Arthur Soriz
Gramps
13-12-2024, 08:34 PM
Con el sol descendiendo lentamente hacia el horizonte, decides aprovechar las horas previas a la partida para conocer mejor a quienes compartirán contigo esta expedición. La calma en el puerto, rota solo por el murmullo de las olas y algún que otro graznido de gaviota, ofrece el ambiente ideal para entablar conversación.
Edgar es al primero que encuentras, es un hombre que parece haber nacido para el combate. Su presencia impone debido a la gran cantidad de cicatrices que posee en el cuerpo... probablemente siendo más cicatriz que piel, pero no es alguien que busque intimidar deliberadamente. Lo observas mientras revisa un rifle con la concentración de un artesano perfeccionando su obra.
— ¿Un panda, eh? —dice con una voz grave, pero no sin un dejo de curiosidad—. No todos los días se ve algo así. Yo soy Edgar.
Todos saben de antemano que tú serás parte de esa expedición, no parecen mostrar desdén ni mucho menos verse reacios ante la idea de que un panda humanoide sea parte del grupo.
— Bien. Necesitaremos fuerza, y mucha. Las minas podrán ser peligrosas si es que existen, pero es el camino a ellas lo que más me preocupa. Entre los rumores sobre esta isla y los posibles saqueadores, esto será cualquier cosa menos tranquilo.
Más adelante, encuentras a Celine, una mujer de cabellera verde como el pasto matutino, la cual está sentada sobre una caja de madera con una daga que destella bajo la luz del atardecer mientras la afila en silencio. Cuando te acercas, levanta la vista y sonríe ligeramente.
— ¿Un panda? ¡Vaya! Nunca había visto uno fuera de los libros. Me llamo Celine, y creo que seremos buenos compañeros.
Aunque su tono es relajado, su mirada es aguda, como si estuviera evaluándote. Pero al hablar de la isla se muestra más reservada.
— Yotsuba tiene un aire… extraño, ¿no crees? No sé si son solo cuentos o si hay algo real tras esas historias, pero lo mejor será mantenernos alerta. Este lugar no es como otros, los rumores serán solo eso... pero siento que hay un aire pesado en todo el lugar, como asuntos sin terminar...
Tu última parada es con Will, quien parece completamente absorto en observar el cielo. Usa un catalejo desgastado, y cuando finalmente nota tu presencia, te sonríe con entusiasmo.
— ¡Un panda en nuestra expedición! Esto será interesante. Soy Will, y si alguna vez pierdes el norte, solo sigue mi voz. Sé leer más que mapas... leo las señales del viento y del mar.
Will tiene un aire excéntrico, pero no es desagradable. Con sus palabras te das cuenta de inmediato que es un navegante... ¿Qué hace un navegante en Yotsuba? Tal vez queriendo dibujar un mapa exacto del estado actual de la isla. Mientras hablas con él, menciona algo que te intriga.
— Hay una razón por la que la mayoría evita navegar cerca de Yotsuba por la noche. Algo en el cielo cambia cuando te acercas. Puede ser una ilusión, pero siempre parece que las estrellas aquí bailan de forma diferente.
El tiempo pasa entre estas interacciones, y pronto las sombras empiezan a alargarse. La costa, tranquila durante el día, comienza a llenarse de una inquietud sutil a medida que el sol desaparece por completo y los grupos que prefieren buscar el lugar de los diamantes por su cuenta empiezan a adentrarse a la isla. Cuando regresas al punto de encuentro, encuentras a Merk ajustando una mochila al hombro. Su expresión es seria, y sostiene un pequeño mapa en sus manos.
— Es hora, amigos —anuncia mientras enciende una lámpara de aceite que proyecta un cálido resplandor en la oscuridad—. Nos movemos al amparo de la noche para evitar miradas no deseadas. Manténganse juntos y sigan mis instrucciones. Este camino no es para los débiles de corazón.
Con esa pequeña advertencia que parece más parte de un show ensayado que de algo realmente serio, el grupo comienza a organizarse. Las linternas son revisadas, las armas aseguradas y las mochilas ajustadas. Merk lidera el grupo con un aire confiado, mientras que Edgar y Celine parecen mantener una vigilancia constante de los alrededores. Will por su parte camina con la mirada puesta en las estrellas, murmurando cálculos que solo él parece comprender.
Yotsuba emana una sensación de abandono, como si la isla misma retuviera los secretos de su historia que no quiere ser redescubierta. El crujir de la grava bajo los pies del grupo es lo único que rompe el silencio mientras avanzan.
Edgar es al primero que encuentras, es un hombre que parece haber nacido para el combate. Su presencia impone debido a la gran cantidad de cicatrices que posee en el cuerpo... probablemente siendo más cicatriz que piel, pero no es alguien que busque intimidar deliberadamente. Lo observas mientras revisa un rifle con la concentración de un artesano perfeccionando su obra.
— ¿Un panda, eh? —dice con una voz grave, pero no sin un dejo de curiosidad—. No todos los días se ve algo así. Yo soy Edgar.
Todos saben de antemano que tú serás parte de esa expedición, no parecen mostrar desdén ni mucho menos verse reacios ante la idea de que un panda humanoide sea parte del grupo.
— Bien. Necesitaremos fuerza, y mucha. Las minas podrán ser peligrosas si es que existen, pero es el camino a ellas lo que más me preocupa. Entre los rumores sobre esta isla y los posibles saqueadores, esto será cualquier cosa menos tranquilo.
Más adelante, encuentras a Celine, una mujer de cabellera verde como el pasto matutino, la cual está sentada sobre una caja de madera con una daga que destella bajo la luz del atardecer mientras la afila en silencio. Cuando te acercas, levanta la vista y sonríe ligeramente.
— ¿Un panda? ¡Vaya! Nunca había visto uno fuera de los libros. Me llamo Celine, y creo que seremos buenos compañeros.
Aunque su tono es relajado, su mirada es aguda, como si estuviera evaluándote. Pero al hablar de la isla se muestra más reservada.
— Yotsuba tiene un aire… extraño, ¿no crees? No sé si son solo cuentos o si hay algo real tras esas historias, pero lo mejor será mantenernos alerta. Este lugar no es como otros, los rumores serán solo eso... pero siento que hay un aire pesado en todo el lugar, como asuntos sin terminar...
Tu última parada es con Will, quien parece completamente absorto en observar el cielo. Usa un catalejo desgastado, y cuando finalmente nota tu presencia, te sonríe con entusiasmo.
— ¡Un panda en nuestra expedición! Esto será interesante. Soy Will, y si alguna vez pierdes el norte, solo sigue mi voz. Sé leer más que mapas... leo las señales del viento y del mar.
Will tiene un aire excéntrico, pero no es desagradable. Con sus palabras te das cuenta de inmediato que es un navegante... ¿Qué hace un navegante en Yotsuba? Tal vez queriendo dibujar un mapa exacto del estado actual de la isla. Mientras hablas con él, menciona algo que te intriga.
— Hay una razón por la que la mayoría evita navegar cerca de Yotsuba por la noche. Algo en el cielo cambia cuando te acercas. Puede ser una ilusión, pero siempre parece que las estrellas aquí bailan de forma diferente.
El tiempo pasa entre estas interacciones, y pronto las sombras empiezan a alargarse. La costa, tranquila durante el día, comienza a llenarse de una inquietud sutil a medida que el sol desaparece por completo y los grupos que prefieren buscar el lugar de los diamantes por su cuenta empiezan a adentrarse a la isla. Cuando regresas al punto de encuentro, encuentras a Merk ajustando una mochila al hombro. Su expresión es seria, y sostiene un pequeño mapa en sus manos.
— Es hora, amigos —anuncia mientras enciende una lámpara de aceite que proyecta un cálido resplandor en la oscuridad—. Nos movemos al amparo de la noche para evitar miradas no deseadas. Manténganse juntos y sigan mis instrucciones. Este camino no es para los débiles de corazón.
Con esa pequeña advertencia que parece más parte de un show ensayado que de algo realmente serio, el grupo comienza a organizarse. Las linternas son revisadas, las armas aseguradas y las mochilas ajustadas. Merk lidera el grupo con un aire confiado, mientras que Edgar y Celine parecen mantener una vigilancia constante de los alrededores. Will por su parte camina con la mirada puesta en las estrellas, murmurando cálculos que solo él parece comprender.
Yotsuba emana una sensación de abandono, como si la isla misma retuviera los secretos de su historia que no quiere ser redescubierta. El crujir de la grava bajo los pies del grupo es lo único que rompe el silencio mientras avanzan.