Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Aventura] [T2] La cabalgata de la Walkyria - Ragnheidr Grosdttir
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Noche del 20 del verano del año 724.
Bosque a las afueras de Rostock - Isla Kilombo - East Blue


A las afueras de Rostock, en la isla Kilombo, se encontraba un bosque no muy antiguo. Los árboles del lugar no eran precisamente ancianos, pero tampoco esquejes recién plantados. Esta historia comienza en un claro del bosque, que a simple vista no tenía mucho de especial, pero para alguien que se adentraba en ese lugar, era fácil notar ciertos detalles que lo hacían diferente. Los árboles, altos, de tronco no muy robusto, formaban una especie de pared natural alrededor del claro, dejando solo un hueco en el techo de ramas por donde se colaba la luz de la luna. El suelo estaba cubierto de una capa gruesa de hojas secas que crujían bajo los pies al caminar, y a veces se podían ver pequeños parches de hierba que luchaban por abrirse paso entre ellas. Era un lugar apartado, lo suficientemente lejos del pueblo para no ser molestado, pero tampoco tan escondido como para perderse en la espesura del bosque.

En el centro del claro había una gran roca, lisa por un lado, con múltiples símbolos y runas grabadas en ella, como si alguien la hubiera usado más de una vez como templo o santuario improvisado. No muy lejos, un pequeño arroyo corría con tranquilidad, su sonido suave se mezclaba con el susurro del viento entre las hojas. Los animales solían rondar cerca, aunque no se acercaban demasiado a la roca, como si ese pequeño espacio perteneciera a la humanidad y no a la naturaleza. El lugar desprendía un olor a humedad, a tierra viva, pero también traía el aroma lejano de la sal del mar, recordando que el puerto no estaba tan lejos. Los rastros de visitas pasadas estaban ahí, en las huellas apenas visibles, una fogata reciente aún encendida, un saco de dormir bajo un corta vientos y unos cuantos ropajes tirados en un banquillo de viaje.

Sin embargo, esa noche la calma no estaba presente. Golpes, gritos y el rechinar del metal contra metal daban aviso de que algo sucedía. En mitad del claro, una musculosa y alta mujer, cubierta con lo que parecía ser una armadura de cuero ligera y una piel de animal que rodeaba sus hombros, se movía con una imponente seguridad. El espadón que blandía en sus manos, de un filo serrado y manchado de sangre, se balanceaba con fuerza, desgarrando a sus enemigos con cada embate. Frente a ella, una decena de bandidos la rodeaban, pero ninguno lograba derribarla.

La mujer, pese a estar numéricamente en desventaja, no retrocedía ni un centímetro. Sus movimientos eran precisos, calculados, como si estuviera acostumbrada a enfrentarse a grupos como esos sin dejar la más mínima apertura al enemigo para avanzar. El espadón parecía una extensión de su cuerpo, y con cada giro y golpe, mantenía a los bandidos a raya. Las caras de los cuatreros se veían llenas de miedo e indecisión al pasar los minutos en batalla y no conseguir hacerla retroceder siquiera. Eran conscientes de que atacar significaba enfrentarse a una bestia de carne y hueso. El sonido del metal al chocar con las espadas de los bandidos era ensordecedor, pero ella no flaqueaba. Con un poderoso tajo, abrió el pecho de uno, mientras otro caía al suelo sin vida tras un golpe brutal que le partió el cráneo. Cada vez que su hoja se hundía en uno de los atacantes, la sangre salpicaba el suelo, alimentando la furia de la guerrera que parecía estar en su mejor, completamente entregada a la batalla.




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Imagenes
#1
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Personaje


La luna llena iluminaba suavemente el bosque, proyectando sombras sobre el suelo mientras Ragn se adentraba en el corazón de la espesura. Sus pasos, aunque poderosos, eran silenciosos sobre la hierba húmeda. La noche era fría, pero el aire limpio llenaba sus pulmones y le daba una energía renovada para enfrentar su último entrenamiento del día. El colosal guerrero, de cinco metros de altura, tenía músculos tan marcados como las rocas mismas. Cada movimiento suyo parecía un despliegue de fuerza cruda. Sus hombros anchos se mecían con cada paso, y su respiración pausada era un eco suave entre los árboles. El cabello rubio, largo y suelto, caía en cascada sobre su espalda, ondeando ligeramente con el viento. Ragn se detuvo en un claro, donde la luna bañaba la hierba en plata. En el centro del claro se encontraba una enorme roca, casi del tamaño de una casa pequeña. Era su desafío de esta noche.

El calentamiento comenzó suavemente, con una serie de sentadillas profundas. Cada descenso hacía crujir el suelo bajo su peso, y cada ascenso era como el empuje de una montaña. Hizo veinte repeticiones, sintiendo cómo la sangre comenzaba a fluir por sus piernas como ríos desbordados. Luego, pasó a las flexiones con palmada, pero las suyas eran diferentes. No eran simplemente ejercicios de fuerza, cuando sus manos se separaban del suelo, su cuerpo completo flotaba brevemente en el aire antes de que cayera con fuerza, como si la tierra misma fuera incapaz de sostener su energía descomunal. Hizo treinta, y el suelo tembló con cada impacto. Tras este calentamiento, Ragn avanzó hacia la roca. La primera prueba de fuerza real de la noche, levantamiento de piedras. Esta no era cualquier piedra. Pesaba lo que cien hombres juntos, una masa inmóvil que se alzaba como un desafío a su poder. Se sentía frustrado ... Eso le daba mucha capacidad de concentración, paradógicamente. Con las piernas firmemente plantadas y el torso inclinado hacia adelante, Ragn introdujo los brazos debajo de la roca. Sus bíceps, ya de por sí titánicos, se hincharon aún más, como si fueran a romper la piel. Con un gruñido bajo y gutural, comenzó a levantarla. La roca chirriaba y temblaba, pero él no cedía. Poco a poco, la masa colosal se separó del suelo. Ragn levantó la roca sobre su cabeza, sus músculos vibraban por el esfuerzo, y la mantuvo en esa posición, como un pilar que sostenía los cielos.

Con un rugido de victoria, dejó caer la roca de nuevo al suelo con un estruendo que resonó por todo el bosque. Pero su entrenamiento no había terminado. Aún quedaba más. Se dirigió hacia un tronco caído, uno enorme que habría bastado para hacer un puente sobre un río. Lo levantó con facilidad, colocándolo sobre sus hombros, y comenzó a hacer zancadas largas a través del claro, avanzando y retrocediendo. Cada zancada hundía sus pies profundamente en la tierra. Cada vez que terminaba un circuito, aumentaba la intensidad, hasta que su respiración era un rugido que competía con el viento. Cuando finalmente soltó el tronco, sus músculos ardían con el esfuerzo, pero aún quedaba la última prueba. Las flexiones invertidas. Se colgó de la rama más alta de un árbol cercano y comenzó a elevar su enorme cuerpo hacia arriba. Sus brazos, como ramas de roble, subían y bajaban con una cadencia perfecta, hasta que completó cincuenta repeticiones. El tronco crujía bajo su peso, pero resistía.

Después de casi una hora de esfuerzo inhumano, Ragn estaba empapado en sudor. Sus músculos brillaban a la luz de la luna, tensos, pero aún llenos de energía. La noche era tranquila, su respiración se normalizaba, y los sonidos del bosque volvían a llenar el aire. De repente, su agudo oído captó algo fuera de lugar. El chocar metálico de armas. Al principio fue un sonido distante, pero en segundos se intensificó. Espadas, hachas... era una batalla, seguro ... Era un mensaje de Nosha ... ¡Seguro! El instinto de guerrero se despertó en él. Giró su cabeza en dirección al sonido, sus ojos azules centellearon con la emoción de la batalla. Sin perder tiempo, Ragn corrió hacia el origen del sonido, sus piernas colosales lo impulsaban con una velocidad impresionante para alguien de su tamaño. El chocar de armas se volvía más claro, más cercano. El olor a hierro, a tierra removida y a sudor llegó hasta él. Algo importante estaba ocurriendo, y él no iba a quedarse al margen.

Y tanto que no. Con fuerza, desenvainó a Rompetormentas y cayó en el agujero de la batalla, prácticamente en el centro, golpeando la tierra. El efecto de ola de aire barrió la tierra, hojas y cualquier cosa que hubiera allí. Su presencia afectaría seguro a los tipos que estaban batallando. Poco tuvo que esperar para ver que se encontraban en un combate de desventaja. Já. Eso era gloria. Movilizó a Rompetormentas de costado, rotando sobre su propio eje Ragn conseguiría acertar a los máximos posibles.

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#2
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Entre el estruendo del metal chocando y los gritos de los hombres que intentaban, sin éxito, acorralar a aquella mujer, hiciste tu aparición, Ragn. Como un trueno en medio de la tormenta, un destello fugaz y mortal de azules ojos que cayó desde el cielo, siguiendo el designio de Nosha.

Nadie anticipó tu embestida repentina; el caos de la lucha se detuvo por un instante, como si el aire mismo hubiera sido destajado por tu Rompetormentas. Entonces, en ese breve segundo de calma, el silencio fue quebrado por los gritos ahogados que se apagaban al compás de tu giro. Rompetormentas, tu compañera ferrea silbó a través del aire y se hundió letalmente en el cuerpo de uno de los múltiples enemigos que rodeaban a la mujer. La hoja brilló a la luz de la luna, mientras desgarraba la carne y abría de par en par al desafortunado que se encontró en su camino. Sus ojos se abrieron en una mezcla de sorpresa y terror antes de que la vida lo abandonara, cayendo inerte al suelo, bañado en su propia sangre.

Ella, la mujer a la que habías decidido auxiliar, no pareció mostrar aprecio por tu intervención; sus ojos brillaron con una mezcla de furia y desdén, dejando claro que tu intromisión no era bienvenida. Pero tú no buscabas agradecimientos ni alabanzas; el eco de la batalla reclamaba tu atención. Sin detenerte, tu danza continuó, terminando el giro luego de cortar al desgraciado. 

Un segundo enemigo cayó ante tu ofensiva, su cuerpo desplomándose al suelo mientras su sangre empapaba la tierra. Aquel hombre, ya exhausto por el enfrentamiento sostenido contra la mujer, no tuvo la fuerza para resistir el dolor que se extendió como electricidad a través de sus nervios. Su cuerpo tembló por un instante, sus labios dejaron escapar un último gemido ahogado antes de que su mirada se volviera vidriosa y vacía, sumido en la oscuridad del fin. 

En ese momento, la realidad parecía detenerse ante tus ojos, y el aire se llenó del olor acre del metal y la muerte, envolviéndote a ti y a la mujer en el sangriento lienzo de la batalla... Nosha estaba contenta.

Los ocho desdichados que quedaban no tuvieron mejor suerte, pues la mujer presente no dudó ni un segundo en tomar una ofensiva despiadada y moeral. Su espada, una bestia con una hoja serrada, se movió con la furia de un lobo hambriento, desgarrando la carne como los colmillos de Hati cuando alguien se entrometía en su camino al perseguir a la luna.

Dos más cayeron al suelo, sus cuerpos desplomándose como marionetas a las que les han cortado los hilos. Eran profundos cortes los que adornaban sus pechos, al ser víctimas de aquel espadón tan grande como tu Rompetormentas. De esas heridas brotaba un manantial carmesí que teñía el terreno, volviendo aquel tranquilo claro de bosque, en un ferroso cementerio. Sus ojos se apagaron mientras la sangre, caliente y espesa, empapaba la tierra bajo ellos, la última ofrenda de sus vidas a la despiadada batalla que los había consumido.

Los seis hombres restantes, con la desesperación marcando cada uno de sus gestos, trataron de organizarse, y tres de ellos decidieron enfrentar lo inevitable lanzándose contra ti, Ragn, mientras los otros tres, temblorosos, intentaban presionar a la guerrera que los había reducido a poco más que presas. Los atacantes que venían hacia ti lo hicieron con un frenesí descontrolado, movidos más por el miedo que por la destreza, ni hablar de valor. A tus ojos, eran poco más que un grupo de perros asustados, y en ese momento se volvió claro que no solo carecían de técnica, sino también de la pasión que un verdadero guerrero debe tener al enfrentar la muerte.

Patadas, cortes de espada, hachazos y hasta embestidas con escudos se dirigieron hacia ti con la fuerza de un vendaval descontrolado. Pero, para ti, todo era lento, predecible, como si los movimientos de aquellos hombres se desarrollaran en cámara lenta. En cada mirada que cruzabas, veías el reflejo del miedo, el brillo de quienes luchan por sobrevivir y no por la gloria de la batalla.

Cada ataque que intentaban lanzarte parecía carecer de la fuerza necesaria para dañarte; cada golpe que lanzaban era desviado, cada intento por alcanzarte quedaba frustrado antes de siquiera acercarse a tu piel. La oscuridad de la noche no te permitía distinguir la cara de aquella mujer, sin embargo, algo en su presencia y porte en baralla se te hacia extrañamente familiar.



Resumen
#3
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
La luna se alzaba alta en el cielo mientras la sangre manchaba el filo de Rompetormentas, la espada de dos metros que Ragn empuñaba con una furia descomunal. La hoja, enorme y afilada como el colmillo de una bestia, goteaba un líquido espeso y oscuro que caía lentamente sobre la hierba, como si el mismo metal devorara las almas de aquellos que tocaba. Ragn, con el pecho ensangrentado y los músculos tensos, observaba los cadáveres de los hombres que ya habían intentado, sin éxito, acabar con su vida. El aire alrededor de él era denso, cargado del hedor a hierro y muerte. Pero no había terminado. Tres hombres más se lanzaron hacia él, con los ojos llenos de odio y desesperación, como bestias acorraladas que sabían que no había escapatoria. El primero de ellos, un hombre robusto con una lanza, fue el más rápido en atacar. Se lanzó hacia Ragn, apuntando a su costado con la fiereza de un cazador, pero el colosal guerrero no era presa fácil. Con un movimiento brutalmente rápido para alguien de su tamaño, Ragn giró sobre sus talones, llevando a Rompetormentas en un arco amplio. La espada cortó el aire con un silbido mortal, encontrando la carne del hombre con una precisión inhumana. La hoja se hundió en su cuello, y la cabeza salió volando, girando en el aire antes de caer al suelo con un golpe sordo. El cuerpo del hombre, aún con inercia, se desplomó a los pies de Ragn, derramando su vida en el suelo. El segundo hombre, temblando ante lo que acababa de presenciar, intentó retroceder, pero ya era demasiado tarde. El Buccaneer no le dio ni un segundo de tregua ¿para qué?. Rompetormentas se alzó de nuevo, brillando bajo la luz de la luna cubierta en sangre. Con un rugido, Ragn arremetió hacia adelante, y con un solo golpe descendente, partió al hombre por la mitad desde el hombro hasta el torso. El sonido de la carne y los huesos rompiéndose resonó en el aire. La sangre salpicó, bañando a Ragn aún más, pero él no parpadeó. El hombre cayó, sus ojos aún abiertos, en un horror congelado mientras su cuerpo se separaba en dos trozos grotescos.

El último hombre, aterrorizado, arrojó su espada y comenzó a correr, intentando escapar del monstruo que se había desatado ante él. Pero la piedad no era algo que Ragn conociera esta noche. Con una fuerza que parecía imposible, lanzó a Rompetormentas como si fuera una lanza. La espada voló por el aire, girando con violencia. El hombre apenas tuvo tiempo para un último grito antes de que la hoja lo atravesara por la espalda, saliendo por su pecho. El impacto lo levantó del suelo, clavándolo en un árbol cercano. Su cuerpo quedó suspendido, temblando unos instantes antes de quedar inmóvil, con la espada aún vibrando incrustada en su pecho. El bosque quedó en silencio. La única compañía de Ragn eran los cuerpos inertes de los hombres a los que acababa de enviar al más allá. Recuperando su aliento, Ragn caminó hacia Rompetormentas, arrancándola del árbol con un tirón seco. La sangre goteaba de la hoja como una cascada macabra mientras el guerrero se giraba, listo para seguir combatiendo si era necesario.

Fue entonces cuando la vio.Era Sijuh, su hermana mayor. Con su intimidante porte ... El rostro del vikingo era un poema.

Su hermana estaba de pie entre los cadáveres que ella misma había derribado. Sus cabellos oscuros, enmarañados y bañados en sangre, caían por su rostro mientras su pecho subía y bajaba rápidamente, agotada, pero firme. Su armadura ligera estaba desgarrada en algunos puntos, y el brillo de su espada indicaba que había luchado con una ferocidad igual a la de su hermano. Había estado luchando sola contra todos aquellos hombres, antes de que Ragn llegara a su rescate. Sus ojos, los mismos ojos azules de Ragn, se encontraron. — Qué asserrr aquí ... — Comentó, con un tono algo alejado de la alegría. La última vez que se vieron, la mujer recibió un rechazo abierto de su hermano para que se uniera a la revolución, algo que la mujer no tomó muy bien. De eso hace seis años.

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#4


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