
Asradi
Völva
04-02-2025, 07:19 PM
Sentía que había algo que Torfi le estaba ocultando o quizás solo eran los nervios de verla bien y a salvo después de tanto tiempo. Eso podía entenderlo. Podía notar y entender el cómo el hombre apretaba sus dedos en torno a los de ella, acariciándole los nudillos, mientras también escuchaba lo que Asradi le estaba contando. Notaba la congoja contraria, creyendo inicialmente que era por el duro relato y el motivo de la desaparición de la sirena. En aquel momento, Asradi era una de las más jóvenes del clan. Era duro tener que contarles todo aquello, porque era un recordatorio, algo que su cabeza volvía a revivir una y otra vez. Pero se merecían saberlo. Tanto ellos como su clan, al cual no había tenido oportunidad, todavía, de ir a buscar. Y lo estaba deseando tremendamente.
Pero... Todo pensamiento anhelante fue hecho trizas cuando Torfi, tratando de ser aún así lo más delicado posible, comenzó a explicarle lo que había acontecido en su ausencia.
— ¿Cómo que... dejaron de venir? — Entendía, obviamente, que estuviesen buscándole durante una temporada. Pero... ¿Dejar de ir a Skjoldheim? Era uno de sus puntos de intercambio y mercado. Uno de los pocos lugares de la superficie donde las sirenas, al menos las norteñas, podían sentirse seguras y tratadas como personas de manera digna. Donde eran bien recibidas.
La mirada que Asradi le dedicó a Torfi fue una de inicial confusión. ¿Tanto las había afectado? Pero no había sido culpa de la gente del poblado. ¿Y cómo era eso de que el que habia sido enviado a dialogar o a ofrecer ayuda nunca había vuelto? Eso era todavía más extraño.
— . . . — ¿Qué había dicho? ¿Que la matriarca qué?
La expresión de Asradi fue una de total desasosiego inicial, buscando la mirada de Torfi frenéticamente con sus ojos celestes, como intentando dilucidar que aquello no era una mala broma.
— ¿Mi abuela ha...? — Asradi tragó saliva, notando el nudo que se estaba formando en la garganta en una frase que no se atrevió a continuar.
No era fácil asimilarlo, por mucho que su clan, que ella misma, entendiesen el concepto de la muerte y lo venerasen. Que supiesen guiar, posteriormente, al espíritu del difunto hacia aguas tranquilas para un descanso acompañado del resto de lso ancestros del clan. Pero seguia siendo su abuela. Ya había perdido a su padre (o eso era lo que le habían dicho en su día), pero Asradi siempre había tenido una profunda conexión con la madre de su madre.
Había sido ella quien había sido la primera en notar su don. La pelinegra tragó saliva y, por inercia, apretó un poco más su mano contra la de Torfi, buscando ese mismo cobijo en el hombre. Ahora se enteraba que había una nueva matriarca. Pero no era su madre. Eso hizo que Asradi frunciese ligeramente el ceño. Por linaje, debería ser ella. A no ser que hubiese pasado algo, claro, o ella misma hubiese rechazado tal honor.
Pero... Si hubiese sido así, ¿por qué lo haría?
La joven sirena tragó saliva, intentando asimilar todo aquello. Y no solo eso, sino también el hecho de que estaban desapareciendo barcos. Gente como tal. ¿Cada vez que se escuchaba el cantar de las sirenas? No quería juzgar tan pronto, no quería comenzar a sacar conclusiones apresuradas.
Pero ella sabía, como sirena que era, el poder que tenían en la voz para atraer a los marineros y que sus barcos encallasen en las rocas. O hundir a los pobres desgraciados bajo las frías aguas del North Blue.
— Entiendo vuestro miedo, Torfi. — Murmuró al fin, con un hilo de voz. Todo el ánimo que había mostrado, momentos atrás, parecía haberse apagado tras escuchar tan funestas noticias. Ya no solo era la pérdida de su abuela, sino la extraña y tirante situación que había desde que se había nombrado a otra matriarca.
¿Quién sería? Eso tendría que averiguarlo.
— No mandéis barcos, yo intentaré ayudaros con la pesca todo lo posible. Atraeré a los bancos de peces hacia la orilla si es necesario para que podáis pescar. — Tenía la capacidad de hacerlo. — ¿Siguen cantando? ¿Cada cuánto las escucháis? — Preguntó. Estaba dispuesta a llegar al fondo de aquel asunto. — Quizás con mi desaparición se hayan vuelto más cautelosas pero no tiene sentido... Mi clan y este pueblo siempre se han llevado bien y han colaborado. ¿Por qué de repente?
El ceño de la pelinegra se frunció levemente. En su expresión había una mezcla y amalgama de dolor y confusión al mismo tiempo. ¿Qué era lo que estaba pasando?
Asradi negó con la cabeza.
— Tengo que averiguar qué está pasando. — Sentenció.
Pero... Todo pensamiento anhelante fue hecho trizas cuando Torfi, tratando de ser aún así lo más delicado posible, comenzó a explicarle lo que había acontecido en su ausencia.
— ¿Cómo que... dejaron de venir? — Entendía, obviamente, que estuviesen buscándole durante una temporada. Pero... ¿Dejar de ir a Skjoldheim? Era uno de sus puntos de intercambio y mercado. Uno de los pocos lugares de la superficie donde las sirenas, al menos las norteñas, podían sentirse seguras y tratadas como personas de manera digna. Donde eran bien recibidas.
La mirada que Asradi le dedicó a Torfi fue una de inicial confusión. ¿Tanto las había afectado? Pero no había sido culpa de la gente del poblado. ¿Y cómo era eso de que el que habia sido enviado a dialogar o a ofrecer ayuda nunca había vuelto? Eso era todavía más extraño.
— . . . — ¿Qué había dicho? ¿Que la matriarca qué?
La expresión de Asradi fue una de total desasosiego inicial, buscando la mirada de Torfi frenéticamente con sus ojos celestes, como intentando dilucidar que aquello no era una mala broma.
— ¿Mi abuela ha...? — Asradi tragó saliva, notando el nudo que se estaba formando en la garganta en una frase que no se atrevió a continuar.
No era fácil asimilarlo, por mucho que su clan, que ella misma, entendiesen el concepto de la muerte y lo venerasen. Que supiesen guiar, posteriormente, al espíritu del difunto hacia aguas tranquilas para un descanso acompañado del resto de lso ancestros del clan. Pero seguia siendo su abuela. Ya había perdido a su padre (o eso era lo que le habían dicho en su día), pero Asradi siempre había tenido una profunda conexión con la madre de su madre.
Había sido ella quien había sido la primera en notar su don. La pelinegra tragó saliva y, por inercia, apretó un poco más su mano contra la de Torfi, buscando ese mismo cobijo en el hombre. Ahora se enteraba que había una nueva matriarca. Pero no era su madre. Eso hizo que Asradi frunciese ligeramente el ceño. Por linaje, debería ser ella. A no ser que hubiese pasado algo, claro, o ella misma hubiese rechazado tal honor.
Pero... Si hubiese sido así, ¿por qué lo haría?
La joven sirena tragó saliva, intentando asimilar todo aquello. Y no solo eso, sino también el hecho de que estaban desapareciendo barcos. Gente como tal. ¿Cada vez que se escuchaba el cantar de las sirenas? No quería juzgar tan pronto, no quería comenzar a sacar conclusiones apresuradas.
Pero ella sabía, como sirena que era, el poder que tenían en la voz para atraer a los marineros y que sus barcos encallasen en las rocas. O hundir a los pobres desgraciados bajo las frías aguas del North Blue.
— Entiendo vuestro miedo, Torfi. — Murmuró al fin, con un hilo de voz. Todo el ánimo que había mostrado, momentos atrás, parecía haberse apagado tras escuchar tan funestas noticias. Ya no solo era la pérdida de su abuela, sino la extraña y tirante situación que había desde que se había nombrado a otra matriarca.
¿Quién sería? Eso tendría que averiguarlo.
— No mandéis barcos, yo intentaré ayudaros con la pesca todo lo posible. Atraeré a los bancos de peces hacia la orilla si es necesario para que podáis pescar. — Tenía la capacidad de hacerlo. — ¿Siguen cantando? ¿Cada cuánto las escucháis? — Preguntó. Estaba dispuesta a llegar al fondo de aquel asunto. — Quizás con mi desaparición se hayan vuelto más cautelosas pero no tiene sentido... Mi clan y este pueblo siempre se han llevado bien y han colaborado. ¿Por qué de repente?
El ceño de la pelinegra se frunció levemente. En su expresión había una mezcla y amalgama de dolor y confusión al mismo tiempo. ¿Qué era lo que estaba pasando?
Asradi negó con la cabeza.
— Tengo que averiguar qué está pasando. — Sentenció.