¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Común] [Presente] El gigante, la tullida, la sirena, el pícaro, el pato y el boxeador
Asradi
Völva
Cuando la otra chica fue a hervir el agua para la infusión, fue cuando Asradi se percató de la carencia física de la mujer. Pero parecía que se movía con soltura, así que no le dijo nada. Ni tampoco la compadeció. Era lo peor que podía hacer y no quería dañar el orgullo de nadie. A no ser que le tocasen las narices, claro.

Le dió un par de palmaditas suaves en el hombro al grandullón, una vez terminó de untar el mejunje, se hizo con los trozos de lino e improvisó una venda con ellos. Mantendría la herida cubierta y haría que el ungüento no se desparramase por ahí.

De lejos. De los mares del norte. No mentía, pero tampoco iba a dar toda la información exacta. Llegué hace poco aquí. — Hacía un par de horas escasas, en realidad.

Si decía que había nacido en la isla Gyojin y luego su familia se había trasladado a los fríos mares norteños, como era habitual entre los suyos, descubrirían lo que en verdad era ella. Y no sería agradable si, por algún casual, había esclavistas o cualquier pirata con ganas de conseguir dinero fácil y rápido, en la zona. Así que, por ahora, mantuvo escondidos el resto de los datos.

No todas las algas son medicinales pero sí la mayoría. Siempre he trabajado con remedios naturales y son efectivos. — Explicó.

De mientras, el frutero había vuelto con la palangana, y la más bajita comenzó a aplicar las compresas frescas en la frente y en las axilas. Eso, más el té, ayudaría a que la temperatura comenzase a bajar.

Pero, al final, el grandullón se terminó quedando dormido, inconsciente. Asradi suspiró levemente. El dormir también le ayudaría a que la fiebre bajase, pero...

¿Es amigo tuyo? — Le preguntó a la mujer. No había escuchado los nombres de ambos, ya que había llegado justo después de eso. — No sé que tan buena idea sea tenerlo aquí tirado. Pero claro...

Los ojos de la pelinegra viajaron por todo el corpachón, sin cortarse ni un pelo. ¿Cuánto medía ese tipo? ¿Cuatro, cinco metros?

No sé si vamos a ser capaces de moverlo. — Exhaló un suspiro suave. Luego, señaló la infusión. — Aunque esté durmiendo, puedes ir dándole sorbitos, le ayudará.

Al final esbozó una suave sonrisa hacia la fémina.

Me quedaré hasta que despierte, al menos. — Era incapaz de dejar a un convaleciente tirado.
#11
Airgid Vanaidiam
Metalhead
La conversación fluía mientras Hammond acaparaba la atención de todos los presentes. La chica dijo pertenecer a los mares del norte, era una forma curiosa de explicarlo. Normalmente la gente se refería más a la tierra que al mar, ¿quizás era navegante? Navegante y médica, vaya curriculum. Aunque al parecer era una médica algo más tradicional, se podría decir, usando esos remedios naturales hechos a base de plantas. Se sorprendió al ver cómo dos extranjeros habían llegado a su tienda, estaba aburrida de ver siempre las mismas caras, aquello era como un soplo de aire fresco. — Matemático, tía. — Dijo al escuchar ese tema de las algas. Era su forma de decir "guay", una de ellas. La verdad es que tenía un lenguaje un poco extraño, entre sus colegas se entendían, pero ya apenas le quedaban un par que no se habían ido de la isla.

Le trajo el té a Hammond, pero enseguida se quedó dormido, ni si quiera llegó a tomar la taza. Escuchó a su compi de curas, divagar sobre qué podrían hacer con él. Era un hombre enorme, casi gigante, no sabía lo que medía pero solo podía imaginarse cuánto pesaría. Y la verdad es que estaba empezando a llamar demasiado la atención, el resto de dependientes y civiles se acercaban a mirar, también era normal, el cuerpo de Hammond ocupaba casi toda la calle. — Na, le acabo de conocer, poco antes de que aparecieras. Pero parece buen tío. — Explicó con sinceridad, y entonces tuvo una idea. — Espera un microsec. — Dejó la taza sobre un estante y se apoyó contra la mesa de su estudio, metiéndola para dentro, para su casa y más al fondo. Trataba de hacer algo de hueco, espacio abierto y libre para poder colocar ahí a Hammond y apartarlo un poco de la calle. No le costó mucho apartar la mesa, a pesar de sus dificultades para moverse y maniobrar, Airgid estaba más que acostumbrada a su espacio. Se manejaba por él como un pececillo en el agua, y es que había instalado también agarres por las paredes, así poder apoyarse casi en cualquier sitio.

Voy a intentar meterlo un poco pa'cá, así al menos no estará tirao en la puta calle, ¿sabes? — ¿Pero cómo? Pues a lo burro. Se colocó donde se encontraba su cabeza, agarró el bastón su antebrazo, tomó a Hammond de los bíceps y flexionando un poco la rodilla, para que el bastón se apoyase en el suelo y sirviera también como una segunda pierna, tiró. Tiró para atrás con todas sus fuerzas, tratando de arrastrar el cuerpo de su colega herido hacia el interior de su casa. Vale, pesaba más de lo que esperaba. Paró, tomó aire, y volvió a intentarlo de nuevo. ¡Tira, tira! Los brazos de Airgid se tensaron, llevaba un top sin mangas y podían observarse sus músculos en todo su esplendor, sus hombros anchos y definidos. Sin pedirlo, el frutero y unos cuantos más de las tiendas de alrededor se acercaron para arrimar el hombro, tomar a Hammond de las piernas y ayudar a Airgid, que consiguió moverle un poco, pero no lo suficiente. Odió que hubieran tenido que ayudarla, pero... la verdad es que lo necesitaba.

Finalmente consiguieron meterle en su casa, o al menos la parte superior de su cuerpo, sus pies seguían en la calle, pero estaba mucho mejor, la verdad. — Gracias, tíos. — Puede que no le gustara la ayuda, pero no era una desagradecida. El de la tienda de sofás le alcanzó el té y se lo dio a Airgid mientras esta tomaba asiento en el suelo, junto a Hammond. — Ah coño, casi se me olvidaba. — Sonrió, alcanzándolo y terminando de colocarse. Se sentó con las piernas cruzadas, colocando la cabeza de Hammond entre ellas, y siguió las indicaciones de Asradi para ir dándole sorbitos del té al gigante de vez en cuando. Con cuidado le abrió los labios con la taza, y agarrándole por la parte de atrás de la cabeza para que no lo desparramara todo, deslizó un poco del té sobre su boca. — Quédate el rato que quieras, total creo que no abriré hoy la tienda ya a estas alturas. — Sonrió, no había perdido la sonrisa en ningún momento. — ¿Quieres una birrita o algo? Tengo el frigo ahí, pilla lo que quieras. Tengo refrescos, zumos, unas patatitas. — Le lanzó un guiño, al parecer iban a estar un rato juntas, así que quería hacerle saber que tenía mano libre para que tomase lo que quisiera de su casa/garaje. Y le caía bien, era una chica dulce, que se preocupaba por los demás. Quizás era una característica que le venía por la profesión, pero se agradecía encontrar a gente buena de vez en cuando.
#12
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Estaba completamente ko. Lo último que Hammond recordaba es que le estaban hablando de que cuanto peso levantaba. Tras aquello la cabeza comenzó a divagar y de qué manera. Se levantó del suelo (en su mente) y avanzó hacia la salida, justo en la entrada donde se quedó a dormir unas cuantas horas. Todo a su alrededor tenía un color apagado, el cielo menos azul, el rubio de su cabello, sin vida. Además, las personas que caminaban por las calles parecían no verle, obviando su presencia ... Eso no solía pasar. De repente un fogonazo le hizo cerrar los ojos. Para cuando los abriera ... — ¡Qué coño ha sido eso! — Los fue abriendo poco a poco. — ¿Airgid lo has visto? — Los dedos de la mano derecha fueron a sus labios ... Los palpó. — ¿Estoy hablando en condiciones? ¿Cómo? ¿Por qué? — Su compañera mecánica no respondió, de hecho, tampoco le prestó atención.

El fogonazo resultó ser algo parecido a un meteorito. El cual aterrizó justamente frente a sus ojos. Tenía un cabello como el cuerpo de la serpiente ... Ondulaba, pero no finamente, era más bien como cuando una cobra se menea por el desierto, dejando un rastro ... Inquietante. ¿Su altura? Competía y de qué manera con la de Hammond. Vestía una seda blanca por todo su cuerpo que dibujaba la perfección de un físico femenino, tan solo que con la piel grisácea, casi negra. — Claro que puedes hablar bien. Porque este no es tu mundo, joven guerrero. Rompedor de tormentas. Hijo de Aghil El grande. — Fue instintivo, Hammond se arrodilló, las lágrimas brotaron de sus ojos sin control, ni siquiera pudo levantar la mirada. — Al fin ... Eres tú. Nosha ... La diosa de la muerte. Quiere decir ... — Levantó la mirada. — Que estés aquí quiere decir que es mi momento, ¿no es cierto? — Con brusquedad, se puso de pie. — Está bien. Lo acepto. Igual que me diste una oportunidad, ahora, te la cobras. — La figura que tenía delante era ella, su diosa, en la que nadie creía tan solo el ... Por la que lo expulsaron de su clan y su isla. El motivo por el que todo sucedía en su vida. Ella lo era todo y si venía a cobrarse su favor de haber salvado la vida de un pequeño Hammond, ahora había que darle lo que venía a buscar.

En el establecimiento, las chicas, con ayuda de otros tantos consiguieron mover el cuerpo de Venture. El gigantón no cesaba de aumentar de temperatura, rozando anormalidades como que la piel estaba completamente roja y salía humo de su cabeza (casi invisible). La temperatura de su cuerpo estaba lejos de estar en un estado normal, al menos para un humano. Abría y cerraba las manos, como buscando algo ... Aunque a saber qué era.

Tu vida es tuya, aún. No vengo a reclamarla. — Cuando hablaba, resonaba en todas partes. Su voz se expandía rápido, como el aceite en una sartén. — Aunque no te lo creas, yo tampoco decido cuando puedo hacerte una visita. Pero no estoy aquí para decirte adiós, hijo de Aghil. Si no para darte más oportunidades. — ¿Más oportunidades? ¿Qué quería decir eso? el nórdico se estremeció. — Te pido ... Disculpas. Intenté vivir como creía que te honraría mejor. Quise ser bueno con las personas, debería haberte honrado con más sacrificios ... Yo ... Yo ... — La mano de la deidad se posó en el hombro izquierdo del Bucanner. — ¿Quién te ha dicho que quiero que seas así, guerrero de Elbaf? — Los ojos del humano y de la diosa, se tocaron, se fusionaron en una mirada. — Tu tienes que ser lo que eres. Destruye, conquista, ama, desilusionate. Haz todo lo que quieras hacer, pero hazlo con pasión. — Hammond se volvió a arrodillar, envuelto nuevamente en lágrimas. — Siempre sin olvidar que tu vida no es tuya. Tú eres mío. — El Bucanner asintió, irremediablemente. El "ente" mostraba la sonrisa más maquiavélica que se podía apreciar. Se daría la vuelta para caminar hacia ningún sitio, dándole la espalda. — Señora ... — La llamó. — ¿Qué pasa con los sacrificios? puedo dejar de ... — Pero no se atrevió a mirarla. Ni a pedirle nada. ¿No matar en su nombre? eso era tener demasiada confianza, demasiada para un hombre.

Nosha tan solo reía mientras su cuerpo se iba desvaneciendo, como por parte de magia. Fue entonces cuando Hammond abrió un ojo. Después el otro ... Y fue despertando.
#13
Asradi
Völva
¿Pero podrás con él? Asradi miró a Airgid con un gesto de sorpresa e incredulidad. Sí, la chica era alta y se veía fibrosa. Y, seguramente, físicamente fuese bastante más fuerte que ella. Pero, ¿tanto como para mover a ese grandullón?

Se acercó dispuesta a ayudar, pero se quedó a medio camino. Al final, iba a estorbar más que ayudar, lo sabía de buena tinta. Por fortuna, el frutero y otros dependientes se aproximaron a echar una mano y, no sin cierto esfuerzo, entre todos lograron meter, parcialmente, a Hammond en el interior de la tienda. Al menos ahora solo se veían fuera los pies. Seguía llamando la atención, pero quizás un poco menos.

Asradi suspiró ligeramente. Aún durante todo el proceso no había quitado su atención de encima del rubio. Más que nada por el estado en el que se encontraba.

Gracias. Sonrió, finalmente, a Airgid, pero luego negó con la cabeza. Te lo agradezco, pero estoy bien así. No me gusta beber alcohol cuando hay un paciente. Ahora bien, en un momento de más asueto no le diría que no a una buena cerveza fresca. La pelinegra lloró por dentro. Con lo que le gustaban a ella las cervezas.

Pero lo primero era lo primero. Tomó asiento, junto a la rubia, mientras vigilaban el estado de Hammond. Seguramente tardase un buen rato en despertar.

Tienes un puesto bonito. No sabía de qué hablar. Nunca había sido buena conversadora en cuanto a temas banales. Era social pero, irónicamente, siempre parecía andar sola por ahí. La soledad tampoco le molestaba, a veces era inspiradora y necesaria. Además...

Se interrumpió de repente cuando, en un rápido vistazo, contempló como la piel del varón comenzaba a enrojecerse de forma lenta pero gradual.

¿Qué coño? Soltó el exabrupto de forma totalmente natural. De hecho, se puso “en pie” en cuanto esto sucedió.

De inmediato revisó los signos vitales de Hammond. La fiebre le seguía subiendo y parecía no tener parada. Pero... ¡Pero eso no era normal! Los ojos azules de Asradi se movían, frenéticamente, buscando una respuesta.

Le comprobó los signos vitales, comprobó su lengua y la reacción de sus pupilas. Nada. No era eso tampoco.

No está envenenado, ¿entonces porqué...? No se lo explicaba. Puso la mano en la frente de Hammond. — ¡Auch! Quema como las brasas. — De hecho, la retiró de inmediato, notando el calor emanar de él.

Apuró en escurrir más paños y humedecerlos, volviendo a colocarlos en zonas estratégicas. De nuevo en la frente, en las axilas y también en las ingles. Asradi tenía el ceño fruncido, de concentración y de frustración porqué no entendía esa subida de temperatura. El ungüento y el té deberían funcionar. No de manera automática, claro.

Pero... No deberían provocar esa reacción.
#14
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Ambas quedaron sentadas en el suelo, atendiendo al pobre herido, con fiebre y sin consciencia. Sería de desalmados dejar a alguien así sin cuidados. Sí, estaba perdiendo horas de trabajo, pero era lo bueno de ser tu propia jefa, ¿no? Poder cerrar la tienda cuando te daba la real gana.

No le importaría compartir una buena cervecita con aquella muchacha tan mona, aunque la mujer no parecía por la labor. Tenía sentido, la verdad, emborrachar a la única médica no parecía ser una gran idea. — Nos las pimplamos después entonces, a ver si despierta el tiarrón. Tiene pinta de que le gusta una buena cervecita. — La verdad es que ya no solo es que estuvieran cuidando de una persona herida, es que igual eran las diez de la mañana. Como para estar bebiendo alcohol a esas horas... aunque tampoco sería la primera vez, no nos engañemos.

La rubia hizo un gesto algo avergonzado cuando la morena halagó su puesto. Para ella sí, era bonito, era su hogar. Pero sabía que podía ser muy caótico, desordenado... por lo general no le gustaba que nadie sin confianza viera su casa por ese mismo motivo, podrían pensarse que era una guarra o algo así. Y ella se duchaba todos los días. Pero no la interrumpió. Parecía un poco cortada, así que quería dejarla hablar y escucharla atentamente, mientras se mordía la lengua por el interior de la boca. Desde fuera parecía como si mascara chicle con las muelas. Sin embargo, fue Asradi quién dejó su propia frase a medias.

La atención de las dos mujeres volvió de nuevo al gigantón. Estaba poniéndose rojo, todo él. Airgid, con su cabeza entre las piernas, pudo observar las expresiones que reflejaba en su rostro. No parecía estar soñando con algo muy bonito, es lo que ocasionaba la fiebre. — Mierda. — Susurró, sin saber muy bien qué hacer ante unos síntomas como esos. Asradi comenzó a examinarle, tratando de encontrar el motivo de ese repentino acaloramiento. Ella, por su parte, le hizo tragar un poco más del té medicinal y luego tomó su cabeza con ambas manos. Le apartó el pelo de la cara y le sopló suavemente aire fresquito desde sus pulmones. Notó su piel cada vez más caliente, y más, y más. Por suerte, Airgid soportaba bien el calor y las temperaturas altas, así que no le molestó su tacto. Muy diferente a la reacción de Asradi.

Sabía que sus soplidos de aire seguramente no sirvieran de mucho, pero poca cosa más se le ocurría. Ya le había dado casi todo el té, ¿quizás solo era cuestión de tiempo? Esperar a que hiciera efecto. — Traaanqui, seguro que ahora se le baja, es el típico despunte antes de la calma. Empeorar antes de mejorar. — Sonrió a la morena, que parecía más nerviosa que ella. Bajó la mirada de nuevo a Hammond, volviendo a soplarle con suavidad por las mejillas, la frente, el cuello. Si no se acabaran de conocer, podría ser un momento hasta romántico, ¿no? Era imposible negar lo guapo y atractivo que era aquel hombre. Pero no era el momento para pensar en ese tipo de cosas. Entonces le vio. El rubio comenzó a abrir los ojos, primero uno, luego los dos. — ¡Está despertando! — Anunció a su compañera, para que se quedara más tranquila. Esbozó una sonrisa enorme mientras clavaba sus ojos miel en los azules del gigante. Podía incluso notar cómo su mirada se enfocaba, retomando la consciencia. — Bienvenido al mundo de los vivos, grandullón. Nos has dao un buen susto, a Asradi casi le da un soponcio. — Bromeó, y soltó una risilla entre los dientes. Su temperatura también parecía estabilizarse, al menos dejó de subir.



  • Rasgos positivos:
    -Fortaleza al Calor: Tienes un +15 de [Resistencia] para aguantar los efectos del Calor. No combinable con Debilidad al Calor. Lo uso sobre todo por sentido narrativo.
  • Rasgos negativos:
    -Tic físico: Tu personaje sufre un síndrome de Tourette, por lo que ocasionalmente puede repetir el mismo gesto de manera continua. Esto puede traer una mala relación con los personajes, así como supone una necesidad de narración cada 3 post, incluyendo combate. Siempre será el mismo tic, y no podrá cambiar durante el transcurso de la historia, con salvedad de una causa que lo apoye. Solo una vez: Morderse la lengua.
#15
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El camino no fue corto, qué va, para Hammond pasaron horas, quizás más. Y quizás para el resto en el mundo normal tan solo sucedieron diez, quince, ¿veinte minutos? tan solo tuvo que abrir un ojo para comenzar a pensar en ello. Ni era la primera vez que entraba en aquel mundo de los sueños, ni menospreciaba entrar en el cómo tal, es más, era algo que anhelaba buscar muchas más veces de las que quisiera él admitir. Sus articulaciones comenzaron a responder. La diestra a abrirse y cerrarse. Inconscientemente, había logrado sujetar una especie de bolsa con trastos metálicos que pesaban un poco y las había estado sosteniendo durante algunos segundos. Tal era su obsesión por el levantamiento de peso.

Dejó la bolsa liberando su otra mano. Se recompuso, sentándose en el suelo. — ¿Pasarrr mucho tiemmpo? ... — Se le notaba mareado, la cabeza le daba vueltas como una noria. En un acto de improvisación que ni el mismísimo Odin en persona esperaría, se agarró la cabeza con las dos manos, buscando que dejara de moverse. — ¡¡NO PARRRAAAAAAR DE MOVERRRR!! — Cómo podría uno entender, que este momento jocoso iba acompañado por un inconmensurable dolor. Se levantó, golpeando la cabeza con la lámpara de techo.

Eso le ocasionó que tuviera que retroceder un par de pasos, pisando lo que parecía una especie de máquina circular, la mítica que limpia el suelo. Destrozada. Se le quedó clavada en el pie, dificultándole AÚN más el movimiento. — ¡Máquina con demonio dentrrro! — En la búsqueda por zafarse de aquel monstruo metálico, golpeó con fuerza un mueble, reventando el robot limpiador y con este todo lo que había delante. El golpe reventó aquel mueble, que cayó sobre el sofá. Era un elefante en una chatarrería

¿Dónde estarrr? — Frenó en seco, sin quitarse las manos de la cabeza. El aire que exhalaba viajaba a gran velocidad, anunciando un estrés intenso. Ya había olvidado las heridas de su cuerpo o el no llevar parte superior de su atuendo. Ni siquiera recordaba que había sido de su mandoble. ¿De qué las conocía? comenzó a dudar hasta de eso.
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Rasgos negativos a tener en cuenta:
-Adicción: Reinicio de la cuenta atrás. Faltan 5 post.
#16
Asradi
Völva
Airgid intentó tranquilizarla diciéndole que, probablemente, fuese una reacción normal. Pero Asradi no estaba tan segura, y eso se dejaba ver en la expresión ceñuda y confundida que mostraba en su rostro. Era verdad que tampoco tenía tanta experiencia como médica, pero aún así le resultaba un poco raro.

Fuese como fuese, sí que suspiró de alivio cuando, tras el aviso de la otra chica, comprobó que el grandullón estaba despertando. Lentamente al principio y, después...

¡Ey, ey, con cuidado! — Ella se puso también “en pie” cuando aquel elefante comenzó a hacer destrozos en la cacharrería.

O, en este caso, en el pobre taller de Airgid. La pelinegra se hizo un poco a un lado y, de hecho, mientras Hammond hacía su particular baile con el pobre robot limpiador como víctima, Asradi agarró sus cosas y las alejó del posible estropicio. Solo por si acaso.

Por suerte, el rubio se detuvo un tanto abruptamente, preguntando dónde se encontraba. Asradi miró a la rubia, pidiéndole asistencia con los ojos, antes de volver a posarlos sobre aquel armario empotrado. Menuda sarta de músculos en eses brazos que...

La chica frunció el ceño por los pensamientos intrusivos que estaba comenzando a tener. No, no era el momento para eso. Y tampoco debería haber un momento.

Estás a salvo. — Fue lo primero que le dijo, con un aire tranquilizador. — Llegaste herido y con fiebre y ella te recogió. — Señaló a la otra chica con un suave cabeceo.

Parecía que se había despertado bastante confuso. No era un síntoma anormal después de la fiebre que había tenido. Y que ella debía comprobar ahora. Si se dejaba, claro.

¿Recuerdas algo? ¿Tu nombre, quizás? — No lo estaba tachando de imbécil. En realidad solo estaba comprobando que su cerebro funcionase bien después de lo que acababa de pasar.
#17
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Parecía que ambos medicamentos, el ungüento y el té habían hecho algo de efecto, pues Hammond no solo despertó, sino que se incorporó, sentándose sobre el suelo. Parecía algo confuso. — Unos minutillos na'má. — Le respondió la rubia, observándole un poco desubicado. No era para menos, la verdad, a saber qué le había pasado antes de llegar allí, pero no parecía estar del todo bien aún.

Terminó de ponerse en pie, y era tan alto que se golpeó contra la lámpara del techo. Luego chocó contra la pared, Asradi gritó pidiéndole que tuviera cuidado y Airgid se levantó también, sin saber del todo qué hacer para ayudarle. Y ayudar a su pobre casa, también. Entonces lo vio. Su pobre roomba... pisada, destrozada. Se llamaba Mariajosé, o Josemaría, dependiendo de la energía con la que se levantara. Ahora solo era un amasijo de cables y piezas rotas. Airgid se quedó paralizada por un segundo, observando a su masacrada criatura. Y observando también cómo para librarse de ella, le atizó a un mueble y lo destrozó de la misma manera. Le dieron ganas de echarse a llorar.

Pero la tristeza se convirtió rápidamente en rebote. — ¡PARA, TRON! ¡Que me desvalijas media casa, mecagoen...! — Haciendo honor a la justicia, su casa ya era bastante desastre, pero es que si no era por el paso de un gigante desorientado, era que le entraban a robar, el caso es que siempre estaba hecha una mierda. Que injusto. Aunque... rápidamente se calmó. Eso podía ser una buena excusa para hacer una roomba nueva... un mueble nuevo... con más cajones, con botones que lo vuelva automatizado, con lucecita incorporada. Se quedó muy callada y muy quieta de repente, con una mano tomando su barbilla, dándole vueltas con mirada concentrada a todo el potencial que vio en el caos.

El gigante también paró, y fue Asradi la que se encargó de intentar tranquilizarlo, explicarle su situación. Ya se le había pasado el rebote. Se giró para mirarle, le daba cosica verle así. No era de ahí, se notaba que le costaba hablar el idioma, estaba herido y encima no recordaba nada. Se acercó un poco, aunque sin tocarle. — Yo soy Airgid, ¿te acuerdas? La... guerrera de mano bonitas. — Era una de las pocas cosas que le había dicho, quizás eso le ayudara un poco, aunque le diera verguenza repetir algo como eso en voz alta. — Y ella Asradi, la médica de las algas. — Las presentaciones eran un cuadro, pero acababan de conocerse, poco más había que pudiera decirle.
#18
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
¿Qué estaba pasando? La cabeza le dolía en exceso y dejándose llevar por lo que le sucedía cuando tenía visiones de sus diosas, seguramente pasó por un momento peligroso previamente. La otra mujer, morena y a la par del atractivo físico de la rubia, intentó calmar a Hammond. El grandullón, tomó del suelo otra vez la bolsa tan pesada que sostuvo durante unos segundos y siguió levantando esta, bombeando los músculos de ese brazo. Fue como magia, su cuerpo comenzó a sentirse mejor, menos tenso y hasta el dolor de cabeza descendía. — Hammond Venturrre, serr nombrrre mío. — Comentó, mirándola fijamente a los ojos.

Él no intentaba intimidar, sus condiciones físicas le ayudaban a serlo de manera pasiva, sin ningún tipo de intención. Aquello muchas veces le hizo imposible mantener relaciones con ciertas personas. Quererse hasta el punto en el que estaba, no fue un camino de rosas, pues la gente pisa y desprecia a quién es diferente, aunque sea saliese de las medidas positivas socialmente, como podrían ser alguien atractivo o alto, rasgos normalmente muy bien aceptados pero que en exceso se vuelven nuevamente, negativos.

Clarrro que yo acorrrdar. ¿Tú sanarrr a mi? — La inspeccionó. — ¿Tenerrr comida? — Le preguntó, sin venir a cuento. El estómago le estaba rugiendo y de qué forma. Además, pasó un poco inadvertido este comentario, ya que Airgid la presentó e indicó algo que Venture ya sabía. — Clarro que acorrrdar de tí. Chica de manosss bonitas.— No le importaba lo más mínimo la casa. En este aspecto era bastante egoísta, si no era suyo o no tenía relación con él, ¿qué más daba? es decir, no era idiota, veía como cientos, miles, millones de personas vivían todas iguales, como hormigas en lugares exactamente iguales. — No saberrr cómo poderrr vivir en lugarrr tan chiquito. — Chiquito era una palabra que solía repetir, cuando conoció a un grupo de personas que decían venir de una isla muy alborotada, donde solo bebían cerveza y su costa tenía un pico muy particular llamado Gibraluris. Qué gente más maja, de ellos aprendió a pronunciar bien esa palabra.

Buscó por el suelo la parte superior de su "armadura". No la encontró así que dejó de buscar. Le daba igual si fuera desnudo, imagínate una parte concreta de la vestimenta. — ¡Comida! — Levantó los brazos.
#19
Asradi
Völva
Las presentaciones eran un cuadro, sí, pero a Asradi le hizo gracia el como la rubia lo había dicho. Ahora bien, tampoco le pareció mal. Era algo directo y corto para que Hammond pudiese entenderlo. Se había despertado como un elefante en una cacharrería y entendería que, después de la fiebre que había tenido, estuviese confuso y desorientado. Aún así, poco a poco pareció irse calmando, sobre todo cuando reconoció a Airgid como “la chica de las manos bonitas”. No pudo evitarlo, se le escapó una risita. Pero ella sí lo reconocía internamente. Airgid era preciosa.

Finalmente, suspiró, bastante más tranquila. Hammond había puesto la casa patas arriba o, al menos, el taller donde se encontraban, pero ya se había calmado. Guardó sus cosas y recogió algunas de las que el grandullón había tirado. Pero como no sabía dónde iban, solo las sostuvo entre sus manos.

Sí, yo te traté las heridas y la fiebre. — Asintió.

Vió, de refilón, una mesa que no había sido tumbada por el grandullón y dejó ahí las cosas con cierta delicadeza. Fue gracioso, porque se había acercado al mueble casi a saltitos. Solo que ella no se dió de cuenta en ese momento de que, efectivamente, podrían haberse fijado en eso.

¿Comida? — Parpadeó de repente, cuando Hammond demandó tal cosa. Miró a Airgid y luego de nuevo al hombretón. No tenía mucho dinero encima, pero quizás por esa vez podría hacer una excepción. No les conocía de nada, pero le habían caído bien y parecían buena gente. Además, Airgid le había ayudado también, y era maja.

Si Airgid nos recomienda un buen lugar para comer... — Comenzó a decir, en lo que se le iba dibujando una suave sonrisa. — Yo os invito a lo que queráis. — Solo esperaba que tampoco abusasen, no era millonaria, ni mucho menos. — O también podemos ir a pescar.

Esa era otra opción.
#20


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