
Asradi
Völva
03-02-2025, 12:26 PM
— ¡Qué rico está esto! — Exclamó con una sonrisa enorme, mientras daba un primer sorbito a la fermentada hidromiel calentita. Era tal cual lo recordaba, lo que también le encendía el corazón y millares de bellos recuerdos invadían ahora su mente.
Dejó que Torfi fuera asimilándolo. Escuchó el sonidito propio de alguien que parecía estar murmurando algo por lo bajo mientras el hombre se ponía las gafas que solía utilizar cuando no enfocaba demasiado bien. Asradi escondió no solo la sonrisa, sino también la melancolía y la mezcla de tristeza y alegría que todo aquello le causaba, refugiéndose tras la enorme taza que le habían servido. Solo dejó la susodicha a un lado cuando Torfi prácticamente saltó encima de ella, en un llanto y un abrazo de oso que no tardó en ser acogido por la sirena.
— Tor... Torfi, estás apretan... Bueno, da igual. — Se le escapó una risita y se dejó apachurrar de aquella forma mientras el pobre hombre lloraba a moco tendido.
No podía culparle. Asradi había desaparecido sin dejar rastro en su día. Solo los del clan sabían parcialmente lo que había ocurrido y probablemente no todos. Pero allí, en Skjoldheim, en ese Mjødhall, no había podido avisar. Simplemente... Se había ido de un día para otro. Se había esfumado durante años. Hasta el día de hoy.
Los brazos de Asradi no alcanzaban a rodear el torso o el cuerpo del fornido hombre, pero le devolvió el abrazo. Una risita más nerviosa se le escapó de entre los labios cuando el resto del salón también terminó de reaccionar y reconocerla, al menos los que la hubiesen conocido en su día. Ella había visto demasiadas caras nuevas. No tardó en sentir como, en medio de la emoción de aquel momento, sus ojos comenzaron a picar y su garganta a estrangularse ligeramente por el nudo que se había formado.
— Os he extrañado tanto... — Terminó por murmurar, en un tono quebrado y no pudiendo evitar que algunas lágrimas se terminasen derramando a través de sus mejillas. — Lo siento, de verdad que lo siento... — La congoja en ella era más que palpable. Y, ahora, podía desahogarse de todo aquello, con gente de su plena confianza. Con los que había dejado atrás.
Los fuertes brazos del hombre la hacían sentirse querida y protegida en ese momento. Había tenido tanto miedo y tanta congoja de volver a casa, tan grandes como sus deseos de regresar, que se había olvidado que su ausencia no habia sido culpa suya como tal. Sino de aquel Dragón Celestial.
La sirena tuvo que tomar aire y enjugarse un poco las lágrimas. Los gestos de apoyo y de bienvenida, con sutiles caricias en el pelo o en la espalda, de los demás, la hicieron respirar y sonreír de nuevo de manera suave. Solo cuando Torfi le soltó y ambos se sentaron uno frente al otro, fue que se permitió mostrarse un poco más vulnerable. Más relajada.
— Te prometo que no desapareceré de nuevo. No sin avisarte, al menos. — No podía hacerles de nuevo lo mismo, aunque aquella vez hubiese sido totalmente involuntario.
De nuevo alcanzó la jarra de hidromiel mientras la música y la fiesta retornaron, volviendo a llenar de alegría el interior de aquel salón. Asradi suspiró de forma suave. Dudosa.
— Han pasado muchas cosas, Torfi... — Musitó, desviando ligeramente la mirada. — Y no todas son agradables. — Pero tenía derecho a saberlo.
Finalmente, tras unos momentos de duda, tomó aire y asintió, comenzando a relatarles todo lo acontecido aquel día, el porqué había desaparecido, el porqué había estado ausente durante tanto tiempo. Y el porqué había vuelto.
No les mostró abiertamente la marca que escondía en sus espaldas, grabada a fuego.
Pero sabía que no hacía falta para que lo entendiesen.
Dejó que Torfi fuera asimilándolo. Escuchó el sonidito propio de alguien que parecía estar murmurando algo por lo bajo mientras el hombre se ponía las gafas que solía utilizar cuando no enfocaba demasiado bien. Asradi escondió no solo la sonrisa, sino también la melancolía y la mezcla de tristeza y alegría que todo aquello le causaba, refugiéndose tras la enorme taza que le habían servido. Solo dejó la susodicha a un lado cuando Torfi prácticamente saltó encima de ella, en un llanto y un abrazo de oso que no tardó en ser acogido por la sirena.
— Tor... Torfi, estás apretan... Bueno, da igual. — Se le escapó una risita y se dejó apachurrar de aquella forma mientras el pobre hombre lloraba a moco tendido.
No podía culparle. Asradi había desaparecido sin dejar rastro en su día. Solo los del clan sabían parcialmente lo que había ocurrido y probablemente no todos. Pero allí, en Skjoldheim, en ese Mjødhall, no había podido avisar. Simplemente... Se había ido de un día para otro. Se había esfumado durante años. Hasta el día de hoy.
Los brazos de Asradi no alcanzaban a rodear el torso o el cuerpo del fornido hombre, pero le devolvió el abrazo. Una risita más nerviosa se le escapó de entre los labios cuando el resto del salón también terminó de reaccionar y reconocerla, al menos los que la hubiesen conocido en su día. Ella había visto demasiadas caras nuevas. No tardó en sentir como, en medio de la emoción de aquel momento, sus ojos comenzaron a picar y su garganta a estrangularse ligeramente por el nudo que se había formado.
— Os he extrañado tanto... — Terminó por murmurar, en un tono quebrado y no pudiendo evitar que algunas lágrimas se terminasen derramando a través de sus mejillas. — Lo siento, de verdad que lo siento... — La congoja en ella era más que palpable. Y, ahora, podía desahogarse de todo aquello, con gente de su plena confianza. Con los que había dejado atrás.
Los fuertes brazos del hombre la hacían sentirse querida y protegida en ese momento. Había tenido tanto miedo y tanta congoja de volver a casa, tan grandes como sus deseos de regresar, que se había olvidado que su ausencia no habia sido culpa suya como tal. Sino de aquel Dragón Celestial.
La sirena tuvo que tomar aire y enjugarse un poco las lágrimas. Los gestos de apoyo y de bienvenida, con sutiles caricias en el pelo o en la espalda, de los demás, la hicieron respirar y sonreír de nuevo de manera suave. Solo cuando Torfi le soltó y ambos se sentaron uno frente al otro, fue que se permitió mostrarse un poco más vulnerable. Más relajada.
— Te prometo que no desapareceré de nuevo. No sin avisarte, al menos. — No podía hacerles de nuevo lo mismo, aunque aquella vez hubiese sido totalmente involuntario.
De nuevo alcanzó la jarra de hidromiel mientras la música y la fiesta retornaron, volviendo a llenar de alegría el interior de aquel salón. Asradi suspiró de forma suave. Dudosa.
— Han pasado muchas cosas, Torfi... — Musitó, desviando ligeramente la mirada. — Y no todas son agradables. — Pero tenía derecho a saberlo.
Finalmente, tras unos momentos de duda, tomó aire y asintió, comenzando a relatarles todo lo acontecido aquel día, el porqué había desaparecido, el porqué había estado ausente durante tanto tiempo. Y el porqué había vuelto.
No les mostró abiertamente la marca que escondía en sus espaldas, grabada a fuego.
Pero sabía que no hacía falta para que lo entendiesen.