
Marvolath
-
09-12-2024, 03:59 AM
La expresión de sorpresa mudó a una sonrisa educada, encantadora incluso. Al menos para los ojos menos entrenados, que la reconocerían como una sonrisa de vendedor. No es que esto sea malo, claro. La principal diferencia es que la encantadora puede ocultar una malicia embaucadora pero la del vendedor sólo oculta interés comercial.
- Vaya, que inesperada sorpresa. Venga, siéntese con nosotros. - invitó con un tono más ameno de lo habitual, mientras se hacía a un lado para dejar sitio para el mink y le acercaba un vaso que llenó - Parece que es cierto el dicho de que el mar nos cría y nosotros nos juntamos. Fíjese que mi capitán aquí presente también es mercador y aficionado a meterse en asuntos problemáticos; y un servidor también sigo el estilo del cuerpo a cuerpo para la defensa. Y sí, su oído no le engaña: hablábamos sobre los nuevos modelos de implantes que preparé en nuestro viaje desde Loguetown, cuna de esta tecnología y que puede disfrutar ahora en su madurez gracias a mejoras de mi propia cosecha. El capitán iba a tener el privilegio de ser el primero en disfrutar de los avances, pero él me seguirá teniendo cuando zarpemos, y una casualidad como la que hoy nos ha reunido quién sabe si se volverá a dar.
Hablaba con fluidez y rapidez, como si recitara frases que ya tenía preparadas -y, de hecho, en su mayoría lo eran- mientras gesticulaba con los brazos para dar vida a sus palabras. En uno de los gestos, deslizó unas hojas hasta delante del panda. Las hojas presentaban figuras humanoides bosquejadas, con algunas partes detalladas y acompañadas de breves anotaciones. Ojos, oídos, brazos, piernas,... entre todos los diseños prácticamente no quedaba una parte sin opción de mejora.
- ¿Tenía algo en mente? Veo que sus garras son difícilmente reemplazables, pero quizá... ¿un ojo con visión térmica? ¿Un mejor sistema digestivo o respiratorio? - lo analizó superficialmente, buscando qué podría querer mejorar. Sin duda, los minks partían de una buena base - ¿O quizá unas alas?
Rematar con una broma solía funcionar. Proporcionaba un respiro después de tanta información que los clientes agradecían, y prepara la mesa para las decisiones y negociación.
Tras acordar las necesidades del nuevo cliente y el asunto del pago, pidió a sus próximos pacientes que lo acompañaran hasta el barco. Aunque aún no estaban todos los detalles terminados, Marvolath había acondicionado una de los camarotes del barco como una enfermería que serviría como quirófano. Dejó al mink en compañía del capitán, y pocos minutos más tarde regresó con una caja tan grande como él y otra del tamaño de una manzana.
- Aquí los tiene. Unas alas con las que incluso alguien que nació sin ellas podría volar. Y... - tras dejar la caja grande sobre una mesa, abrió la pequeña - esta maravilla optimiza las conexiones del sistema nervioso. Cuando lo active parecerá que el mundo se ralentiza. Si me hace el favor y se tumba boca abajo en la camilla, podemos empezar.
- Vaya, que inesperada sorpresa. Venga, siéntese con nosotros. - invitó con un tono más ameno de lo habitual, mientras se hacía a un lado para dejar sitio para el mink y le acercaba un vaso que llenó - Parece que es cierto el dicho de que el mar nos cría y nosotros nos juntamos. Fíjese que mi capitán aquí presente también es mercador y aficionado a meterse en asuntos problemáticos; y un servidor también sigo el estilo del cuerpo a cuerpo para la defensa. Y sí, su oído no le engaña: hablábamos sobre los nuevos modelos de implantes que preparé en nuestro viaje desde Loguetown, cuna de esta tecnología y que puede disfrutar ahora en su madurez gracias a mejoras de mi propia cosecha. El capitán iba a tener el privilegio de ser el primero en disfrutar de los avances, pero él me seguirá teniendo cuando zarpemos, y una casualidad como la que hoy nos ha reunido quién sabe si se volverá a dar.
Hablaba con fluidez y rapidez, como si recitara frases que ya tenía preparadas -y, de hecho, en su mayoría lo eran- mientras gesticulaba con los brazos para dar vida a sus palabras. En uno de los gestos, deslizó unas hojas hasta delante del panda. Las hojas presentaban figuras humanoides bosquejadas, con algunas partes detalladas y acompañadas de breves anotaciones. Ojos, oídos, brazos, piernas,... entre todos los diseños prácticamente no quedaba una parte sin opción de mejora.
- ¿Tenía algo en mente? Veo que sus garras son difícilmente reemplazables, pero quizá... ¿un ojo con visión térmica? ¿Un mejor sistema digestivo o respiratorio? - lo analizó superficialmente, buscando qué podría querer mejorar. Sin duda, los minks partían de una buena base - ¿O quizá unas alas?
Rematar con una broma solía funcionar. Proporcionaba un respiro después de tanta información que los clientes agradecían, y prepara la mesa para las decisiones y negociación.
Tras acordar las necesidades del nuevo cliente y el asunto del pago, pidió a sus próximos pacientes que lo acompañaran hasta el barco. Aunque aún no estaban todos los detalles terminados, Marvolath había acondicionado una de los camarotes del barco como una enfermería que serviría como quirófano. Dejó al mink en compañía del capitán, y pocos minutos más tarde regresó con una caja tan grande como él y otra del tamaño de una manzana.
- Aquí los tiene. Unas alas con las que incluso alguien que nació sin ellas podría volar. Y... - tras dejar la caja grande sobre una mesa, abrió la pequeña - esta maravilla optimiza las conexiones del sistema nervioso. Cuando lo active parecerá que el mundo se ralentiza. Si me hace el favor y se tumba boca abajo en la camilla, podemos empezar.