña, más bien de baja estatura. Andaba erguida sobre dos patas, tenía manos palmeadas, y era portadora de un rostro de lo más simpático e inusitadamente encantador. Tenía unos ojos enormes, de un tono amarillento brillante, con pupilas verticales y rasgadas, como a veces se le ven a los gatos. No sabría precisar si le encontraba mayor parecido a un pez o a una rana, pero sin duda su aspecto anfibio era bien curioso, como curiosa su mirada, que no se apartaba de Jun, lo que le resultaba aún más desconcertante.

Literalmente presa de las circunstancias, lo único que le interesaba a la peliazul era acabar rápido con la tarea obligatoria para poder largarse de ese estúpido lugar que jamás debió pisar. Para nada dejaría escapar la oportunidad de contar con un par de manos extra, por más extraño que fuese el dueño de las mismas. Por eso se abrazó a la idea de Gus, dispuesta a incorporar un ayudante.

Bueno, ¿vas a ayudar o te vas a quedar ahí mirando? —espetó, dirigiendo su atención directamente hacia la expectante criaturita azul-verdosa. 

notas
#5
Timsy
Timsy
Contemplar a aquella joven de cerca detuvo el tiempo y capturó la escena en una burbuja. Por un instante la sentí familiar, como si ya la conociera de antes. Unos difusos y vagos recuerdos de un lugar lejano, casi de otro universo, un restaurante. En él un niño gordo con aspecto de tiburón y una mujer hermosa, también con aspecto de tiburón. Sentí un agradable hormigueo recorriendo cada una de mis escamas, ascendiéndome desde la base de la columna hasta la base del cráneo, envolviéndolo. Como si un sinfin de hormigas estuvieran desfilando con una sincronía impecable. Tan similar y a la vez tan dispar... Un atisbo de sonrisa se fue a dibujar en mi rostro, cuando las palabras de la joven estallaron la idílica burbuja, sacándome así del ensueño y devolviéndome a la realidad – Por… fa... - repliqué algo irónico. Acompañé las palabras con movimientos de manos, invitándola a terminar la frase. Sabía que tenía la posición dominante, pues no era yo quién estaba encadenado, ni mucho menos tenía nada que limpiar. En cuanto se me antojase dirigiría mis pies por el mismo camino por el que habían venido y me perdería entre el gentío y buena suerte con que alguien más se acercase. Estaba seguro que tan solo yo, por mis particularidades, se sentiría atraído por un azul tan llamativo y únicamente porque me recordaba a seres muy similares y que no mucha gente habría podido ver tan cómodamente – Además, ¿qué gano yo con ayudarte? - añadí esta vez interesado en obtener beneficio de la situación.

Miré con total indiferencia al marine. No sabía porqué, pero no despertaban mi simpatía. Quizás fuera por las palabras y enseñanzas del viejo, que no les tenía en demasiada buena estima, lo cual era curioso, porque yo tampoco le tenía a él y muchas veces solo por fastidiar halagaba sus disgustos. Aunque, a fuer de ser sincero, debía admitir que mi relación con el ciego fue agridulce, pues si bien tan solo me mantuvo por interés propio, de no haber sido por él no habría sobrevivido, ni habría aprendido tantas cosas que me permitían ser el pez que era hoy en día. Volví a dirigir la mirada a la joven. Lo hice con aire burlón y de superioridad, esperando que rogara un poco y reafirmara mi posición. No puedo negar que lo hice con saña por sus malos modales, aunque quizás de tener otros no estaría en aquella situación, así que era la pescadilla que se mordía la cola; un bucle del que era dificil salir. Finalmente miré el graffitti y como los restos de este formaban un charco a los pies de la joven, estando los del marine completamente a salvo de cualquier salpicadura. ¿De verdad eran necesarias las cadenas para limpiar un simple dibujo en la pared? Todavía sin haber hecho amago alguno para tomar la esponja, aguardé las amables palabras de la joven de cabellos tan particulares.
#6
Gautama D. Lovecraft
-
  • Limpieza completada: 13/100.


La limpieza del graffiti por parte de su creadora había dado inicio, a regañadientes como era de esperar, pero sabiendo que cuanto antes se pusiera manos a la obra, antes finiquitaría su pago con la marina y antes podría quedar libre, aunque ella no lo viera así, era lo más justo y benevolente que el Sargento Lovecraft había pedido para ella, lejos de cualquier pena mayor.

La joven Jun, con algo de falta de ganas, iría retirando con agua y jabón su obra, gruñendo y clamando en contra de La Marina, entendible al fin y al cabo, dada su naturaleza desbocada y rebelde, pero para su detrimento, ahora tocaba cumplir y asumir aquel acto vandálico. Tenía asumido que los grilletes no le impedirían coartar sus sueños, y parecía que cada vez que estiraba el brazo para borrar una parte del graffiti, estos se definían cada vez más y alargaba su horizonte.

- ¿Con lo de pintar nuevos horizontes en el mar te refieres a que te harás artista? No sé mucho del tema, pero viendo eso que estás limpiando, creo que te vas a tener que esforzar bastante como para poder ganarte la vida con ello, me da que vas a pasar hambre.... Peeero, siempre puedes enderezar tu camino y alistarte aquí, ya sabes... ser una persona con una vida algo más decente y todo eso. -

Gus bromeaba con ironía, haciendo un juego satírico con las expectativas de la joven una vez saliera de la base. Le dedicó también una sonrisa simple, porque evidentemente, si él no se reía de aquel vacile, no lo iba a hacer la pobre peli azul.

- Si quieres, puedo traerte el formulario de inscripción, y empiezas hoy mismo, si te soy sincero, creo que no te quedaría mal el uniforme de recluta -

Dijo, poniendo la guinda final a su mofa. Cuando un tercer actor entró a formar parte de la obra, Gus se fijaría en aquella criatura, que caminaba sobre sus 2 patas y presentaba diferentes tonos sobre su piel que se asemejaban al lecho marino. Aquel tipo era desconocido, o aparentemente obviaba que lo fuera también para Jun, ya que la interacción entre ambos no es que fuera especialmente fraternal desde el primer contacto que tuvieron, evidenciando la falta de un saludo o reconocimiento mutuo. El marine, desde la sombra que lo cobijaba, algunos metros atrás de Jun, cogió su arma y se la colocó al hombro con la ayuda de la correa de cuero que esta tenía, se adelantó hasta la posición de estos y a un par de metros de distancia se dirigió hacia el tipo extraño.

- Buenos días, ¿necesita que le ayude con algo?, esta joven está cumpliendo con su deber, y responsabilizándose de sus actos con esta condena, limpiar esa guarrería... si la va a distraer, le sugiero que siga su camino y no entorpezca la limpieza del muro, a no ser que colabore. -

Gus, dentro de su deber, dio un ultimátum al gyojin que parecía un mero espectador de Jun. El marine no sabía el porqué exacto que lo había traído hasta allí, pero de lo que sí estaba seguro, era que cualquier civil no podía interceder de manera negativa en la condena de un recluso, por lo que, si iba a permanecer un segundo más allí molestando, el marine lo invitaría a salir amablemente.
#7
Jun Gunslinger
Nagaredama
Jun esbozó una sonrisa gigante, enseñando con simpatía sus blancos y afilados dientes de tiburón. ¡Hablaba! El pez hablaba y no solo eso, era también una criatura inteligente y con aparente capacidad para negociar.

Aquel curioso anfibio había dejado en claro que no tenía la más mínima intención de colaborar a menos que sacara algún provecho, y en verdad eso no sorprendía a la peliazul en lo absoluto. Después de todo, en una isla repleta de oportunistas y vividores (como ella), no era raro que cualquiera intentara negociar hasta por un simple gesto de buena voluntad. Lo que sí le molestaba era la mirada condescendiente que el cara de rana le dirigía, como si el hecho de estar encadenada y fregando una pared la colocara automáticamente en una posición de inferioridad. Jun jamás aceptaría ser vista como menos que nadie, ni siquiera estando en una situación tan desfavorable. Eso no iba con ella.

La joven soltó el cepillo y lo dejó hundirse en el fondo del tarro, mientras evaluaba rápidamente sus opciones. No tenía tiempo para juegos ni para su propio orgullo. Necesitaba terminar el trabajo lo más rápido posible, buscar a su amiga y largarse de aquel lugar, pero era consciente de que no acabaría pronto si tenía que limpiar todo ella sola. Convencer al pececito de que le echara una mano era necesario, aunque eso implicara ajustar su actitud arisca y rebajar ese tono agresivo con el que tenía la malísima costumbre de dirigirse a todo el mundo. Sin embargo, eso tampoco iba con ella.

Tienes razón, bichito —admitió, apretando los labios en un gesto que intentaba ser amigable, pero en el que brillaba un toque de sarcasmo—. No vas a ganar nada con ayudarme… excepto mi gratitud —Hizo una pausa deliberada, dejando que sus palabras se asentaran, y entonces continuó:—. Y si crees que eso no vale nada, es porque aún no sabes de lo que soy capaz.

Comenzaba a hacer alarde cuando el tintineo de las cadenas al moverse la devolvió a la realidad. Ciertamente estaba en desventaja, pero no quería mostrarse demasiado ansiosa porque eso solo le daría más poder al cara de rana. Sin embargo, esa actitud suya tan presumida tampoco la favorecería. Fue así que para devolverle un poco de humildad su estómago rugió sonoramente, protestando por las largas horas de ayuno a las que había sido sometido, traicionando a la peliazul y exponiendo su debilidad: estaba muerta de hambre. El apuro por salir de allí no se debía solo a una cuestión de libertad; su cuerpo clamaba por alimento e insistía con llegar pronto a la taberna y ahogarse en comida.

Pero mira...—dijo, cambiando su tono a uno más casual y suavizando su expresión para persuadirle con una nueva propuesta—.  Si me ayudas, a la salida te invito un tazón de ramen. ¿Qué te parece, bichito?

Aquel soborno, aunque pequeño, podría inclinar la balanza a su favor. Pero fue justo entonces que el guardia que custodiaba a la muchacha se acercó para interceder, inoportuno, dándole un ultimátum a la criatura: O colaboraba, o se largaba. Temerosa de perder su única oportunidad, Jun juntó sus manos a modo de súplica y agotó el último recurso.

Por favor. 
#8
Timsy
Timsy
¿Bichito? ¡¿Pero quién se había creído que era?! Abrí la boca para replicar airadamente, pero la joven fue más rápida y siguió. Inconscientemente enarqué una ceja al escuchar mi recompensa por ayudarla a limpiar el estropicio – De escapar de aquí no, desde luego – puntualicé como hecho consumado cuando dijo que no sabía de lo que era capaz. Y tenía razón, no sabía de lo que era capaz, pero sí sabía de lo que no había sido capaz. La realidad de nuevo se impuso de manera fulminante. Lo hizo con un leve tintineo de cadenas y un potente rugido estomacal. La joven peli azul pareció entender las señales que le daba la vida y, aunque cabezona y obstinada, cesó su actitud casi desafiante a una más cordial y amigable – Eso ya me gusta más.

El marine se acercó hasta mí. ¡Pues sí que le había costado! Seguí su avance en silencio, sin retroceder ni mostrar ningún tipo de respeto, pero tampoco desprecio. Simplemente hice gala de la mayor neutralidad posible. Era casi hasta doloroso. El hombre de edad media, me pareció, aunque no era demasiado bueno con las edades de los humanos, intervino - ¡Tss! No estoy… - me detuve al darme cuenta que mandar callar al marine en su propia base de una manera tan gratuita no era la mejor de las ideas. El hombre ni me había provocado, ni ofendido, ni tampoco hablado de malas formas. La animadversión heredada del ciego no debía guiar mis actos. ¡Tenía que actuar acorde a mis propias experiencias y criterio! – Que no la oigo bien – corregí al momento suavizando el tono y adoptando una expresión de lamento. Bajé la mirada, con la mano derecha me froté el brazo izquierdo y tracé un pequeño arco con la pierna derecha en el suelo tres veces. Esperaba que aquello fuera suficiente para corregir el inicio de mi contestación. Aguardé unos segundos, mirando alternativamente al cepillo en el fondo del tarro, a la joven de pelo oceánico suplicando con sus manos al marine.

-¡Está bien. Te ayudaré! Pero si al terminar no pagas tu deuda, vendré a denunciarte O te traeré yo mismoal Sr. Marine. Me ha ofrecido un ramen por la ayuda y las deudas hay que pagarlas, ¿verdad que sí? – pregunté mirando al marine para que confirmara mi evidente afirmación formulada a modo de pregunta. Difícilmente, él, podría decirme que no sin quedar en muy mala posición - ¿Me puedes traer otro cepillo, por favor? – le pedí tomando el que ya había en el tarro. Hundí la mano derecha para tomarlo y comencé a frotar dejando descansar así a la joven unos instantes.

#9
Gautama D. Lovecraft
-
  • Limpieza completada: 14/100.

La intervención de Gus ante la indiscreta presencia del anfibio que estaba junto a Jun, pareció desencadenar en la joven y en este un pronto y mejor entendimiento para que agilizasen el trámite que fuera, bien para cooperar en la limpieza del muro, o por el contrario, para que resolvieran lo que tuvieran entre manos y dejasen de perder el tiempo con nimiedades. La condena, por muy suave que fuera, era una condena al fin y al cabo, registrada en el expediente de la joven para que fuera llevada a cabo hasta quitar el último trazo del graffiti de la pared exterior, y de no ser así, se iniciaría el trámite correspondiente con una nueva pena que asumiría por no haber llevado a cabo su tarea, lo que derivaría a una condena mayor.

Jun pareció ver en el desconocido una mano con la que limpiar más rápido y agilizar el proceso que tenía en frente, el cual, a penas había arrancado. Gus tras presenciar las palabras de esta, pronto dedujo que esos 2 no se conocían y que el tipo simplemente caminó hasta allí por dios sabe que. Dudó en el proceder, ¿Qué pintaba allí sin conocerla? Quizá, otro compañero de llegar al punto donde Gus llegó, invitaría al tipo a seguir su camino y no inmiscuirse en los asuntos ajenos, a no ser que quisiera buscarse problemas con la justicia, y dado el lugar donde se encontraba, no es que fuera la mayor de las ideas.

Entrecerró los ojos dubitativo por la escena, Jun pareció rebajarse y desquitarse del orgullo con el anfibio, suplicando que le ayudara, ¡Hasta se lo pidió por favor al terminar! ya que esta no estaba en posición de alardear de su condición, no tuvo otra que compensar al pez invitándolo a comer. El por favor de la joven sonó casi tan falso como un berry de chocolate, se notaba que no es que estuviera muy acostumbrada a tener unos modales coherentes con los demás, y las 2 palabras mágicas tenían menos credibilidad que el arrepentimiento de un fugitivo, sin embargo, ahí estaban.

El desconocido, en el momento de responder a la intervención de Gus, pareció subirse por las ramas con un tono que no es que fuera muy inteligente de utilizar por el sitio donde se encontraba, pero maniobró lo suficiente para no trascender con el y corregir sus modales. Gus no es que fuera un marine tan riguroso como cualquier otro de la base, como ya se lo hizo saber a Jun en el camino hasta la puerta, simpatizaba bastante con el al fin al cabo, artífice de esa situación, el Sargento Lovecraft, por ello, su tolerancia hacia el anfibio era más flexible y al ver como reculó y enmendó aquel impulso, no le daría más bola.

Tras ello, el mismo se volvió a dirigir al marine, y risueño accedió a la propuesta de la joven, reafirmando la promesa del pago que cerraron intentando que validase cual juez aquel trato.

- Sería cuanto menos desafortunado por tu parte, Jun, que ya que te van a ayudar no vayas a dar nada a cambio... las deudas han de ser pagadas, si no, vas a volver aquí... tu misma. -

Diría con la determinación que le garantizaba su rol allí, en aquella situación, con cierto tono desenfadado hacia Jun, pero dándole la confirmación que buscaba el pez. No obstante, el pez pareció tropezar con un exceso de confianza que no tenía ni Gus nunca le cedió, ¿Pedirle que le traiga un cepillo? ahí se pasaría de rosca el pez, que no sé hasta que punto desconocía la labor de Gus, o si por otro lado fuera un vano intento de que este se fuera para poder escapar de allí junto a la joven.

- ¿¡Cómo?!! No sé que intentas pidiéndome que vaya yo mismo a por un cepillo, ¿a caso pretendes aprovechar que me vaya para escapar con ella? -

Le dedicó una pregunta para comprobar su reacción. Tenía la certeza de que el tipo pidió el cepillo sin ningún tipo de vinculación a una posible salida, pero Gus, no era un marine al uso, llevaba media vida ejerciendo como tal, y como vigilante responsable de presos, había escuchado y conocido todo tipo de tretas para escapar de la base, y una tan aparentemente simple como la del pez, carecía hasta de dicha intención para él.

- Si necesitas otro cepillo, puedes ir hasta la puerta para pedirle uno al marine de la caseta de vigilancia... si lo pillas de buen humor puede que te preste el suyo, se llama Erny. -

Le terminaría de contestar al pez, que si quería otro cepillo, debería de buscarlo y obtenerlo por sus propios medios. ¿Accedería el pez a ello o se limitaría a continuar enjabonando la pared y Jun raspando con el único cepillo que tenía. Gus seguiría allí presente expectante, una vez que se resolviera el asunto, volvería a su sombra metros atrás para seguir vigilando desde la distancia.

evento opcional
#10


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