Lobo Jackson
Moonwalker
26-08-2024, 12:51 AM
Lobo Jackson suspiró. Sus manos servían de apoyo para su barbilla al tiempo que recostaba los brazos sobre la barra con desgana, mientras que su alma se dejaba capturar por una melancolía nacida del hambre. ¿Qué podría hacer? Miró a ambos lados y observó con tristeza cómo incluso los platos sucios parecían apetitosos.
¿Y si los lamía sin que nadie se diese cuenta?
Se detuvo a sí mismo en cuanto se dio cuenta de que estaba acercando la mano hacia un plato manchado con salsa de tomate, restos de carne y migas de pan. ¿Qué estaba haciendo? ¿Es que acaso era un perro cualquiera en lugar de un mink hecho y derecho? Cerró los ojos y tomó aire con la intención de recuperar la compostura, pero todo cuanto consiguió fue aspirar el aroma de los manjares del restaurante. ¿Y qué consiguió con mantener los ojos cerrados? Colocar el lienzo perfecto para capturar una viva imagen de cada plato, deslizándose tentadoramente frente a los ojos de su imaginación cual cruel cinta transportadora que exhibía cada una de las delicias ofrecidas en el Baratie.
De su garganta salió un pequeño quejido, muy parecido al de un caniche lastimero, que víctima de las circunstancias no le quedaba más remedio que ponerse en pie y salir por donde había venido con el rabo entre las piernas. Quién sabe, pensó, tal vez tendría suerte tratando de agarrar algún pececillo que se aproximara a los bordes del restaurante flotante.
Pero justo cuando se había decidido a levantarse, colocaron un humeante y aromático plato de suculento aspecto frente a él. Sorprendido, levantó la vista y se encontró frente a un camarero que vestía un atuendo blanco e impoluto, y quien le dedicaba una mirada compasiva.
El mink se relamió, su lengua recorrió cada pliegue de sus labios mientras que entreabría la boca sin pensar, salivando con afán de devorar lo que a primera vista parecía un arroz húmedo y amarillento con rodajas de algún tipo de seta. Sin embargo, y demostrando una fuerza de voluntad sobrehumana, el mink carraspeó y apartó el plato hacia el hombre.
- Disculpe, caballero-gara. - Dijo. - Me temo que se ha equivocado de cliente, yo no he pedido ningún plato todavía-gara. -
- Sí, lo sé. - Respondió el otro, quien resultaba ser uno de los cocineros. - Es para ti. -
La mirada del lobo se iluminó con ilusión, pero se atrevió a preguntar. - ¿Por qué? ¿Alguien lo ha pedido a mi nombre? No tengo dinero para pagarlo-gara. -
El cocinero le dedicó una sonrisa tranquilizadora. - Sí, eso también me lo había imaginado. Pero tienes hambre, ¿no? No te preocupes por el dinero de momento, ya me lo pagarás. -
- ¿Seguro-gara? - Insistió el mink, queriendo asegurarse de lo que su estómago ya estaba más que seguro.
- Come y calla. - Le dijo el cocinero con energía. - No vas a poder hacer nada si caes desmayado al suelo por inanición. -
Con los labios temblando ligeramente por la emoción, Lobo Jackson sintió en su interior que aquel mundo a veces era demasiado compasivo con él. Sin perder más el tiempo, agarró la cuchara a su derecha y la hundió con ansia en el arroz. Presto fue el viaje que realizó la cuchara desde el plato hasta las fauces del lobo, quien sentía las punzadas de su estómago recriminándole cada segundo que tardaba en saciar el apetito.
Y entonces, el Paraíso.
Un cálido abrazo en su boca transmitió la textura cremosa de un arroz perfectamente cocido, ni demasiado blando ni demasiado duro, un equilibrio perfectamente sustancioso al que acompañaba el sabor de la mantequilla derretida con un indudable toque de queso parmesano, fundido como una sedosa capa que recubría cada grano de arroz. Incluso las setas, cuyo aroma terroso y profundo le hacía la boca agua al mink, se hicieron un hueco entre aquella explosión de sabores tan reconfortantes a los que se unía un toque de vino, tan leve pero tan delicado, que el paladar fino del lobo disfrutó como quizá ningún otro cliente del local.
- ¿P-ero qué es esto-gara? ¡Nunca había probado algo tan delicioso-gara! - Exclamó, incapaz de parar de comer pues cada bocado parecía ser mejor que el anterior.
- Es un risotto. - Respondió el cocinero en cuya voz se percibía el orgullo de alguien que disfruta de ver su plato devorado con hambre animal. - De los mejores que he preparado, si te soy sincero. ¿Notas el vino blanco? Es para añadir un toque de acidez que equilibra lo rico de la mantequilla. Además, juega bien con el toque salado del parmesano recién rallado, ¿y notas la pimienta negra? Molida por encima para resaltar el sabor junto con las hierbas frescas que lo decoran. -
Maravillado, Lobo Jackson asentía mientras el cocinero explicaba los entresijos de su plato. Sentía que el risotto recuperaba tanto las fuerzas de su cuerpo como las de su espíritu, insuflando vida y optimismo donde antes sólo habitaba la penuria del hambre. Poco tardó en terminar de comer, bebiendo un gran vaso de agua fresca para finalizar un manjar perfecto.
- ¡Muchas gracias-gara! Me has salvado de morir de hambre-gara. ¿Cómo te llamas? Me llamo Lobo Jackson, y quisiera agradecértelo componiendo una pequeña canción que rememore la grandiosa compasión de tu noble espíritu-gara. - Volvía a sentirse como él mismo: un mink lleno de energía, fuerza y vitalidad para compartir su don musical con el mundo.
- Renzo. - Le contestó el cocinero. - Conque una canción, ¿eh? Me parece bien, si quieres puedes cantarla en un rato cuando termine mi turno pero por ahora discúlpame, he de continuar trabajando. - Con cortesía y educación, el cocinero tomó el plato limpio y se encaminó hacia el interior del Baratie en donde seguramente estaría la cocina.
Satisfecho, el mink tomó un momento para observar a los demás comensales que llenaban el local. Varios llamaron su atención, entre ellos un par de hombres cuya elegancia y forma de hablar destacaban como guiados por una melodía imperceptible para el resto, pero el mink pensó que tal vez sería de mala educación entrometerse en una conversación privada.
En cambio, la figura acuática de un enorme hombre tiburón que comía a solas parecía pedir compañía a gritos, y decidido a conocer a alguien tan particular, se aproximó hasta su mesa.
- ¡Saludos-gara! - Dijo dirigiéndose al tiburón al tiempo que colocaba los brazos por encima de la cabeza y movía la cadera, llevando el ritmo de la conversación con una pose absolutamente exquisita. - Me llamo Lobo Jackson, ¿cómo te llamas-gara? -
¿Y si los lamía sin que nadie se diese cuenta?
Se detuvo a sí mismo en cuanto se dio cuenta de que estaba acercando la mano hacia un plato manchado con salsa de tomate, restos de carne y migas de pan. ¿Qué estaba haciendo? ¿Es que acaso era un perro cualquiera en lugar de un mink hecho y derecho? Cerró los ojos y tomó aire con la intención de recuperar la compostura, pero todo cuanto consiguió fue aspirar el aroma de los manjares del restaurante. ¿Y qué consiguió con mantener los ojos cerrados? Colocar el lienzo perfecto para capturar una viva imagen de cada plato, deslizándose tentadoramente frente a los ojos de su imaginación cual cruel cinta transportadora que exhibía cada una de las delicias ofrecidas en el Baratie.
De su garganta salió un pequeño quejido, muy parecido al de un caniche lastimero, que víctima de las circunstancias no le quedaba más remedio que ponerse en pie y salir por donde había venido con el rabo entre las piernas. Quién sabe, pensó, tal vez tendría suerte tratando de agarrar algún pececillo que se aproximara a los bordes del restaurante flotante.
Pero justo cuando se había decidido a levantarse, colocaron un humeante y aromático plato de suculento aspecto frente a él. Sorprendido, levantó la vista y se encontró frente a un camarero que vestía un atuendo blanco e impoluto, y quien le dedicaba una mirada compasiva.
El mink se relamió, su lengua recorrió cada pliegue de sus labios mientras que entreabría la boca sin pensar, salivando con afán de devorar lo que a primera vista parecía un arroz húmedo y amarillento con rodajas de algún tipo de seta. Sin embargo, y demostrando una fuerza de voluntad sobrehumana, el mink carraspeó y apartó el plato hacia el hombre.
- Disculpe, caballero-gara. - Dijo. - Me temo que se ha equivocado de cliente, yo no he pedido ningún plato todavía-gara. -
- Sí, lo sé. - Respondió el otro, quien resultaba ser uno de los cocineros. - Es para ti. -
La mirada del lobo se iluminó con ilusión, pero se atrevió a preguntar. - ¿Por qué? ¿Alguien lo ha pedido a mi nombre? No tengo dinero para pagarlo-gara. -
El cocinero le dedicó una sonrisa tranquilizadora. - Sí, eso también me lo había imaginado. Pero tienes hambre, ¿no? No te preocupes por el dinero de momento, ya me lo pagarás. -
- ¿Seguro-gara? - Insistió el mink, queriendo asegurarse de lo que su estómago ya estaba más que seguro.
- Come y calla. - Le dijo el cocinero con energía. - No vas a poder hacer nada si caes desmayado al suelo por inanición. -
Con los labios temblando ligeramente por la emoción, Lobo Jackson sintió en su interior que aquel mundo a veces era demasiado compasivo con él. Sin perder más el tiempo, agarró la cuchara a su derecha y la hundió con ansia en el arroz. Presto fue el viaje que realizó la cuchara desde el plato hasta las fauces del lobo, quien sentía las punzadas de su estómago recriminándole cada segundo que tardaba en saciar el apetito.
Y entonces, el Paraíso.
Un cálido abrazo en su boca transmitió la textura cremosa de un arroz perfectamente cocido, ni demasiado blando ni demasiado duro, un equilibrio perfectamente sustancioso al que acompañaba el sabor de la mantequilla derretida con un indudable toque de queso parmesano, fundido como una sedosa capa que recubría cada grano de arroz. Incluso las setas, cuyo aroma terroso y profundo le hacía la boca agua al mink, se hicieron un hueco entre aquella explosión de sabores tan reconfortantes a los que se unía un toque de vino, tan leve pero tan delicado, que el paladar fino del lobo disfrutó como quizá ningún otro cliente del local.
- ¿P-ero qué es esto-gara? ¡Nunca había probado algo tan delicioso-gara! - Exclamó, incapaz de parar de comer pues cada bocado parecía ser mejor que el anterior.
- Es un risotto. - Respondió el cocinero en cuya voz se percibía el orgullo de alguien que disfruta de ver su plato devorado con hambre animal. - De los mejores que he preparado, si te soy sincero. ¿Notas el vino blanco? Es para añadir un toque de acidez que equilibra lo rico de la mantequilla. Además, juega bien con el toque salado del parmesano recién rallado, ¿y notas la pimienta negra? Molida por encima para resaltar el sabor junto con las hierbas frescas que lo decoran. -
Maravillado, Lobo Jackson asentía mientras el cocinero explicaba los entresijos de su plato. Sentía que el risotto recuperaba tanto las fuerzas de su cuerpo como las de su espíritu, insuflando vida y optimismo donde antes sólo habitaba la penuria del hambre. Poco tardó en terminar de comer, bebiendo un gran vaso de agua fresca para finalizar un manjar perfecto.
- ¡Muchas gracias-gara! Me has salvado de morir de hambre-gara. ¿Cómo te llamas? Me llamo Lobo Jackson, y quisiera agradecértelo componiendo una pequeña canción que rememore la grandiosa compasión de tu noble espíritu-gara. - Volvía a sentirse como él mismo: un mink lleno de energía, fuerza y vitalidad para compartir su don musical con el mundo.
- Renzo. - Le contestó el cocinero. - Conque una canción, ¿eh? Me parece bien, si quieres puedes cantarla en un rato cuando termine mi turno pero por ahora discúlpame, he de continuar trabajando. - Con cortesía y educación, el cocinero tomó el plato limpio y se encaminó hacia el interior del Baratie en donde seguramente estaría la cocina.
Satisfecho, el mink tomó un momento para observar a los demás comensales que llenaban el local. Varios llamaron su atención, entre ellos un par de hombres cuya elegancia y forma de hablar destacaban como guiados por una melodía imperceptible para el resto, pero el mink pensó que tal vez sería de mala educación entrometerse en una conversación privada.
En cambio, la figura acuática de un enorme hombre tiburón que comía a solas parecía pedir compañía a gritos, y decidido a conocer a alguien tan particular, se aproximó hasta su mesa.
- ¡Saludos-gara! - Dijo dirigiéndose al tiburón al tiempo que colocaba los brazos por encima de la cabeza y movía la cadera, llevando el ritmo de la conversación con una pose absolutamente exquisita. - Me llamo Lobo Jackson, ¿cómo te llamas-gara? -