Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
16-08-2024, 08:51 AM
La emoción en el rostro de Hammond, era la respuesta, esa que estuvo buscando durante días y días. Isla Kilombo ya no era una apacible isla, estaba muy cerca de convertirse en una cárcel. Y es que en un mundo donde navegar era tan importante, alguien que no supiera hacerlo necesitaba dos cosas; La primera, dinero y si no tenías esta primera para pagar algún servicio de embarcación, solo te quedaba la segunda; Ser más listo que los demás. Uno era "más listo" que los otros cuando se aprovechaba de situaciones, que te sacaba un beneficio de lo que sea, da igual el nivel de moralidad que podrías necesitar para lograrlo. Esos siempre conseguían avanzar, mientras que los estúpidos como Hammond primero lo intentaban por las buenas. Aunque estuvo muy cerca de pasarse al segundo grupo en más de una ocasión. Asradi no estaba contenta. Sus comentarios emanaban un aura muy diferente al de la mayoría. En general, el jolgorio se extendía como los rayos en el cielo cuando hacía tormenta, pero no para ella.
A su primer tirón de orejas hacia Hammond se unió que no parecía muy interesada en embarcarse con el grupo, por lo menos, para salir de la isla. — Es muy insegura. — A diferencia de la rubia, ella era un terremoto de buenas sensaciones. Pero claro, cada uno era un mundo, con sus circunstancias y momentos concretos, juzgar a alguien por situaciones sería tan estúpido como intuir que Hammond era cortito porque no hablaba bien una lengua insulsa y básica como la que casi todos los humanos compartían. Cuando Venture estaba a punto de comentar algo, intentar levantarle la moral o algo semejante, Airgid habló. — ¿Rrregla? — Bajó de forma inmediata a Ubben, pesaba tan poco que ni se acordaba que estaba encima de sus brazos. — En mi no poderrr ponerrr confiansssa. — Dijo con franqueza. — No conossser, ¿quién no dessir que yo serrr loco? — Se apuntó a la cabeza. Después al cuerpo. No dijo más, tan solo dejó que los demás leyeran que quiso decir. Un tipo tan grande como el, que hablaba tan raro, cualquiera de primeras pensaría que quizás era un chalao. Asradi tenía miedo entorno al poco conocimiento de los personajes allí unidos, ¿cómo no entenderla? sí, su falta de valentía no era algo de admirar, pero sí saber cuando ser precavida.
La presencia de un pequeño hombre se aproximó a Hammond. El nórdico hizo un gesto con la cabeza agradeciendo el agradecimiento. Aunque realmente él no tuviera nada que ver, la que invitaba era otra. Decía ser un médico del North Blue. — El North Blue ... — Se estaban juntando personajes de zonas muy dispares. — Goegglee Chrrrome. — Pronunció con dificultad. De hecho dijo otro nombre. — Yo serrr Hammond Venturre. Esperrar que distrutarrr de comida. — Miró hacia la apenada mujer que decidió no aprovechar el viaje en barco por desconfianza. — Ella serrr como tú. — Realmente no sabía si Asradi era médica, pero fue la que curó a Hammond cuando lo necesitaba. Quizás si la mujer hablara con uno de su propio gremio ... Quizás ...
A todo esto, la aparición del "gangster" mink, parecía estar ayuentando a los civiles que se agarraron a la invitación como locos. Los personajes protagonistas quizás no le conocían, no eran de la isla, pero los demás sí. Pronto aparecieron más, solo que esta vez Ubben daría el aviso de que quizás, la cosa se ponía fea. — Hammond no assustarrr, amigo. — Le comentó, esbozando una pequeña sonrisa. Caminó varios pasos hacia atrás y elevó su gigantesco mandoble. Posando el mismo sobre su hombro izquierdo. El arma se le cayó al levantar tan efusivamente anteriormente.
Eran animales parlantes, minks. Aparecieron de todas partes. Si bien no daban la sensación de ser un problema para Hammond y compañía, sí que estaban muy enfocados en aquel pato. — Ubben. — Pronunció con seriedad esta vez. — ¿Prrroblema? — Apretó la mano que sostenía a Rompetormentas con fuerza. El pato y Ubben parecían ser compañeros, hablaron como tal. Daba igual la relación que tuvieran, la tenían y proteger al hombre que les sacaría de allí era casi obligado.
Tan solo al levantar a Rompetormenta, los músculos de Hammond reaccionaron en coordinación. Su cuerpo se activaba con facilidad al levantar peso y el mandoble era de puro acero, medía dos metros y pesaba como su puta madre. Era el ejercicio que necesitaba para notar el alivio suficiente. Adoraba levantar peso, hasta el punto que si no lo hacía durante mucho tiempo, se ponía nervioso y comenzaba a hacer cosas sin sentido. La discusión entre los minks resultó en que ya no quedaban apenas civiles en la terraza, ahora solo se veían hombres de negro armados. ¿Estaban esperando el momento adecuado? Fue sutil, Hammond era tan alto que pocas personas paraban a mirarlo a los pies. Por estos comenzó a emanar un gas verdoso, de un olor exquisito. Este se fue extendiendo relativamente rápido. Para cuando la gente cayera en que estaba presente, ya se encontrarían dentro del óxido Nitroso. Y tan sutil, el nórdico, que tenía justo delante a Ubben, tomó la cara del hombre con su gigantesca mano. Le tapó boca, nariz, bueno, todo. — No rrrespirar ... Contenerrr... — Le susurró como el que no quiere la cosa. Contempló cómo su habilidad abarcaba cierta distancia, pero no llegó hasta un tipo que asomaba en la taberna, de brazos extramadamente extensos y un plato de comida en las manos. El gas frenó justo a sus pies, la habilidad no tenía la capacidad de prolongarse más, así que fue un poco coito interrupto. — ¿¡Hm!? —Bufó, mirándolo. ¿Era enemigo?
La última presencia en dejarse ver, por lo menos en la que el nórdico enfocó sus ojos, fue en un tipo rubio, con unas alas que le daban la imagen de un ser mitológico, acompañado por esos… Ojos. Hubo un segundo, nada, una milesima de segundo, donde Hammond se quedó prendado. Eran dorados, ojos dorados que brillaban con fuerza. La imagen de Crlck le vino a la mente, uno de sus viejos amigos. Habló, pero no podía detenerse en todo el mundo, debía actuar cuanto antes.
Tuvo una idea repentina ... ¿Cómo no se le ocurrió antes? ¿y si se iba con Ubben? ¿y si los dejaba a todos tirados y ambos escapaban? no conocía mucho a los presentes. La rubia y la morena, el dúo de mujeres que le salvaron la vida ... Con ellas si tuvo una cierta conexión, sobre todo sexual. Pero la conexión con la inmensa mayoría de mujeres mínimamente atractivas se iba a lo sexual, ¿qué les hacía especiales? las miró, probablemente como comenzaban a cabecear. Aquel gas generaba unas confusiones terribles, normalmente haciendoles ver cosas que no eran verdad, no discernir que tenían delante o simplemente mareos y cansancio intermitente. Es decir, objetivos fáciles.
¿Y si de verdad sí que eran especiales? las dudas eran las peores compañías.