Hay rumores sobre…
... que en cierta isla del East Blue, hubo hasta hace poco tiempo un reino muy prospero y poderoso, pero que desapareció de la faz de la tierra en apenas un día.
[Aventura] T3 Típica mercancía misteriosa, no tan típica
Octojin
El terror blanco
Mientras Octojin caminaba por los pasillos del cuartel, se sumergía en sus pensamientos. Algo rondaba su cabeza desde hacía tiempo: su incapacidad para leer. Sabía que, eventualmente, tendría que contarle aquella historia tan preocupante para él a su brigada. Después de todo, era solo cuestión de tiempo antes de que alguien más, como Camille, se diera cuenta de sus constantes titubeos al respecto. Su comportamiento reciente lo delataba; cada vez que le entregaba una hoja, ella lo miraba con recelo, como si esperara que descubriera algo evidente que él simplemente no podía descifrar. Pero de momento era una batalla perdida contra su orgullo. El escualo no era muy dado a confesar debilidades, y menos una tan claramente humillante para él como aquella.

Mientras reflexionaba, el tiburón continuaba su búsqueda del cartero. Había preguntado a varios marines por su paradero, y aunque muchos parecían quedarse impresionados ante su imponente figura, finalmente uno de ellos le dio la dirección correcta. La base marina aún no estaba acostumbrada a tener a un gyojin entre sus filas, y aunque Octojin entendía que llevaría tiempo, no podía evitar sentirse un poco fuera de lugar.

Llegó a la puerta de la habitación del cartero y lo primero que le llamó la atención fue lo que parecía un hecho insignificante: la puerta estaba cerrada con llave. Eso no era algo común entre los marines rasos, cuyas habitaciones generalmente estaban abiertas o, como mucho, cerradas pero sin llave. Luego notó la música alta que resonaba desde dentro, lo cual era extraño, y apenas tocó la puerta, escuchó un ruido: papeles siendo movidos y lo que parecía un mueble arrastrado.

El gyojin esperó pacientemente, pero no dejaba de pensar que algo estaba mal. No tardó en escuchar la voz del cartero desde dentro, confirmando que estaba ahí y que pronto le abriría. Aunque ese pronto era relativo. Tardó unos segundos que se hicieron eternos y no hicieron más que aumentar las sospechas del escualo.

Finalmente, la puerta se abrió, y allí estaba el cartero, vestido con una camiseta de tirantes. Lo que le sorprendió a Octojin no fue tanto la apariencia relajada del hombre, sino el hecho de que parecía menos nervioso que antes, lo que contrastaba con sus sospechas de que algo se cocía allí.

¿De qué demonios estaba hablando aquél humano? Octojin se quedó perplejo ante las primeras palabras del cartero. Claramente, no entendía a qué se refería, pero decidió no darle importancia de momento. Quizá estaba esperando otra orden de la Marina y se había confundido, o simplemente había malentendido lo que hacía allí el tiburón.

Frunciendo el ceño e intentando ignorar lo último que había pasado, el habitante del mar invitó al humano a acompañarle, algo que este aceptó. Parecía algo confuso, o esas eran las sensaciones que él gyojin percibía.

El cartero se dio la vuelta para ir a ponerse el uniforme, y Octojin vio su oportunidad. Ingresó en la habitación con cuidado, observando cada detalle. El primer olor que golpeó sus sentidos fue lo que parecía un perfume de mujer, algo que le alertó de inmediato. Él no era muy de perfumes, pero estaba harto de olerlos por el cuartel, así que aquél tono afrutado lo asociaba más a una mujer que a un hombre. Las reglas del cuartel prohibían estrictamente traer civiles, y mucho menos para mantener relaciones íntimas, a las habitaciones.

Cerró la puerta tras él, asegurándose de que nadie más entrara, y giró la llave, que posteriormente se guardó en el bolsillo.

—Sabes que está estrictamente prohibido traer mujeres al cuartel, ¿verdad? —preguntó en voz baja, mientras sus ojos inspeccionaban la habitación con cautela.

Se dirigió hacia la mesita de noche, centrándose en los cajones. Si había papeles ocultos, ese sería un buen lugar para guardarlos. Los abriría uno por uno, moviendo los objetos que encontrase dentro, en busca de algo sospechoso. Una vez terminase, y aún con el ruido que había oído antes, como el arrastrar de un mueble, rondando en su cabeza, volvería a ojear la habitación.

Entonces, utilizaría su instinto de carpintero para que le guiase hacia un mueble más grande. Si lo encontraba, se detendría un momento, analizando la estructura. Si podía moverlo lo movería, quizá el ruido que oyó tenía como intención esconder algo en la parte trasera. Pero su experiencia le decía que los muebles podían tener compartimentos ocultos, especialmente si alguien quería conservar algún secreto en él. Así que inspeccionaría el mueble con una u otra opción, e intentaría averiguar qué pasaba allí. Si encontraba algo, no dudaría en preguntar al cartero.

—Sí escondes algo, es el momento de decirlo. O de lo contrario, te meterás en un buen lío. —murmuraría con su agudo sentido de la observación activado.

Esperaba encontrar algo, o que el cartero confesara. Aquello parecía ser la típica situación donde había gato encerrado. Muchas pistas conducían a que el humano tenía algún tipo de secreto. La cuestión era si estaba relacionado con la muerte del marine. Y en cualquier caso, si su olfato de detective estaba apuntando bien, ¿sería suficiente el apoyo de su superior para montar la que había montado? Quizá le caería una bronca, pero esperaba que fuese menor, al fin y al cabo la sospecha estaba plantada.

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#11
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
El tono de Gaul se suavizó en el momento en que mencionó a Brian. Aparentemente, como estaba ocurriendo con cualquier nombre que mencionase, el hombre conocía a prácticamente cualquier marine del G-31. No solo sabía quienes eran, sino que incluso parecía muy al día de su contexto familiar y de la situación de cada uno de ellos. Por un lado, podía tener sentido que alguien que llevaba tanto tiempo en la base y que en algún momento había sido una persona influyente allí tuviera todo tipo de contactos. Por otro, las personas que se interesaban por recabar información rara vez lo hacían sin algún tipo de interés en ello. La suspicacia se despertó en la oni, pero de momento no le dio mucha importancia.

Claro, no se corte. Aunque no creo que sus pulmones se lo vayan a agradecer, señor.

A Camille no le gustaba el humo, pero oponerse a que encendiera un cigarro no solo tensaría la situación, sino que además podría ponerle en su contra y que decidiera dejar de decirle cuanto sabía. Se tragaría el nauseabundo olor del tabaco y enfocaría sus esfuerzos en seguir obteniendo cuanto pudiera del viejo.

Después de esto, Gaul empezó a exponer sus argumentos y sospechas hacia el cartero, quizá buscando justificar su acusación. Si todo lo que le estaba contando era cierto, la morena entendería por qué el guardián del archivo se mantenía inquisitivo sobre los motivos del muchacho. Ella misma sabía que cualquier asunto en el que el casino estuviera involucrado rara vez eran buenas noticias, y bien pensado no le sorprendería en absoluto que quienes se escondían tras aquel negocio estuvieran al tanto de la existencia de la caja y de su contenido. Sin embargo, algo en las palabras del hombre le sonó a chamusquina. El ambiente pareció tensarse de un momento a otro en cuanto mencionó a la capitana y dejó en el aire algunas frases. En primer lugar, muy poca gente sabía que Beatrice era su madre adoptiva, lo que ya de por sí puso en guardia a Camille. Intentó no exteriorizarlo, pero quizá no pudiera evitar algo de sorpresa en su gesto. Después, se atrevió a sugerir que existía la posibilidad de que alguien cercano le hiciera daño cuando menos se lo esperase. Para rematar, entendió en sus palabras que parecía estar diciéndole que no se metiera en asuntos que no le importaban. Solo había sido un instante, pero la intuición de la oni estaba dando volteretas y palmas. Gaul sabía más de lo que decía y sus motivos para callar podían no ser honestos.

Aun así, no tenía ninguna prueba más allá de lo que creía haber entendido en aquella conversación. Dudaba que acusarle fuera a servir de nada, más aún teniendo en cuenta lo respetado que parecía ser el viejo en la base y los hilos de los que debía poder tirar. No, tendría que afrontar este problema de una forma menos directa. Aunque el único motivo por el que no estaba gritándole como una mala bestia en esos momentos era que no estaba completamente segura de lo que pensaba. Se esforzó por sonreír discretamente y asintió.

No le haré perder más tiempo entonces con esto. Espero que la actividad del archivo pueda volver a la normalidad pronto, quizá hable con la capitana sobre ello —le dijo, como si quisiera darle a entender que cedería en aquella... ¿Amenaza?

Tras esto se puso en pie y dejó ordenado el registro y la documentación que había estado revisando, guardándose algunas notas que ella misma había tomado. Se despidió con un saludo formal y se largó del archivo. Tenía varias cosas que hacer. Octojin estaría aún buscando al cartero o en su defecto lidiando con él, así que ese lado estaba relativamente controlado. El único problema es que tal vez llevase al cartero hasta el archivo, así que necesitaba informarle de que ya no estaba allí... y no recordaba que su compañero tuviera un den den mushi.

Mierda.

Tendría que confiar en que el gyojin averiguase algo por su cuenta o en dar con él antes de que volviera al archivo. En cualquier caso, lo primero que haría sería averiguar dónde demonios estaba el cuarto del tal Brian e ir a buscarle. Allí algo olía a chamusquina y no pensaba zanjar aquel asunto acusando a una persona que con casi toda seguridad nada tendría que ver. Quizá ninguno de los dos lo tuviera y, simplemente, todo aquello era un intento de inculpar a alguien. Llegaría hasta el fondo del asunto.

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#12
MC duck
Pato
Octojin

Camille Montpellier
#13
Octojin
El terror blanco
Octojin sentía una creciente incomodidad a medida que examinaba la habitación. La excusa del cartero sobre la colonia para su madre parecía débil, y el gyojin no podía dejar de notar el extraño desorden del lugar. Todo tipo de ropa de mujer colgaba del armario y un maniquí con un rostro recortado de revista lo observaba desde un rincón. La escena era, en el mejor de los casos, confusa. ¿Qué estaba ocurriendo allí? Nada aparentemente normal, desde luego.

Al abrir el armario, no encontró a nadie escondido, pero el contenido lo hizo fruncir el ceño. Ropa de mujer, pelucas y más cosas que no encajaban con la excusa del cartero. Sumado a las revistas con imágenes de minks y gyojins en paños menores, todo se volvía aún más perturbador. ¿Qué clase de vida llevaba este hombre cuando no estaba entregando correo? ¿Acaso el correo era una tapadera?

Mientras el tiburón trataba de asimilar todo, el cartero salió del baño, ya vestido con su uniforme. Octojin lo observó atentamente, esperando alguna reacción que explicara el caos en la habitación. Lo que no esperaba era la respuesta que recibió.

La mano del cartero se deslizó por sus pectorales, en un gesto sugerente que hizo que todo el cuerpo del gyojin se tensara. Octojin no estaba preparado para ese desenlace. Su mente intentó procesar lo que acababa de suceder mientras sentía un impulso instintivo de apartarse, pero sus pies parecían enraizados al suelo por el desconcierto.

El escualo había tenido innumerables batallas, se había pegado con bestias que le doblegaban en tamaño, con tipos de inconmensurable fuerza, con razas distintas y extravagantes, y nunca se había quedado petrificado como en aquella ocasión. Solo allí, ante la pose seductora del cartero de la base marina que había tenido como entretenimiento recorrer su mano por el cuerpo del gyojin de una manera seductora. Si bien su cuerpo no reaccionaba, su cara mostraba un semblante de auténtico desconcierto.

"¿Qué demonios está pasando aquí?", pensó Octojin mientras veía la expresión del cartero, que claramente había cambiado de tono. El gyojin no estaba familiarizado con este tipo de situaciones. Había visto muchas cosas en sus viajes, pero aquello... aquello era algo nuevo. Y ciertamente no sabía cómo reaccionar.

El habitante del mar respiró profundamente, recuperando el control de la situación mientras seguía notando la mano del humano sobre su pecho. La habitación era pequeña, y no había ningún peligro inmediato, pero aquello había escalado de una manera muy extraña.

—No me interesa quedarme encerrado aquí —respondió Octojin, con una voz baja y firme, mientras apartaba la mano del cartero de su pecho con delicadeza, pero con una clara intención de poner distancia entre ambos.

—Estoy aquí por trabajo —añadió con seriedad, con sus ojos recorriendo nuevamente la habitación, esta vez de manera más fría y calculadora. Las piezas del rompecabezas no encajaban, ni a la fuerza, pero ya no le importaba. El cartero estaba ocultando algo, eso estaba claro. Y si no era una mujer, entonces ¿qué más podría estar escondiendo?

El tiburón se enderezó, aprovechando su imponente estatura para dominar la situación, mientras dirigía una mirada firme al hombre. Si había algo más en juego, lo descubriría, pero no estaba dispuesto a seguir ese extraño juego, que tampoco sabía dónde le podía llevar.

—Necesito respuestas —dijo con voz autoritaria, dando un paso hacia el cartero. El tono juguetón y la atmósfera de incomodidad debían terminar —Tienes algo que ocultar, y no me importa lo que sea, pero esto no es un juego —añadió, endureciendo su expresión.

Lo cierto era que, consiguiese sacarle algo de información o no, después de escuchar al cartero el escualo saldría de allí abriendo la puerta y devolviendo la llave a su sitio original, la cerradura. Aquello era tan complejo como extraño para el gyojin. ¿Aquél cartero era en realidad una mujer haciéndose pasar por un hombre? ¿O un hombre que se vestía de mujer? ¿Y por qué haría eso un humano? El vestirse de otro sexo podía ser una tradición en la superficie, pero bajo el agua se hacía únicamente en algún contexto jovial y poco más.

Anonadado y ciertamente agotado mentalmente, el habitante del mar salió de la habitación y se fue hasta la salida más próxima, en busca de algo de aire para poder respirar y procesar todo lo que había vivido. ¿Acaso le creerían cuando lo contase? Seguro que la brigada hacía algún tipo de broma con esa información. O lo que sería aún peor, quizá se ganase algún mote nuevo que no entendería.

Y entonces, entre pensamientos y pesadillas en vida, llegó el momento de tomar una decisión. Conociendo a Camille, seguro que se había ido a por otra pista. Quizá una que le hubiese dicho el viejo o puede que alguna corazonada, así que no tenía mucho sentido volver a la zona de archivos, y mucho menos si cabía la posibilidad de quedarse solo allí, con más papeles rondando sus manos y poniendo la misma cara que fingía siempre, haciéndose le interesante mientras seguía líneas de letras y palabras que no podía descifrar.

Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo mientras se incorporaba de nuevo. Avanzó hacia fuera, alejándose unos metros de la entrada principal de la base marina, y allí se sentó en un banco. Empezó a pensar y debatió consigo mismo si realmente estaba siguiendo bien las pistas.

Quizá, después de todo, la marina no fuese su lugar. Se sentía tremendamente inútil rodeado de tanta documentación, donde las palabras cobraban una importancia mucho mayor que los hechos, y en la que buscar a una simple persona tenía una complejidad demasiado alta. Bufó mientras seguía pensando, rezando por dar con la tecla o al menos con una pista antes de que Camille le viese.

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#14
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Pese a confiar en que estaría disimulando lo suficientemente bien, Camille se sentía tensa. No estaba cómoda en situaciones en las que se esperase un mínimo nivel de discreción y delicadeza, pues esas palabras eran casi antónimos de todo lo que podía decirse sobre ella: enorme, de sutileza nula y con dos enormes cuernos rojos sobresaliendo de su cráneo. Se mirara como se mirase resultaba muy difícil de imaginar que pudiera pasar desapercibida por ningún lugar, pero lo cierto es que si había algún sitio en el mundo en el que podría hacerlo sería el G-31 de Loguetown. Después de todo, verla deambulando por las salas y pasillos de la base no era un hecho extraordinario, sino más bien uno que podría considerarse cotidiano. Confiaba en jugar esa baza para no levantar sospechas sobre sus verdaderas intenciones, aunque no por ello dejaba de estar atenta a sus alrededores por si alguien pudiera estar siguiéndola.

Sin embargo, por mucho que se conociera la base de pe a pa, no por ello tenía conocimiento sobre dónde tenían designados los cuartos todos y cada uno de los marines de la base. Le tocaba preguntar por indicaciones, una tarea en teoría simple que pareció volverse endiabladamente difícil. No por su ejecución en sí, sino por el inexplicable nivel hormonal del que hicieron despliegue la mayor parte de los reclutas y soldados con los que se cruzó. «Debe haber una puta convención de babosos hoy o algo», pensó para sus adentros al tiempo que apartaba de mala gana a uno de los últimos, habiendo perdido unos preciosos y valiosos minutos en el proceso de recabar información.

Por suerte y aunque ya estaba empezando a dudar de si sería capaz de lograrlo, dio al fin con la localización de Brian y lo localizó en una de las salas comunes del G-31. Se plantó frente a él, bastándole tan solo un rápido vistazo para darse cuenta de que aquel muchacho distaba mucho de ser una persona fuera de lo ordinario. No aparentaba ser excesivamente fuerte ni habilidoso, tampoco imponente: un perfil muy alejado del que se habría imaginado de un potencial asesino. Como había deducido de la conversación con Gaul, había muchas cosas que no encajaban en todo eso. Lo único extraño que percibió en él fueron los moratones que adornaban su rostro, contrastando con el impoluto uniforme que llevaba.

Sí, te estaba buscando —le confirmó, llevándose la mano a su propio torso para presentarse—. Soy la recluta Montpellier. Estoy al cargo de la investigación por lo sucedido esta mañana. ¿Te importa si te hago unas preguntas?

Su forma de hablar seguía una rigurosa formalidad, casi tiñendo sus palabras con una presente amabilidad, pero lo cierto era que su tono alertaba de todo lo contrario. La voz de la recluta sonó directa y contundente, como si quisiera dejar claro que no daría lugar a un «no» por respuesta. Sin embargo, Brian no parecía dispuesto a responderle ni a darle ningún tipo de información. Cuando le preguntó sobre sus cardenales hasta se sacó una rápida y poco creíble excusa. Estaba claro que todo aquel asunto olía a chamusquina y no iba a perder la oportunidad de atar los cabos sueltos.

Vengo por orden expresa de nuestros superiores —le indicó, con un tono medido y solemne, fijando su mirada de rubí en la de él—. Podemos hablar de esto tú y yo en un sitio discreto sin nadie más que nos escuche, o puedo arrastrarte hasta el despacho de la capitana y dejarte a tu suerte allí ante los mandos del G-31. Tu nombre figura en los registros del archivo, así que piénsatelo detenidamente.

En caso de acceder, Camille dirigiría a Brian hasta un lugar en el que pudieran tener algo de intimidad y hablar sin que nadie les interrumpiera o molestase, siempre atenta a sus alrededores por si alguien estuviera centrando su atención en ellos. Después empezaría haciendo algunas preguntas bastante directas.

¿Para qué fuiste al archivo esta mañana, antes del asesinato? ¿Cómo te has hecho realmente lo del ojo? —Haría una pausa tras estas dos primeras preguntas, siguiendo con la tercera—. ¿Qué papel tiene Gaul en todo esto? Y te recomiendo que seas sincero esta vez. Si algo de lo que me digas me suena como una mentira o una excusa no perderé el tiempo y te llevaré a rastras ante la capitana.

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#15
MC duck
Pato
Octojin

Camille
#16
Octojin
El terror blanco
Octojin estaba ya apunto de marcharse de la habitación visiblemente enfadado por haber perdido tanto tiempo allí. Había sido conducido a una pista que, aparentemente, no tenía nada que ver con la misión. Pero observó al cartero con una mezcla de confusión y sorpresa y aquello le hizo que se quedase un rato más, intentando entender todo lo que allí estaba sucediendo. Las palabras del hombre estaban llenas de ansiedad y parecía estar defendiendo algo con una intensidad que al tiburón le desconcertaba. ¿Por qué tanta preocupación por lo que había dentro de su habitación? ¿Acaso estaba haciendo algo ilegal o mal visto? En cualquier caso, eso debería estudiarlo después, ya que no terminaba de entender el alcance que tenía todo aquello.

Entonces, en ese preciso momento, alguien llamó a la puerta. La voz decía que el cartero sería arrestado por el asesinato de Ewan Eastone, un nombre que hasta la fecha no había salido. Pero el cartero reaccionó de una manera bastante dramática, algo que le hizo entender que realmente era muy viable que no tuviese nada que ver con el incidente. ¿Pero, por qué esa reacción tan dramática? A juzgar por lo que siguió saliendo de su boca, era la única persona que le trataba bien. Nada tenía sentido.

Las manos del escualo se apretaron en puños mientras intentaba pensar con claridad. La situación se estaba saliendo de control rápidamente, y podía notar la tensión en el aire. Sin embargo, huir no era una opción que contemplara. Escapar solo haría que él y Camille parecieran más culpables de lo que ya podrían pensar los que estaban al otro lado de la puerta, y más si para ello tenía que romper la pared de una habitación de la base de la marina. Además, ¿por qué tendrían que escapar si no habían hecho nada malo?

Octojin decidió actuar. Respiró profundamente y colocó una mano firme pero calmada sobre el hombro del cartero, intentando transmitirle algo de serenidad.

—Tranquilo —le dijo con una voz baja pero autoritaria—. Yo me encargo.

Dando un paso hacia la puerta, el gyojin se enderezó, tensando sus músculos y dejándolos listos por si las cosas se torcían aún más. Levantó la voz, resonando en la habitación con un tono claro y directo a la par que ponía su mano sobre el pomo de la puerta.

—¿Quién hay detrás de la puerta? —preguntó, haciendo una pausa que pareció durar una eternidad.

Sin esperar la respuesta, giró la manija y abrió la puerta de golpe, listo para enfrentarse a lo que estuviera del otro lado.

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#17
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Claro que no pensaba que Brian fuera el culpable, resultaba casi evidente tras las amenazas veladas que Gual le había lanzado en el archivo y su insistencia en lo respetable que era que el soldado se preocupase tanto por su familia. Ningún hombre mentalmente sano y con aprecio por sus seres queridos se la jugaría de aquella manera, salvo que lo hiciera precisamente por protegerles. La resiliencia de Brian ante sus intentos de intimidarle y su estoicismo en mantener su postura le despejaron cualquier duda que pudiera haber albergado en algún momento.

No quiero arrestarte —le aclaró una vez se alejaron un poco y vio cómo empezaba a derrumbarse—. Estoy intentando ayudarte, Brian.

Había muchas posibilidades que se le antojaban factibles a Camille. La principal de ellas era que tanto el asesinato como aquella tediosa y confusa investigación no eran más que un cebo para mantener a los marines ocupados. ¿Para qué querrían eso? El motivo resultaba casi evidente: la caja no había llegado a salir del cuartel, o al menos no todavía. Si encontraban un culpable al que señalar, quizá los mandos volvieran a abrir los accesos y salidas de la base y así el verdadero culpable podría sacarla sin levantar sospechas, con todos los ojos puestos en el chivo expiatorio al que hubieran acosado. Eso era algo que no podían permitir, no después de todos los dolores de cabeza que les había dado aquella minúscula cajita de madera.

La verdadera pregunta era, ¿Cómo conseguir la ayuda de Brian? Estaba claro que no cedería en nada mientras su familia estuviera en peligro. Camille tampoco creía que conociera todos los detalles, de modo que dudaba que fuera a poder conseguir ningún dato relevante. ¿O quizá sí?

No hay que ser ningún genio para entender lo que está sucediendo aquí —le dijo entonces, con un tono mucho más suave que antes, observando la desesperación en sus ojos—, pero la mejor baza que tienes si quieres mantener a salvo a tu familia somos nosotros. ¿Qué te garantiza si sigues colaborando con ellos que no les harán daño? Son cabos sueltos; incluso si terminamos echándote la culpa a ti, tus seres queridos seguirían sabiendo más de lo que deben. Por favor, Brian, déjame ayudarte.

No podía dejarlo estar, no cuando había tantas vidas inocentes en juego. Ya habían perdido a un compañero y en prisión no sería muy difícil deshacerse del que tenía delante si los verdaderos maleantes así lo deseaban —después de todo tenían gente infiltrada en la base, ¿Qué les impedía tenerla también en la cárcel?—. Además, la los familiares de Brian corrían un peligro potencial. No había lugar para la duda ni para la vacilación, debían actuar con rapidez.

Vamos a tenderles una trampa —le dijo en un susurro, esperando a que se calmase—. Fingiremos tu detención y hablaré con la capitana para que levante el cierre de la base. Aprovecharemos eso para mandar a alguien discretamente a tu casa o a donde tengan a tu familia y también para cazar a los responsables con las manos en la masa. Pero primero necesito saber qué han hecho con esa caja. ¿La tiene Gaul escondida y la va a sacar uno de los gemelos? ¿O tienen a alguien más preparado para sacarla? Todo lo que puedas decirme es de vital importancia, incluso si sabes dónde se va a hacer la entrega. Confía en mí, no dejes que salgan impunes de esto.

Esconderla en el propio archivo sería una estrategia brillante. A veces, para mantener algo oculto, debes esconderlo donde más a la vista se encuentre, pues es allí donde nunca irán a buscarlo por lo obvio que sería. Si Gaul estaba metido en el ajo, encajaba que la caja estuviera aúnen su posesión y que, quizá, más tarde fuera a valerse de sus compinches o de otro marine para sacarla del cuartel. Con la información que le brindase, fingirían la detención de Brian y le contaría sus planes a la capitana Montpellier. Con algo de suerte todo aquello surtiría efecto, si es que Brian colaborada. Pero... ¿Cómo le iría a Octo? Apretó los dientes, haciéndolos rechinar. Qué bien le vendría la ayuda del gyojin en esos momentos.

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El plan
#18
MC duck
Pato
Octojin

Camille
#19
Octojin
El terror blanco
Al abrir la puerta, Octojin sintió cómo los marines retrocedían al instante, claramente intimidados por su presencia. Pero algo estaba mal. Sus ojos rápidamente escudriñaron la escena, reconociendo a los dos William entre otros tantos marines que no pintaban nada allí. ¿Qué demonios estaba pasando? Uno de los presentes intentó hablar, pero antes de que pudiera terminar su frase, todo se descontroló.

En un breve parpadeo de tiempo uno de los William acuchilló al marine que hablaba, desgarrando su cuello con un hábil movimiento y una mayor parsimonia. La sangre salió a borbotones, tiñendo el suelo y la pared al momento. Apenas tuvo tiempo de procesarlo cuando escuchó un disparo seco. El otro William disparó a quemarropa al segundo marine sin dudarlo ni un segundo. Allí estaba sucediendo algo importante y todo parecía más propio de una mafia que de la marina.

La bala atravesando el cráneo del marine y salpicando la cara del tiburón con un fino hilo de sangre fue una imagen que no se podría quitar fácilmente de la cabeza. Y, francamente, fue la imagen. La imagen que hizo que el tiburón se quedase perplejo durante un breve instante. Uno en el que la sangre fresca en su rostro contrastaba con su piel blanca y era saboreada por su lengua. Un calor empezó a recorrerle el cuerpo. Una furia que sentía en sus entrañas, y que pronto se extendió como fuego por sus venas.

Sed de Sangre
U82001
ÚNICA
Pasiva Racial
Tier 1
14/8/2024
Los tiburones tienen un instinto predador que se agudiza al oler o saborear sangre. Para Octojin, este instinto se manifiesta de manera aún más intensa, alimentando su fuerza y ferocidad en combate cuando está en presencia de sangre fresca. Al ver/oler/saborear sangre en un radio de 40m el Gyojin obtiene un bono de +5 Fuerza y +5 Agilidad. Además, sus ojos se tornan rojos y su iris se vuelve más pequeño.

Consideramos que un enemigo derrama algo de sangre cuando sufra algún estado de Hemorragia o reciba daños cortantes o perforantes.


—¿Qué diablos? —El gyojin se tambaleó un segundo, incrédulo, intentando entender lo que acababa de pasar. La imagen de los marines asesinados y la sangre escurriéndose a sus pies lo hacían hervir. La mirada de Octojin pasó de sorpresa a rabia. Su iris se tiñó de un rojo intenso, como si de repente sus ojos fueran dos pozos llenos de furia contenida. Sentía el corazón golpear con fuerza en su pecho, la sangre bombeando tan rápido que cada latido parecía un tambor retumbando en sus oídos.

Los William no paraban de gritar mentiras, intentando incriminarlo. El sonido del Den Den Mushi resonaba mientras los marines restantes retrocedían, apuntándole a él. "El gyojin ha mordido a Tomás", "¡Atrás!", eran palabras que apenas alcanzaba a entender en ese momento, cada sílaba era una gota de aceite que avivaba su fuego interior. Ya no importaba lo que decían, todo era un caos. En su mente, solo una cosa tenía sentido: esos dos traidores debían caer. ¡Ahora!

Con una velocidad que parecía desafiar la lógica, Octojin trazó un rápido movimiento con su brazo derecho. Sintió la fuerza acumulada en su puño, y liberó un impacto que no solo arrasaría con lo que tuviera frente a él, sino que daría rienda suelta a toda la furia que bullía en su interior. La técnica fue precisa y devastadora. Como si el aire se hiciera sólido, una potente onda de choque salió disparada hacia los William, barriendo con todo y todos lo que hubiera en su paso. Las paredes temblaron, el suelo crujió, abriéndose camino el golpe hacia sus objetivos, con la intención de empujarles y derribarles.

Golpe Vacuo
ARM301
ARTISTA MARCIAL
Ofensiva Activa
Tier 3
17/9/2024
35
Costo de Energía
2
Enfriamiento
Trazando un rápido y poderoso impacto hacia el frente el usuario empujara una considerable masa de aire que barrera con todo lo que se encuentre por delante en un alcance de 10 metros de distancia, cubriendo 3 metros de ancho. Si el golpe que liberara la onda de choque golpea directamente contra el cuerpo del objetivo le causara un [Empuje] minimo hasta el final del recorrido de la técnica.
Golpe Basico + [FUEx2,4] de [Daño contundente]


Aquello le hizo pensar en qué era lo que estaba pasando. Los William, junto con el viejo de la sala de pruebas tenían algo que ver allí. Quizá, con suerte, Camille había conseguido alguna pista. La cuestión ahora era sencilla, intentar intimidar al resto de marines para que dijesen la verdad, aunque fuese a la fuerza.

—Y vosotros —comentó lleno de rabia, dirigiendo su semblante serio al resto de marines—. Si no os queréis meter en un lío mayor, bajad las armas.

Todo a su alrededor se distorsionaba en un borrón de movimiento y violencia. Pero Octojin no iba a detenerse. Aquella era su respuesta al caos, una fuerza cruda, brutal y sin concesiones. Lo único que deseaba en ese momento era acabar con aquellos que le habían obligado a convertirse en un monstruo frente a sus propios compañeros. Tenía muchos testigos de lo que había pasado, pero solo el cartero estaba aparentemente de su lado. Quizá, si los Williams caían de un solo golpe, el resto de marines depondrían las armas y dijeran la verdad. Pero, francamente, aquello era una ilusión para el gyojin.

Sin nada más que pudiera hacer, se acercaría a los Williams, de haber acertado el golpe, e intentaría custodiarlos, esperando a que el resto de refuerzos de la marina llegaran. Aunque se preguntaba si serían marines limpios o más secuaces de aquellos tipos.

resumen


matemáticas

stats
#20


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