
Arthur Soriz
Gramps
10-02-2025, 09:14 PM
(Última modificación: 10-02-2025, 09:16 PM por Arthur Soriz.)
Te quedaron mirando cuando escucharon tus palabras, de haber tenido una cuchilla probablemente el ambiente se podría cortar con esta. Se miraron entre ellas por un momento, para luego sonreír ampliamente, tu madre negando con la cabeza como restándole importancia. Te hizo un gesto con la cabeza para que la siguieras, sujetándote de una mano para que no te alejaras mucho de ella. Intentaron por todos los medios evitar tener que explicar... tampoco podían. En sus cuellos veías lo que parecían pecas negras, oscuras. Como lunares pero que formaban lo que se veía como una gargantilla, dándoles una apariencia incluso algo enferma a esa zona de sus cuerpos. Lamentablemente la paz no duró demasiado, ya que pronto el sonido estridente de un parlante haciendo retorno se escuchó.
Era un sonido agudo, molesto y casi que hasta se podría decir dañino para los oídos. Duró un par de segundos, los cuales se sintieron como una pequeña eternidad. Rápidamente todas las sirenas se acomodaron, mostrando sus más amplias sonrisas que curiosamente se veían sinceras. Una sombra lúgubre fue apoderándose del lugar en donde estaban hasta que una gran mano asomó por el borde de una de las cabañas. Luego otra más, seguida de lo que parecían tentáculos. Un par de brazos que parecían aletas de una morena. El ligero crujir de las rocas también daba una sensación de que algo grande se aproximaba... ¿peligroso?
Y entonces la viste. Con un rostro pálido como la nieve, de ojos con esclerótica rosada... casi que se veía irritada, ojos color jade. Unos labios rojos con una sonrisa amplia llena de dientes filosos. Sostenía en una mano lo que se veía como un micrófono de stand alargado hecho de coral. Era como si estuvieras viendo a una mutación salvaje que quería hacerse llamar sirena.
Lo siguiente que escuchaste obviamente fue su voz, que sonaba como si fuesen múltiples voces una encima de la otra hablando al unísono y a veces en discordancia, en un eco que comenzaba tenue y se desvanecía al final.
— Ooooh~ ... ¡Oh, ohoho!~ No puede ser, ¡no puede ser! —decía con una emoción y efusividad casi enfermiza— ¡Miren, una chica! ... Las chicas nunca vienen a ver nuestros shows, tú debes ser diferente... ¿cómo te llamas? Oh, ponte cómoda, estábamos a punto de comenzar, ¿no es cierto, gals? —preguntó, ¿pero a quiénes?
De los lados de aquella abominable figura mutante se asomaban dos sirenas que si bien podrías verse normales a simple vista, cuanto más les mirabas se notaba lo enfermizo de su apariencia. Sus ojos hundidos, sus pieles de colores extraños... indudablemente bien no estaban.
Una de ellas con piel de color gris pálido, escamas verdes y una cola azulada. De pelo largo color verde claro, y uñas de un rosa eléctrico. La otra era similar en facciones faciales a la primera, solo que su piel era de color rosado, con escamas anaranjadas y cola púrpura. Con cabello largo de color naranja con el mismo peinado de flequillo recto que la otra sirena, y un tatuaje blanco en forma de corazón en su pecho.
La voz de aquella... criatura que siquiera podía llamarse a si misma sirena, era la misma que escuchaste cuando hablabas con Torfi. Aquella contra la que tuviste que luchar de forma tan ardua para evitar que más vidas inocentes cayeran en pena, víctimas de lo que probablemente eran estas tres. Estaba claro que algo malo había pasado, y más aún te dabas cuenta al mirarle el centro de su pecho. Llevaba una estrella de mar del color de la sangre en el medio de su pecho, el cual curiosamente palpitaba hinchándose ligeramente... casi como si fuese su corazón expuesto. Dicha estrella... era el símbolo que la matriarca llevó por tantos años. Dicho símbolo ahora reducido nada más a una patética decoración de esta entidad.
Lo peor de todo esto es que no parecían ser gente que conocieras, al menos no te sonaban familiares ahora mismo. Aunque jurarías que entre la cacofonía de voces superpuestas que poseía aquella fémina, escuchabas algunas que llegabas a reconocer...
Era un sonido agudo, molesto y casi que hasta se podría decir dañino para los oídos. Duró un par de segundos, los cuales se sintieron como una pequeña eternidad. Rápidamente todas las sirenas se acomodaron, mostrando sus más amplias sonrisas que curiosamente se veían sinceras. Una sombra lúgubre fue apoderándose del lugar en donde estaban hasta que una gran mano asomó por el borde de una de las cabañas. Luego otra más, seguida de lo que parecían tentáculos. Un par de brazos que parecían aletas de una morena. El ligero crujir de las rocas también daba una sensación de que algo grande se aproximaba... ¿peligroso?
Y entonces la viste. Con un rostro pálido como la nieve, de ojos con esclerótica rosada... casi que se veía irritada, ojos color jade. Unos labios rojos con una sonrisa amplia llena de dientes filosos. Sostenía en una mano lo que se veía como un micrófono de stand alargado hecho de coral. Era como si estuvieras viendo a una mutación salvaje que quería hacerse llamar sirena.
Lo siguiente que escuchaste obviamente fue su voz, que sonaba como si fuesen múltiples voces una encima de la otra hablando al unísono y a veces en discordancia, en un eco que comenzaba tenue y se desvanecía al final.
— Ooooh~ ... ¡Oh, ohoho!~ No puede ser, ¡no puede ser! —decía con una emoción y efusividad casi enfermiza— ¡Miren, una chica! ... Las chicas nunca vienen a ver nuestros shows, tú debes ser diferente... ¿cómo te llamas? Oh, ponte cómoda, estábamos a punto de comenzar, ¿no es cierto, gals? —preguntó, ¿pero a quiénes?
De los lados de aquella abominable figura mutante se asomaban dos sirenas que si bien podrías verse normales a simple vista, cuanto más les mirabas se notaba lo enfermizo de su apariencia. Sus ojos hundidos, sus pieles de colores extraños... indudablemente bien no estaban.
Una de ellas con piel de color gris pálido, escamas verdes y una cola azulada. De pelo largo color verde claro, y uñas de un rosa eléctrico. La otra era similar en facciones faciales a la primera, solo que su piel era de color rosado, con escamas anaranjadas y cola púrpura. Con cabello largo de color naranja con el mismo peinado de flequillo recto que la otra sirena, y un tatuaje blanco en forma de corazón en su pecho.
La voz de aquella... criatura que siquiera podía llamarse a si misma sirena, era la misma que escuchaste cuando hablabas con Torfi. Aquella contra la que tuviste que luchar de forma tan ardua para evitar que más vidas inocentes cayeran en pena, víctimas de lo que probablemente eran estas tres. Estaba claro que algo malo había pasado, y más aún te dabas cuenta al mirarle el centro de su pecho. Llevaba una estrella de mar del color de la sangre en el medio de su pecho, el cual curiosamente palpitaba hinchándose ligeramente... casi como si fuese su corazón expuesto. Dicha estrella... era el símbolo que la matriarca llevó por tantos años. Dicho símbolo ahora reducido nada más a una patética decoración de esta entidad.
Lo peor de todo esto es que no parecían ser gente que conocieras, al menos no te sonaban familiares ahora mismo. Aunque jurarías que entre la cacofonía de voces superpuestas que poseía aquella fémina, escuchabas algunas que llegabas a reconocer...