
Angelo
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13-12-2024, 11:53 AM
(Última modificación: 13-12-2024, 04:38 PM por Angelo.
Razón: Añadido inventario
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Hacía mucho tiempo que no entrenaba. Debía haber pasado por lo menos, ¿qué? ¿Un año? A esas alturas del camino, le costaba recordar con exactitud las fechas importantes. De lo que estaba seguro era de que, como mínimo, no había vuelto a ponerse frente al saco desde su último combate en el Foso. Resultaba difícil admitir que, en ocasiones, echaba de menos ese sitio. Era salvaje y brutal, pero joder, ahí sí que sabían armar una buena pelea. No volvería a Jaya, eso lo tenía claro, pero sentía nostalgia por algunas cosas de la isla que lo vio crecer. Por supuesto, jamás diría lo del Foso en voz alta delante de Iris, aunque igual podía convencerla de montar algo parecido en el East Blue. Algo que le diera una excusa para liarse a hostias con gente aleatoria a cambio de dinero. Sí, eso sonaba bien.
Fuera como fuese, ahí estaba, tras haber llegado unos pocos días antes al Baratie, golpeando un saco de harina que era casi tan alto como él. Lo había pedido «prestado» para ponerse un poco a tono, y no parecía que en el barco-restaurante lo estuvieran echando de menos. Después de todo, si había algo en abundancia allí eran ingredientes y empleados, a veces más de lo segundo que de lo primero. La putada de la harina es que ponía todo perdido, concretamente a sí mismo, así que había decidido entrenar a pecho descubierto para no mancharse la raída camiseta y la chupa de cuero: el blanco no era su color.
Supongo que os preguntaréis el motivo por el que Angelo había decidido poner fin a su sedentarismo —por llamarlo de alguna forma—, y este no era ni más ni menos que la propia necesidad del momento. El día que llegaron al Baratie conocieron a un puñado de individuos que eran casi tan chungos como Iris o él mismo, lo que no ocurría todos los días. Por supuesto, aquella mezcla de egos tan solo había logrado que nacieran conflictos entre todos ellos, hasta el punto de casi matarse a golpes en los últimos días. Por desgracia para todos, pues no parecían ponerse de acuerdo de ninguna forma, habían descubierto que conformaban un caótico equipo que trabajaba de puta madre cuando caminaban en la misma dirección. Igual era muy pronto para llamarse «socios», pero tenía pinta de que iban por ese camino. Eso sí, aún seguía en disputa quién cojones estaba al mando, y el lunarian no estaba dispuesto a dejarse comer terreno por aquella panda de mamarrachos. No, ni de coña obedecería las órdenes de ninguno de aquellos fantoches, y mucho menos las de aquel microbio con rasgos zorrunos y más cara que espalda.
Sumido en estos pensamientos y dejándose llevar por el enfado, le soltó un puñetazo tan fuerte al saco que lo rompió, haciendo que soltase una nube de harina que lo pringó por completo. Cojonudo. Supuso que aquello era una señal tan buena como cualquier otra para dar por finalizado su calentamiento. Se atizó con las manos para quitarse cuanta harina pudo, intentando adecentarse un mínimo sin mucho éxito, aún con restos de harina por la cara; el pantalón y otras zonas del cuerpo que prefiero no nombrar aquí. Les habían contactado para un trabajillo, o eso le había dicho Iris porque no tenía ni puta idea de lo que ponía en aquel papelucho, pero tenían que reunirse con alguien en las mesas para algo. Que alguien les quisiera contratar le resultaba tan surrealista como que no les hubieran echado del Baratie aún.
Se puso la camiseta raída, la chupa y salió hacia las mesas del restaurante, suponiendo erróneamente que habría llegado ya alguno de sus compañeros. Su sorpresa fue mayúscula al ver al tipejo con el que habían quedado, o al menos a uno que se parecía a la descripción, completamente solo. ¿Dónde estaba su sister? En fin, era muy poco profesional hacer esperar a un cliente... por llamarlo de alguna manera. A ver qué quería el pintamonas.
—Buenos días, chaval —le dijo al muchacho una vez llegó hasta la mesa, acercándose y dándole un par de palmadas bastante fuertes en el hombro a modo de saludo. Después de eso tomaría asiento frente a él y plantaría los pies llenos de harina sobre la mesa—. Pues parece que soy el primero, ¿eh? No te preocupes, los demás estarán al caer, supongo. Si quieres puedes ir contándome, soy el cerebro del grupo.
La verdad es que no le interesaba trabajar para nadie, mucho menos para un crío. ¿Qué edad tendría? ¿Habría ido hasta allí con su madre? El caso es que le picaba la curiosidad por el tipo de golpe que quisiera dar en un lugar como ese: quizá supiera algo que a ellos se les escapaba.
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
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