
Asradi
Völva
24-02-2025, 02:28 PM
Todo sucedió demasiado rápido para que, ni tan siquiera, ella misma se hubiese dado de cuenta. Esa petición... No, esa orden resonó por todo el lecho marino en el que se encontraban, arrancando vibraciones por doquier que hizo que el resto de las sirenas que allí estaban, terminasen cayendo desmayadas sin entender qué era lo que estaba sucediendo. La mirada de Asradi despedía una mezcla de ira y de incomprensión al mismo tiempo. El corazón le latía a mil por hora y sentía esa extraña sensación hormigueándole en la cabeza. De repente todo se quedó en el más completo de los silencios. El resto de sirenas yacían en el lecho de arena, desmayadas tras no haber podido soportar aquello. Asradi apretó los labios, sin entender demasiado bien lo que había pasado. Solo un sollozo quebrado la sacó de su ensimismamiento y su atención se posó, directamente, hacia el mismo sonido. Nadó hasta dicho lugar hasta que, entonces, la vió. Acurrucada sobre sí misma, temblando como un alga a merced de las corrientes marinas.
Asradi suspiró, aunque antes pudo comprobar que el resto estaban bien y, de alguna manera, aquella marca en sus cuellos había desaparecido de forma paulatina. Había logrado romper el hechizo que Scylla tenía sobre las demás sirenas.
Cuando la escuchó decir lo mismo otra vez, frunció el ceño. Y, muy lentamente, algo sacudió su memoria. Había pasado ya mucho tiempo atrás, ya casi no tenía recuerdos de ello. Pero ahora, con todo lo sucedido, estaban volviendo lentamente. No con demasiada claridad, pero ahora comenzaba a entender.
— Así que era tú... — Murmuró, aunque de manera audible. Había un tono apesadumbrado en su voz, y sus hombros se relajaron de manera parcial.
Recordaba a aquella niña de aspecto famélico y desangelado. El como las otras criatura parecían alejarse de ella por algún motivo, y como la había ayudado por piedad cuando la había visto herida y en apuros. Desde ese día, Scylla se había empeñado en seguirla a todas partes, a pesar de que Asradi le insistía en que no lo hiciese.
Y ahora estaba ahí. Y había hecho eso. Con una mezcla de estupefacción vió el teatro que había montado. No había matado a su amiga. Estaba inconsciente, sí, pero viva. Aún así, todo lo que había hecho, todo lo que les había hecho sufrir a las demás... No tenía perdón.
Asradi contempló a su alrededor y luego miró a la temblorosa Scylla. Todo ese momento de adrenalina estaba pasando y ya estaba dando lugar a un sentimiento de tristeza. Quizás algo de comprensión, aunque no en su totalidad. Se acercó a ella, a una distancia también un tanto prudencial, mas no la tocó. Ni tan siquiera la rozó.
— Yo no me fui por voluntad propia o por gusto. Me alejaron de aquí. Fui esclava durante mucho tiempo. — Comenzó a decir, consciente de que aquella revelación podría empeorar quizás las cosas, o la situación. No estaba segura. — Pero tú no has hecho bien, has actuado de la misma manera que los que me capturaron a mi. A tu propia gente.
La sirena pelinegra apretó los labios y miró hacia donde la matriarca, la verdadera matriarca, estaba todavía encerrada. Eso era lo que más le dolía. Junto con otras muchas cosas.
— Ella es la verdadera matriarca. Ella es la que tiene que decidir y juzgar. Libérala. — Pidió esta vez.
Asradi suspiró, aunque antes pudo comprobar que el resto estaban bien y, de alguna manera, aquella marca en sus cuellos había desaparecido de forma paulatina. Había logrado romper el hechizo que Scylla tenía sobre las demás sirenas.
Cuando la escuchó decir lo mismo otra vez, frunció el ceño. Y, muy lentamente, algo sacudió su memoria. Había pasado ya mucho tiempo atrás, ya casi no tenía recuerdos de ello. Pero ahora, con todo lo sucedido, estaban volviendo lentamente. No con demasiada claridad, pero ahora comenzaba a entender.
— Así que era tú... — Murmuró, aunque de manera audible. Había un tono apesadumbrado en su voz, y sus hombros se relajaron de manera parcial.
Recordaba a aquella niña de aspecto famélico y desangelado. El como las otras criatura parecían alejarse de ella por algún motivo, y como la había ayudado por piedad cuando la había visto herida y en apuros. Desde ese día, Scylla se había empeñado en seguirla a todas partes, a pesar de que Asradi le insistía en que no lo hiciese.
Y ahora estaba ahí. Y había hecho eso. Con una mezcla de estupefacción vió el teatro que había montado. No había matado a su amiga. Estaba inconsciente, sí, pero viva. Aún así, todo lo que había hecho, todo lo que les había hecho sufrir a las demás... No tenía perdón.
Asradi contempló a su alrededor y luego miró a la temblorosa Scylla. Todo ese momento de adrenalina estaba pasando y ya estaba dando lugar a un sentimiento de tristeza. Quizás algo de comprensión, aunque no en su totalidad. Se acercó a ella, a una distancia también un tanto prudencial, mas no la tocó. Ni tan siquiera la rozó.
— Yo no me fui por voluntad propia o por gusto. Me alejaron de aquí. Fui esclava durante mucho tiempo. — Comenzó a decir, consciente de que aquella revelación podría empeorar quizás las cosas, o la situación. No estaba segura. — Pero tú no has hecho bien, has actuado de la misma manera que los que me capturaron a mi. A tu propia gente.
La sirena pelinegra apretó los labios y miró hacia donde la matriarca, la verdadera matriarca, estaba todavía encerrada. Eso era lo que más le dolía. Junto con otras muchas cosas.
— Ella es la verdadera matriarca. Ella es la que tiene que decidir y juzgar. Libérala. — Pidió esta vez.