
Arthur Soriz
Gramps
03-02-2025, 02:18 AM
Torfi te quedó mirando confundido en un principio. Sus ojos ajustándose, incluso llegando a sacar un par de gafas de uno de los bolsillos internos de su chaqueta abrigada para colocárselos y así poder verte un poco mejor. Y aún así incluso llegó a entrecerrar un poco la mirada. Tus cabellos oscuros, tu sonrisa coqueta y el tono juguetón que usabas a la hora de expresar tus palabras.
Su primera reacción fue entreabrir la boca porque no lo podía creer, luego se frotó los ojos por debajo de sus gafas con el dedo pulgar e índice pensando que tan solo estaba viendo mal. Pero no, allí estabas tú... Pronto las lágrimas comenzaron a acumularse de una manera desmedida, y con desesperación apoyó una mano sobre la barra y saltó casi que tropezándose y cayendo de bruces al suelo pero no. Se abalanzó sobre ti, rodeando tu cuerpo con un brazo y poniendo la mano libre en tu nuca acurrucándote en su pecho.
No dijo ni una sola palabra por lo que se sintió como una dulce eternidad. Tan blandito y cálido como lo recordabas. Su abrazo a pesar de ser firme y dejarte mover poco y nada, se sentía como el abrazo más cariñoso que tanto te había hecho falta en mucho tiempo. Con un suave sollozo, dejó que las lágrimas fluyeran sin control alguno, apretando los labios entre si.
— Asradi... niña, ¿dónde has estado todo este tiempo? —preguntó Torfi. La reacción de todos los presentes fue de incredulidad. Sus ojos se abrieron de par en par e incluso la música paró. Casi que al unísono todos emitieron un fuerte "¡¿EEEEEEEEH?!" de sorpresa.
Llevaban tanto tiempo sin verte que obviamente les habría sido difícil reconocerte y, si lo empezaron a hacer les costaba un poco aceptarlo. Toda la sala explotó en llantos de alegría, gritos de felicidad como quien está viendo su deporte favorito y marca el equipo del que uno es fan; solamente que con mucho más cariño contigo. Ninguno te dejaría ir, todos tan alegres que parecía como si la vida les hubiera vuelto al cuerpo incluso más de lo que ya querían aparentar estando allí.
— Te hemos echado tanto de menos... por favor, dime que estás bien y que no desaparecerás de nuevo. —decía Torfi. Pobrecito, con el corazón acongojado y haciendo puchero intentando contener las lágrimas. Cada vez que exhalaba era una lucha constante por no echarse a llorar de nuevo a moco tendido y darte otro ataque de abrazos y mimos cariñosos. Un hombre que siempre era tan afable, y con una apariencia tan de oso gigante... llorando por la sirena a la que nunca más habían podido ver, era un sueño hecho realidad el tenerte con ellos una vez más.
Los demás ocasionalmente acariciaban tu espalda, o te daban un revoloteo juguetón de cabello al pasarte una mano por la cabeza... a pesar de que fueras ya toda una mujer, para ellos seguías siendo la misma niña curiosa de la que se habían quedado encantados cada vez que venías de visita. Obviamente ahora no se iban a quedar sin hacer nada... como quien encuentra una buena excusa para estar de fiesta, sacaron comidas de todo tipo, bebidas, y la música empezó a sonar de nuevo.
Torfi te invitó a sentarte, él haciéndolo frente a ti dejándote cierto espacio. Los demás también estaban atentos a ti.
— Dime entonces... por favor, pongámonos al día.
Su primera reacción fue entreabrir la boca porque no lo podía creer, luego se frotó los ojos por debajo de sus gafas con el dedo pulgar e índice pensando que tan solo estaba viendo mal. Pero no, allí estabas tú... Pronto las lágrimas comenzaron a acumularse de una manera desmedida, y con desesperación apoyó una mano sobre la barra y saltó casi que tropezándose y cayendo de bruces al suelo pero no. Se abalanzó sobre ti, rodeando tu cuerpo con un brazo y poniendo la mano libre en tu nuca acurrucándote en su pecho.
No dijo ni una sola palabra por lo que se sintió como una dulce eternidad. Tan blandito y cálido como lo recordabas. Su abrazo a pesar de ser firme y dejarte mover poco y nada, se sentía como el abrazo más cariñoso que tanto te había hecho falta en mucho tiempo. Con un suave sollozo, dejó que las lágrimas fluyeran sin control alguno, apretando los labios entre si.
— Asradi... niña, ¿dónde has estado todo este tiempo? —preguntó Torfi. La reacción de todos los presentes fue de incredulidad. Sus ojos se abrieron de par en par e incluso la música paró. Casi que al unísono todos emitieron un fuerte "¡¿EEEEEEEEH?!" de sorpresa.
Llevaban tanto tiempo sin verte que obviamente les habría sido difícil reconocerte y, si lo empezaron a hacer les costaba un poco aceptarlo. Toda la sala explotó en llantos de alegría, gritos de felicidad como quien está viendo su deporte favorito y marca el equipo del que uno es fan; solamente que con mucho más cariño contigo. Ninguno te dejaría ir, todos tan alegres que parecía como si la vida les hubiera vuelto al cuerpo incluso más de lo que ya querían aparentar estando allí.
— Te hemos echado tanto de menos... por favor, dime que estás bien y que no desaparecerás de nuevo. —decía Torfi. Pobrecito, con el corazón acongojado y haciendo puchero intentando contener las lágrimas. Cada vez que exhalaba era una lucha constante por no echarse a llorar de nuevo a moco tendido y darte otro ataque de abrazos y mimos cariñosos. Un hombre que siempre era tan afable, y con una apariencia tan de oso gigante... llorando por la sirena a la que nunca más habían podido ver, era un sueño hecho realidad el tenerte con ellos una vez más.
Los demás ocasionalmente acariciaban tu espalda, o te daban un revoloteo juguetón de cabello al pasarte una mano por la cabeza... a pesar de que fueras ya toda una mujer, para ellos seguías siendo la misma niña curiosa de la que se habían quedado encantados cada vez que venías de visita. Obviamente ahora no se iban a quedar sin hacer nada... como quien encuentra una buena excusa para estar de fiesta, sacaron comidas de todo tipo, bebidas, y la música empezó a sonar de nuevo.
Torfi te invitó a sentarte, él haciéndolo frente a ti dejándote cierto espacio. Los demás también estaban atentos a ti.
— Dime entonces... por favor, pongámonos al día.