Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue puedes asistir a una función cirquense.
Tema cerrado 
[C- Presente] Over the Boardwalk, Beyond the Sunset | Priv. Asradi
Alistair
Mochuelo
Todo avance que pudiera conseguir era bien recibido, e incluso la pequeña sonrisa que la sirena había esbozado después de la parte más emocionalmente turbulenta contaba para eso. Sin importar cuán pequeña fuera la mueca, para el Lunarian saber que pudiera formar parte de aunque sea una pequeña parte del esfuerzo requerido para conseguir esa mejoría en su ánimo le provocaba a él su propio manojo de indescriptible felicidad. 

Negó con la cabeza; no recibiría sus disculpas por algo tan instintivo para él como estar en los peores momentos de alguien más, incluso si esa persona en ese momento no fuera Asradi. — No hay nada que agradecerme. Es algo que haré siempre que esté en capacidades de hacerlo, casi... como un deber. Si puedo ayudar a alguien más con lo que sea que tenga, lo haré sin dudarlo dos veces. — Después de todo, si tenía calidez de sobra como para repartir, ¿Qué razón tenía para acaparar la llama por encima de distribuirla a quien pudiera necesitarlo? El mundo era un lugar demasiado grande como para vivir de individualidades solamente. 

El gesto que ofreció no llegó a concretarse, pero era algo que podía entender perfectamente e incluso imaginó en una de las posibilidades. Había sido una invitación de naturaleza complicada a aceptar, pues ese gesto que implicaba tanta cercanía no acababa de ajustarse a la mente de todos, y teniendo en cuenta que su primer encuentro estaba ocurriendo ahora mismo, era difícil atravesar algunas de las mas densas barreras sin importar cuán bien habían conseguido congeniar en el poco tiempo que se conocían. Pero la invitación siempre permanecería sobre la mesa, por si algún día llegaba a necesitarlo y requería de la relajante sensación que podía ser un abrazo bien dado. 

Aun si su gesto no se vio correspondido, si se vio compensado por uno de diferente naturaleza y que también podía aceptar; un estrechón de manos tras haberlas tomado, algo que correspondió siempre que fuera con lo que la sirena se sintiera cómoda en el instante, seguido de unas caricias que se sentían como un agradable masaje sobre el dorso de sus manos. Debía admitir que se trataba de una sensación engañosamente agradable, y que de hecho le generó un poco de cosquillas al inicio hasta que consiguió adaptarse totalmente. Su mirada por otro lado se mantendría sobre la de ella, inamovible. Si ella se esforzaba por sostener la mirada tras el incidente que humedecería sus ojos, él siempre correspondería con la misma energía. 

Escucharla reafirmar que estaría bien le otorgó un gusto que le costaba definir con las palabras de su propio diccionario interno, pero que le otorgaron un alivio importante, como si pudiese respirar nuevamente tras una generosa cantidad de tiempo aguantándolo. Saber que estaría bien le hacía bien a él. Sin dudarlo correspondió al abrazo que ella ahora lideró, acomodándose a la corta duración del gesto que ella misma había decidido realizar. Abrazo era abrazo, y siempre estaría agradecido de darlo y recibirlo. — Y espero que nunca dejes de estarlo. — Sonrió a la par que dijo sus palabras, transformando por un momento su enérgica sonrisa en una gentil y cálida. 

Su mirada bajó por un segundo, permitiéndose realizar una introspección al paralelo entre sus acciones con las de la sirena; por mucho tiempo, había estado moviéndose de un lugar a otro sin mirar atrás, sin poder establecer vínculos con las personas que visitaba en el camino. Era sin duda difícil, pues la amenaza de volver al cautiverio siempre acechaba en la vuelta de la esquina. Pero se rehusaba a volver nuevamente a derroteros en medio de la conversación. — Entiendo a lo que te refieres... Es complicado quedarse mucho tiempo en un solo sitio, te arriesgas a llamar demasiado la atención. — Pausó un segundo, meditando sus próximas palabras. — Pero quizá no estemos perdiendo tanto como parece en primer lugar. Quisiera pensar que, de todas las personas con las que nos encontramos de camino, mas de una nos recordará. Y cuando llegue el día en que podamos pasar tiempo largo y tendido con ellos, la espera hará el reencuentro muchísimas veces mejor. — Propuso, optimista del futuro. Ya debería conocerle lo suficiente como para verlo venir. 

Y de pronto, la conversación nuevamente tocó el tópico que arrojaba mayor positividad en el asunto. Ojalá-... No, aún debía guardar el secreto. No era el momento correcto.— Estoy seguro que, incluso en este momento, están dando todo de ellos mismos para conseguir un futuro mucho mas colorido que el presente que vivimos. Mucho mas libre, y mucho mas alegre. Sin importar cuán feo pueda verse al inicio. — Los imperios difícilmente se derrocaban en un día, pero tenían claro una cosa: El Gobierno Mundial eventualmente caería sobre su propio peso si le mordías lo suficiente fuerte los talones. 

Su mirada ahora fue a parar a los utensilios que hace un momento había apartado a un lado en pro de la ayuda emocional en forma de un abrazo, y ahora nuevamente sujetaba algunos entre sus manos. — ¿Crees poder continuar con las lecciones? Quizá te ayude cambiar un poco de tema. Además, estoy seguro que aún queda mucho por enseñar, maestra Asradi. — Bromeaba inocentemente y ligeramente risueño, buscando sonsacarle otra sonrisa con una tontería o dos, o de la forma que fuera necesaria. No todos estaban dispuestos a pelear de cara con la razón de su tormento, pero si podía distraerla de ello en conjunto con el avance que ya habían realizado, podía darse por más que satisfecho.
#31
Asradi
Völva
Alistair comprendía ese hecho porque, seguramente y por desgracia, el chico también habría pasado por lo mismo o por algo similar al menos. En realidad Asradi no lo deseaba, el que nadie pasase por lo mismo por lo que ella. O, quizá sí. Los que sí merecían tal acto de crueldad, o más todavía, eran aquellos que les habían hecho tales atrocidades. Eses monstruos no se merecían nada mejor. Ese pensamiento copó, por unos instantes, la mente de la sirena, dejando que germinase lentamente en lo más profundo de su ser. No solía ser vengativa, pero es clase de gente despertaba una faceta demasiado oscura en ella. Una que trataba de contener o de tener resguardada y bajo control. Si por Asradi fuese, le hincaría los colmillos en el cuello a todos ellos.

Tales pensamientos fueron interrumpidos por las candorosas y cálidas palabras de Alistair. Ese momento en el que el lunarian, tan solo con sus ánimos, era capaz de volver a llevarla a la luz. A la claridad mental. Un suspiro suave brotó de entre los labios de la pelinegra, junto con una pequeña sonrisa que, esta vez, deseaba estar plagada de esperanza.

Yo también lo espero. Que todo esto por lo que pasamos logremos olvidarlo. Y, no solo eso, también superarlo y que esas sombras que nos persiguen se terminen difuminando para siempre. — Que desapareciesen. No solo para ellos dos, sino para todos aquellos que habían sufrido lo mismo. Y para que no hubiese niños o personas que, a futuro, tuviesen que correr ese riesgo.

Ese pensamiento fue suficiente como para otorgarle un poco más de calma a su corazón. Miró con un deje de agradecimiento en los ojos al lunarian y ahora contempló con más curiosidad al susodicho. Su fisonomía, todo en él desprendía una calidez innata, ya no solo por su raza, sino por su forma de ser.

Gracias, Alistair. Eres como un faro de esperanza. — No lo decía solo por halagarle de manera vacía, sino que era un sentimiento sincero que quería compartirle y expresarle. — Tienes un ánimo capaz de mover a las masas y comprenderlas. — Esperaba que el chico nunca cambiase. — Y si es verdad que hay gente que está capaz y dispuesta a levantarse, a rebelarse en contra de esta clase de injusticias... Espero algún día poder conocerles y agradecerles también todo lo que hacen. — Ya no hablaba de unirse a ellos, si es que había un grupo o no. Porque iba a depender mucho de sus circunstancias personales. Pero si podía ayudar, en algún momento... Estaría dispuesta.

Se secó cualquier resto de lágrimas que hubiesen podido quedar en su rostro y se obligó a apartar esa tristeza a un lado. Asradi tomó aire y luego sonrió un poco más. Al principio obligándose a ello, pero cada vez saliéndole un poco más natural a medida que la conversación con Alistair fluía. Estaba dispuesta a continuar con las enseñanzas de medicina, lo básico que ella sabía. Pero el lunarian propuso cambiar de tema. Bueno, a lo mejor tampoco les venía mal. Fue la sirena quien, ahora, sonrió un poco más sincera y más tranquila hacia el chico.

No soy maestra, todavía me queda mucho por aprender a mi también. — Era consciente de eso, por eso también quería viajar más en cierto sentido. Sabía que había muchas medicinas o plantas que no conocia. — Puedo continuar con las lecciones si así lo prefieres. Aunque también estoy dispuesta a aprender yo si tienes algo que enseñarme. Soy buena escuchando, al menos. — Le sonrió de manera mucho más cálida.
#32
Alistair
Mochuelo
No podía estar mas de acuerdo con ella, si es que no lo había expresado lo suficiente en toda la interacción que habían tenido hasta el momento. Si tan solo pudiera eliminar las traumáticas experiencias pasadas en un parpadeo, sería un evento maravilloso digno de celebrar a la posteridad. Pero sanar de herias tan profundas, y tan cicatrizadas, era algo que requería de mucha paciencia, mucha dedicación y... un buen aporte de quienes eran mas cercanos. Ningún corazón podía jamás sanar completamente en absoluta soledad, solo cerrar todo bajo llave y gritar al vacío. Una triste realidad que ojalá fuese capaz de cambiar, pero no todo podía rehacerse a su mejor estado con el chasquido de unos dedos. 

Por ahora, el enfoque principal debía ser la raíz y causa de todos esos problemas. Esas personas que, con su mente corrupta, se dedicaban día y noche a marcar con su malicia a almas que no tenían nada que ver. Hasta que de pronto sí, y no tenían voz ni voto en lo que les seguiría. Nadie, sin importar su pasado, merecía tal conjunto de maleficios hacia su persona. 

Las palabras de halago que la sirena dirigía hacia él le producían una calidez indescriptible en su pecho que, sinceramente, era un sentimiento solo comparable con la razón por la que ella le dedicaba esas palabras en primer lugar: Ayudarla a recuperar su propia luz, sin importar qué tan al fondo del túnel intentara ocultarse. Admitía que en parte le avergonzaba recibir palabras tan bonitas con tal soltura, esto era algo a lo que nunca sería completamente inmune, y aun así, la reacción inmediata que tendría seria la de una pequeña risa muy suave entre dientes, además del crecimiento de su sonrisa. 

Si podía estar por y para alguien más en su peor día, había cumplido a pie de la letra su objetivo. Si podía ayudar a brindar descanso a un corazón y mente heridas, no podía haber otra reacción sino la de alegrarse por haber aportado de su parte para mejorar una vida para bien, sin importar a qué magnitud fuera. 

Negó con la cabeza suavemente, sin borrar la amplia sonrisa en su rostro. — No tienes nada que agradecerme. Mientras puedas sentirte mejor y seguir adelante, eso ya es agradecimiento suficiente. — Pausó un momento, escuchándola hacer referencia al grupo misterioso. No sonreía más porque la mueca seguramente se le saldría del rostro de manera caricaturesca. — Y mientras mantengas ese deseo en tu pecho, estoy seguro que eventualmente llegarás a ellos, por mera coincidencia o por mano de alguien. Las buenas intenciones siempre se ven atraídas por buenas intenciones. — Comentó, esperanzado. Si no era el primero en introducirle al grupo, como mínimo intentaría ser quien le pegara la sorpresa mas grande. ¡Como tenía que ser!

La conversación regresó a un estado donde podía progresar nuevamente, quizá no como momentos antes de las grandes revelaciones que habían hecho al otro, pero definitivamente en un punto mucho mejor que después de los mencionados eventos. Eso le agradaba, a falta de decir que le encantaba. — ¡No seas modesta! En el poco tiempo que llevo aquí me has enseñado unas cuantas cosas nuevas, y me has ayudado a aprender el truco para poder fabricar preparaciones herbales. — Se detuvo un momento, mirando al cuenco con la mezcla sobre-molida. — ... Bueno, el 80% del truco. — Bromeó, soltando una pequeña risa después. 

¡Aún me gustaría aprender más de ti, si! Aunque si invertimos los papeles, sobre medicina solo se me ocurre que pueda contarte un poco de hierbas que crecen en los sitios mas altos, pero ni siquiera podría mostrarte una porque no tengo ningún ejemplar conmigo. — Una pena, le hubiera encantado mostrarle un mundo de flora completamente diferente -un polo opuesto incluso- al que ella estaba acostumbrada. — ¡Por otro lado! Si te interesa un poco la ingeniería o la robótica, siempre he tenido un par de manos inquietas que les encanta desmontar cosas para aprender de ellas y montarlas desde cero. — Los ojos se le iluminaron tal y como cuando fue introducido a las hierbas medicinales que Asra tendría en su hogar temporal; estaba de más decir que era el segundo tema que más le apasionaba. — ¡Puedo enseñarte un par de cosas que quizás te sean útiles! O tonterías que quizá no lo sean tanto, todo puede ser. ¡O incluso podrías darme tu opinión sobre algunas ideas que tengo en mente! — Efectivamente, había entrado en uno de esos estados donde olvidaba completamente poner freno a su lengua, dándose rienda suelta inconscientemente a lo que quisiera soltar. — Lo que prefieras, no me molestaría seguirlo. ¡Ten por seguro que yo me lo pasaré fenomenal de todas maneras!
#33
Asradi
Völva
Sí, solía ser buena escuchando. Tanto que, en más de una ocasión, eso mismo le servía para evadirse de sus propios problemas. Se sentía bien cuando era el hombro de los demás, aunque en ocasiones fuese un poco apabullante y le diese en los sentimientos. Pero, por desgracia, había aprendido demasiado bien a esconder lo que realmente sentía. Muy, muy pocas veces había dejado salir esa congoja, esas dudas, o los miedos que le atenazaban a veces. Intentaba resguardar eso bajo una capa de empatía hacia la otra persona, sin preocuparse tan siquiera lo mucho que a ella le pudiese doler. Eso era algo que, por desgracia, no compartiría fácilmente. No todavía, al menos. No lo hacía a propósito, en realidad. Era algo que se había ido forjando a lo largo de los años como una especie de armadura, como una defensa interna.

Así pues, decidió dejar eso de lado por ahora, sobre todo al contemplar y disfrutar de la esplendorosa sonrisa de Alistair después de haberle halagado. Lo había hecho de manera sincera, pero ver ese gesto en el lunarian le llenaba de calidez el pecho. Se sentía bien. Y el que el chico le dijese, también, que era una buena maestra, terminó por arrancar una suave risa en la sirena. Siempre sentaban bien ese tipo de cosas. En realidad, ella todavía estaba aprendiendo y nunca había enseñado a nadie. Podría decirse que era la primera vez, por lo que era igual de novedoso para Asradi.

Si sigues con ese interés, pronto estarás dominando el 100% del truco. — Le guiñó un ojo en confianza y con una sonrisa de la misma índole. Pero ahora tenía ganas de escuchar a la otra parte. Quería aprender de Alistair o, simplemente disfrutar escuchándole. Era lo que mejor se le daba, al fin y al cabo. Tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras, recogió los utensilios que habían utilizado. No los guardó del todo, pero sí que los limpió con tranquilidad y parsimonia, como esperando disfrutar de lo que el lunarian tuviese a bien contarle o enseñarle. El tema de las hierbas en lugares extremadamente altos, llamó su atención.

Quizás puedas describirme alguna. ¿Qué tal se te da dibujar? — Fue Asradi quien, muy tranquilamente, le pasó el cuaderno que antes le había enseñado a Alistair, invitándole a dibujar la planta o lo que se acordase de ella. — Si algún día las encuentro en algún mercado, o me encuentro de nuevo con cierto lunarian risueño... — Le miró de reojo, muy divertida. — … Podré identificarlas mejor.

Asradi esperaría a si Alistair quería hacerle un boceto rápido o incluso con alguna descripción en concreto, y luego procedería a escucharle. Claro que le gustaba la idea de invertir los papeles de vez en cuando, pues así ella también podría aprender algo nuevo proveniente de él. Alistair hablaba, ahora, de la ingenieria o la robótica. Conocía eses campos pero solo de oídas, por lo que la mueca de la sirena era, ahora, una amalgama preciosa de curiosidad, expectación y desconocimiento al mismo tiempo.

Es verdad que soy buena con las manos, sobre todo en cuanto a heridas y esas cosas. Pero nunca se me ha dado por... inventar objetos como tal. — Su experticia, como bien había visto Alistair, iba en otros asuntos. — Pero si me enseñas algo, te prometo que lo intentaré. — Al fin y al cabo, aunque fuese solo la teoría, el saber nunca ocupaba lugar. Y siempre era bueno tener algún conocimiento de otras cosas. Nunca se sabía cuándo podrían hacer falta, aunque fuese en la situación más nimia. — Y también quiero escuchar lo que tienes en mente. Te daré mi opinión, pero solo basado en mi conocimiento personal. — Sonrió. Es decir, si le gustaba o no, o si le parecía útil o no.

Por supuesto, no era ninguna experta.
#34
Alistair
Mochuelo
Agradecía profundamente que la sirena fuera quien le entregaba enseñanza guiada en el proceso de preparar medicina. Había pocas cosas mas gratas que una maestra dispuesta a escuchar, y a recompensar el arduo progreso bien montado con palabras de reafirmación y apoyo. Para alguien que había aprendido mucho de lo que sabía a base de lectura y autodidactismo, contar con Asradi como tutora era una bendición que intentaría pagarle como pudiera en un futuro, esperaba cercano. 

La idea propuesta por la chica hizo click en él inmediatamente, como si una caricaturesca bombilla se encendiera encima de su cabeza al momento de recibirla. ¡Por supuesto, un dibujo haría maravillas para lo que quería! Era la segunda mejor opción después de tener un espécimen en mano el cual poder mostrarle personalmente. La mención que hizo inmediatamente después a un reencuentro sirvió para sacarle una pequeña risa entre dientes, una clara señal de cuanto entretenía la idea de reencontrarse con la sirena, tal que pudieran tener conversaciones largas y tendidas como ésta en la que ambos pudieran disfrutar. — ¡Es una de las cosas que mejor se me da! Cuando empiezas a diseñar planos una y otra vez, la mano aprender a escuchar a tu cerebro cada vez mejor. Es un requisito para que los diseños sean medianamente comprensibles. O como mínimo legibles. — Bromeó; si le mostrara los atroces garabatos que dibujó en sus primeros intentos, seguro que se sacaba una tarde de risas. 

Tomó el cuaderno entre sus manos y empezó a graficar. Realizaba un trazo a la vez por partes en vez de dibujar cada linea de un tirón, un truco que había probado ser muy efectivo, en especial para dibujos complejos como lo era una planta de las alturas. Y con paciencia, lo que tan solo fueron trazos ondulados puestos unos sobre otro eventualmente se transformó en una fiel representación de una planta que abarcó toda una página. 

Dibujo de la plantita


La flor de la planta parecían campanillas largas cayendo por el peso de su contenido, rojas como un buen vino pero acabando en puntas verdes que hacían un contraste precioso. De hojas simples, sentadas y alargadas para capturar mas agua en los climas de abundante humedad que habitaba, el contenido líquido de las campanillas servía como un analgésico ideal y un relajante muscular, pero que por la misma razón y su rápida absorción debía usarse en cantidades moderadas para no provocar problemas respiratorios a la persona que se le administraba. 

Te la presento: Es un Zarcillejo de Páramo. — Sus palabras fueron acompañadas por el dibujo que no tardó en mostrar a la chica cuando giró el cuaderno en su dirección, dejándolo en sus manos para que pudiera observarlo a su gusto. Estaba especialmente orgulloso de su mano para hacer cosas como esas a memoria. — Es bastante efectiva para contrarrestar dolores y espasmos, pero es bastante fuerte y se absorbe rápido. Hay que administrarla con cuidado en dosis pequeñas y observar la reacción del paciente; mejor que falte a que sobre en este caso. También sospecho que sirve como antipirético, pero eso es algo que no he tenido oportunidad alguna de probarlo por los riesgos que supone administrarla para prueba más que como medicamento. — Ojalá poder mostrarle una de ellas en persona: Sin importar cuán fiel fuera el dibujo, ver a una de esas pequeñas plantas en persona era una experiencia preciosa, sin mencionar sus congéneres de todos los colores y tamaños. La flora -y la fauna, todo había que decirlo- en las alturas tenía una tendencia a ser especialmente atractiva, al menos para el Lunarian. 

Los ojos se le iluminaron repentinamente, acompañado de una risilla alegre, cuando recibió la aprobación de la sirena en cuanto a hablar sobre el campo que le apasionaba tanto como la propia medicina. Era un nerd, y le enorgullecía serlo. 

Aunque ahora se presentaba un reto diferente: Tocar un tópico así suponía una práctica por encima de una teoría, dado que los conceptos que abarcaba podían ser más complejos de lo que la simple vista demostraba. Pero por otro lado... Había una cosa en concreto que la chica entendería especialmente por cuánto se involucraba en la medicina, en especial de farmacología, y cuya opinión destacaría notablemente. Una idea personal hecha boceto. Pero primero, arrojaría una propuesta un poco diferente. — ¡Te propongo una cosa! El día que nos reencontremos, seguramente tendré mas cosas a la mano para enseñarte. Ese mismo día te parlotearé a mi gusto sobre los inventos que me gustaría hacer, y podemos ponernos con esa práctica al instante. — También era porque, dentro de otras cosas, sus artificios con menos pruebas podían ser un poco... volátiles. — Conoces a los Den Den Mushi, ¿verdad? Como primera lección, podría enseñarte como montar y desmontar uno. — Una propuesta que, al menos para él en su momento, era bastante entretenida y que le sacó una sonrisa amplia sin falta. Y sorprendentemente inofensiva además: Resulta que las piezas montadas en esos moluscos eran extremadamente sencillas de desmontar, y no hacían daño al animal. Fue un alivio enorme cuando lo descubrió. 

Por lo pronto... ¿Puedo pedirte el cuaderno nuevamente? Quisiera que me dieras tu opinión sobre algo. Y cualquier cosa que puedas añadir para su mejoría sería mas que perfecto. — Ahora sí: La idea. Si la sirena le entregaba el cuaderno nuevamente, pasaría a otra hoja y empezaría a dibujar nuevamente. Esta vez se trataba de un artilugio diferente, que integraba una pequeña caja y lo que parecía ser un respirador conectado por una manguera. Esencialmente, era un nebulizador. Pero esto no era un nombre con el que lo bautizara aún. 

Dibujillo 2


Es una idea un poco cruda aún, pero la idea general es la de un aparato capaz de administrar un medicamento como un gas. O mas bien, que un gas lleve partes pequeñas del medicamento para inhalarlo. En principio sería útil para medicamentos que afecten directamente a los pulmones, en caso de que la persona tuviera problemas respiratorios y fuera arriesgado darle de beber algún liquido en esa condición. Si podré o no extenderlo a otras cosas... Eso es algo que, siento decir, no tengo la mas mínima idea. — Una risa suave acompañó la última parte, casi sarcástico teniendo en cuenta lo dicho. No es que se sintiera mal: La base de toda ciencia era prueba y error, esto no era la excepción.
#35
Asradi
Völva
Tan solo le había dicho si podía dibujarla y le había entregado su cuaderno. Había bastado solo eso para arrancar una esplendorosa y nueva sonrisa en Alistair, quien aseguró que era lo que mejor se le daba. Asradi esbozó una corta risa y le pasó los útiles necesarios, mientras se acomodaba a su lado, pudiendo ver todo el proceso y el detalle en aquel dibujo que, poco a poco, iba tomando forma. Los ojos de la sirena seguían cada trazo con sumo interés y, a medida que la planta iba tomando forma, también nacía un brillo plagado de curiosidad en los ojos azules de la mujer. El trazo de Alistair era limpio, nítido, incluso podía distinguir los preciosos pistilos y las hojas rojizas, con aquel desgaste verde en sus puntas.

Vaya... — Murmuró, con un deje de admiración y sorpresa. Todavía Alistair continuaba ultimando detalles, pero Asradi podía ver el dibujo como si, efectivamente, tuviese la propia planta delante de sus mismísimas narices. Tan nítida y tan viva.

La sirena tardó unos momentos más en volver a pronunciar palabra, mientras se deleitaba con todos los detalles. Incluso se atrevió a pasar un par de dedos por la hoja de la libreta, acariciando con las yemas como si pudiese casi sentir y tocar a la planta en sí.

Es preciosa, es decir... El dibujo parece tan real. — Definitivamente, el lunarian tenía un don precioso. Ella dibujaba bien, pero no tenía ese arte ni tanto detalle como tal. Miró unos segundos, después, a Alistair, parpadeando un par de veces. Y luego, de nuevo el dibujo.

Seguido a eso, prestó mucha atención a la descripción de las propiedades que, ahora, el de colorida cabellera le presentaba. Dolores y espasmos, y de fácil absorción. Cantidades pequeñas. Asradi memorizaba aquella información en frases cortas y útiles para acordarse, aunque dejaba también que Alistair le anotase eso en la hoja del dibujo de la planta, a pie de nota, como quien dice.

Entiendo lo que quieres decir. Yo suelo probar, conmigo misma, las plantas que no conozco tras haberlas estudiado un poco. — Explicó con paciencia y también con un tono de voz tranquilo. — Me quedo más tranquila haciéndolo, primeramente conmigo, antes de administrárselo a cualquier otra persona sin más.

Era arriesgado para ella y Asradi lo sabía, aunque generalmente procuraba tener cuidado. La sirena se quedó absorta unos segundos más en el dibujo de la planta, empapándose con sus detalles y también memorizando el nombre con el que Alistair la había llamado. Ojalá pudiese ver y manipular una de esas alguna vez en su vida. Se le erizaban las escamas de la cola de pura emoción de tan solo pensarlo.

Emoción que pareció contagiar al mismo Alistair cuando, esta vez, fue ella quien le preguntó o, más bien, le pidió que le enseñase un poco más de lo que él sabía hacer, sobre eses inventos de los que hablaba. La risilla del lunarian fue terriblemente contagiosa, y Asradi no pudo evitar reírse también, un poco, a la par. Era como si aquel momento de oscuridad que había tenido momentos atrás se hubiese difuminado totalmente con la alegre luz que era Alistair de por si.

Es una promesa. Si nos volvemos a encontrar, nos debemos una charla larga de todo lo que hayamos encontrado o aprendido durante el camino. — Asradi estaba pletórica con esto. Y, por una parte, no quería despedirse prontamente de Alistair y, al mismo tiempo, ya estaba deseando ese nuevo encuentro con él. — ¿Los Den Den Mushi? Sí, los conozco, aunque todavía no he podido hacerme con ninguno. — Eso era algo que, probablemente, debía solventar también a futuro. — ¿Desmontar y montar uno? ¿No es muy complicado eso? ¿Y qué hay del caracol que lo conforma?

Sonaba bien, realmente, no sabía cuánto de útil, pero cualquier conocimiento era bienvenido. Ahora sí que tenía un montón de curiosidad y de preguntas en la mente al respecto. Cuando Alistair le pidió, nuevamente, el cuaderno, Asradi se lo entregó sin reparo alguno, y volvió a curiosear con la mirada. Ahora sí que no era capaz de distinguir nada de lo que el lunarian estaba dibujando. La sirena incluso ladeó levemente la cabeza, en un gesto adorable. Parecía una caja con un... ¿respirador?

¿Como un gas? ¿Eso es posible? — Había muchos conceptos y formas de la medicina que, obviamente, ella no conocía. Por eso también quería ver mundo, para aprender más todavía. — Un inhalador... Es la primera vez que veo algo parecido, aunque lo más similar que se me ocurre ahora mismo, son los baños de vahos. — Miró a Alistair, ahora, con más complicidad. — Poner a vaporizar en agua hirviendo ciertas hierbas y respirar el vaho que sueltan, cubriendo la cabeza con alguna tela para concentrar, en el rostro, esa humedad. En mi clan solíamos usar ese método sobre todo para los resfriados.

No estaba segura si el aparato que Alistair le estaba explicando sería para algo similar.

De todas maneras, es una buena idea. O, al menos, es una muy buena base para empezar. — Le sonrió, buscando animarle.
#36
Alistair
Mochuelo
Su experiencia con la espada le había permitido adquirir una cuantiosa cantidad de habilidad con sus manos; la destreza era prácticamente un requisito para un espadachín, por lo que orientar esa experiencia a otro campo resultaba relativamente fácil una vez los músculos de las manos se adaptaban a la nueva tarea. Aunque siempre había, como podía faltar, una etapa en la que incluso el espadachín mas capacitado en los cuatro Blues se tropezaba con una metafórica pared intentando traducir su habilidad de espada en otra habilidad manual. Esto, combinado con su necesidad hacia el dibujo por su profesión como inventor, se convertía en una receta perfecta para demandar apresuraba mejoría de parte del Lunarian en cuanto a sus habilidades gráficas. Sin planos, un inventor solo podía concebir ideas que más de la mitad del tiempo fracasarían por falta de referencias visuales plasmadas en un papel. 

Aun así, el asombro en las facciones de la sirena que luego redobló con sus propias palabras indujo en él un deje de orgullo que le provocó inflar el pecho; en un contexto mas caricaturesco, seguramente alguna otra cómica adición se manifestaría alrededor de él, como pequeños brillos alrededor de su cabeza o incluso una nariz grande y puntiaguda mientras se llevaba las manos a la cintura. Todo parte de un ficticio escenario que imaginó, pero que en la realidad se tradujo a una sonrisa que desbordaba confianza por un instante. "Estar alegre" se quedaba corto. 

¡Gracias! Ha sido el resultado de muchas... demasiadas repeticiones, y algunas tantas noches de dormir poco o nada. — Admitió algo apenado, aunque había sido por una buena causa. —  Por suerte, dibujarla una y otra vez me ha ayudado muchísimo a identificarla a ojo por detalles menores como las puntas de diferente color y la forma de sus hojas. Me era bastante común confundirlas con sus cientos de parientes que tienen tan solo unas cuantas característica diferentes, pero con efectos completamente diferentes. Ya te pasaré todas mis notas en ese futuro reencuentro para ahorrarte algunos molestos dolores de cabeza, por si en alguna ocasión quieres ir a forrajear algunas hierbas en esos lugares de elevada altitud.— La práctica hacía al maestro, y el error bien aprovechado anidaba el aprendizaje. Vaya que había aprendido bastante en antaño. 

Escuchó a la sirena mencionar su práctica en cuanto a medicamentos desconocidos, algo a lo que asintió inmediatamente repetidas veces. — Te entiendo, te entiendo. Siempre es una muy buena práctica el probar en uno mismo con dosis controladas lo que estás a punto de administrarle a alguien antes de causar un desastre. — Pero suspiró poco después; no siempre era tan sencillo. 

Mi problema viene de la mano con la variedad de razas; como los Lunarian no somos particularmente abundantes, casi siempre he atendido a personas con una química interna muy diferente. Y nosotros tenemos una tendencia a ser notablemente resistentes. — Sin llegar a un extremo como lo eran los Onis o los gigantes, pero llevaban una ventaja contra humanos, una buena mayoría de Minks, y otras tantas que no podía contar con los dedos de la mano. — Puede que a mí no me afecte lo que para un humano sea una sobredosis, así que... Siento admitir que, incluso con pruebas, sigue siendo un tirón de monedas una reducida cantidad de veces. Y me encantaría que fuese ninguna vez. — Había un deje de frustración en la voz del ser alado, inusual en él, pero que la sirena podía identificarlo como algo que no requería ningún consuelo -aunque nada le impedía intentarlo-. Era un hecho que ya había digerido, y que hacía todo lo que podía para contrarrestar, tal que ninguno de sus pacientes dependiera de suerte en ninguna cantidad para su mejoría. 

La promesa fue recibida en la mejor luz posible, algo que acentuó la sonrisa del Lunarian nuevamente, por difícil que esto pudiera llegar a ser. Le encantaba la idea de ese reencuentro, de ese intercambio de información y de volver a cruzar su camino con el de la sirena para conversar largo y tendido como si los días fuesen horas, sin ninguna preocupación de lo que siguiera después. Sin duda, estos momentos que compartió con ella tenían un significado especial para él, uno en la que había conocido una persona que siempre guardaría un lugar especial en su corazón. Una gran amiga con la que podía conectar emocionalmente a profundidad, y con la que siempre querría compartir más. 

¡Que va, es tremendamente sencillo! — Respondió a la pregunta sobre los Den Den Mushis. — Quiero reservar la lección para ese siguiente momento, pero por resumirtelo un poco, esos pequeños moluscos hacen casi todo el trabajo por nosotros. Todo lo que hay que hacer es colocarle algunas piezas inofensivas sobre el caparazón para orientar mejor su... ¿Telepatía...? — Pausó un segundo, colocando su mano en su barbilla mientras pensaba. — No estoy completamente seguro de qué hacen para comunicarse entre ellos, pero si tuviera que compararlo con alguna habilidad, "Telepatía" es lo que más cerca pegaría. Esas mismas piezas puedes sacárselas en cualquier momento sin lastimarlo, y regresarlo a la naturaleza si eso quisieras. Pero teniendo en cuenta que con nosotros tienen un sitio seguro y alimento asegurado, ambos lados salen ganando al final del día.

Ahora, por la parte compleja: El nebulizador. — Eso... No estoy seguro de si se pueda, la verdad. — Era un chico idealista: Soñaba con lo que podía ser. Tristemente, eso también significaba que una mayoritaria parte de sus ideas no iban mas allá de eso: Simples ideas. — Me encantaría decir que sí es posible, pero no estoy seguro de si la medicina puede mantenerse efectiva cuando se reduce su tamaño al de una simple mota de polvo que sea tan ligera como para ser inhalada. Habría que hacer muchas pruebas antes. — Pero no todo era pesimismo. La intervención de Asra fue, a falta de unas mejores palabra, increíblemente útil. La chica se encargó de desglosar toda la información que Alistair le había dado para tratar una cosa a la vez, y entregar lo que funcionaba como un excelente primer paso a probar por medio de pequeños experimentos. Escuchó atentamente a todo lo que decía, escribiéndolo a fuego en su memoria e intentando asimilarlo dentro de su imagen mental del prototipo. ¡Era una realidad posible! 

Ella habría cumplido con su objetivo: Le había animado de un tirón. — ¡Eso de hecho es una excelente idea! El vapor de agua es lo suficientemente ligero para elevarse y ser inhalado, pero lo suficientemente pesado como para arrastrar el medicamento con él, además de ser inofensivo por ser simple agua que el cuerpo sabrá aprovechar. ¡Asra, eres una genio! — Tenía tal subidón que le hubiera dado el morreo del siglo de no haberse contenido. Pero a falta de ello, un abrazo fuerte de alegría inmutable fue como exteriorizó la emoción de ver su proyecto cobrando sentido y recibiendo la posibilidad de nacer en una máquina funcional y útil. Tan solo un inocente arrancón de energía que requería salida de su cuerpo. ¡Tenía que tomar nota cuanto antes, si no quería perder el hilo!
#37
Asradi
Völva
La explicación de como Alistair prepararía al Den Den Mushi pareció convencer, de alguna manera, a Asradi en cuanto a que el animal no sufriría daño alguno. Aunque sí estaba segura de que el lunarian jamás dañaría a criatura alguna. ¿Cómo lo sabía si apenas lo conocía? Tenía esa corazonada viendo el carácter cálido y sincero del joven muchacho. A la sirena se le dibujó una muy breve y dulce sonrisa al pensar en eso. Por eso, con aquella explicación, fue suficiente para ella. Como también disfrutó un poco más de aquel dibujo antes de que la conversación variase hacia el invento en el que Alistair estaba trabajando actualmente.

También el lunarian le había dado que pensar con respecto a las pruebas de medicamentos sobre uno mismo. Y tenía razón. E incluso entre miembros de la misma especie, las cosas podían variar, teniendo en cuenta que cada persona era un mundo. Por eso, generalmente, intentaba tener el mayor cuidado posible.

¿Tú crees? — Le notó, repentinamente, emocionado con lo que ella le había comentado. Un método por demás primitivo pero efectivo y que ella conocía desde que era niña. Lo típico de esparcir unas hojas de menta o eucalipto en un pote con agua hirviendo, para que el vaho o vapor resultante, ascendiese con esas propiedades. — A ver, no se pierde nada por probar, y creo que es un método bastante inofensivo con el que experimentar.

Sonrió animada y siendo contagiada, al mismo tiempo, por el ánimo del lunarian. El cual le pilló totalmente desprevenida con aquel efusivo abrazo. Asradi lanzó un sonidito de sorpresa cuando fue estrujada de esa manera, pero pronto se le escapó una risa y correspondió el gesto con un par de palmaditas en la espalda de Alistair. Incluso se atrevió a hundir un poco la nariz en el hombro contrario. El momento de desazón y de las lágrimas había pasado y había sido sustituido por un ambiente mucho más relajado y animado. El contacto fue corto pero intenso, y Asradi se rió ligeramente cuando, tras unos segundos, ambos cuerpos se separaron.

Bueno, no soy yo quien ha inventado el método. Creo que los genios han sido quienes descubrieron eso, quizás, hace mucho tiempo atrás. Las abuelas de nuestras abuelas, probablemente. — Medio bromeó, aunque sí era un método que se había practicado siempre entre los suyos. Algo natural y casero, como quien dice.

Aún así, le guiñó un ojo al lunarian, muchísimo más animada. Ahora tenía muchas ganas, y curiosidad, por ver ese trabajo terminado y funcional.

Espero que puedas hacerlo funcionar pronto. Seguro que ayudará a mucha gente que lo necesite. — Eso era lo más importante, en realidad. — De hecho...

La sirena se alejó un poquito, solo lo justo y lo necesario para comenzar a rebuscar entre sus cosas, dándole la espalda a Alistair durante tan solo unos segundos.

A ver dónde las he puesto... — Musitaba mientras buscaba entre varias bolsitas de tela pequeñas, cerradas cada una con un cordón. Incluso, cuando las abría, las iba reconociendo también al acercarlas a la nariz para olerlas. — ¡Ah, aquí están!

Con una sonrisa triunfal, Asradi se dió la vuelta para encarar una vez más al animado lunarian, entregándole un par de esas bolsitas. Amba estaban repletas de hierbas pequeñas, cortadas, y secas, pero que todavía conservaban sus propiedades precisamente por el método del secado. Y, sobre todo, el intenso aroma que todavía proferían.

Ten. — Se las ofreció abiertamente, con una suave sonrisa. — Son orégano y eucalipto, respectivamente. — Se le había acabado la menta, de hecho. Tendría que abastecerse con más en cuanto le fuese posible. — Cuando consigas hacer funcionar ese nebulizador, puedes probar con estas. Las algas, por desgracia, no sirven para los vahos, pues sus propiedades se conservan mejor en su propia humedad.

Asradi intercambió una mirada con Alistair, sonriéndole suavemente.
#38
Alistair
Mochuelo
Su gesto cercano, tan esporádico como cargado de emoción, había sido correspondido por la chica y poco más podía pedir para hacer del día el mejor en mucho tiempo. Conocer a alguien con intereses similares, poder aprender tanto como en un futuro podría enseñar, e incluso brindar un apoyo emocional a un ciclo doloroso para ambos; había sido un encuentro completamente azaroso, gobernado enteramente por las fuerzas invisibles que llevaban la causalidad del todo, y seguramente le daría unos profundos y sinceros agradecimientos a las mencionadas fuerzas si tuviese alguna forma, o si supiera que le escucharían en primer lugar. 

¡Que había soltado un sonidito por la sorpresa! Seguramente le picaría amistosamente en una próxima ocasión con eso, pero por ahora, tan solo podía disfrutar de la instancia que había dejado atrás cada deje de emoción negativa capaz de invocar, reemplazándose con un aire jovial y enérgico entre una criatura perteneciente a los océanos y otra perteneciente a los cielos. Todavía tenían mucho, pero mucho que compartirse. Y sabía que ninguno de los dos rechazaría el prospecto, recibiéndolo en brazos abiertos en cambio. Incluso cuando los cuerpos de ambos tomaron distancia del otro al finalizar ese fugaz momento, la enorme sonrisa de tonto en el rostro de Alistair no se desvaneció en lo absoluto.

Incluso en media broma, el comentario de Asra le dió algo en qué pensar: Era cierto que el método sugerido era usado desde antaño, clásico de las tribus menos tecnológicas, métodos rudimentarios que a veces probaban ser sorprendentemente eficientes. ¿Quizá podía encontrar más y más respuestas visitando comunidades así y conviviendo con ellos? Definitivamente valía la pena intentarlo; lo peor que podía pasar era que recibiera una negativa, el resto era desde ese punto para arriba. — De hecho... Es un muy buen punto. Puede que esté intentando observar muy por fuera de la caja y buscando en sus etiquetas, cuando la respuesta puede ser tan simple como abrirla y observar lo que hay dentro.  — Una metáfora que, en esencia, era otra forma de admitir que lo estaba pensando de más. Podía ser que sus soluciones estuvieran frente a su nariz todo este tiempo, y no las notaba por ver mas allá de lo necesario. 

Los buenos deseos posteriores no pasaron desapercibidos, y como era de esperar de él, hinchó el pecho con el orgullo y no demoró su respuesta. — ¡Así será, no lo dudes! A lo primero y lo segundo. Puede que haya problemas en el camino, y espero que solo me estalle en la cara una o dos veces, pero estoy seguro que eventualmente llegaré a un prototipo armado y funcional que conseguirá ser de utilidad a muchas personas. — Soltó una carcajada pequeña, feliz ante la idea. — Y si no fuera el caso, siempre puedo intentar con algo más. ¡Lo importante es no dejar de hacer el mejor esfuerzo! — Era así de tozudo, para bien y para mal, pero más para bien.  

Su cabeza se inclinó un poco hacia su hombro cuando ella empezó a rebuscar en sus pertenencias, llevándose una sorpresa confusa cuando le entregó un par de bolsitas. Conociéndola, estaba seguro que se trataba de algo bueno que le sería de utilidad, pero el total desconocimiento de su contenido le impedía escapar de esa mirada inundada en duda. — ¿Qué son? — Orégano y eucalipto. Su mirada se iluminó al momento, pues podía sacar bastantes utilidades provechosas de las plantas puntualmente para el pequeño experimento que le había comentado a Asra. — Pero, ¿estas segura? ¿No te harán falta después? — Preguntó inicialmente, aunque no tardó en reemplazar su expresión de duda por su habitual sonrisa, dedicándosela. — Gracias, de verdad. ¡Te prometo que les sacaré el mayor provecho posible! — Su mirada bajó un segundo a las pequeñas bolsitas, dedicándoles su atención por un segundo para luego, con algunos movimientos diestros y un par de nudos bien puestos, cerrarlas a la vez que las colgó de su cinturón, asegurándose de que tolerarían hasta el agitado movimiento de un vuelo del Lunarian. 

Su mano ahora fue al hombro de la chica, acompañando sus siguientes palabras. — Si alguna vez necesitas cualquier cosa y puedes hacérmelo saber, no dudes en decírmelo y haré tanto como pueda para ayudarte con ese algo, ¿si? No como un pago de una deuda, sino... Como una mano a una amiga de corazón. — Las últimas silabas se acompañaron con un tono dulce y honesto, queriendo comunicar el sentimiento de la forma más genuina posible. A pesar de no ser más de un día, sentía una cercanía especial con la chica, la clase de persona a la que ofrecía su hombro sin falta y con quien sabía que podía contar cuando las cosas pasasen a peores. La clase de personas que nunca se van de tu vida, y si lo hicieran, dejan tras ellos una marca permanente para bien. 

Sí, definitivamente había sido un día maravilloso. Tanto como para no notar todo el tiempo que habían pasado charlando, compartiendo ideas, y demás. Tanto como para no notar que, agotado, el sol ya quería esconderse mas allá del horizonte, marcando el paso del tiempo hacia la tarde y amenazando con pronto empezar a oscurecer.
#39
Asradi
Völva
Mentiría si dijese que no estaba disfrutando de las reacciones tan genuinas de Alistair. Era como tener delante a un niño que se sorprende por cualquier cosa, por cualquier nimiedad y con la misma inocencia de uno. Por eso le terminó arrancando una sonrisa amplia a la sirena cuando ella le ofreció ambas bolsitas con sus respectivas hierbas. Cuando él expresó su preocupación por si Asradi las necesitase, ella negó suavemente con la cabeza.

No te preocupes, son bastante comunes y puedo encontrarlas con facilidad. — Le restó importancia para que Alistair tampoco se sintiese mal por “quitarle” sus últimas reservas de esas dos hierbas. — Eso espero, tienes que hacer que ese aparato funcione. — Era la única “condición” que le ponía.

Aunque, más bien, entendía que algo como eso no sería sencillo y necesitaría varias pruebas y quizás incluso modelos. Pero confiaba lo suficiente en Alistair como para saber que perseveraría con ello. En su fuero interno sí tenía mucha curiosidad y ganas por ver aquel proyecto ya totalmente funcional. Cuando sintió, a posteriori, la mano del lunarian sobre su hombro, con aquellas palabras, la expresión y la sonrisa de Asradi se dulcificó de manera suave, mirándole directamente a los ojos. El chico desprendía una calidez y una pureza innatas que le conmovía de alguna manera.

Te lo agradezco mucho, Alistair y yo te ofrezco el mismo trato cuando tú necesites cualquier cosa. — Quizás estuviese difícil de buenas a primeras, pero quizás volviesen a encontrarse en algún futuro. Ella era de las que creían, siempre, que las corriente terminaban juntando a las personas.

Esta vez, no sería la excepción.

Esperaba, de todas maneras, poder encontrarse a futuro con Alistair y que el viaje que ambos hiciesen, siguiendo su camino, tuviesen un trayecto seguro y fuera de peligros. Al menos, Asradi era algo que sí esperaba para el lunarian.

Tras pasar un buen rato más charlando y cambiando impresiones, la claridad de aquella gruta fue desapareciendo poco a poco y de manera paulatina. En el exterior, el atardecer ya pincelaba el cielo con sus característicos tonos rojizos y anaranjados. Todavía no demasiado intensos, pero sí marcando el final de la tarde y, posteriormente, el inicio de la noche en unas cuantas horas más.

El día había comenzado extraño, topándose con alguien que casi había “invadido” su zona de confort y que, al final, había resultado él ser su confort en ese momento donde la sirena se había derrumbado. Alistair había sido el único que había visto la vergüenza y el dolor que portaba, marcado a fuego, en su espalda. No sabía lo que le depararía ahora, pero esperaba volver a encontrárselo a futuro.

Pronto comenzará a anochecer. — Murmuró al aire, asomándose hacia el exterior de la cueva. — Y, con ello, la marea subirá. — Era una advertencia. Debían salir de ahí, al menos el lunarian. — Ven, vayamos hacia la playa. En una hora este lugar terminará casi inundado.

Ella no tenía problema al respecto, pero no quería poner en peligro a su nuevo amigo.

¿Hacia dónde te dirigirás ahora? ¿Tienes algún rumbo elegido ya? — Preguntó, con curiosidad y calma al mismo tiempo.
#40
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