¿Sabías que…?
... este sabías qué no tiene ningún contenido y solo busca despistar al usuario.
[Común] [Presente] El gigante, la tullida, la sirena, el pícaro, el pato y el boxeador
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Había demasiadas cosas sucediendo en paralelo como para que el moreno de ojos dorados pudiera procesar todos los estímulos al mismo tiempo. El caos reinante lo sobrepasaba, así que decidió enfocarse en lo que tenía justo frente a él: el hombre que se hacía pasar por el espíritu de la isla. Ubben sintió un leve movimiento bajo su cuerpo y, solo entonces, recordó que Asradi estaba justo debajo de él. La había cubierto instintivamente con su propio cuerpo para ocultar su verdadera naturaleza de sirena. Ahora, al mirarla, notó que la muchacha de cabellos oscuros estaba levemente sonrojada, lo que le daba un aire aún más frágil y vulnerable.

Ubben escuchó a Asradi susurrarle que debía escapar, su voz apenas un murmullo en medio del bullicio. En paralelo, Hammond revelaba más detalles de su verdadera naturaleza, dejando entrever las habilidades que había comenzado a mostrar cuando liberó aquel gas. El hombre era un usuario de Akuma no Mi. La situación se complicaba cada vez más. El ruido de las instrucciones de Hammond resonó en los oídos de Ubben, quien rápidamente se levantó, impulsado por un leve empujón de Asradi. El peliblanco no tenía ninguna intención de pelear ni de proteger a nadie más allá de sí mismo.

Tengo mis propios negocios, McDuck... pero si sobrevives, nos veremos donde nos conocimos, a medianoche. No esperaré mucho... —dijo Ubben refiriendose al Faro de Rostock, su voz más profunda y seca que antes, en contraste con el tono amistoso que había estado usando. Su rostro estaba impasible, casi apático ante la caótica situación que se desarrollaba a su alrededor, el estratega entraba en acción. Sin perder más tiempo, tomó a Asradi por el antebrazo y giró sobre sí mismo con la agilidad de un maestro de judo, bajando su centro de gravedad al flexionar las piernas. Con un movimiento rápido, soltó el antebrazo de la sirena de cabellos negros y la levantó por la cola, haciéndola caer suavemente sobre su espalda. —Con permiso— murmuró el peliblanco, casi como si no estuviera en medio de un ataque.

Dirigiéndose rápidamente a Gavyn, Ubben le dio instrucciones claras. —Gavyn, abre camino al callejón. Hay que salir de aquí, y el cielo no es opción, es demasiado abierto frente a demasiadas balas— indicó al rubio ángel mientras comenzaba a correr en dirección a un callejón diagonal al bar en el que se encontraban. La tarde anterior, Ubben se había tomado la molestia de marcar ciertas rutas de escape hacia el puerto, asegurándose de que pudieran llegar sin problemas a su embarcación. Tenía un plan, y lo seguiría al pie de la letra.

Se lanzó hacia el callejón como si no hubiera un mañana, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que ya había estudiado el terreno. En la base de una de las casas, un ladrillo tenía tallada una pequeña ola, un marcador que había hecho con su cuchillo para identificar la ruta de escape durante la tarde anterior, recién llegado a la Isla. Miró hacia atrás por un segundo, esperando a que Gavyn tomara la delantera. Una vez que el rubio estuvo en posición, Ubben comenzó a darle indicaciones sobre en qué dirección doblar en cada callejón. Iban en una carrera contrarreloj, pero el peliblanco estaba decidido a salir de allí con vida, sin importar lo que eso significara para los demás, de todas formas Hammond y Airgid ya estaban a salvo.
#61
MC duck
Pato
Mc Duck disparó a un par más de mafiosos antes de volverse a Ubben Sangrenegra, el cual tenía razón, este no era el momento ni el lugar para hacer negocio, en otra ocasión sería.
-¡Vale! de acuerdo, ¡Retirada! ¡Nos vamos de aquí! ¡Nos veremos en un lugar as acorde!
El pato le estaba gritando a,los Minks aunque era difícil saber si lo estaban escuchando o qué estaban pensando hacer, se asomo para volver a disparar antes de correr con sus sirvientes hacia atrás, seguidos de Chester Chettony, quien sí parecía haber escuchado al pato a diferencia de otros, aunque lo hacía moviéndose rápidamente entre el humo y golpeando con brutalidad a algún enemigo o no tan enemigo en la niebla… ¿no estaría colocado verdad?
-A un macarra no se la dan con queso…
Bueno, a lo mejor sí que iba un poco colocado.
-lo que me faltaba, ahora además hago de enfermera.
-¡Cuida lo que dices PATO! sigo siendo tu jefe
no sin pelear, finalmente lograron salir por atrás y huir por las calles, perseguidos por algunos macarras, aun faltaba el resto de Minkks, pero Mc Duck no se preocupaba mucho por ellos, eran incluso mejores que él. ¿por que se preocuparía de su seguridad? Es mas, si lo pensaba, la única forma de justificar aquel ataque es que uno de ellos los había traicionado... pero ¿quien?

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#62
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan se deslizó de vuelta a su forma humana con la misma naturalidad con la que un maestro pintor limpia un pincel. La roca que había formado su imponente figura se desmoronó lentamente, deslizándose de su cuerpo en finos gránulos hasta desaparecer en el suelo polvoriento de la taberna. Mientras recuperaba su apariencia normal, sus ojos brillaban con una chispa de astucia calculadora, la misma que había llevado a los matones a huir despavoridos y que ahora enfocaba en su próxima presa: el propio Pato MC Duck.

El carpintero, con su habitual calma, se acomodó en la mesa, su presencia llena de una confianza que no necesitaba ostentar con palabras. La taberna, aunque aún impregnada del olor a humo y pólvora, comenzaba a recuperar algo de su desordenada tranquilidad. Los pocos clientes que quedaban, aturdidos pero ilesos, se mantenían a distancia, conscientes de que habían presenciado algo fuera de lo común, pero sin atreverse a intervenir.

MC Duck, aún en su transformación parcial, observó a Drake con ojos brillantes, una mezcla de respeto y cautela. Aparentemente y a decir por la situación, el carpintero había tomado el control de la situación con una facilidad que no muchos poseían. Pero más importante aún, sabía que ahora aquel pato estaba en deuda con él, una posición que no solo le gustaba, si no que le hacía maquinar planes económicos casi utópicos.

Al menos hasta que huyó del lugar.

Por suerte para Drake Longspan, todavía quedaba aquel Mink tan extraño con pintas de jaguar con reacción alérgica.

Drake se reclinó ligeramente hacia adelante, apoyando sus codos en la mesa y entrelazando sus dedos. Su sonrisa era afable, pero sus ojos revelaban una mente que calculaba cada movimiento como si estuviera trazando el plano de un barco a prueba de balas.

Sabes, amigo mío — comenzó a decir el usuario de la fruta Ishi Ishi no Mi, con una voz resonante y controlada — el caos tiene su precio, pero el orden... ese puede ser aún más caro. Y hoy, parece que has encontrado a alguien dispuesto a organizarlo por ti. ¿Cuánto pides por el pato?

Aquella figura tan extraña, con los dedos pringados de color naranja parecía completamente humano de nuevo, sintió el peso de las palabras de Drake. Intentó mantener la compostura, pero el sudor frío que perlaba su frente lo delataba. Sabía que Drake Longspan no solo podría pertenecer a los matones que acababan de huir, sino de algo más profundo, y eso es una oferta que no podía permitirse rechazar. Se había tragado el farol.

¿Y cuál es ese precio, espíritu de la montaña? —respondió Chetony, su voz apenas un susurro en comparación con la de Drake.
Drake esbozó una sonrisa más amplia, casi paternal.

No soy un hombre de grandes exigencias, solo de necesidades claras —dijo, dejando que sus palabras flotaran en el aire antes de continuar— Protección, influencia, quizás incluso algunos recursos para mis próximos proyectos. Y por supuesto, una suma que me permita disfrutar de los placeres de la vida mientras tanto, siempre por adelantado.

Aquel mafioso lo miró fijamente a través de sus gafas de sol, sopesando y barajando sus opciones. Sabía que ese hombre estaba en una posición de ventaja, pero también que era alguien con quien era mejor tener un acuerdo que un enfrentamiento. Finalmente, asintió, su semblante mostrando la resignación de un hombre que había sido vencido por un maestro en su propio juego.

Trato hecho — dijo, extendiendo su mano hacia aquel hombre de pelo negro y revuelto, su mano temblaba debido a la situación vivida.

Drake tomó la mano de Chester Chetony, su apretón fue firme y seguro, y a una distancia prudencial gracias a sus largos brazos. Sabía que este acuerdo era solo el comienzo, una pequeña inversión en un futuro lleno de oportunidades.

Una completa estafa.

Perfecto. Ahora que estamos en sintonía, hablemos de los detalles, necesito saber la posible localización de ese pato. — concluyó el carpintero boxeador, mientras la tensión en la taberna comenzaba a disiparse, y los murmullos de la clientela volvieron a llenar el aire. Pero Drake Longpsan, con su mirada fija en aquel, ya estaba varios pasos por delante, calculando su próxima jugada en el tablero de la vida, la piratería y hacienda.

La taberna volvía a su caótico estado habitual, pero para Drake Longspan, todo estaba exactamente como debía estar. Cada pieza estaba en su lugar, y las posibilidades eran tan vastas como el horizonte que alguna vez había contemplado desde las cubiertas de los barcos que construía. En ese preciso momento, supo que acababa de comenzar una nueva partida, y como siempre, estaba decidido a salir ganador.

El muchacho recogió su petate de la taberna, cargándolo en su hombro, se dirigió a la salida, levantando el brazo izquierdo comentó al aire:

Quiero el cincuenta por ciento del precio antes del anochecer, y por adelantado.

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#63


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