Asradi contemplaba toda la escena con una mezcla de atención y curiosidad al mismo tiempo. No se había movido de su silla, cómodamente sentada. Solo se había recolocado la falda del vestido para cubrir un poco más sus “piernas” y que no se le viese absolutamente de lo que ocultaba bajo dicho trozo de tela. Cualquiera podía pensar que era una chica tímida o recatada. Pobres ilusos. Ahora bien, mientras contemplaba todo el pintoresco alboroto, le estaba ya dando buena cuenta a las cervezas que Airgid había pedido. Aunque iba tomando de la suya, poco a poco, con la mirada puesta en Hammond y en el chico. Era como ver un documental oceánico. O, más bien, alguna comparación con la vida real en el fondo del mar. Visualizando a Hammond como un enorme, pero inofensivo y curioso, tiburón ballena que va a meter el hocico en el agujero de una morena. Sí, estaba comparando al otro chico con una morena. Eso le hizo esbozar una sonrisa mientras su mente trabajaba de manera imaginativa y daba un generoso sorbo a su cerveza fresquita.
Por unos momentos, frunció ligeramente el ceño. Ella solo había dicho de invitar a Airgid y a Hammond. No a cualquier vagabundo que se le acercase. Aunque, después del topetazo que el chico se había llevado contra el grandullón, quizás le daba algo de pena, quizás.
— Tráenos otra ronda más, algo de picar... Y lo que quieran pedir. — Hizo un gesto al pobre camarero que le estaba tomando nota ya a Hammond.
¿Había pedido una vaca? ¿De verdad? No es que fuese vegana ni nada de eso. Y ella era de buen apetito, pero... ¿Una vaca? Dudaba mucho que tuviesen un animal entero en un lugar como ese, listo para ser servido. Aunque, ¿quién sabe? El mundo es un lugar fascinante. Y raro.
Ella se conformaba con algo de picotear. Luego de eso, echó un rápido vistazo a Ubben, que recién había agradecido por la ronda. No le estaba analizando... Bueno, un poquito sí. Ella ya era un tanto desconfiada de buenas a primeras. Pero también estaba comprobando, de manera un tanto superficial, que no estuviese herido. Defectos de saber algo de medicina. A veces se preocupaba por quien no debía. Y, aunque a veces solía arrepentirse, también se olvidaba pronto si no valía la pena.
— Yo no soy de la zona. De hecho, solo estaba de paso. Me llamo Asradi. — Se presentó, con una breve sonrisa.
Notó movimiento y fijó sus ojos en el moreno. No sabía qué era lo que estaba haciendo, exactamente, pero sí que lo notó tenso durante unos momentos. Más bien, lo olió. Como un tiburón cuando detecta la sangre en el agua. Los ojos de Asradi se oscurecieron durante unos segundos, antes de volver a su coloración azul habitual. Se relajó y se terminó la jarra casi de una segunda sentada. No tardó en pedir otra.
— Y ella es Airgid... — Señaló a la rubia. Y luego se le dibujó una tenue sonrisa divertida al mirar hacia Hammond. — Y el grandullón es Hammond. — Era una ternura a su manera, a pesar del destrozo involuntario que había hecho en la casa de la pobre Air.
Se acomodó la trenza que recogía su pelo y la dejó caer sobre uno de sus hombros. Y posó, de nuevo, su mirada y atención en el recién llegado.
— ¿Y qué hay de ti? ¿De dónde vienes? — Se atrevió a preguntar. En un movimiento natural, casi con cuidado, recogió un poco más la cola contra la silla en la que estaba sentada, con cuidado de que nada se le viese.
Por unos momentos, frunció ligeramente el ceño. Ella solo había dicho de invitar a Airgid y a Hammond. No a cualquier vagabundo que se le acercase. Aunque, después del topetazo que el chico se había llevado contra el grandullón, quizás le daba algo de pena, quizás.
— Tráenos otra ronda más, algo de picar... Y lo que quieran pedir. — Hizo un gesto al pobre camarero que le estaba tomando nota ya a Hammond.
¿Había pedido una vaca? ¿De verdad? No es que fuese vegana ni nada de eso. Y ella era de buen apetito, pero... ¿Una vaca? Dudaba mucho que tuviesen un animal entero en un lugar como ese, listo para ser servido. Aunque, ¿quién sabe? El mundo es un lugar fascinante. Y raro.
Ella se conformaba con algo de picotear. Luego de eso, echó un rápido vistazo a Ubben, que recién había agradecido por la ronda. No le estaba analizando... Bueno, un poquito sí. Ella ya era un tanto desconfiada de buenas a primeras. Pero también estaba comprobando, de manera un tanto superficial, que no estuviese herido. Defectos de saber algo de medicina. A veces se preocupaba por quien no debía. Y, aunque a veces solía arrepentirse, también se olvidaba pronto si no valía la pena.
— Yo no soy de la zona. De hecho, solo estaba de paso. Me llamo Asradi. — Se presentó, con una breve sonrisa.
Notó movimiento y fijó sus ojos en el moreno. No sabía qué era lo que estaba haciendo, exactamente, pero sí que lo notó tenso durante unos momentos. Más bien, lo olió. Como un tiburón cuando detecta la sangre en el agua. Los ojos de Asradi se oscurecieron durante unos segundos, antes de volver a su coloración azul habitual. Se relajó y se terminó la jarra casi de una segunda sentada. No tardó en pedir otra.
— Y ella es Airgid... — Señaló a la rubia. Y luego se le dibujó una tenue sonrisa divertida al mirar hacia Hammond. — Y el grandullón es Hammond. — Era una ternura a su manera, a pesar del destrozo involuntario que había hecho en la casa de la pobre Air.
Se acomodó la trenza que recogía su pelo y la dejó caer sobre uno de sus hombros. Y posó, de nuevo, su mirada y atención en el recién llegado.
— ¿Y qué hay de ti? ¿De dónde vienes? — Se atrevió a preguntar. En un movimiento natural, casi con cuidado, recogió un poco más la cola contra la silla en la que estaba sentada, con cuidado de que nada se le viese.