No Name
Miku
24-12-2024, 06:39 AM
Las calles de Logetown eran hermosas, largas y a veces poco transitadas. Había lugares perfectos, tranquilos y agradables, y otros bastante agobiantes y aburridos, pero, ¿para qué pensar en eso? Hoy, todo lo que importaba era avanzar, y eso era lo que hacía Miku, la pequeña conejita de sweater rojo, cantando alegremente por las calles mientras cargaba con su caja misteriosa a cuestas. A pesar de su baja estatura, su paso era firme, y su espíritu aún más alto mientras entonaba una canción.
La canción se repetía una y otra vez en su cabeza para estas fechas, un villancico simpático que a Miku le encantaba cantar. Para ella, el mundo era un lugar pequeño, lleno de sorpresas y maravillas, y no había nada que la detuviera. Cada paso la acercaba más y más a su destino, un viejo local que había en su camino. Sin dejar de cantar, avanzaba con una sonrisa traviesa, como si todo lo que pasaba a su alrededor fuera parte de un gran juego.
Pero entonces, justo cuando estaba a punto de llegar, algo extraño ocurrió. Un ser alado, grande y algo desinteresado, pasó por delante de ella, caminando sin prestarle atención. Lo que para cualquier otra persona habría sido un simple tropezón, para Miku fue suficiente para hacerla caer hacia atrás, aterrizando sentada en el suelo con un pequeño “¡pum!”
Sin perder la compostura, se levantó rápidamente, sacudiéndose el polvo de su ropa y, con una sonrisa tan grande como el mundo, miró al hombre que ni siquiera se había detenido. Él entraba al local, ajeno a lo que acababa de pasar. Miku, sin inmutarse, siguió su camino y entró un ratito luego tras él, sin dejar de cantar, con su voz aguda y fuerte resonando por el lugar.
Al llegar al interior, justo cuando terminaba el coro, vio al hombre de nuevo, ahora de espaldas, hablando en un tipo apático y algo molesto. Pero eso no la detuvo. No Name, o mejor dicho, Miku, tenía algo en mente y no pensaba dejarlo pasar. Desde debajo de los pies del hombre alado, levantó la mano, como si no fuera nada importante, y dijo con una voz que podía ser tan irritante como encantadora - ¡Qué coincidencia! Vine a este lugar para ver si les interesaba comprar un ojo mecánico, recién una de mis amigas lo terminó hace poco.
No le prestó atención a más nada. Con su caja aún sobre su espalda, Miku se mantenía allí, esperando, balanceándose para atrás y para adelante, tarareando su cancioncita, sin preocuparse por el mundo que la rodeaba. Ella era una niña en su propio universo, donde las preocupaciones de los demás simplemente no existían.
"En un mundo pequeñito,
la nieve es de algodón,
los regalos son botones,
y el árbol de cartón."
la nieve es de algodón,
los regalos son botones,
y el árbol de cartón."
La canción se repetía una y otra vez en su cabeza para estas fechas, un villancico simpático que a Miku le encantaba cantar. Para ella, el mundo era un lugar pequeño, lleno de sorpresas y maravillas, y no había nada que la detuviera. Cada paso la acercaba más y más a su destino, un viejo local que había en su camino. Sin dejar de cantar, avanzaba con una sonrisa traviesa, como si todo lo que pasaba a su alrededor fuera parte de un gran juego.
Pero entonces, justo cuando estaba a punto de llegar, algo extraño ocurrió. Un ser alado, grande y algo desinteresado, pasó por delante de ella, caminando sin prestarle atención. Lo que para cualquier otra persona habría sido un simple tropezón, para Miku fue suficiente para hacerla caer hacia atrás, aterrizando sentada en el suelo con un pequeño “¡pum!”
Sin perder la compostura, se levantó rápidamente, sacudiéndose el polvo de su ropa y, con una sonrisa tan grande como el mundo, miró al hombre que ni siquiera se había detenido. Él entraba al local, ajeno a lo que acababa de pasar. Miku, sin inmutarse, siguió su camino y entró un ratito luego tras él, sin dejar de cantar, con su voz aguda y fuerte resonando por el lugar.
"Pero mira cómo beben
los bichos en el cielo,
pero mira cómo beben
por ver el ponche crema.
Beben y beben y vuelven a beber,
los bichos celebrando
lo que puedan tener."
los bichos en el cielo,
pero mira cómo beben
por ver el ponche crema.
Beben y beben y vuelven a beber,
los bichos celebrando
lo que puedan tener."
Al llegar al interior, justo cuando terminaba el coro, vio al hombre de nuevo, ahora de espaldas, hablando en un tipo apático y algo molesto. Pero eso no la detuvo. No Name, o mejor dicho, Miku, tenía algo en mente y no pensaba dejarlo pasar. Desde debajo de los pies del hombre alado, levantó la mano, como si no fuera nada importante, y dijo con una voz que podía ser tan irritante como encantadora - ¡Qué coincidencia! Vine a este lugar para ver si les interesaba comprar un ojo mecánico, recién una de mis amigas lo terminó hace poco.
No le prestó atención a más nada. Con su caja aún sobre su espalda, Miku se mantenía allí, esperando, balanceándose para atrás y para adelante, tarareando su cancioncita, sin preocuparse por el mundo que la rodeaba. Ella era una niña en su propio universo, donde las preocupaciones de los demás simplemente no existían.