¿Sabías que…?
Si muero aquí, será porque no estaba destinado a llegar más lejos.
Tema cerrado 
[C- Presente] Over the Boardwalk, Beyond the Sunset | Priv. Asradi
Alistair
Mochuelo
Avances a pasos agigantados, así es como él definiría lo que acababa de pasar. En seña de buena voluntad, la chica había decidido presentarle su nombre, y aunque el rubio no era capaz de medir cuán profundo realmente era el gesto de confianza que le estaba entregando, no hacía falta un genio para entender que la sirena empezaba a confiar en él lo suficiente como para permitirse tales actos, tan simples y humildes como fueran el pronunciar esas tres palabras. Para él en cambio era aún mas importante: Un nombre era lo que determinaba a la persona, aquello que lo definía y lo ataba a una identidad. Y era un privilegio a conocer que se debía merecer mucho antes de lo que se obtenía. Pero no era un estándar que impondría en nadie, siendo tan solo su propia creencia, y el acto de imponerlo en otros injusto como pocos. 

Ojo por ojo. Nombre por nombre. Era un honor que debía pagar con la misma moneda, y qué mejor forma que esta. — Y el mío es Alistair. Es un gusto tener una forma con la cual llamarte, Asradi. — Su sonrisa ya impresa en su rostro se acentuó visiblemente, dadas las circunstancias. En verdad se alegraba de poder ponerle un nombre al rostro frente a él, en vez de tener que recurrir a palabras que parecieran encajar a la mejor de sus capacidades, y arrojar esa proverbial moneda de ofenderla o no sin ninguna intención de hacerlo. Nunca había sido bueno para los apodos, se le daban fatal. 

Sus alas tenían sus ventajas y desventajas, si. Ante el comentario femenino, asintió múltiples veces mientras un pequeño sonido emitido entre labios cerrados acompañaba a juego la afirmación, similar a un Umu. — ¡Bueno, hay que ver el lado bueno! Sin ellas, no podría moverme con la libertad que quisiera. Es cierto que a veces son un peso grande, metafórica y literalmente, pero no hay día alguno en que quisiera que fuera de otra manera. Probar el cielo desde lo alto simplemente no sería lo mismo si no es con mis propias alas. — 

Ahora el ejemplo pasó a la cola de la chica, una urticaria intelectual que Alistair aún no se acababa de rascar, y que no había encontrado la oportunidad correcta para hacerlo. Presentada en bandeja de plata, no la dejaría pasar. — De hecho, quería preguntarte con respecto a ella. Entiendo que sea difícil moverte en tierra con ella, parece completamente fuera de su elemento. Pero... ¿No es doloroso o molesto al tacto? Quiero decir, al avanzar por zonas como la playa donde pueden haber muchas rocas pequeñas y afiladas. ¿O estoy subestimando demasiado la resistencia de una sirena? — Comentó, extendiéndose, dejando que su lado científico tomara las riendas y se desinhibiera totalmente. A veces lo hacía, era lo malo de picarle la vena curiosa, aunque hizo lo posible por controlarse antes de que fuera tarde. Al menos para una primera conversación.

Pasando de temática, el Lunarian negó al momento de escuchar el escepticismo de la chica: Estaba bien fundamentado, y entendía perfectamente que lo hiciera. Si no hubiese estado con ellos, si no hubiera sido rescatado por ellos, él probablemente tampoco conseguiría creer del todo en la existencia de personas benevolentes que peleaban por otros a cambio de nada. — No, sé que a lo que te refieres. Viendo como está el mundo, cuesta creer que exista gente así. Gente buena de verdad, que no solo sea buena en su propio mundo sino que también intenten serlo en el de los demás. — Un destello travieso se cruzó por sus ojos, y por poco se expresa en su rostro. Iba a torcer un poco sus palabras, y darse un pequeño gusto, que al final del día sería solo una verdad a medias. — Pero resulta que yo conozco a uno de ellos. Un poco verde todavía, pero bienintencionado. Por eso puedo asegurarte que existen, y que sus intenciones concuerdan con los rumores. — Importante omitir el detalle de que se refería a él mismo.

La broma de la chica se encontraría, a cambio, con la sonrisa mas honesta del Lunarian. — Estoy seguro que lo harás algún día. ¡Muy pronto, seguramente! Tú solo confía y verás que llega el día — Afirmó, seguro de sus palabras. 

La explicación posterior fue recibida con toda atención, asintiendo esporádicamente para exteriorizarlo. Tenía su respuesta, y con ello, podía teorizar cuanto quisiera al respecto de la canción con la que había sido agraciado hace poco. Y aunque quería preguntar por el idioma, por su historia, por un millón de cosas... En su cabeza, una única pregunta se proyectó por encima de todas. La que mas importaba. — ¿Te importaría permitirme escucharte algún otro día nuevamente? — Había quienes podrían tomarlo de la forma incorrecta, pues al final del día podía ser una propuesta inesperada. Pero ella, que podía verlo a los ojos directamente, era quien más cerca estaba de la respuesta: No había un ápice de malas intenciones, o una agenda secreta, en las palabras del chico. Solo exactamente lo que había escuchado, a pie de letra: Quería saber más, y quería experimentar esa sensación nuevamente.
#11
Asradi
Völva
Alistair. Así que ese era su nombre. Asradi sonrió muy suavemente, con un sutil asentimiento. Era más sencillo, al fin y al cabo, dirigirse a una persona por su nombre que por adjetivos que lo identificasen como tal. Ahora bien, aquellas alas de ébano seguían llamando su atención. Como vibraban suavemente acorde a la brisa marina que les rodeaba. Lo suaves que parecían ser. ¿Lo serían también al tacto? Le encantaría tocar, todo sea dicho, pero también entendía que podía ser un gesto un poco atrevido. Como si a ella, literalmente, le posasen la mano en la cola sin permiso.

Es un placer también para mi, Alistair. — Contestó, ganando poco a poco cierta confianza al respecto.

Aunque el tema de conversación fue variado, Asradi suspiró brevemente con el tema de cómo estaba la situación en el mundo. O, más bien, el hecho de que en verdad hubiese ese grupo de gente del que Alistair hablaba. No es que no le creyese, no quería tacharle de mentiroso ni nada por el estilo. Pero ella era reacia. Pocos le habían tendido la mano hasta ahora, y había sido de manera esporádica e individual. Sin mencionar que la injusticia en el mundo continuaba en todos los ámbitos sociales. Por supuesto que sabía que el mundo no iba a cambiar de un día para otro. Necesitaba pequeños cambios de manera continuada. Pequeños pero significativos para que todo fuese creciendo. Para que fuese algo sonado.

No son los primeros rumores de este estilo que escucho. Quizás tengas razón... — Decidió aceptar aquello, volviendo a regalarle una mirada plasmada de sinceridad. Ella había estado prácticamente sola hasta ahora. ¿Sería ese tipo que Alistair mencionaba como lo describía? Si había más gente como él, que quisiese ayudar...

La sirena decidió interrumpir su carril de pensamientos. Estaba yéndose por derroteros por los que no quería: resguardar esperanza. Si, claro que quería tener ese sentimiento, pero también temía llevarse el tremendo chasco a la larga. Así que iba a tomar aquello con cautela. Y, aún así, no podía evitar que esa punzadita de esperanza se mantuviese todavía ahí al ver a Alistair hablar con tanta seguridad de ese tema.

Espero que, al menos, me lo puedas presentar algún día. A esa persona que mencionas. — No quería descartarlo del todo. — Y en cuanto a escucharme cantar de nuevo... Si nos volvemos a encontrar, volveré a cantar. — Le prometió.

Solo cuando la conversación pasó a otro plano como, en este caso, fue el tema de su cola, se le dibujó una sonrisa un poco más divertida. Ya tan solo por el hecho de ver al chico curiosamente emocionado, como un niño que ve algo totalmente nuevo y quiere meter la manito pero que, por respeto o similar, no se atreve tan siquiera ni a preguntarlo. Entendía también su curiosidad. Ella no había dejado de mirar, de forma disimulada, las bonitas plumas oscuras de él.

Se mantuvo solo un poco dudosa al principio, pero luego sintió que tampoco era algo tan malo.

¿Te gustaría tocar? — Se lo preguntó directamente, así como la mirada celeste que le dirigió a Alistair. Sí, le estaba dando permiso para pasar, al menos, los dedos por la cola. O, al menos, por la parte de la cola que, ahora mismo, ella le ofrecía, al acomodarse de tal forma que la aleta caudal quedase casi al frente y a la vista del chico. Una aleta propia de un tiburón, en realidad. Al igual que la aleta dorsal que sobresalía de la parte baja de su espalda.

Supongo que dependerá de la especie. — Comenzó a explicar con tranquilidad. De momento no había moros en la costa, por lo que podía estar tranquila. — Pero es verdad que, a veces, y según por qué terrenos me resulta algo incómodo. De todas maneras... — Hizo un gesto, para que lo comprobase por sí mismo si así lo deseaba. — Mis escamas son duras, como las de un tiburón. — De hecho, si se fijase, Alistair podría ver que, efectivamente, no era la típica cola de sirena al uso, de colores llamativos y casi etéreos. Sino que se trataba de una de escamas plateadas, duras, algunas casi ásperas al tacto. No eran escamas delicadas, sino fuertes, y las aletas afiladas. Literalmente, era una cola de tiburón.
#12
Alistair
Mochuelo
La sonrisa del chico se ensanchó al escuchar las palabras de Asradi. Admitía que, aunque le encantaría revelar la identidad de la persona que él mencionó en ese instante, sentía que no era el momento indicado para eso, por mas de una razón. Además, ¡haría una fantástica sorpresa si su encuentro era mas pronto que tarde! Por esa misma razón, al menos de momento, el chico mantendría la identidad de un simple Lunarian civil armado con tan solo unas cuantas historias y una sonrisa imperecedera en su rostro. 

Asintió ante las palabras femeninas, accediendo a la petición que ella presentaba y reconociendo el valor de la promesa que había establecido. — Tienes mi palabra. Cuando la oportunidad surja, te presentaré a esa persona personalmente y confío en que llegarán a llevarse muy bien.  — Prometió de vuelta, un compromiso que guardaba bastante peso detrás para el joven alado. — Y espero que ese mismo día pueda escucharte cantar nuevamente. — Se rehusaba a dejar por fuera esa parte. Esa fantástica sensación que se produjo en su pecho al escuchar aquella maravillosa melodía... Lo recordaría con anhelo hasta el día en que pudiera repetirlo nuevamente. El goce de volar libre sin levantar los pies de la tierra, y por un momento sentirse uno con la tierra bajo sus pies.

La curiosidad de él se vio recompensada de una forma que, genuinamente, no esperó en lo absoluto. Parpadeó un par de veces mientras un gesto de sorpresa se dibujó en sus facciones y, de un momento a otro, su mirada se llenó de un brillo como muy pocas veces en el pasado. Aunque aún tuviera límites que respetar, la oportunidad de saciar siquiera una cucharada de ese mar de curiosidad ya era un pequeño pero muy apreciado disfrute para Alistair. — Me encantaría."¿En verdad no te molesta?" era el primer pensamiento que invadió su cabeza. Y sí, también pensó en arrojar la pregunta, algo que descartó casi inmediatamente después de cortarlo de raíz en su cabeza; Asradi había reunido la confianza para permitirle ese capricho infantil al Lunarian, y sería una ofensa de parte de él siquiera ponerlo en duda con tal pregunta tan plagada de inseguridad. 

Sus dedos se acercaron con cuidado a la parte de la extremidad femenina frente a él, actuando con precisión tan quirúrgica como podía reunir en esos momentos ante el absoluto desconocimiento de esa parte de ella, o de cualquier otra sirena. Podía leer cuantos libros quisiera de vida marina, pero nunca se acabarían de igualar a la experiencia real, en la que no solo podía aprender mucho sino lastimar mucho en un accidente nacido de descuidada torpeza. 

Empezó con toques sencillos y cortos con las yemas de sus dedos, intentando primero entender la textura de la aleta. Y una vez estuvo convencido de que la aleta era engañosamente resistente, casi como un músculo increíblemente delgado y flexible, se aventuró a frotar un poco con la yema de los dedos. Era peculiar, algo que nunca había tocado anteriormente y que, francamente, no podía haber estado mas a gusto de no haberse quedado con la duda. — Es preciosa, y me agrada como se siente la aspereza al tacto. Como una lima bastante desgastada, que hace resistencia pero no llega a hacer daño. Y está un poco fría, pero puedo imaginar que casi todo el calor estará por dentro para mantenerte a buena temperatura bajo el agua. — Dejó que sus pensamientos tomaran control de sus labios, arrojando sin filtro cada cosa que pasaba por su cabeza. Pensamientos que de todas formas no tenía problemas en compartir, siendo que era básicamente un equivalente a un monólogo científico con el que cualquier otro podría tomar nota. 

No tardó en comprobarlo por sí mismo. La cola era opaca y resistente por las escamas que la rodeaban, apartada del mito generalizado de las sirenas. Una criatura que, en el caso de Asradi, decidía no sacrificar una figura imponente a cambio de una cola vibrante, llena de colores vivos y chillantes. Una decisión que en si misma era una muestra de fuerza, y ello una gran prueba de belleza única. 

Ahora, lo justo es que retorne el favor con algo de igual valor, ¿no es así? — Mencionó justo antes de que sus alas se estiraran, no hacia los costados como normalmente, sino hacia el frente por los costados de ella, como si intentaran envolverla sin culminar la acción en ningún momento. — Adelante, puedes tocarlas. — Así como ella daba su consentimiento, él pagaba con la misma moneda. Aunque no mentiría con que tenía una agenda oculta esta única vez, permitiéndose esta situación excepcional para ser maquiavélico: Sabía que las alas también doblarían como un pequeño distractor, consiguiéndole unos segundos más con la anatomía femenina con permiso de tacto. Minutos, si tenía suerte. 

Tenía total libertad de escoger cuál de las dos, o incluso las dos si era lo que prefería. Sus alas, a juego con el mito de su raza, eran tan grandes como para rodear a cualquier criatura de su tamaño -incluido él mismo, por supuesto-. A su vez, cada pluma que las conformaba contaba con un generoso tamaño, capaz de sorprender a los más incrédulos, y su color negro como el ébano coloreaba hasta el raquis donde empezaba a desvanecerse muy sutilmente por su estructura hueca. Al tacto, un grupo de estas estructuras se podía comparar con tocar el relleno de una almohada nueva, sorprendentemente suave además de mullida.
#13
Asradi
Völva
El murmullo de las olas continuaba rompiendo en la orilla mientras ambos se encontraban frente a frente. Asradi le había dado permiso para que rozase las escamas de su aleta caudal. Era un gesto de confianza que la sirena le otorgaba. Más le valía al chico que no se propasase al respecto. Pero, por algún motivo, había un deje de confianza de ella hacia Alistair. Lo notaba con la fresca curiosidad de un niño, como un torbellino de preguntas que deseaba soltar pero que, por educación o decoro, quizás no se atrevía. Eso, en parte, le hacía gracia y le enternecía al mismo tiempo. Podía creerse, quizás, las palabras de Alistar con respecto a ese grupo que ayudaba a la gente. Le costaba, pero con la actitud del chico, le daba un poquito de esperanza, al menos. Si había más gente como él, entonces sí valía la pena.

A la sirena se le dibujó una muy breve sonrisa y permaneció tranquila cuando, finalmente, Alistair acortó las distancias suficientes como para que fuese cómodo para ambos. Sobre todo para él. En todo momento, la pelinegra permaneció contemplándole, siguiendo cada movimiento y cada reacción que se pudiese vislumbrar en los gestos de Alistair. Sintió, poco después, el roce de aquellos dedos pasar por sus escamas y eso le arrancó un estremecimiento que, para su sorpresa, no fue desagradable.

Haces cosquillas. — No pudo evitar admitir, con una sonrisa que, efectivamente, evidenciaba esa sensación en ella. De hecho, Alistair podría notar eses pequeños espasmos graciosos cada vez que pasaba los dedos por ciertas zonas.

Un naciente sonrojo creció en las mejillas de ella. No era algo vergonzoso, pero sí era un tanto extraño. A nadie, más que a las de su familia, les había permitido tal confianza. Pero podría decirse que ella tenía la misma curiosidad por aquellas preciosas plumas de ébano. Permitió que el chico explorase un poco más. Alistair podría notar no solo el tacto más áspero de lo que vendría siendo las escamas de un pez o sirena al uso, sino la humedad y la frescura de las mismas.

Si, el calor se mantiene dentro. Es un músculo más, al fin y al cabo. Y, aunque no lo parezca, es fuerte. — Podía dar coletazos importantes y hacer mucho daño con ella, sobre todo bajo el agua, donde podía nadar con mucha más velocidad.

El sol reflejaba, por igual, eses pequeños destellos en las escamas de aquella cola de tiburón.

Pero es lo que te dije, cada sirena es única. Podría decirse... — Le miró unos momentos, quizás más específicamente a las alas que Alistair poseía. — … Que es algo así como los pájaros. Cada uno tiene su propio patrón de colores.

Con los de su especie pasaba algo similar también. No todas las sirenas o gyojin eran iguales, aunque perteneciesen a la misma subespecie. Cuando, poco después, el chico se ofreció a dejarle tocar las alas, Asradi estiró una mano de forma automática. Aunque se detuvo a medio camino, un poco dudosa. ¿Había sido, quizás, muy previsible?

La verdad es que me dan bastante curiosidad también. — Terminó por confesar, con una sonrisa entre divertida y un tanto avergonzada al mismo tiempo.

Volvió su atención, de nuevo, a las enormes alas de ébano que, ahora, se doblaban suave y naturalmente alrededor de ella, como si fuese alguna especie de emplumada protección. Como un abrazo suave que no se terminaba de concretar.

Son preciosas... — Musitó cuando, finalmente, sus dedos terminaron rozando las diferentes plumas que iban conformando la zona por la que pasaba su mano, deleitándose con el tacto suave de ellas. Se veían ligeras, al menos a primera vista. — ¿Qué se siente volar? — Preguntó, todavía inspeccionando con sus dedos las alas contrarias. — Nunca había visto antes a una persona con alas. ¿También os tenéis que esconder? — Esperaba que no, sinceramente. Sería una pena tener que perderse de tan preciosos apéndices.
#14
Alistair
Mochuelo
El chico estaba inmerso en su propio mundo, tomando cada gota de nuevos conocimientos que pudiera recibir de la experiencia. Las criaturas mas complejas del mundo marino, para él, eran un total misterio que a él le encantaría conocer a fondo. Una sana curiosidad científica que brotaba desde el mas recóndito rincón de su mente, y se hacía presente cada vez que la oportunidad se manifestaba a sí misma. Era, efectivamente, un pequeño en una dulcería descubriendo nuevos sabores y colores. Cada sensación era nueva, cada color era un descubrimiento, e incluso la humedad y frescura de cada escama falló en pasar desapercibida.

No pudo evitar un esbozo de sonrisa cuando la sirena mencionó la sensación de cosquillas que el Lunarian provocaba con cada tacto que realizaba, una demostración en carne y hueso de la sensibilidad que podía llegar a tener la aleta de una sirena. La confianza de decir eso, los permisos que le otorgaba y la conversación que fluía con tal naturalidad... Era extremadamente refrescante sentir tal cercanía con otra persona, con otro ser que le encantaría llamar una amiga y con quien, siendo un polo opuesto a su raza, aun así conseguía compartir suficientes sentimientos de experiencias pasadas como para que él pudiera sentirse identificado con ella, saber de lo que hablaba y entenderla. 

¿De que tan fuerte estamos hablando? — Grave error provocar todavía más su curiosidad, al menos siempre que se tratara de una persona que se cansara de los intercambios verbales extensos. Si por el contrario podía disfrutar de cuán sumido podía ser Alistair en sus temas, en él siempre encontraría una persona capaz de hablar largo y tendido, y de escuchar en idéntica magnitud. — Algún día me encantaría poner a prueba eso. — Añadió competitivo, dejando salir una carcajada corta. No era difícil escuchar en su tono que se trataba de la mas pura y amistosa versión de competencia que podía invocar el chico. Una carrera, un pulso; la única norma era acuerdo y diversión mutua. 

El ejemplo que ella ofreció consiguió dar justo en el blanco, con una analogía perfecta que el hombre alado entendería en un instante. — Como las aves... Con tantas variaciones de colores que podrías pasarte una vida entera dando nombre a cada una, y morirías antes de siquiera acercarte a finalizar. — Su mirada inconscientemente se dirigió hasta el límite que sus ojos podían ver del océano, al horizonte en donde la linea entre cielo y mar se difuminaba completamente. Mas allá de lo que cualquiera había explorado jamás. — Amaría poder conocer cada criatura en los tres mundos, conocerlas de verdad. Entender cada uno de esos pequeños mundos mas allá de cualquier superficialidad. — Un pensamiento que podía tornarse melancólico en un instante, pero que para Alistair, realmente era una expresión pura de sus buenas intenciones. Una idea que pronto despidió con una pequeña risa entre dientes. — ¡Bueno! No creo que pueda vivir suficiente para conseguir algo como eso. Pero se puede hacer el mejor intento en lo que tengo de tiempo, ¿no crees? — Alistair no se quedaría atrás en la muestra de confianza, aunque la propia sería mucho mas verbal en comparación.

Observar la curiosidad de la chica aflorar y manifestarse en sus acciones provocó en él una sensación de terneza, al observarla querer saciar su propia cucharada sana del impulso solo para detenerse a la mitad. — Tus miradas eran poco discretas hacia ellas. — Comentó en broma, aunque sin mala intención. Simplemente adoraba ver otra alma curiosa. A diferencia de las reacciones que la sirena experimentó ante la exploración de Alistair, la ausencia de terminaciones nerviosas en una mayoritaria parte de sus plumas le hacía imposible sentir sensaciones que no fueran deliberadamente bruscas, como lo podía ser una poderosa corriente de viento. Una afirmación que se mantendría verdadera tanto tiempo como la chica no se acercara a las bases de las plumas, o a los músculos que las sujetaban con fuerza y les permitían volar; no estaba en contra en lo absoluto, sería hipócrita de su parte serlo. Siempre que ella tuviera el tacto delicado que esperaba, era libre de pasear sus manos por donde su curiosidad demandara. 

Cada una de sus plumas era suave, con el color negro que las decoraba prevaleciendo hasta las cercanías de la raíz donde empezaban a tornarse grises por la perdida natural de color, algo que jamás sería observable a la distancia por cuán bien oculta estaba esa zona. Eran esponjosas en grupo, sedosas en singular, y mas flexibles de lo que podía apreciarse a primera vista. Nuevamente contrastando con la morfología acuática de la sirena, las plumas estaban completamente secas al tacto, y su naturaleza hidrofóbica hacía que una capa de lípidos hiciera imposible para ellas permanecer húmedas; esto, por otro lado, no impedía que el agua se acumulara en ángulos que impidieran a una gota fluir fácilmente. Era una forma elegante de expresar que pesaban como dos demonios al humedecerse, pero que "secaban" increíblemente rápido para compensar.

Es lo mas cercano a experimentar la verdadera libertad. — Respondió, abstracto con sus palabras. — Volverte uno con el aire es una sensación indescriptible, pero... Sientes como si todo tu cuerpo consiguiera liberarse de cada cadena que lo retenía. Física y emocional. Además, la vista desde lo alto es simplemente maravillosa. Se me ocurren menos cosas que dedos de mi mano que compararía con una vista así. — En singular, sí. — Tristemente, la situación de los míos no es muy diferente de tu gente. Los Lunarian no son particularmente abundantes en el mundo, y su rareza junto con nuestro plumaje hace que personas desagradables nos deseen como un trofeo más. — 

Aunque el contenido de sus palabras había regresado a un tono menos colorido, su expresión se inmutó tan solo en reducir su sonrisa a una expresión mas neutral; era una realidad a la que había sido preparado desde pequeño, la entendía y la aceptaba. Después de todo, negarla o apartarla no mejoraría esa situación. — Quisiera pensar que quedan más de los míos en alguna parte, ocultos. Pero hasta entonces, prefiero pensar que somos lo más similar a una especie en vía de extinción. — Suspiró suave, siendo un tema que podía calar en su psique aunque se rehusara testarudamente a mostrarlo. — ¡Pero! No es un pensamiento que alimentaré mucho. Hoy está siendo un muy bien día como para arruinarlo con preocupaciones para el futuro. — Como un fuego, las ascuas de su sonrisa se reavivaron en una nueva, radiante expresión. El único día que lo pillarían mal sería el dia que fracasara en proteger sus ideales, o a alguien que lo necesitara.
#15
Asradi
Völva
Pues... — No estaba distraída del todo, sino que escuchaba parcialmente a Alistair mientras sus dedos disfrutaban del tacto de aquellas plumas. Se veían ligeras a sus ojos, al menos de manera individual. Pero Alistair decía que, mojadas, todo el conjunto era terriblemente pesado. Podía casi imaginarlo. — No lo he probado con humanos o algo así, pero sí soy capaz de lanzar a un ave o a otro sirena más pequeña, varios metros por encima del agua de uno o dos coletazos.

Siempre y cuando la otra criatura no fuese más veloz que ella como para poder esquivarle. O más fuerte incluso. A la sirena se le escapó una risita cuando Alistair dijo que le encantaría poner eso a prueba. La chica le miró fijamente, con algo de picardía y gracia.

¿En serio? Bueno, si caes al agua habría que considerar el peso extra de tus alas. Quizás te salves y no terminas siendo rebotado de un lado para otro. — Aunque esa sería una escena muy digna de ver.

Tras un buen rato, decidió apartar la mano. Sentía que ya había disfrutado bastante de aquel privilegio que Alistair le había concedido, también un poco en pago por haberle dejado tocar su cola. Y tampoco quería incomodar demasiado. Aunque sí era verdad que sus miradas hacia los apéndices alados del varón habían sido de todo menos discretos. Era inevitable. Aquellas alas llamaban mucho la atención y ella nunca antes había visto un par semejante. No de esa envergadura, al menos.

Suena tan bien. Tan... Libre. — Murmuró, a medida que Alistair le contaba sobre la sensación de volar. De surcar los cielos sin ninguna otra preocupación. Asradi sentía esa afinidad al respecto. Era similar a poder nadar libremente por el océano, explorar sus profundidades. — ¿Es tan peligroso el cielo como el fondo del océano? — Preguntó de nuevo.

No sabía si había alguna especie de rey marino volador, o alguna criatura similar que, en vez de en el mar, estuviese surcando los cielos. A ver, sabía que predadores los había en todos lados, pero tenía curiosidad de saber si los había tan grandes como en el océano.

La mención de los Lunarian hizo cambiar la expresión de la sirena, a una mucho más seria. Más sentida, quizás. No, definitivamente no conocía esa raza. No hasta ahora, vaya. Y nunca habría asociado a Alistair con uno de eses si no fuese porque se lo estaba contando ahora. Pero lo que le entristecía, realmente, era saber que estaban en una situación similar o peor que con los habitantes del mar. Los ojos azules de Asradi buscaron los del chico, de manera empática.

Quizás... Si todas estas razas marginadas por los humanos, o por otros habitantes de la superficie, nos juntásemos, podríamos cambiar el mundo de alguna manera. — Murmuró. Era un pensamiento recurrente que había tenido más de una vez.

Pero que, por un motivo u otro, jamás lo había llegado a expresar en voz alta. Hasta ahora.

Quizás no cambiarlo de golpe, pero... — Su expresión, ahora, era pensativa. Quizás incluso hasta un tanto soñadora. — Pero todo se puede conseguir paso a paso.

Finalmente, le dedicó una sonrisa mucho más brillante, más animada al menos.

Pero tienes razón. El día ha acabado siendo bastante bueno como para entristecernos por ese tipo de pensamientos. No debemos olvidarlos, pero tampoco dejar que nos amarguen. — Por muy duros que fuesen.

Luego, miró a su alrededor.

Iba a preparar algunos medicamentos básicos con algunas algas y hierbas que tengo. ¿Quieres que te enseñe un poco? — Le ofreció.
#16
Alistair
Mochuelo
O igual y si reboto como una piedra en un lago, quien sabe. Si no lo intento, no lo descubriré nunca. — Era un comentario en el que le fue imposible no echar una sonorosa carcajada, una locura que solo se le podía ocurrir a una persona con un tornillo suelto. Pero el caos siempre era divertido cuando nadie saliera lastimado de ello, y ciertamente era incapaz de evadir a su cabeza buscando respuestas aún en las esquinas más recónditas del conocimiento, indiferente a cuán útil o inútil pudiera ser. — Si la oportunidad está predispuesta, tendremos tiempo de probar lo que surja a su debido tiempo. No me apetece mucho acabar el día empapado. — 

La pregunta que la sirena formuló en respuesta a la explicación del vuelo le dejó pensativo por unos instantes, con un sonoro "Hmm~" escapando de entre sus labios mientras juntaba las palabras en una respuesta coherente y veraz. Lo cierto es que era una comparación difícil: Su inexperiencia en los fondos marinos complicaba le entregarle una respuesta, pero podía aproximarse a una juntando lo que Asradi ya le había comentado sobre aquella desconocida frontera y sus lecturas sobre éste, un vano intento de conocer y entender el mundo que se había perdido por más de una década. 

Finalmente, negó con la cabeza. — Aunque es verdad que muchas de las criaturas "atípicas" voladoras como nosotros podemos ser presa de personas problemáticas, yo diría que el cielo es mucho mas seguro que el lecho marino en cuanto a amenazas. No por falta de ganas de esas personas, sino porque es mucho mas difícil conquistar el cielo por medios artificiales que el océano. — Pausó un segundo, planteándose a sí mismo una consideración que pronto expresó externamente. — O quizá solo no hemos recorrido suficiente del cielo como para dar con un inmenso depredador volador, que puede ser también. No es algo que desee, pero tampoco es algo que pueda probar como imposible. — Mencionó, mostrando un tono despreocupado al respecto. Y no era que el pensamiento no le preocupara; es que vivía de no preocuparse por detalles como ese, reservados para un futuro lejano. Vivía en el momento y hasta los siguientes tres pasos, y se enorgullecía de ser así. 

Sus ojos se abrieron -más si es que era posible- al escuchar las palabras de ella, en respuesta a sus propios comentarios trágicos. La chica parecía tener opiniones al respecto, y además la clase de opiniones que eran imposibles de improvisar en un momento. Tenía historia con ello, y de alguna forma escucharlo en voz alta provocó en él una sensación agradable, un optimismo diferente al que siempre decidía mostrar a los demás y a sí mismo con una perpetua sonrisa en sus labios. No, este era más... taciturno, pero no por ello menos poderoso. Como un pequeño eco que crecía de dentro hacia afuera, manifestándose hasta calar con fuerza en el corazón del espectador. Sin duda era una sirena llena de sorpresas. 

Quizás. Con tiempo, puede que todas las razas que solo han sembrado odio entre ellas puedan darse la mano y vivir en armonía. O aún mejor, puede que llegue el día en que todos entenderán tan bien el dolor de los demás que no querrán infligirlo más, y finalmente se olvidarán de como imponer sufrimiento en otros de una vez por todas. — Pausó un segundo, embriagándose en la idea proyectada en su mente. Definitivamente era un mundo ideal, si no un poco idealista. Pero se rehusaba a dejar de pensar que fuera posible. — Pero bien lo has dicho, todo se puede conseguir un paso a la vez. Y cuanto mas grande ese algo, más probable es que tome tiempo. Pero estoy convencido de que ese día llegará, cuando sea que sea. — 

El ofrecimiento, como podría esperarse de él, atrapó inmediatamente su atención como un regalo navideño podía hacer con un pequeño. Sus ojos se ampliaron cuanto pudieron, su sonrisa se manifestó al instante y, de tener uno de esos cómicos mechones de pelo cómicamente largos de un anime, probablemente se estaría moviendo de un lado a otro incesante. El ejemplo también habría valido con una cola de cánido, si no fuera mucho mas humillante. — ¡OH! ¡¿De verdad me enseñarías?! ¡Porque yo estaría encantado de aprender! — Había despertado su interés de golpe, y no tenía plan alguno de reducir dicho interés en la mas mínima proporción. — Su mirada se cruzó directamente con la de ella, fijando su hipnótica mirada en la femenina. Quería empezar cuanto antes. — ¡Te sigo el paso! ¿Tienes algún lugar mas adecuado para hacer esas preparaciones? ¿O prefieres hacerlas aquí mismo? Cualquiera que sea, tú no te contengas, soy buen observador y aprendo rápido en la marcha. — Sus alas batían ligeramente, expectantes. Era un reflejo de emoción que no controlaba bien en ocasiones, si las personas sabían tocar los nervios correctos en su psique.
#17
Asradi
Völva
Si, definitivamente lo mejor era dejar de hablar de cosas tristes. Pero en el fondo si esperaba que aquellas ideas que ambos compartían se hiciesen realidad. Sería, quizás, demasiado pedir que toda esa marginación y malos entendidos entre especies se terminase de golpe. Pero si todo se iba consiguiendo paso a paso, al menos ya iban allanando el camino para las futuras generaciones. A Asradi se le escapó, posteriormente, una risa suave cuando presenció la expresión de Alistair. Era como un árbol repleto de luces, tan entusiasmado solo por ver y aprender. Ella se sintió cohibida por unos segundos, pero esa sensación desapareció pronto. Se sentía también un tanto halagada. No todos estaban interesados en la medicina o, más bien, en los remedios naturales. Nunca habia usado nada químico. Todo lo que ponía a disposición de sus pacientes, o de ella misma, cuando hacía falta lo encontraba en la naturaleza. En el conocimiento que ella tenía y del cual había aprendido de su madre y de su abuela.

Claro, puedo enseñarte algo básico ahora mismo. — No sentía que hubiese ningún tipo de problema al respecto. Y, además, le serviría a él por si alguna vez necesitase curarse alguna herida básica, sin que resultase muy grave. Con lo que pudiese encontrar en la naturaleza. O, en su caso, cerca del mar.

Se desperezó, dejando que los rayos del sol volviesen a reflejarse en las escamas plateadas de su cola.

No tengo un lugar fijo, en realidad. Como me la paso viajando, a veces tengo que improvisar un poco. — Había tenido que dejar el hogar que todavía añoraba por circunstancias nada agradables. — Pero esto se puede hacer prácticamente en cualquier lugar. Ven, tengo algunas reservas aquí.

Señaló la cueva cercana con la mirada. Aprovechaba esas horas en que las mareas no estaban altas y el agua no llegaba a cubrir aquel lugar. Por fortuna, cuando eso sucedía, ella no tenía problema en meterse en la gruta. Incluso le era más cómodo y más seguro para evitar visitas indeseadas. Pero ahora ambos podían entrar sin ningún problema, así que llevó al lunarian hacia dicho lugar. No había mucho, solo una roca plana que Asradi usaba y aprovechaba a modo de mesa natural, donde tenía algunas algas marrones secándose y también musgo. Había recolectado también algunas hierbas y plantas de la superficie, del bosque cercano, pero abundaban sobre todo las plantas marinas.

Tengo estas secándose. — Señaló a las susodichas. — Nunca las dejo secar del todo, aún así. El agua salada que conservan ayudan a la desinfección, para que no pierdan del todo sus propiedades.

El interior del lugar era húmedo, obviamente, y ahí estaba mucho más concentrado el aroma a salitre y a mar. Quizás no resultase agradable para todo el mundo, pero era parte de la misma naturaleza. La sirena buscó asiento en una roca cercana, y le mostró cómo lo hacía. Usaba un pequeño sistema para moler las hierbas. Una piedra redonda, y un cuenco también de piedra. Solía preferir la piedra a la madera ya que, en ese aspecto, era mucho más duradera.

Esta se llama fucus. — Tomó una de las algas marrones, y se la mostró a Alistair. Solo cortó unos pedazos y los echó en ese mismo recipiente. — Es común de North Blue. Tiene varios usos, pero es antioxidante, y, sobre todo, es un buen antiinflamatorio.

Le entregó, ella misma, las piedras de moler cuando esparció el alga como tal.

Ten, inténtalo. No importa si te sale mal, tengo más. — Le sonrió, animándole a que, efectivamente, intentase moler las hierbas. No era algo complicado, al fin y al cabo. Pero se necesitaba un repetitivo movimiento de muñeca.

Estas las puedes usar en forma de bálsamo o crema para inflamaciones, sobre todo. — Explicó.
#18
Alistair
Mochuelo
El sentido de aventura del chico ardió con fuerza, pocas veces comparándose con ese preciso momento; desconocía completamente la profundidad de las lecciones que le daría, pero incluso si se tratara de lo mas básico, cualquier experiencia que pudiera tomar de manos de alguien que tuviera conocimiento teórico y práctico en el tema era un regalo divino caído del cielo. Cualquier cosa mas avanzada que eso ya era un generoso bonus que además recibiría encantado. 

Su mirada paseó al lugar que los ojos femeninos señalaron, buscando lo que ella llamaba el "lugar donde tenía algunas reservas". ¿Una pila de rocas montadas a la orilla del mar? No, no era eso... Achinó los ojos con fuerza, lo suficiente para forzar su mirada a enfocar tanto como pudiera hasta que el sentido pudiera apreciar lo que muchos otros seguramente habían pasado desapercibidos, Alistair incluido en un inicio: Entre rocas afiladas por la presión de las olas y la vegetación marina que de alguna forma se aferraba a la construcción natural, una pequeña apertura era visible a la distancia. Una que, sumando uno con uno, podía entender mejor a lo que se refería a la sirena. 

Asintió con la cabeza, avanzando tras ella tan pronto partiera hacia la zona mencionada. No osaba decir palabra alguna al respecto en voz alta; podía haberse asegurado una, dos y mil veces que no hubiera nadie fisgoneando, pero lo último que haría sería revelar por un descuido el secreto que la sirena le había confiado para una lección personal sobre preparaciones con hierbas naturales. Estiró las alas y, en un par de aleteos, su cuerpo pronto sería levantado por la fuerza que sus extremidades emplumadas habían generado; echaría vuelo, aunque fuese a una distancia ridículamente cercana a la arena y al agua. Cuanto más pudiera evitar mojar sus plumas, mejor para él. La conversación anterior debió haber sido suficientemente clara al respecto. 

Su arribo a la gruta fue agradable. Aunque el lugar fuese bastante simple, con tan solo un objeto central y lo necesario para las actividades médicas de la sirena, el lugar conseguía proyectar cierta sensación de seguridad que era difícil encontrar en zonas que, técnicamente, estaban expuestas al exterior. Se sentía como un pequeño hogar, cómodo, en el que podías llegar de un largo día a echarte un descanso sin el mínimo interés de lo que estuviera sucediendo afuera. Le agradaba. — Es bastante mas grande una vez puedes apreciarlo desde dentro. — Comentó sobre el sitio, intentando dar un comentario positivo. De hecho, su sensible olfato tardó poco en captar el aroma que emanaba de la cueva, y aunque admitía que el aroma que desprendía era de los mas fuertes en su lista, no le desagradaba. Al contrario, había cierto agente... vigorizante al momento de inhalar profundamente, quizá por la cercanía con las algas bajo el agua produciendo oxígeno. 

¡Tienes un poco de todo! ¿Todas ellas se supone que sirvan para preparar medicina? — Respondió instintivo al seguir con la mirada el señalamiento de la chica, apreciando al instante las hierbas reposando en la mesa, ligeramente húmedas todavía. Fucus; definitivamente tenía mucho que aprender de la biología marina... A ver si conseguía reunir el dinero para comprar una de esas para-nada-pequeñas enciclopedias de las que pudiera sacar un montón de información para darse gusto por semanas aprendiendo. — Picarlas y al cuenco, entendido.

Recibiría las piedras cuando ella se las entregara, y se pondría a la tarea recibida. Lo que parecía una sencilla locomoción repetitiva definitivamente era mas complicado una vez tenías en tus manos las herramientas; sus primeros movimientos fueron torpes cuanto menos, lentos e incluso descoordinados. Y no era para menos, pues incluso teniendo fuerza y práctica con un arma de filo, cargar un objeto de piedra maciza resultaba una experiencia completamente nueva que requería una aproximación ligeramente diferente. Era, al final del día, un pequeño reto para su cerebro y nervios musculares, intentando encontrar el punto perfecto en el que pudiera agarrar el cuenco firme sin que se deslizara, a la vez que no hacía demasiada fuerza y su mano acabara cansándose antes de tiempo. 

Pero el chico era no solo una esponja para el conocimiento, sino una con una creatividad de la que se enorgullecía. Unos intentos, y sus manos empezaron a ser poseídas por la adaptación que tanto podía demostrar en las situaciones indicadas, deslizando las mencionadas extremidades en las posiciones idóneas poco a poco.  Mientras tanto, la mano encargada de presionar con el improvisado mortero entendía cada vez mejor la cantidad correcta de fuerza, tanto horizontal como vertical, para moler sin desgastarse innecesariamente. No se había convertido en un experto, muy lejos de ello en realidad, pero siempre intentaba dar un pequeño paso hacia adelante en las lecciones, incesante, siempre avanzando sin aminorar la marcha. 

¿Llevas mucho tiempo haciendo cosas como esta? Medicina, me refiero. — Preguntó, aunque sus ojos como su atención seguían adheridas a las herramientas de piedra y el triturado ingrediente que cada vez era más uniforme. — Parece que sabes bastantes cosas al respecto, al menos la suficiente como para guardar una que otra historia por contar. ¿Puedo pedirte que me compartas alguna? — Le producía curiosidad, aunque entendería que quisiera priorizar la lección por encima de todo. De hecho, él era la primera persona interesada en seguir con el hilo de la lección por encima de todo. Aunque un gustillo culposo en medio no estaba de más.
#19
Asradi
Völva
Era vigorizante y halagador ver como alguien a quien no conocía de nada, ponía tanto énfasis en querer aprender un arte milenario como lo era el de la medicina natural. Un arte que, en muchos lugares, habían comenzado a practicar las mujeres, sobre todo hacía muchos siglos o milenios atrás, y que se había ido extendiendo a lo largo del tiempo. Había leído que, antaño, a estas mujeres las habían considerado brujas, por su conocimiento sobre el uso medicinal de las plantas. Un conocimiento que los hombres no tenían porque, simplemente, no le prestaban suficiente atención o importancia en esa época.

Las manos no siempre tenían que ser un arma, o un útil para herir o matar. Podían servir para salvar vidas.

Durante el proceso de adaptación a la piedra de moler, Asradi fue guiándole de forma cuidadosa y con paciencia. Incluso primero indicándole con los movimientos al poner sus manos sobre las de Alistair para darle unas pequeñas directrices y, después, dejar que lo intentase ya él solo. Sonrió satisfecha, y con un deje de orgullo, cuando el muchacho no tardó en cogerle el truco.

Lo estás haciendo bien. — Halagó, en un refuerzo positivo y sincero al mismo tiempo.

Mientras él molía el Fucus, ella aprovechó para separarse un momento. Abrió la mochila que siempre llevaba consigo y extrajo un pequeño cuaderno donde solía tener anotaciones. Sobre todo de plantas y sus usos más básicos e importantes. Pasó unas pocas páginas hasta que encontró lo que buscaba, sobre todo porque también tenía unas pequeñas muestras.

Tras eso, se volvió a sentar a su lado, en una roca que sobresalía de entre la arena y que no era demasiado incómoda.

Esta, por ejemplo... — Le mostró una planta de tallos finos, casi parecidos a segmentos. Y, lo más llamativo, que tenía unas delicadas y pequeñas flores amarillas. — Es una Lentibularia. Suele ser utilizada como cicatrizante. Hay que tener cuidado porque aunque tenga esta propiedad, suele habitar en aguas algo fangosas. — Asradi le explicaba con paciencia. Y también se notaba que ella lo estaba disfrutando. — Y eso conlleva a que, como hay que aplicarla directamente sobre la herida o la úlcera, pueda infectar en vez de sanar. Lo mejor es hervirla antes para eliminar cualquier impureza. Y, de ahí, hacer el ungüento. Como al hervirla pierde algunas propiedades, es recomendable mezclarla con otras plantas también cicatrizantes.

Tras eso, también le explicó sobre otro tipo de plantas, como las Adelfas. Eran muy reconocidas en medicina, pero su uso también podía tener efectos contrarios. Las hojas de las adelfas eran altamente tóxicas, por lo que también su uso recaía en la creación de venenos. Y, con ello, de sus respectivos antídotos.

Estuvieron durante un rato intercambiando impresiones, y Asradi también aconsejándole con lo que sabía. No era mucho, pero al menos lograba defenderse lo suficientemente bien en eses ámbitos.

Pues... Vengo de un clan que se ha dedicado a esto desde hace generaciones. — Explicó, con un pequeño aire nostálgico. Todavía las echaba de menos. — Comienzan a instruirnos desde niñas, y poco a poco vamos aprendiendo.

Bajo la atenta mirada de la matriarca y el resto de sacerdotisas. Cuando Alistair le pidió que le contase un poco más al respecto, la sirena dudó unos instantes. Incluso le sonrió de manera suave después.

No sé que podría contarte al respecto. — Era sincera en ese aspecto. Estaba tan habituada a guardarse todo para sí, que abrirse de esa manera con alguien era algo harto dificultoso. Sobre todo porque era, más bien, como un instinto protector. No conocía de nada a aquel chico, por muy amable y sincero que pudiese haberse mostrado con ella. Y, aún así, le despertaba algo que no sabía muy bien cómo definirlo. ¿Podía confiar en él? Quería pensar que sí.

Había una relativamente reciente, de hacía varios meses atrás. Un año aproximadamente, quizás.

Aunque una vez me encontré con un congénere en una de las muchas islas selváticas que se esparcen por el océano. — Recordaba a aquel gyojin tiburón con tremendo cariño. Esperaba que estuviese bien, sobre todo desde que se volvieron a ver en Loguetown hacía no demasiados días.

Intentó contener el sonrojo que quiso acudir a sus mejillas, aunque no pudo evitar aquella sonrisa suave que se le dibujó en los labios.

Estaba malherido y, lo que es peor aún, envenenado por alguna especie de bestia enorme. Era un lugar virgen, en medio de la jungla, así que no había muchos recursos. No para proveerle un lugar seguro, por desgracia. Tuvimos que meternos en una cueva. — Y, para ello, Octojin había tenido que forzarse a pelear, en su estado.

Recordaba aquellos hechos como si hubiesen acontecido hacía relativamente poco. Había sido toda una experiencia, eso sí.

Es complicado hacer un antídoto cuando no conoces el veneno. Y cuando es así, lo más sensato porque hay que actuar rápido, es intentar eliminar la toxina del cuerpo. Estuvimos allí un par de días, hasta que el tratamiento fue haciendo efecto poco a poco.

Definitivamente, no era buena contando historias, pero al menos ahí estaba esa experiencia.
#20
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