Percival Höllenstern
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18-11-2024, 01:37 AM
Me mantuve un par de pasos detrás de mis compañeros conforme habían bajado del navío, aguardando en la oscuridad durante algunos momentos para tomar mesura de la situación:
La muchacha se encontraba observando la plaza con ojos que apenas captaban detalles mientras ellos intercambiaban palabras. Aquel gentío, con su ajetreo y despreocupación, era un disfraz perfecto. No había que subestimar la opulencia de un lugar como este, especialmente en una mañana tan bulliciosa. La gente que te ignora siempre es la que guarda más secretos.
Por su parte, el mink de estrambótico atuendo parecía llevar mayor mesura en sus palabras y parco equipamiento, al menos aparentemente, pero era bastante evidente las grandes dimensiones que su instrumento ocupaban a su espalda, algo similar a una mandolina o quizá una guitarra.
Entonces, hice aparición fingiendo encuentro casual, pues era casi costumbre por mi parte el hecho de que el peligro aguardaba en cualquier esquina y esto no era distinto. La heterodoxa Armada Revolucionaria había mostrado que contaba con una ingente cantidad de bichos raros, y estos eran demostración de aquella afirmación. Supongo que, por ello, tiene un éxito cada vez mayor entre las clases más desfavorecidas que normalmente son repudiadas por el Gobierno Mundial y la jerarquía que representan. Era normal, pues yo mismo había dado cuenta de ello.
Hato me saludó, su tono jovial casi contrastante con el peso de la situación. Le respondí con un asentimiento breve, escaneando su vestimenta y sus herramientas, su equipamiento y su actitud. Renovadas fuerzas en su haber, y también pude notar por cómo se movía que era ducha en la orientación... ¿Una navegante quizá?
—El placer es mío, Hato —murmuré, manteniendo el tono neutral, sin perder de vista nuestro entorno, con un aire de ligero desinterés pese a mi análisis.
El bullicio seguía aumentando, gente que caminaba, que vivía su día sin sospechar de los revolucionarios infiltrados en su medio. Justo lo que necesitábamos. Podía sentir cómo mi mente comenzaba a procesar la información que Hato compartía, palabra por palabra, dibujando conexiones entre los nombres y los números que mencionaba.
—Me temo que Hobbs no parece solamente un banquero —murmuré con frialdad, manteniendo la mirada fija en la plaza. Era una verdad a medias, pero suficiente para lo que venía — Si mueve esas cantidades y tiene acceso directo a los sellos del Gobierno Mundial, estamos hablando de algo más grande que simples negocios. Está lavando dinero para algo que no quieren que nadie sepa. La fábrica es solo la fachada, y probablemente de aquellos gobernadores que tanto odiamos. — finalicé con cierto toque astuto, cavilando notablemente con una mirada lógica en mis ojos de tonalidad ámbar.
Mis ojos se clavaron en los de la joven skypiana, con ese mismo cansancio que había aprendido a ilustrar con el paso del tiempo. La primera lección allá donde me crié y entrené tenía que ver con dar siempre medias tintas, pero quizá, en esta ocasión, ellos debían entender el peso de lo que teníamos delante.
—Tendremos que tener cuidado. Si ese documento es auténtico, estamos tocando las puertas de gente peligrosa. Aseguraos de no llamar la atención más de lo necesario. Y si nos topamos con Hobbs, evitaremos cualquier confrontación… por ahora— musité, finalmente, utilizando cierta jerga de autoridad por mi papel como agente de la Armada Revolucionaria.
Mis palabras se disolvieron en el aire tanto como el bullicio a nuestro alrededor, pero esperé que quedaran impregnadas ante mis camaradas.
La muchacha se encontraba observando la plaza con ojos que apenas captaban detalles mientras ellos intercambiaban palabras. Aquel gentío, con su ajetreo y despreocupación, era un disfraz perfecto. No había que subestimar la opulencia de un lugar como este, especialmente en una mañana tan bulliciosa. La gente que te ignora siempre es la que guarda más secretos.
Por su parte, el mink de estrambótico atuendo parecía llevar mayor mesura en sus palabras y parco equipamiento, al menos aparentemente, pero era bastante evidente las grandes dimensiones que su instrumento ocupaban a su espalda, algo similar a una mandolina o quizá una guitarra.
Entonces, hice aparición fingiendo encuentro casual, pues era casi costumbre por mi parte el hecho de que el peligro aguardaba en cualquier esquina y esto no era distinto. La heterodoxa Armada Revolucionaria había mostrado que contaba con una ingente cantidad de bichos raros, y estos eran demostración de aquella afirmación. Supongo que, por ello, tiene un éxito cada vez mayor entre las clases más desfavorecidas que normalmente son repudiadas por el Gobierno Mundial y la jerarquía que representan. Era normal, pues yo mismo había dado cuenta de ello.
Hato me saludó, su tono jovial casi contrastante con el peso de la situación. Le respondí con un asentimiento breve, escaneando su vestimenta y sus herramientas, su equipamiento y su actitud. Renovadas fuerzas en su haber, y también pude notar por cómo se movía que era ducha en la orientación... ¿Una navegante quizá?
—El placer es mío, Hato —murmuré, manteniendo el tono neutral, sin perder de vista nuestro entorno, con un aire de ligero desinterés pese a mi análisis.
El bullicio seguía aumentando, gente que caminaba, que vivía su día sin sospechar de los revolucionarios infiltrados en su medio. Justo lo que necesitábamos. Podía sentir cómo mi mente comenzaba a procesar la información que Hato compartía, palabra por palabra, dibujando conexiones entre los nombres y los números que mencionaba.
—Me temo que Hobbs no parece solamente un banquero —murmuré con frialdad, manteniendo la mirada fija en la plaza. Era una verdad a medias, pero suficiente para lo que venía — Si mueve esas cantidades y tiene acceso directo a los sellos del Gobierno Mundial, estamos hablando de algo más grande que simples negocios. Está lavando dinero para algo que no quieren que nadie sepa. La fábrica es solo la fachada, y probablemente de aquellos gobernadores que tanto odiamos. — finalicé con cierto toque astuto, cavilando notablemente con una mirada lógica en mis ojos de tonalidad ámbar.
Mis ojos se clavaron en los de la joven skypiana, con ese mismo cansancio que había aprendido a ilustrar con el paso del tiempo. La primera lección allá donde me crié y entrené tenía que ver con dar siempre medias tintas, pero quizá, en esta ocasión, ellos debían entender el peso de lo que teníamos delante.
—Tendremos que tener cuidado. Si ese documento es auténtico, estamos tocando las puertas de gente peligrosa. Aseguraos de no llamar la atención más de lo necesario. Y si nos topamos con Hobbs, evitaremos cualquier confrontación… por ahora— musité, finalmente, utilizando cierta jerga de autoridad por mi papel como agente de la Armada Revolucionaria.
Mis palabras se disolvieron en el aire tanto como el bullicio a nuestro alrededor, pero esperé que quedaran impregnadas ante mis camaradas.