Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Misión de temporada] El Gato y el Ratón - Grupo A
Percival Höllenstern
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El cielo gris comenzaba a teñirse con el tenue resplandor de una mañana que apenas se asomaba tras las nubes. Aunque la luz del sol no era lo suficientemente fuerte como para penetrar las capas de humo que emanaban de las fábricas y chimeneas de Oykot, resultaba ciertamente molesto debido al cambio que conformaba con el ecosistema oscuro de Grey Terminal.

Sabía que este tipo de operaciones requerían una precisión milimétrica, donde cada movimiento tenía que ser medido y calculado. Para cualquiera que no estuviera acostumbrado, podría parecer que todo estaba en pausa, pero yo lo sabía mejor. La espera no era una señal de calma; era solo el preludio de lo inevitable, y comenzaba a mascarse una sensación de cierta agitación generalizada, algo que pude observar allá donde mi catalejo apuntaba.

Me acomodé detrás de una chimenea, una de tantas que adornaban los tejados de la ciudad, ocultando mi silueta con cuidado mientras mis ojos, siempre alerta, escudriñaban los alrededores. Desde esta altura, la ciudad se desplegaba como un laberinto de calles y pasajes, donde la vida continuaba su curso de manera rutinaria, ajena a los pequeños estímulos que ya se habían puesto en marcha y comenzaban a deformar la ciudad a su antojo. Si todo salía según lo previsto, ni siquiera notarían nuestra presencia hasta que fuera demasiado tarde. Pero la realidad rara vez se ajusta a los planes, y eso es algo que la Hyozan me enseñó.

Respiré hondo, dejando que el aire enturbiado, mezcla del salitre del mar y de la polución de las chimeneas llenara mis pulmones. El manto gris que cubría mi cuerpo me protegía del viento, pero también me hacía sentir más seguro, gracias al camuflaje de mi identidad. Era un truco que había aprendido hacía años, en tiempos donde desaparecer era una cuestión de vida o muerte. Ahora, lo hacía de manera casi automática, cada pliegue de la tela colocado con precisión, cada arma asegurada en su lugar, lista para ser desenfundada en cualquier momento.

A través del catalejo, observé la Central Eléctrica de Oykot. La estructura, un complejo gigante metálico que dominaba una parte de la ciudad, parecía viva. Podía sentir la electricidad correr por sus entrañas, como el latido de un corazón que mantenía a la ciudad funcionando. Para muchos, era solo otro edificio. Para mí, era el objetivo. Desactivar ese corazón, aunque solo fuera temporalmente, cambiaría el equilibrio de poder en la región. Eso era lo que nos habían encargado. Pero como resolver la hazaña seguía siendo la verdadera cuestión. Sabía que la fuerza bruta no sería suficiente en este caso, no con la seguridad que había sido redoblada...

En los últimos cinco minutos, había contado al menos cinco guardias visibles, todos ellos deambulando por las plataformas superiores del embalse. No me engañaba. Sabía que habría más dentro, fuera de mi campo de visión, preparados para intervenir si las cosas se salían de control. Podían ser mercenarios, soldados de élite, o incluso simples trabajadores entrenados para defender su lugar de trabajo, pero eso no cambiaba el hecho de que estaban preparados para un enfrentamiento. Sus cuerpos se movían con cierta agitación. ¿Había existido quizá algún tipo de filtración?

Mi mano acarició la empuñadura de uno de mis cuchillos, no como una amenaza, sino como un recordatorio de lo que estaba por venir. La violencia, cuando era inevitable, era rápida y precisa. Mi entrenamiento con los Hyozan me había enseñado a no disfrutar del combate, sino a verlo como una herramienta más. Un medio para un fin. Cada segundo de espera era un desafío a esa mentalidad; la paciencia era tan crucial como el dominio de cualquier arma. 

Entonces, lo vi. Un movimiento apenas perceptible en el borde de mi visión, algo que destacaba entre las sombras de los tejados adyacentes. Giré la cabeza con disimulo, sin dejar de observar mi entorno, y ahí estaba, un hombre de pelo rojizo atrincherado en la proximidad, con mayor descuido que el que yo había mostrado. Quizá me había seguido, algo que me hizo apretar ligeramente los dientes, pero su actitud no parecía hostil. Tal vez otro miembro del Ejército Revolucionario...

Con un gesto apenas perceptible, me incliné hacia adelante, ajustando mi posición para seguir el avance del muchacho. Estaba claro que él también me observaba, buscando una señal, una indicación de que era hora de moverse. La tensión en el ambiente era palpable, como un hilo invisible que conectaba nuestros destinos. No había margen para errores.

Mientras esperaba, recordé las palabras de Tenji, el hombre que me había traído a esta operación. Ciego, pero con una sabiduría que superaba con creces su falta de visión, me había hablado de la importancia de los pequeños detalles. No es la fuerza lo que derrota a un enemigo, sino la astucia me había dicho. Y ahora, esas palabras resonaban en mi mente mientras mis ojos seguían escaneando el terreno, buscando esa brecha en la seguridad que nos permitiría infiltrarnos sin alertar a nadie.

El hombre de pelo ígneo y alas extrañas, por su parte, parecía estar en sintonía con ese mismo planteamiento. Lo vi detenerse brevemente detrás de una chimenea, observando la patrulla de guardias con el mismo detenimiento que yo. Sabía que estaba buscando un patrón, una debilidad en la formación. Si lograba encontrarla, podríamos movernos sin levantar sospechas. Pero hasta entonces, el tiempo seguía corriendo, y cada segundo de espera se sentía como una eternidad.

El viento cambió de dirección, trayendo consigo el sonido de las olas rompiendo contra la costa cercana. En cualquier otro momento, ese sonido podría haber sido relajante, pero ahora solo me recordaba lo volátil que era la situación. Un paso en falso, un movimiento brusco, y todo nuestro esfuerzo podría venirse abajo, por lo que maximicé mi cautela y decidí no dar por sentado ningún aspecto de la operación.

¿Águilas Rojas? ¿Dónde se encuentran? — musitó una voz ronca de barítono susurrando desde uno de mis bolsillos, precisamente a través del Den Den Mushi. Debía ser aquel recio tontatta, dado el timbre similar de voz. Solo a él se le ocurriría un nombre en clave tan estúpido como efectivo...

Águila uno en posición con cinco palomas a las doce, pero creo que el águila dos tiene serios problemas de motricidad... Si es que es el capullo que se encuentra en un tejado colindante al mío que no deja de moverse con esas alas tan llamativas. ¿Por qué me habéis traído al puto mochuelo novato? — espeté con un claro tono directo, escupiendo casi las palabras entre susurros de desagrado.

El tiempo pasaba lentamente. Cada minuto que pasaba en los tejados, cada segundo que observaba la Central Eléctrica y sus guardias, resultaba más tedioso que el anterior. No es que el objetivo me importase demasiado, pues estaba todavía tomándole forma a esto de ser un buen samaritano dentro de la revolución, pero los resultados sí suponían un síntoma de éxito. Si logramos desactivar la central, aunque fuera temporalmente, crearíamos una brecha en el control del enemigo sobre la ciudad. Eso, a su vez, permitiría a nuestras fuerzas de asalto avanzar, aprovechar la confusión y tomar posiciones clave, lo que eventualmente acabaría en una cabeza ajena rodando por el suelo.

Pero sabíamos que no sería fácil. Los guardias se mostraban disciplinados, y aunque habíamos encontrado algunos puntos débiles en su formación, no podíamos subestimar su capacidad de respuesta. La verdadera cuestión era cuándo actuar. El revolucionario de pelo rojo me miró una vez más desde su posición. Ambos sabíamos que el momento se acercaba. Pero hasta entonces, la espera continuaba.

Mi mente seguía trabajando, evaluando cada detalle, cada posible ruta de escape mientras rutinariamente voy crujiendo mis dedos con cierto esmero en una postura típica de mí. Sabía que, cuando el momento llegara, todo dependería de nuestra capacidad para movernos rápidamente y de la forma más colateral posible, pero también quirúrgica.

Resumen, Información Básica y demás

#11
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
La suerte parecía estar del lado del bribón de ojos dorados y blancos cabellos, pues Tofun no tuvo inconveniente en aceptar su compañía. La gente del lugar recibía a Tofun con sonrisas y saludos, una actitud que por un lado tranquilizaba a Ubben, pero que, por otro, hacía que su instinto de supervivencia se pusiera en alerta. No podía bajar la guardia, no mientras había tantas miradas alrededor, y mucho menos cuando era consciente de que el atraco que tenían en mente requería que todo saliera perfectamente, sin margen para errores. Pronto, como era de esperarse, los guardias los preguntaron sobre la identidad de aquel moreno que acompañaba al Tonttata. Ubben no se inmutó externamente, manteniendo su fachada tranquila mientras escuchaba la respuesta de Tofun. Por dentro su cabeza comenzaba a correr a mil por hora, preocupandose por que pudiesen reconocerle.

Ubben apenas pudo contener una risa interna al escuchar el nombre. —¿Ese fue tu mejor nombre falso?— pensó, manteniendo su expresión, mientras el Tonttata continuaba con su actuación. El enano, como buen charlatán que era, comenzó a cuchichear con los guardias, soltando detalles sobre la vida del supuesto hijo que el peliblanco no habría inventado ni en su más delirante estado etílico... no por falta de imaginacion... sino, por amor propio. El peliblanco escuchó cómo su “padre” lo describía como un tábano, una sanguijuela de su madre que no hacía más que perderse entre bares. Pero la regla número uno de la improvisación era clara: nunca niegues nada. Y Ubben era un maestro en ese juego. Entró en personaje de forma instintiva, inventando la personalidad de su personaje a medida que escuchaba las descripciones y comentarioas de Tofun. Cuando el tonttata le indicó avanzar, suspiró con resignación y asintió, mostrando esa expresión de "otra vez lo mismo", una que podía ser reconocida por cualquiera que haya tenido un día terrible.

Una vez dentro del área indicada, el peliblanco dejó caer el peso de su cuerpo sobre la carretilla, como si la carga de su vida fuese demasiado para soportar. Decidió jugar sus cartas tal como el enano lo había hecho, utilizando su carisma y dramatismo para mantener la atención alejada de lo realmente importante. —Podría estar en la taberna ahora...— murmuró al aire, como quien no quiere la cosa, y luego su mirada se fijó en la persona más próxima a él, buscando atraparla con su dorado resplandor —¿Tan malo es perseguir un sueño?— preguntó, su tono impregnado de una mezcla de tristeza y frustración. Su intención era que las personas que estuviesen cerca de él le pusieran atención.

Antes de que pudieran responderle, Ubben continuó con su monólogo, su voz tornándose más apasionada con cada palabra. —Sólo quería hacerme un nombre por mis propios medios, ¿sabes? Con mi voz y mi guitarra, ¡pero no! Mamá se casa de nuevo, y de repente tengo que dejar de lado mi música, mis intentos de surgir en el arte, para seguir a su nuevo marido...— gesticuló con las manos de forma exagerada, haciendo movimientos amplios que tenían por intencción atrapar la atención de quienes le observaban. Sabía exactamente cómo manejar un público, cómo hacer que le mirasen a él, pero no su cara, un truco para camuflar sus ojos afilados. Mientras hablaba, aprovechaba cada oportunidad para barrer con la mirada el entorno, de forma disimulada, buscando puntos estratégicos que pudieran ser útiles para la misión... entradas y salidas alternativas, habitaciones que pudieran funcionar como escondites, salas de guardias, baños y cualquier otro detalle que pudiera ofrecer una ventaja táctica para la armada revolucionaria.

La relación de "padrastro e hijastro" que Tofun había improvisado resultaba sorprendentemente efectiva para construir historias que mantenían a los guardias distraídos y curiosos. Ubben siguió su relato, adaptándolo según el interés que percibía en su audiencia. —Desde pequeño, soñé con estar sobre un escenario— declaró con un suspiro nostálgico —Las luces de los reflectores iluminándome, mi voz transformándose en la favorita del mundo durante generaciones…— los ojos del peliblanco brillaron, como si realmente pudiera ver ese futuro ante él. Después de unos minutos, cambió el tema sutilmente, redirigiéndolo hacia su “padre” —Pero bueno... vine por mi madre— admitió, bajando la voz, dejándola sonar más apagada, casi dolida. —No quiero darle más preocupaciones, ya está vieja y no quiero ser una carga para ella— Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en quienes lo escuchaban antes de continuar —Mi padrastro no es un mal tipo, ¿saben? A pesar de que no tengo experiencia en esto, está dispuesto a enseñarme, a ser paciente incluso cuando me equivoco una y otra vez.

En ese momento, Ubben estaba completamente sumergido en su papel, como si la realidad y la ficción se hubieran entrelazado a la perfección. —Pero tampoco puedo negar que me molesta cuando me llama vago— añadió, alzando la mirada y encontrando los ojos de la persona más cercana —Él no entiende mi pasión por el arte, ni mi deseo de crear algo que deje huella— Hizo una pausa dramática, aprovechando el momento para clavar la mirada en la persona más próxima a él, sus ojos dorados dejando entrever una mezcla de tristeza e impotencia. —¿Alguna vez tuviste que abandonar un sueño?— preguntó con la voz de alguien claramente conflictuado.


Resumen

Relevantes
#12
Atlas
Nowhere
Es curioso cómo el tiempo puede pasar de una forma completamente diferente en función de cuánto sepa uno de lo que realmente está sucediendo. Pensad en todos esos habitantes de Oykot, pobres y ricos, que no tienen la menor idea de lo que amenaza con caérseles encima más pronto que tarde. Seguramente para ellos el día esté transcurriendo como uno más, con su fluir habitual y sin grandes sobresaltos. Por el contrario vosotros, con una misión importante entre manos y un ideal que defender firmemente sujeto contra vuestro pecho, probablemente estéis viviendo cada instante como un segundo crucial. Incluso los que hasta el momento simplemente os preparáis hasta que llegue el momento de intervenir disfrutáis de una tensión, una suerte de acción contenida, que perfuma vuestro tiempo de una forma completamente diferente.

Umibozu, consciente de que no podía ser demasiado provechoso por el momento, regresa al mar para obtener toda la información posible acerca de lo que había descubierto con anterioridad. En su nuevo viaje hacia la gruta vuelve a pasar junto a las dos colinas, allí donde varias embarcaciones se encontraban atracadas en espera de ser requeridas para alguna labor. Por supuesto, reparas en la zona para valorar cómo podría ser un hipotético despliegue de urgencia. Efectivamente, los navíos se sitúan en paralelo unos junto a otros y tienen suficiente espacio por detrás como para soltar amarras y abandonar el pequeño puerto todos a la vez. Por cierto, ahora que me fijo, justo cuando has pasado la zona y ya te encaminas hacia la gruta, si te da por volver la mirada una última vez hacia atrás, podrás ver que uno de los barcos se ha hecho a la mar. Si fueses un poco mal pensado, a juzgar por la trayectoria inicial cabría esperar que se dirigiese a la zona más oriental de Oykot flanqueando la central hidroeléctrica por su extremo superior.

Por otro lado, la gruta es mucho más profunda y amplia de lo que al principio cabría imaginar. Tras unos cien metros, por otro lado, en los que no hay cámaras de aire identificables, por fin llegas a una zona en la que sí se eleva un techo natural a unos tres metros de la superficie del agua. Puedes avanzar sin problema ninguno, aunque podrás apreciar que a los lados de la gruta hay hechos caminos de metal para que se pueda caminar por los mismos —sin patrullas a la vista ni nada—. Por último, llegarás a una gran reja con gruesos barrotes de hierro, tras la cual, ¡oh, sorpresa!, puedes ver a lo lejos la pared posterior del embalse, así como las pasarelas que permiten a las patrullas hacer sus labores.

Los guardias asisten en silencio a las explicaciones de Tofun mientras Ubben, también conocido como Emilio, se mantiene en silencio. Sonáis bastante convincentes, así que no se lo piensan demasiado antes de dejaros pasar. El tipo que se había interpuesto inicialmente en vuestra trayectoria le da una poderosa palmada en la espalda a Tofun al tiempo que, tras introducirle en una suerte de corredor con seis puertas, señala una de ellas —de las dos situadas en la pared de la izquierda, la más alejada—. Como digo, el corredor consta de una puerta, por la que habéis entrado, enfrentada a otra a una distancia de unos diez metros. Ésta, si os asomáis por la pequeña ventana circular de la que dispone, conduce a unas escaleras que se internan en las profundidades de la central. A la izquierda hay otras dos puertas: la más cercana tiene una señal de precaución por productos tóxicos y la más alejada es el baño al que conducen al tontatta. En la derecha también hay dos puertas. La más alejada corresponde a un pequeño almacén con productos de limpieza, fregonas y demás, y se encuentra abierta. La más próxima de la derecha se encuentra abierta y es por allí por donde conducen a Ubben.

Sorprendentemente lleva hasta el otro lado de la presa, sirviendo de acceso a las pasarelas que la recorren a unos cinco metros sobre la superficie del agua retenida. Con un suelo de rejilla de lo más sólido, nada más salir hay dispuesta un área cuadrangular donde se apilan numerosos barriles cuyo contenido a simple vista no es fácil de intuir. Es junto a esos barriles que te piden que coloques la mercancía, Ubben, mientras escuchan atentamente tu historia improvisada. En los ojos de quien te escucha puedes ver cómo, efectivamente, todas y cada una de tus mentiras dan en el blanco.

Me imagino que en el proceso examinarás el interior. Como te decía, la puerta sirve de acceso a la zona superior del embalse, aquélla ocupada por las pasarelas. La propia presa en sí se sitúa a la derecha y a la izquierda, a lo lejos, hay un gran orificio con unos imponentes barrotes. A saber de dónde viene o hacia dónde va. De todos modos, seguramente sea más interesante que te pares a contar a las treinta y dos personas que en parejas recorren ordenadamente las pasarelas sobre la presa.

La verdad es que la situación pinta tremendamente fea, pero es entonces cuando todo da un giro de ciento ochenta grados. Un súbito y poderoso estruendo suena a lo lejos, en la zona oriental de la isla. Seguramente os hagáis una idea de qué ha podido suceder, ¿no? En el interior de la central es difícil calibrar bien el movimiento de efectivos, pero, desde la distancia y mucho más relajados, Percival y Alistair, pueden apreciar el movimiento del objetivo con mucha más precisión.

Por lo que se ve no deben ser fiestas locales ni debe haber ningún evento que justifique los fuegos artificiales que alguien ha lanzado sin previo aviso. Como os decía previamente, el gremio mercantil y las élites poderosas son conscientes de la tensión creciente entre las clases más desfavorecidas en la isla, así que hay claros protocolos para sofocar cualquier conato de rebelión o revolución. Desde lejos podéis ver cómo hasta dieciséis miembros de las patrullas que recorrían las pasarelas por encima de la presa abandonan la zona y se disponen a ocupar sus puestos en la zona más cercana a la zona de potencial conflicto.

Off
#13


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