
Ares Brotoloigos
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31-12-2024, 07:46 PM
— No soy yo el que está perdiendo los estribos, capitán. — Fue la respuesta, inmediata y sin alterarse, del diablos, quien no quitaba la mirada de encima hacia Darius Falk. Era su superior, sí, pero no se sentía intimidado por ese tipo que, más bien, actuaba como un ratón asustado. Había venido hacia él con ciertas ínfulas que Ares no toleraba.
Y, aunque era un bruto, podía contenerse. Aunque no tanto su lengua, la cual ahora sacaba a paseo, afilada y venenosa. Efectivamente, el que parecía más nervioso allí era Falk, y eso al soldado le parecía sumamente entretenido. A juzgar por la breve sonrisa que, durante un par de segundos, se dibujó en sus fauces. Por supuesto, los rumores y las habladurías no tardaron en subir un poco de tono, para bochorno del capitán, quien no tardó en intentar recomponerse y darle las dichosas órdenes.
— ¿El perímetro? Está bien. — Sin más, y con un breve saludo, contempló como poco después tanto el capitán con su grupo se dispersaron y se alejaron del lugar. Ares exhaló un suspiro resignado. — Menudo imbécil. — Soltó una vez estuvo a solas, volviéndose y dirigiéndose concretamente hacia el mercado.
No había ni bien llegado del todo a la zona, cuando un mensajero de la Marina le interceptó abiertamente. Ares frunció el ceño, miró el papel con absoluto desconocimiento y fue haciéndolo una bola arrugada mientras hacía que el chico le diese las órdenes en voz. Una vez con esto en mente, negó con la cabeza. ¿Ese tipo estaba idiota o estaba intentándo jugársela? Primero que vigilase el perímetro del mercado. Ahora cambiaba de idea y lo mandaba a los callejones de los bajos fondos de Loguetown, un lugar todavía más apartado de donde se encontraba.
— Esto me huele a chamusquina... — Musitó para sí mismo a medida que se encaminaba, a buen paso, hacia la zona en concreto.
Conocía la zona, no tenía buena fama, y él había estado por allí en más de una ocasión. Ya fuese buscando pelea o bebiendo en alguna de aquellas tabernuchas de mala muerte. La Marina no solía preocuparse mucho de esa zona. Y era irónico porque aquello era, generalmente, un nido de ratas. Un agujero donde se juntaba lo peor de la sociedad. Y los marines lo ignoraban o pasaban deliberadamente de ello. Menudos héroes...
Tenía razón, la limpieza debía empezar por el mismo cuartel general. Los ojos de Ares se mantenían atentos a la zona. Oscura, con aquel hedor a alcohol, orines y humedad. Vamos, una maravilla. Y, a medida que avanzaba, ese escalofrío de que estaba siendo vigilado se acrecentaba. Efectivamente, una emboscada.
Un grupo de hombres le cerraron el paso en uno de los callejones y la vista de Ares pasó por todos y cada uno de ellos. No iba a tener ni por donde empezar. Aunque lo que le llamó la atención fue otra cosa en sí.
— ¿Oh, la Marina, has dicho? — Contempló más fijamente al que había dicho eso. — ¿Y por casualidad quien en específico? — Tenía a cierto imbécil en mente, pero no iba a dar nada por seguro de momento. — Porque la única recompensa me la voy a llevar yo cuando os arranque los brazos.
Les miró desde su altura, sin intimidarse tan siquiera por las armas que pudiesen portar.