Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
16-08-2024, 02:07 AM
(Última modificación: 16-08-2024, 02:34 PM por Gavyn Peregrino.)
Ser de mi especie significaba ser marginado en muchos casos, especialmente entre los skypean o los lunarian, no era ni parte de una de las especies ni parte de la otra, pero al mismo tiempo si, eso significaba ser un solarian. Mientras que para otras razas era más similar a un pavo real albino, el facsímil de un lunarian con color de alas incorrecto, algo así como una pintura muy bonita que observar. Aunque, en muchas ocasiones, me había encontrado con personas que, por un motivo u otro, preferían ignorarme, y dudaba que evitarme o desestimarme estuviera relacionado con lo que era, quizás más por cómo me comportaba, pero eso daba igual, las personas no necesitan un motivo para dejarte al margen. Por lo que cuando el hombre al lado del que me senté ni siquiera me dirigió una palabra o una mirada, sino que decidió pasar de mí por completo, recogí los hombros ligeramente, acostumbrado a los destratos de la gente, consciente ahora de que no valía la pena comunicarme con él.
Me centré primero en el mesero que se acercó con mi plato de pollo al curry y una jarra de limonada con jengibre y menta, porque ya había bebido suficiente cerveza la noche anterior, mi sistema no necesitaba más, además, volar ebrio nunca era la mejor idea. Estuve ensimismado por unos momentos, recordando, o intentando recordar, la última vez que volé después de beber, me llevé la jarra a los labios cuando escuché un grito, o varios gritos, pero uno de ellos fue los suficientemente agudo, y lo suficientemente similar a mi nombre, para llamarme la atención. Elevé los ojos, estupefacto, viendo un peludo blanco vestido negro volar por el aire, luego noté que debajo estaba el grupo ruidoso compuesto por el gigante, la rubia, una mujer azabache y…
Allí noté que el peludo vestido de blanco era Ubben Sangrenegra, siendo arrojado por el gigante como quien arroja a un bebé para jugar con él sin saber que puede causarle daño cerebral permanente. Había tantos síndromes en una sola escena que no necesité preguntar si estaba bien. Bebí un sorbo de mi limonada, contemplando la situación, que no podía ser otra cosa más que el karma haciendo de las suyas después de lo que sucedió la última vez que hablamos. Esbocé una sonrisa divertida, moviendo mis alas mientras mis plumas se esponjaban de satisfacción, solo para reducirse un momento después.
Me detuve a observar mejor a los acompañantes del albino, el gigante rubio y musculoso que parecía ser un vikingo, el cual había arrojado al peludo apócrifo al aire; la mujer rubia que arrojó una jarra al suelo, sobresaltándome ligeramente, y que al parecer tenía dificultad para moverse; otra mujer azabache que lucía incómoda, no estaba seguro de sí era por la situación o por algo personal, ya que no me había molestado en observar a nadie en detalle, excepto al pato. Se me hacía imposible no observar al pato, no solo por el corbatín y el cuello de la camisa, ni siquiera por los guardias… Sus plumas… Sus plumas eran muy atractivas. No había una sola imperfección, una sola torcedura, eran esponjosas y bien cuidadas. Me acicalé las plumas antes de acercarme a la mesa más estrambótica que había visto en mucho tiempo.
. – Creo que la imagen que tenía de ti acaba de cambiar completamente, Apócrifo. –Me reí entre dientes mirando al hombre en brazos del gigante– ¿Tus amigos?
Antes de poder decir nada más mis plumas se esponjaron, así las alas lucían mucho más amplias de lo habitual, cuando noté que un cheetah de hocico largo y prominente entraba al lugar, el mink al parecer conocía al pato… Y no era el único, ya que la advertencia de Ubben cuando los callejones y la calle principal fueron rodeados hicieron que le eche una mirada plana al hombre antes de volver mi atención hacia los cuatro minks que se abrían paso por el bar como quien separa las aguas del mar. Ninguno de los cuatro parecía venir en son de paz, más bien, todos parecían en pie de guerra. No estaba seguro de quienes eran cada uno de ellos, pero no necesitaba ser muy avispado para conectar los puntos, y las palabras del pato solo lo confirmaban.
No me agradaba para nada la tensión en el ambiente, mucho menos quedar en el fuego cruzado. Pensar que lo había mencionado hace un momento en broma y ahora al parecer estaba en medio de un no tan posible alto al fuego entre bandas del inframundo. Podría haber cerrado la boca.
Por instinto mis ojos se dirigieron a las salidas más cercanas, por si acaso, pero con el bar rodeado no había donde ir. Como siempre, el cielo era el mejor lugar para estar, pero no quería conocer el metafórico, ese en el que no creía, tan pronto.
. – Menudo montón de mierda en el que estamos... –Murmuré.