
Asradi
Völva
10-02-2025, 01:30 PM
El trayecto hasta la sede del clan fue relativamente tranquilo. Y extraño al mismo tiempo. Las corrientes marinas la favorecían y no solo es, sino que durante el camino se encontró con varios peces y animales marítimos que la acompañaron. Incluso que la reconocieron después de tanto tiempo y la saludaron, dándole la bienvenida. Asradi había sonreído y había nadado y buceado con ellos en compañía y consonancia. Pero a medida que se iba acercando cada vez más y más a lo que era su hogar, dichas criaturas habían comenzado a dar marcha atrás. Los más valientes se habian aproximado más pero tenían un límite y no tardaron en dispersarse. Como si tuviesen miedo de adentrarse en el poblado. Eso era lo extraño para ella. Siempre habían convivido en paz con el resto de criaturas marinas y siempre habían sido bienvenidas. ¿Por qué ahora parecían reacias?
Aún así, tales pensamientos se apartaron de su mente por unos instantes en cuanto su mirada atisbó y se maravilló con la vista al frente. Las cúpulas iluminadas por las medusas y otras criaturas que proporcionaban algo de luz en aque lugar que, muchas veces, estaba cubierto por las tormentas. Era un lugar agitado, pero ahí era donde siempre habían vivido, por lo que ya estaban habituados a eses climas. Pero había algo extraño, algo que no era lo natural ni lo habitual en lo que ella recordaba. El exterior estaba completamente vacío, desangelado. No había el típico movimiento, ni el ir y venir del resto del clan.
Parecía no haber vida alguna.
Al menos, hasta que algunas sirenas comenzaron a asomarse, entre curiosas y cautelosas. Parecían nerviosas, titubeantes. Asradi recordaba algunas caras e intentó acercarse, pero algo se lo impedía. ¿Porqué parecían tan dubitativas? Solo cuando sus ojos se entrecruzaron con una en particular, fue que su corazón se detuvo por unos momentos. La pelinegra abrió mucho los ojos celestes cuando la reconoció. Más envejecida de lo que debería ser y de lo que recordaba.
— Madre... — Murmuró, tragando saliva.
Y no dudó en fundirse en un abrazo cuando la susodicha se abalanzó sobre ella, como un torpedo marino, con la misma intención. Asradi tragó saliva cuando su cuerpo fue acogido de aquella manera que tanto había extrañado, que tanto había necesitado y todavía necesitaba de vez en cuando. Le dolía y le escocía el haberla preocupado de aquella forma, aunque no hubiese sido realmente su culpa.
— Lo siento, perdóname por haberme ido así... — Se merecía una explicación, obviamente. Y Asradi se la daría. Pero de repente sentía que no era el momento. Ni tampoco el lugar. Podía sentir el llanto contrario y esperaría murmullos a su alrededor pero... No los había.
Prácticamente todo estaba en silencio, casi como si no pudiesen expresar, a viva voz, lo que todas sentían. Lo que su madre sentia.
Eso provocó que Asradi aflojase un poco el agarre aunque sin soltarla del todo. Con un deje de preocupación reflejada en dichos ojos celestes, contempló a su progenitora y, posteriormente a las demás que habían comenzado a arremolinarse alrededor un poco.
— ¿Qué está pasando aquí? — Fue lo único que preguntó, clavando su atención y sus ojos en su madre.
Aún así, tales pensamientos se apartaron de su mente por unos instantes en cuanto su mirada atisbó y se maravilló con la vista al frente. Las cúpulas iluminadas por las medusas y otras criaturas que proporcionaban algo de luz en aque lugar que, muchas veces, estaba cubierto por las tormentas. Era un lugar agitado, pero ahí era donde siempre habían vivido, por lo que ya estaban habituados a eses climas. Pero había algo extraño, algo que no era lo natural ni lo habitual en lo que ella recordaba. El exterior estaba completamente vacío, desangelado. No había el típico movimiento, ni el ir y venir del resto del clan.
Parecía no haber vida alguna.
Al menos, hasta que algunas sirenas comenzaron a asomarse, entre curiosas y cautelosas. Parecían nerviosas, titubeantes. Asradi recordaba algunas caras e intentó acercarse, pero algo se lo impedía. ¿Porqué parecían tan dubitativas? Solo cuando sus ojos se entrecruzaron con una en particular, fue que su corazón se detuvo por unos momentos. La pelinegra abrió mucho los ojos celestes cuando la reconoció. Más envejecida de lo que debería ser y de lo que recordaba.
— Madre... — Murmuró, tragando saliva.
Y no dudó en fundirse en un abrazo cuando la susodicha se abalanzó sobre ella, como un torpedo marino, con la misma intención. Asradi tragó saliva cuando su cuerpo fue acogido de aquella manera que tanto había extrañado, que tanto había necesitado y todavía necesitaba de vez en cuando. Le dolía y le escocía el haberla preocupado de aquella forma, aunque no hubiese sido realmente su culpa.
— Lo siento, perdóname por haberme ido así... — Se merecía una explicación, obviamente. Y Asradi se la daría. Pero de repente sentía que no era el momento. Ni tampoco el lugar. Podía sentir el llanto contrario y esperaría murmullos a su alrededor pero... No los había.
Prácticamente todo estaba en silencio, casi como si no pudiesen expresar, a viva voz, lo que todas sentían. Lo que su madre sentia.
Eso provocó que Asradi aflojase un poco el agarre aunque sin soltarla del todo. Con un deje de preocupación reflejada en dichos ojos celestes, contempló a su progenitora y, posteriormente a las demás que habían comenzado a arremolinarse alrededor un poco.
— ¿Qué está pasando aquí? — Fue lo único que preguntó, clavando su atención y sus ojos en su madre.