Ubben Sangrenegra
Loki
09-08-2024, 07:56 PM
Otro largo y tedioso día pesaba sobre el bribón de ojos dorados. Después de haber burlado a la Marina en el otro extremo de Isla Kilombo, haciéndoles creer que había subido a un barco mercante, llevaba ya un par de días escondido en Rostock, intentando pasar desapercibido para que, aunque solo fuera por un breve período, le perdieran la pista. Repetir el ciclo de ser reconocido y perseguido por la Marina en cada isla que visitaba se había vuelto agotador. —Maldita sea— murmuró entre dientes, frustrado por la mala racha que parecía perseguirle últimamente. No había descansado bien, asediado por mosquitos, con frío y en una posada que fue de todo menos acogedora.
La noche anterior:
Los gritos de borrachos, parejas discutiendo, y de la dueña intentando en vano controlar el alboroto, no le permitieron conciliar el sueño hasta cerca de las cuatro de la mañana, cuando el cansancio finalmente lo vencía. Fue entonces cuando, de repente, un pequeño movimiento captado por el rabillo del ojo lo puso en alerta. ¿Sería su peor enemigo? ¿El único ser capaz de hacerlo huir de inmediato? Su mente comenzó a calcular instintivamente: distancia, altura, ángulo de lanzamiento... lo necesario para disparar una aguja en el momento exacto en que pudiera predecir su movimiento.
Había enfrentado marines, estafado a mafiosos y luchado contra piratas. Durante años, había esquivado a cazarrecompensas, y aun así, aquello lo superaba. Una mancha negra en la esquina opuesta de la habitación se movía sutilmente bajo la tenue luz que entraba por la ventana... ¿Era eso una araña? Se sintió ridículo tomando tantas precauciones, pero no podía evitarlo. Solo imaginar la posibilidad de que uno de esos horrendos arácnidos estuviera cerca le erizaba la piel como a un gato asustado, sus pupilas se dilataban y comenzaba a hiperventilar. El mayor problema era que no podía salir fácilmente del lugar... la araña estaba justo en la esquina sobre la puerta de la habitación.
El agobio se acumulaba y no pudo soportarlo más. Tomó sus pertenencias y abrió la ventana, mirando hacia abajo en busca de un lugar seguro para caer. La distancia era de dos pisos, nada demasiado peligroso, al menos no tan peligroso como esa maldita araña en la esquina de la puerta. Dio un último vistazo a la esquina donde estaba la araña antes de saltar, y fue entonces cuando se dio cuenta... ¡YA NO ESTABA! La desesperación lo invadió y saltó sin dudarlo, aterrizando de pie pero resintiendo un poco la caída en su pierna izquierda.
En el presente:
Caminaba distraído, perdido en sus pensamientos, maquinando cuál sería su próximo destino una vez que la Marina lo descubriera en Rostock. Lo único que lo mantenía ligeramente conectado a la realidad era el hambre que sentía, mientras se dejaba guiar por el aroma en busca de algún lugar que vendiera comida decente. Escuchó en su mente una voz lejana que decía "¡Hoy comer, comer, comeeeer!" y, de repente, un brusco golpe lo derribó sin previo aviso, devolviéndolo bruscamente a la realidad. Abrió los ojos un par de segundos después del impacto, tendido en el suelo, disfrutando por unos instantes de la vista del cielo y el sol acariciando su rostro, probablemente por el impacto. Con la cabeza aún confusa, murmuró —Una porción de cerdo con papas... sería un gran almuerzo— antes de reaccionar y mirar a su alrededor, encontrándose frente a un tipo enorme. —No suele ser el caso, pero esta vez, no lo merecía— dijo mientras, con dificultad, se levantaba y se sacudía el polvo de la ropa.
La noche anterior:
Los gritos de borrachos, parejas discutiendo, y de la dueña intentando en vano controlar el alboroto, no le permitieron conciliar el sueño hasta cerca de las cuatro de la mañana, cuando el cansancio finalmente lo vencía. Fue entonces cuando, de repente, un pequeño movimiento captado por el rabillo del ojo lo puso en alerta. ¿Sería su peor enemigo? ¿El único ser capaz de hacerlo huir de inmediato? Su mente comenzó a calcular instintivamente: distancia, altura, ángulo de lanzamiento... lo necesario para disparar una aguja en el momento exacto en que pudiera predecir su movimiento.
Había enfrentado marines, estafado a mafiosos y luchado contra piratas. Durante años, había esquivado a cazarrecompensas, y aun así, aquello lo superaba. Una mancha negra en la esquina opuesta de la habitación se movía sutilmente bajo la tenue luz que entraba por la ventana... ¿Era eso una araña? Se sintió ridículo tomando tantas precauciones, pero no podía evitarlo. Solo imaginar la posibilidad de que uno de esos horrendos arácnidos estuviera cerca le erizaba la piel como a un gato asustado, sus pupilas se dilataban y comenzaba a hiperventilar. El mayor problema era que no podía salir fácilmente del lugar... la araña estaba justo en la esquina sobre la puerta de la habitación.
El agobio se acumulaba y no pudo soportarlo más. Tomó sus pertenencias y abrió la ventana, mirando hacia abajo en busca de un lugar seguro para caer. La distancia era de dos pisos, nada demasiado peligroso, al menos no tan peligroso como esa maldita araña en la esquina de la puerta. Dio un último vistazo a la esquina donde estaba la araña antes de saltar, y fue entonces cuando se dio cuenta... ¡YA NO ESTABA! La desesperación lo invadió y saltó sin dudarlo, aterrizando de pie pero resintiendo un poco la caída en su pierna izquierda.
En el presente:
Caminaba distraído, perdido en sus pensamientos, maquinando cuál sería su próximo destino una vez que la Marina lo descubriera en Rostock. Lo único que lo mantenía ligeramente conectado a la realidad era el hambre que sentía, mientras se dejaba guiar por el aroma en busca de algún lugar que vendiera comida decente. Escuchó en su mente una voz lejana que decía "¡Hoy comer, comer, comeeeer!" y, de repente, un brusco golpe lo derribó sin previo aviso, devolviéndolo bruscamente a la realidad. Abrió los ojos un par de segundos después del impacto, tendido en el suelo, disfrutando por unos instantes de la vista del cielo y el sol acariciando su rostro, probablemente por el impacto. Con la cabeza aún confusa, murmuró —Una porción de cerdo con papas... sería un gran almuerzo— antes de reaccionar y mirar a su alrededor, encontrándose frente a un tipo enorme. —No suele ser el caso, pero esta vez, no lo merecía— dijo mientras, con dificultad, se levantaba y se sacudía el polvo de la ropa.