Yuya Mirokuji
Handsome Hunter
30-11-2024, 12:24 AM
Aquel viejales era realmente impresionante. Mientras peleaba, al estar en movimiento, era como si volviera a ser un chavalín en la flor de la vida, ya que al cerebro le resultaba imposible interpretar la imagen de un anciano moviéndose a esa velocidad y asestando los potentes golpes que daba con ese martillo suyo. Y ese señor se iba a jubilar. De golpe y sopetón el mundo perdería a alguien increíble. A ver, no es que se fuera a morir, pero al jubilarse ya no entraría en acción para detener a los criminales ni nada por el estilo, así que el balance del mundo se inclinaría un poquito hacia el lado de los malos. Bueno, yo no era ningún santo tampoco, pero cumplía la ley… la mayoría del tiempo. ¿Qué? Como si vosotros no infringierais las normas de vez en cuando. Algún pago de impuestos, una manzana aquí y allá cuando tenía hambre y no dinero… Detallitos insignificantes, pecata minuta, cosas tan pequeñas que ni siquiera contaban para la lista de los buenos y los malos de Santa.
Yo, por mi parte, conseguí herir al objetivo de mi ataque en el pecho. Podía haber apuntado a zonas mucho más peligrosas, como la zona interior del muslo o de los brazos, el cuello o… No, a esa última parte no, existe un cierto tipo de honor entre hombres, un código no escrito que todos acatamos salvo necesidad como último recurso, y aun así normalmente se nos dice que era mejor haber muerto que realizar un ataque como ese. Nunca atacaría a un hombre en sus partes nobles salvo que fuera la única opción viable para seguir vivo. Un hombre podía vivir sin manos ni brazos, una movilidad muy limitada, sí. Pero todavía podía disfrutar del calor de una mujer si conservaba esa zona intacta. Nunca hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti… Sí, ya sé que a mí no me gustaría que me cortaran un brazo o me hicieran un corte en el pecho, pero las peleas son las peleas, a algo hay que apuntar.
Mi compañera también hizo diana (badum-tss) en su objetivo, aunque parecía ser que se había pasado un poco. Esos deslices que ocurrían en la profesión. Ya nos había pasado otras veces, pero sólo en un par de ellas los bandidos escaparon y luego… bueno, volvieron a por venganza por su compañero muerto. Creedme que la venganza por un amigo caído en combate es mucho más agresiva y potente que la que se hace por alguien capturado y metido en la cárcel. Yo mismo sería una máquina de matar sedienta de sangre que arrasaría todo a mi paso hasta que me detuvieran si alguien matara a Diana. ¿Hacerla prisionera? Bueno, podía rescatarla, podía librarse ella misma, podía pedir ayuda para ello… Había muchas opciones, e imaginarla atada de manos al techo, con los brazos levantados y sin ropa… Mejor… Mejor no sigo por ahí, que no es el momento ni el lugar. ¿Por dónde iba? ¡Ah! Aquellos tipos decidieron que lo mejor era retirarse. Y con el viejo Hammond allí lo cierto es que sus opciones de victoria eran escasas. Pero yo no les dejaría hacerlo. Y es que no quería que luego vinieran a vengarse de Diana, o que volvieran en algún momento en el que no pudiera defenderme por órdenes del tal Lucio, o que fueran por mi familia para darme una lección. - ¿Los famosos pañuelos rojos se retiran ante la amenaza de un cazarrecompensas jubilado? Nunca lo hubiera dicho, Hammond. – Les dije en voz bien alta, para que lo escucharan todos los clientes de la taberna. – No te preocupes, florecilla. ¿No hay una recompensa por ese tipo? Me quiere sonar que sí. – A lo mejor ante la expectativa de una recompensa alguien más se unía para ayudarnos. Pero yo no esperé y volví a lanzarme hacia ellos buscando hacer otro corte a la altura del pecho al bandido más cercano a mí.
Yo, por mi parte, conseguí herir al objetivo de mi ataque en el pecho. Podía haber apuntado a zonas mucho más peligrosas, como la zona interior del muslo o de los brazos, el cuello o… No, a esa última parte no, existe un cierto tipo de honor entre hombres, un código no escrito que todos acatamos salvo necesidad como último recurso, y aun así normalmente se nos dice que era mejor haber muerto que realizar un ataque como ese. Nunca atacaría a un hombre en sus partes nobles salvo que fuera la única opción viable para seguir vivo. Un hombre podía vivir sin manos ni brazos, una movilidad muy limitada, sí. Pero todavía podía disfrutar del calor de una mujer si conservaba esa zona intacta. Nunca hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti… Sí, ya sé que a mí no me gustaría que me cortaran un brazo o me hicieran un corte en el pecho, pero las peleas son las peleas, a algo hay que apuntar.
Mi compañera también hizo diana (badum-tss) en su objetivo, aunque parecía ser que se había pasado un poco. Esos deslices que ocurrían en la profesión. Ya nos había pasado otras veces, pero sólo en un par de ellas los bandidos escaparon y luego… bueno, volvieron a por venganza por su compañero muerto. Creedme que la venganza por un amigo caído en combate es mucho más agresiva y potente que la que se hace por alguien capturado y metido en la cárcel. Yo mismo sería una máquina de matar sedienta de sangre que arrasaría todo a mi paso hasta que me detuvieran si alguien matara a Diana. ¿Hacerla prisionera? Bueno, podía rescatarla, podía librarse ella misma, podía pedir ayuda para ello… Había muchas opciones, e imaginarla atada de manos al techo, con los brazos levantados y sin ropa… Mejor… Mejor no sigo por ahí, que no es el momento ni el lugar. ¿Por dónde iba? ¡Ah! Aquellos tipos decidieron que lo mejor era retirarse. Y con el viejo Hammond allí lo cierto es que sus opciones de victoria eran escasas. Pero yo no les dejaría hacerlo. Y es que no quería que luego vinieran a vengarse de Diana, o que volvieran en algún momento en el que no pudiera defenderme por órdenes del tal Lucio, o que fueran por mi familia para darme una lección. - ¿Los famosos pañuelos rojos se retiran ante la amenaza de un cazarrecompensas jubilado? Nunca lo hubiera dicho, Hammond. – Les dije en voz bien alta, para que lo escucharan todos los clientes de la taberna. – No te preocupes, florecilla. ¿No hay una recompensa por ese tipo? Me quiere sonar que sí. – A lo mejor ante la expectativa de una recompensa alguien más se unía para ayudarnos. Pero yo no esperé y volví a lanzarme hacia ellos buscando hacer otro corte a la altura del pecho al bandido más cercano a mí.