Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Presente] ¿Antonio Recio?
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Airgid se estaba divirtiendo de una forma un poco pilla con la desgracia de aquel hombre medio calvo, jugando entre el bien y el mal, entre si entregarlo o apiadarse de él. La verdad es que en una situación así era complicado saber lo que era correcto y lo que no, si de verdad se trataba de un hombre buscado por algún crimen importante, entregarlo era lo que debía hacer, a pesar de sus lágrimas y arrepentimiento, ¿no? Nah, igualmente a Airgid eso no le importaba demasiado, seamos sinceros. La intervención de Hammond alivió al pescadero. Se acabó la diversión, de momento. Tampoco es como si estuviera siendo especialmente cruel con él, solo le gustaba vacilarle un poquito. Le solía pasar con los hombres que eran más bajitos que ella.

La aparición de aquel pequeño... ¿pececillo? O más bien ranita, lo cambió todo. Hammond se pudo en pie, clavando su gran espadón en el suelo y presentándose mientras de su cuerpo comenzaba a emanar un gas de color verde. Uno que Airgid ya había conocido y experimentado en sus propias carnes. Por suerte, ésta vez Hammond tuvo el cuidado de manipularlo para que a la mujer no le afectara, ni tampoco a la rana recién llegada. Aunque sí que se introdujo en el cuerpo de Antonio, que rápidamente se dejó llevar por lo que las visiones le hacían ver y comenzó a lamer de manera obsesiva el metal frío del faro. A la rubia le dio un leve escalofrío, al fin y al cabo ella había pasado por ese mismo sentimiento. Menos mal que no de manera tan ridícula, solo fue como un pequeño colocón para ella. Había resultado ser incluso un pelín agradable, fíjate.

La mujer se mordió la lengua un par de veces seguidas mientras escuchaba al pequeñín presentarse. Así que se trataba de un gyojin, eso lo explicaba todo. — ¡Airgid Vanaidiam! Encantá. — Se presentó tras el interés de Timsy, aún sin levantar el culo del césped fresquito del suelo. Había tenido mucho curro durante todo el día, se merecía un poco de descanso. Además, a pesar de estar sentada, seguía siendo bastante alta. Hizo un guestito con la mano a modo de saludo, y la sonrisa se le ensanchó al escuchar a Hammond cómo se reía observando a Antonio lamer el faro con desesperación. La risa del gigante era bastante contagiosa, aunque en aquel momento no le nació reírse del todo, solo expresar su felicidad con el rostro.

Pero entonces, en ese momento, una voz desconocida les interrumpió, llamando a Hammond "monstruo". A Airgid le cambió la expresión de inmediato, girando el rostro para poder observar de dónde procedía tan asqueroso comentario. — ¡¿Tú a quién llamas monstruo, peaso de mamón!? — Ni si quiera le intimidó un poco el hecho de que fueran cinco hombres los que venían en corrillo en su dirección, Airgid podía ser tremendamente amable y conciliadora con la gente a la que apenas conocía, pero en el momento en el que la insultaban a ella o a alguno de los suyos, enseguida le salía el insulto. Era natural. El pisotón de Hammond y su siguiente confirmación terminó de dejarlo todo claro. Ese tal Antonio era un fullero, un mentiroso, un aprovechado.

Estaban compinchados, Antonio Recio y ese grupillo de penosos hombres, cada cual más horroroso que el anterior, o al menos a ojos de la rubia. Además que se reía de forma muy ridícula, lo que solo provocaba que Hammond se riera más. Y a pesar de a ella le encantaría unirse a la burla hacia el bajito, estaba todavía tan enervada por la manera en la que se había referido a Hammond, que le era imposible incluso esbozar una sonrisa. Al parecer, querían robarles y tomarles como esclavos tanto al pequeño gyojin como a ella... ésta vez sí, cuando le escuchó pronunciar tal gilipollez, no pudo evitar elevar la comisura derecha de sus labios y bufar un poco por la nariz. ¿Hablaba en serio? Hammond elevó su espada del suelo, y Airgid recogió su rifle del suelo, apoyado junto a sus muletas. Aún no les apuntó, pero sí clavó su mirada en el tipo que había tomado la voz cantante de la conversación. — Jooodeeer... ¿Pero os habéi mirao al espejo alguna vé ante de salir de casa? Si ná más que sois una puta panda de pringaos con aire de chulo. — Apuntó a uno de ellos con el dedo índice. — Cuando acabemo, tú va a estar llevándome a caballito, obediente como un perrete. — Su sonrisa se ensanchó un poco más. Movió el dedo, apuntando ahora a otro de los hombres. — Tú va a ser ridiculizao por mi nuevo súper colega Timsy. — Ahora apuntó al tipo que les había hablado, el que llamó "monstruo" a Hammond. Su mirada se volvió más fría. — Y tú le va a pedí perdón a Hammond Venture, el rompetormenta, y le va a implorá perdón y a rezarle a tu virgen más quería, suplicando que además de grande, sea benevolente y decida mostrar un poquito de piedá. — ¿Se había venido un poco arriba con aquellas amenazas? Era bastante probable, pero pocas cosas le cabreaban más a la rubia que insultaran de forma descarada y sin motivo a ella o sus amigos. Y mucho peor si además insinuaban que iban a convertirlos en esclavos... ¿es que el mundo se estaba volviendo loco?



Karmas a tener en cuenta:
  • Tic Físico: Morderme la lengua.
  • Bocazas: Eres incapaz de dejar una ofensa sin respuesta, lo que amerita discusiones acaloradas durante la historia.
#11
Timsy
Timsy
La mujer se presentó como Airgid Vanaidiam. Asentí con la cabeza, tal y como había visto hacer a muchos humanos. Aquello era algo así como un gesto de asentimiento y confirmación, aunque el movimiento era algo diferente al que se hacía cuando se decía la palabra sí. El gigante por su parte comenzó a hablar en una lengua ininteligible - ¡Cacareo de almejas! ¿Qué escamas está diciendo? - miré a la joven por si ella había conseguido algo de todo aquello. De no haber sido porque parecía enfadado, habría pensando que le estaba dando un tarantán o que se había mordido la lengua y no conseguía articular palabra alguna. A pesar de todo, entendí perfectamente que más valía no meterse con él y que no tenía tiempo para bromas. Sin embargo, quién más me sorprendió esta vez fue la joven rubia. A la provocación comenzó a amenazar e insultar de una manera de la que jamás había escuchado a nadie. ¿Por qué hablaba así? Contuve una ligera risilla al escucharla. No era por burla, sino más bien porque me resultaba muy graciosa la forma de hablar de la joven. Unos instantes más tarde concluí que me gustaba, ya que no lo había tenido muy claro al inicio a causa de la sorpresa inicial. Airgid parecía una mujer con carácter y si bien no sabía cuantas de aquellas palabras se traducirían en actos, había que reconocerle su mérito.

-¿Yo? ¡Pues claro que sí! - le respondí al rompetormentas. Sin esperar nada más, escupí una bola de baba a la cabeza del que parecía el lider – ¡Este animalito te va a babear hasta que parezcas una medusa! ¡Ven si te atreves, bola de pelo desescamado! ¡Voy a hacerme contigo un peluche! - La bola de baba impactó de lleno en la cabeza del objetivo. Imaginé que dificilmente se esperaría un ataque semejante y sin previo aviso - ¿Vosotros también queréis? - amenacé pasando la mirada de uno a otro a la espera de que alguno se moviera mínimamente para darles una buena lección.



Karmas a tener en cuenta:
Bocazas
#12
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Airgid tenía carácter, como el rubio. Eran un par de rubios a los que si les tocabas la moral más de lo necesario, saltaban sin mucho problema. Aquella energía canalizada podía servir de mucho, pero en general en conflictos como aquel parecía perder realmente la utilidad. Timsy respondió con ánimo a las palabras de valor de la chica sin pierna y Rag bufó cuál toro, afirmando su preparación. Para cuando aquellos estúpidos quisieran ver que la idea no era la mejor, el pequeño gyojin se abalanzó, produciendo algun tipo de baba extraña con la que atacar a uno de ellos. El Bucanner sonrió. — ¡Quitadme esta mierdaaaa! — Decía palpándose la cara con ansia. — ¡Me ha entrado en los ojos! — Los compañeros se quedaron pálidos, sin saber muy bien qué hacer. Pero eran hombres. La mayoría de varones funcionaban con mecánicas bastante sencillas de seguir, no para otros hombres, todo hay que decirlo, pero si parabas a observar te dabas cuenta rápido. La hombría era un peligroso aliado si no tenías con qué defenderla. Uno de ellos avanzó valiente, sacando lo que parecía la daga de un duende. La empuñó con la misma cantidad de energía que de valentía al avanzar. Pasó un metro y medio hasta que Rag le golpeó con Rompetormentas. Lo hizo con el dorso, para no matarlo en el acto. Su cuerpo despegó del suelo un par de metros, cayendo al suelo y por inercia de la colina, perdiéndose hacia abajo sin freno ninguno.

A duras penas y con ayuda, el líder del grupo, Xarles Xiviqui, se quitó los restos que le impedían hablar con claridad o poder ver bien. — ¡Esto es inaudito! — Levantó una mano en pos de dar el dramatismo que no merecía el momento. — Creo que no sabéis con quienes trabajamos ... Creo, que no sois conscientes del problema en el que os acabáis de meter. — Palabras cargadas de poder, les estaba dando fuerza, seguro de lo que decía. — Chetoni ... Os lo hará pagar. ¡La mafia mink os lo hará pagar! — ¿Era eso una despedida? parecía. Rag bajó a Rompetormentas, enfundando el arma (si es que se le podía llamar así) en su espalda para que la misma quedara completamente recta. — Serrr palabrrras de despedida. — Y tal cual, Xarles fue retrasando su paso, cada vez más y más, hasta que ya no pudo hacerlo. — Gracias por la confesión. — Se escuchó ahora justo detrás del tipo. Le pusieron rápidamente unas esposas en las muñecas, golpeándole en los muslos para que se arrodillara. — Quedáis detenidos. — La imagen del tipo representaba con creces a la marina. Un hombre decidido, de metro sesenta, con barriguita cervecera y un bigote prominente. Lo que podríamos decir con seguridad que representaba a la institución; Un funcionario.

Ragnheidr Grosdttir miró al nuevo hombre en escena. No le hizo falta reducir a los demás, se arrodillaron junto a su ridículo líder. En general, el gobierno no le representaba una fuente de poder fiable, nunca lo hizo. No ayudaban, trabajaban. Cuando uno hace algo de manera forzosa, porque te lo manda un contrato, tus formas de actuar distan mucho de las que deberían al afrontar un reto como lo es ayudar a las personas que lo necesitan. Por otro lado, era un marine. — Vosotros. ¿Tenéis algo que ver con esto? ¿con la mafia mink? — Grosdttir escupió en el suelo, pero no respondió. Recordó que Ubben, el hombre que les sacaría de la isla era un tipo buscado por la justicia. ¿Le podrían arrebatar su objetivo de salir de allí? ¿Justo ese día? Después de tanto esperara un salvador que le ayudase a escapar de Kilombo "la isla cárcel" como ya la conocía el vikingo. — ¡Responded a lo que digo! — No solo no respondió, sino que Rag tomó una decisión. Agarró con sus brazos a los respectivos aliados de la escena, con la diestra a Timsy y con la zurda a Airgid y comenzó a correr hacia el final de la colina. El marine sacó una pistola e inició una ráfaga de balazos dignos de Star Wars. Ninguno acertó ni de cerca.

Al llegar al borde del acantilado, saltó. — ¡Wohaaaaaa! — Liberó completamente emocionado. Les separaban bastante distancia del suelo, morirían aplastados, pero y lo divertido que podía ser eso. — ¡Jiajiajiajia! — de repente, de cintura para abajo el cuerpo de Ragnheidr se fue convirtiendo en un gasecillo morado que fue aminorando la velocidad de la caída. No cesó, pero sí comenzó a planear más que a caer. — Mujerrr. ¿Verrr tu hogarrr? — Le preguntó, con la chica rodeada por su gigantesco brazo. — ¿Dónde querrer que dejarrr? — Le preguntó ahora a Timsy, que igual quería ir a algún lugar concreto. No era mala idea ayudarlo a llegar donde buenamente quería, a fin de cuenta les había ayudado de buena gana. Aproximadamente habían pasado caso una hora en el faro. Por lo que el astro rey se iba marchitando. Con aquello se acercaba la noche. La odiosa noche. Todo lo malo que le sucedió en la isla Kilombo sucedía a esas malditas horas. No pudo evitar recordar durante un instante a su compañero muerto. Muerto por esas mafias de las que todo el mundo hablaba y que parecía que salían de las piedras. Incluso en la taberna aparecían, como si nada. Mientras los marines se tocaban los cojones. Grosdttir movió la cabeza con brusquedad, intentando olvidar la imagen de su compañero siendo asesinado frente a sus ojos. Qué imagen.
#13
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Al parecer, Ragn y ella no eran los únicos con carácter. Timsy, a pesar de su pequeño tamaño, demostró ser también un gyojin con aptitudes para la batalla. Le lanzó un escupitajo al mink que fue tan inesperado que a Airgid no le salió otra cosa que una buena carcajada al observar la cabeza de ese mink llena de baba. Tenía ya su arma entre sus manos cuando observó cómo uno de ellos agarró una daga, pero no le dio tiempo a hacer nada realmente, pues Ragnheidr empuñó su enorme espadón y le dio con el dorso de la misma, golpeándole de lleno y lanzándolo a volar varios metros, colina abajo.

Uno de ellos, el que parecía ser el jefazo de los minks -o al menos, de los que allí se encontraban-, lanzó una amenaza al aire, bastante penosa puesto que empezó a retroceder como un niño asustado. Qué fácil era terminar con una pelea, solo enseñando un poco los cojones. El tipo estuvo cerca de irse, sin embargo, un marine fue lo que detuvo su marcha. A ver, es que acababa de declarar en voz alta que pertenecía a una mafia... no había mucha duda en el aire. El marine no tardó en colocarle unas esposas rodeando sus muñecas peludas y haciendo que se arrodillase sobre el césped. Tras él, los demás minks también acabaron arrodillados, como un gesto de... ¿lealtad? al que era su jefe. Podrían haber intentado escapar, pero no lo hicieron.

Dicho marine no tardó en tardar de incriminarles a ellos también. ¿Es que acaso estaba ciego? ¿No veía que habían estado a punto de ser víctimas de esa misma mafia? Discutir con los marines era perder el tiempo, Airgid lo tenía comprobado y probado. Nadie hizo ni puto caso de su pregunta. Ragnheidr escupió al suelo, y Airgid le imitó. A ver, si todo el mundo se iba a poner a escupir, empezando por Timsy, ella no iba a quedarse atrás tampoco. Que sabía muy bien cómo escupir con fuerza, como hacían los hombres. Antes de que pudiera decir nada, fue el mismo Ragnhedir el que rápidamente usó sus dos brazos para alzar al gyojin y a ella en al aire. Airgid nunca había estado muy acostumbrada a que cargasen con ella, pero al final con la compañía de Ragnheidr se iba a tener que acostumbrar por cojones. Normalmente no le gustaba mucho que lo hicieran, porque no era una mujer especialmente delgada o ligera, era fuerte, musculosa, alta y grande. A ella le encantaba su físico, pero le generaba un poco de inseguridad que la levantasen. Sin embargo, con Ragnheidr no sentía esa molestia. Era tan fuerte que podía levantarla en el aire como si fuera una hoja de papel.

El gigante saltó por el barranco mientras gritaba, como si estuviera en un parque de atracciones subiendo a una montaña rusa. La rubia elevó ambos brazos en el aire, disfrutando de la adrenalina de la caída libre y dejó escapar también un grito que acompañase al de Ragnheidr. Estaba confiada porque sabía que Ragn no era ningún suicida, sabía que no iba a mandarles a una muerte directa. Y le encantaban las emociones fuertes. Cuando estuvieron a punto de chocar contra el mar y las rocas del acantilado, la parte inferior del cuerpo de Ragnheidr se transformó en una nube de gas violáceo y tanto él como los dos que alzaba en sus brazos comenzaron a volar por los alrededores, escapando de la escena de los marines y los minks. Airgid no podía dejar de contar los días que le quedaban para abandonar aquella isla, cada vez con más ganas.

¡Sí! — Respondió a la pregunta de Ragn. Tenía buena vista, la rubia, así que con el brazo izquierdo señaló dónde quedaba más o menos su casa. Era un barrio que conocía bien, así que realmente podía dejarla en casi cualquier lado que podría orientarse sin problemas. Tenía unos asuntillos aún que arreglar en su hogar antes de marcharse. Lo que no sabía era lo que Ragn pretendía hacer. Seguramente, por lo que dijo, ayudar a Timsy a llegar a su propio hogar o dejarle en algún lugar conocido. — ¡Timsy, ha sío un placer! ¡Espero volver a verte pronto! — Se despidió de él, ya dando por hecho que Ragn la dejaría en el suelo en cualquier momento.
#14
Timsy
Timsy
La revuelta nació muerta, como se suele decir. Justo después de mí, el resto de mis nuevos compañeros también atacaron a los asaltantes y mafiosos pendencieros. Al ver que poníamos resistencia y que optábamos por la humillación, en lugar de la rendició y la súplica hicieron lo único que la gente de esa calaña saben hacer: insultar e intimidar con que alguien más poderoso vendrá a vengarlos. Sin embargo, hasta eso les salió mal. Justo detrás de ellos había un grupo de marines que tomaron las palabras como una confesión. La cara que pusieron los tipos fue de cine. Estallé en una sonora carcajada. Tal fue el nivel que tuve que sujetarme las costillas y cruzar los brazos por delante del estómago para evitar que el tórax se me desencajara de la risa - ¡Pero que inuuuuutiles! - les dije señalándoles con el dedo.

-¿¡QUE!? - la risa se había ido por completo y ahora el que tenía cara de estúpido era yo. El rostro se me congeló con aquella cara de palurdo - ¿Pero acaso no has visto que eran ellos los que nos querían pegar? ¿Estáis tontos de la cabeza? - protesté al marine dándome golpecitos en la sien con el dedo índice derecho -¿No los habéis escuchado?

Sin embargo y a pesar de mi beligerancia, el gigante nórdico no estaba dispuesto a dejarse capturar ese día. De los tres, tan solo yo fui el único que contestó, lo que pareció molestar al marine que no dudó en adoptar una actitud autoritaria. ¿De verdad nos detendría por algo como eso? - ¡Eeeeeeeeeeh! - ¿por qué todo el mundo tenía la costumbre de levantarme sin permiso. Pero en esta ocasión fue divertido - ¡Pero que escamas estás haciendoooooooooooooo! - el final de la frase se transformó en un grito de locura y desesperación. Poco a poco y sin perder fuelle, el grito se fue transformando en euforia y adrenalina pura - ¡Que pasada!

Airgid y Rag comenzaron a hablar entre ellos. Al parecer desde nuestra posición se podía ver la casa de la humana rubia - Aquí me va bien, gracias - le respondí a Rag cuando me preguntó dónde dejarme. No tenía claro dónde estaban Jimbo y Zev, pero no pasaba nada, no me costaría dar con ellos de nuevo. Me despedí de ambos - ¡Yo también espero veros de nuevo! ¡El placer ha sido mio! - y alzando la mano como despedida final, me marché corriendo por las calles de Kilombo, fuera del alcance de los inútiles de la Marina
#15
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
El gas rosado comenzó a envolver todo el cuerpo de Ragn e incluso se expandió ligeramente, cubriendo así a los presentes en una esfera la mar de maja. Esa esfera ayudó al usuario de la gasu a poder aterrizar con bastante calma en la azotea de un edificio. Airgid se despidió y el pequeño Timsy también. Con ese final de día, sin duda el gigantón recordaría lo vivido. Venía de días literalmente sin poder disfrutar un poco siquiera. En el momento en el que todos se fueron, él tan solo se dejó caer en aquel lugar. Probablemente uno de los edificios más altos de la isla. Ragn se recostó bajo un cielo estrellado, con una suave brisa acariciando su rostro. Después de un día largo y emocionante, una mezcla de nostalgia y gratitud invadió su mente. Recordó con cariño los días que pasó en la isla Kilombo, un lugar lleno de aventuras y encuentros inesperados que marcarán su vida para siempre. Sentía el fin de su viaje ... Uno de esos recuerdos lo envolvió de inmediato, la pérdida de su querido amigo Mich. La tristeza todavía se sentía fresca en su pecho, aunque nunca hablaba abiertamente sobre cómo había ocurrido la muerte. Prefería guardar para sí mismo los detalles, protegiendo la memoria de su amigo. Sin embargo, el vacío que Mich dejó en su vida era innegable, un recordatorio constante de lo efímero que podía ser el destino en un mundo tan peligroso.

A pesar del dolor por la ausencia de Mich, la isla Kilombo también le había brindado algo inesperadamente positivo, la oportunidad de conocer a dos personajes extraordinarios que terminarían siendo importantes en su vida. Primero, el gyojin chiquitín, una criatura marina imponente a su manera pero de corazón noble. Luego estaba Airgid, una mujer coja con una determinación inquebrantable. Su discapacidad no la detenía, y Ragn admiraba profundamente la valentía con la que enfrentaba cada reto. Su espíritu era tan fuerte que muchas veces Ragn olvidaba su cojera, pues lo que destacaba en ella era el aura que desprendía. ¡A veces parecía que tenía tres piernas y no una!

Con una sonrisa melancólica, Ragn cerró los ojos. Pensar en Tomsy. Arsadi, Ubben y Airgid le traía una paz que equilibraba el dolor por la pérdida de Mich. Quizá no había respuesta para todo en la vida, pero en esos momentos sabía que estaba rodeado de personas que lo habían ayudado a crecer, aprender y sobrellevar las adversidades. ¿Timsy entraba dentro de ese grupo? Sí, desde luego. Isla Kilombo estaba siendo una prisión y personalidades como aquellas le ayudaban a revertir la imagen que tenía de la maldita roca en la que llevaba anclado ya semanas.
#16


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