Ubben Sangrenegra
Loki
10-08-2024, 10:02 PM
Después de sacudirse el polvo y enderezarse, Ubben fijó la mirada en el imponente individuo frente a él. Una risa leve escapó de sus labios al escuchar las palabras del gigante, quien, con tono despreocupado, mencionó que no podía estar pendiente de todo lo que había a sus pies. Ubben lo interpretó como una disculpa válida, a pesar de que no había sido exactamente eso. La sorpresa lo invadió cuando aquel coloso decidió agacharse para estar a su altura; la intimidante estampa y la penetrante mirada contrastaban con su forma de hablar, que resultaba casi amigable, un detalle curioso que despertó su interés. –Estoy bien, gracias,– respondió con tranquilidad mientras acomodaba su tricornio, aún esbozando una leve sonrisa. –Si eso fue un accidente, no quiero ni imaginar lo que haría una patada tuya,– comentó, dejando escapar una risa suave.
De pronto, un grito femenino se oyó a lo lejos; era una chica de cabellos negros que preguntaba si estaba bien. Con una expresión entre divertida y despreocupada, Ubben, con algo de tierra aún en la cara, le respondió levantando el pulgar, señal de que todo estaba en orden. Luego, volvió su atención al rubio gigante y añadió, –Nunca había visto a alguien tan grande como tú… bueno, en realidad, tampoco te vi esta vez, solo sentí el golpe,– dijo, riendo levemente. –Lamento eso, por cierto, iba un poco perdido en mis pensamientos… y siguiendo el olor a comida.– Sus palabras eran una mezcla de disculpa y broma, mientras intentaba disipar cualquier tensión con su carisma habitual.
En ese momento, otra voz femenina se unió a la conversación, proveniente de una chica rubia que se encontraba junto a la de cabello negro. Ubben, un tanto desconcertado, se detuvo un instante. –¿Qué demonios es un Cola Cao?– se preguntó, aunque rápidamente desechó la duda con un pensamiento más pragmático, –¿Qué importa? ¡Es gratis!–. Giró la cabeza hacia Hammond y, con curiosidad, le preguntó, –¿Las conoces?– mientras sus ojos escudriñaban al par de mujeres sentadas. Esperó la respuesta del gigante y, sin pensarlo demasiado, decidió caminar en dirección a ellas.
A medida que se acercaba, una súbita inseguridad comenzó a invadir su mente. –¿No están siendo demasiado amables?– se cuestionó, mientras su mente se enredaba en un sinfín de pensamientos paranoicos. Sin embargo, en el exterior, mantuvo una sonrisa cálida mientras tomaba asiento junto al grupo. La rubia pidió una ronda de cervezas para todos, un gesto que no le incomodaba en absoluto, pero que hizo sonar todas sus alarmas internas. –¿Y si son cazadores? ¿No habrá un tablón con carteles de "Se Busca" cerca, verdad?– pensó, dejando que la paranoia lo envolviera por un momento. Esta desconfianza parecía algo incoherente, considerando que la noche anterior él mismo había invitado a un extraño a beber en un bar solo por mera casualidad. –Supongo que la hipocresía es parte de todos, ¿no?–, reflexionó con cierta ironía.
–Gracias por la ronda– dijo Ubben, sin embargo, su atención fue inmediatamente capturada cuando la rubia golpeó la mesa con el puño en respuesta a una advertencia del camarero. La pupila del bribón de ojos dorados se dilató imperceptiblemente mientras su mano, con movimientos casi reflejos, se aferraba a las agujas ocultas en su bolsillo. En un instante, su mirada se deslizó rápidamente por el lugar, trazando una posible ruta de escape. Si las cosas se torcían, ya había decidido que saltaría de su asiento, correría hacia la calle y se perdería en los oscuros callejones a sus espaldas. Sin embargo, la chica rubia, en un giro inesperado, respondió con calma, un cambio de actitud que resultó aún más desconcertante para Ubben. Su cerebro, abrumado por señales mixtas, intentaba procesar la situación.
Decidido a no mostrar sus dudas, Ubben disimuló su incomodidad y se inclinó hacia adelante para iniciar una conversación con los demás. –¿Y ustedes son de por aquí? Yo estoy de paso y no conozco la isla– comentó, mientras relajaba la mano y soltaba las agujas en su bolsillo, volviendo a colocarla sobre la mesa con un gesto casual.
De pronto, un grito femenino se oyó a lo lejos; era una chica de cabellos negros que preguntaba si estaba bien. Con una expresión entre divertida y despreocupada, Ubben, con algo de tierra aún en la cara, le respondió levantando el pulgar, señal de que todo estaba en orden. Luego, volvió su atención al rubio gigante y añadió, –Nunca había visto a alguien tan grande como tú… bueno, en realidad, tampoco te vi esta vez, solo sentí el golpe,– dijo, riendo levemente. –Lamento eso, por cierto, iba un poco perdido en mis pensamientos… y siguiendo el olor a comida.– Sus palabras eran una mezcla de disculpa y broma, mientras intentaba disipar cualquier tensión con su carisma habitual.
En ese momento, otra voz femenina se unió a la conversación, proveniente de una chica rubia que se encontraba junto a la de cabello negro. Ubben, un tanto desconcertado, se detuvo un instante. –¿Qué demonios es un Cola Cao?– se preguntó, aunque rápidamente desechó la duda con un pensamiento más pragmático, –¿Qué importa? ¡Es gratis!–. Giró la cabeza hacia Hammond y, con curiosidad, le preguntó, –¿Las conoces?– mientras sus ojos escudriñaban al par de mujeres sentadas. Esperó la respuesta del gigante y, sin pensarlo demasiado, decidió caminar en dirección a ellas.
A medida que se acercaba, una súbita inseguridad comenzó a invadir su mente. –¿No están siendo demasiado amables?– se cuestionó, mientras su mente se enredaba en un sinfín de pensamientos paranoicos. Sin embargo, en el exterior, mantuvo una sonrisa cálida mientras tomaba asiento junto al grupo. La rubia pidió una ronda de cervezas para todos, un gesto que no le incomodaba en absoluto, pero que hizo sonar todas sus alarmas internas. –¿Y si son cazadores? ¿No habrá un tablón con carteles de "Se Busca" cerca, verdad?– pensó, dejando que la paranoia lo envolviera por un momento. Esta desconfianza parecía algo incoherente, considerando que la noche anterior él mismo había invitado a un extraño a beber en un bar solo por mera casualidad. –Supongo que la hipocresía es parte de todos, ¿no?–, reflexionó con cierta ironía.
–Gracias por la ronda– dijo Ubben, sin embargo, su atención fue inmediatamente capturada cuando la rubia golpeó la mesa con el puño en respuesta a una advertencia del camarero. La pupila del bribón de ojos dorados se dilató imperceptiblemente mientras su mano, con movimientos casi reflejos, se aferraba a las agujas ocultas en su bolsillo. En un instante, su mirada se deslizó rápidamente por el lugar, trazando una posible ruta de escape. Si las cosas se torcían, ya había decidido que saltaría de su asiento, correría hacia la calle y se perdería en los oscuros callejones a sus espaldas. Sin embargo, la chica rubia, en un giro inesperado, respondió con calma, un cambio de actitud que resultó aún más desconcertante para Ubben. Su cerebro, abrumado por señales mixtas, intentaba procesar la situación.
Decidido a no mostrar sus dudas, Ubben disimuló su incomodidad y se inclinó hacia adelante para iniciar una conversación con los demás. –¿Y ustedes son de por aquí? Yo estoy de paso y no conozco la isla– comentó, mientras relajaba la mano y soltaba las agujas en su bolsillo, volviendo a colocarla sobre la mesa con un gesto casual.