Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
Brindis a la luz de la Luna [Público]
Octojin
El terror blanco
La noche en el Baratie se había vuelto una mezcla interesante de sabores, ideas y personajes. Octojin continuaba devorando las suculentas delicias que le traían sin parar, desde ostras hasta langostas, con una voracidad que, lejos de ser mal vista por su compañero mink, parecía generar una sana competencia entre ellos. Jackson, con su particular estilo y su guitarra eléctrica colgada a la espalda, hablaba de su música, de cómo la danza y el ritmo se entrelazaban en sus composiciones, dándole vida a su arte.

Mientras Octojin masticaba un trozo de pulpo a la parrilla, sus ojos se clavaron en la guitarra que Jackson le enseñaba con orgullo. La "Beatbreaker" funcionaba con la energía eléctrica del cuerpo del mink, y el tiburón no pudo evitar sentirse impresionado. No tanto por la música, pues no era algo que hubiese marcado su vida, sino por la capacidad de un ser como Jackson de canalizar algo tan técnico y complejo en algo que para él era puro disfrute.

Jackson, por su parte, continuaba su charla con una alegría contagiosa. Su optimismo casi infantil, resonaba con fuerza, pero había algo en sus palabras que a Octojin le hacía pensar. El lobo había dejado atrás su hogar en Zou, tal como él había dejado la Isla Gyojin. Aunque parecían dos seres completamente distintos, compartían algo fundamental: ambos buscaban su lugar en un mundo que muchas veces no los entendía.

Mientras reflexionaba sobre ello, un nuevo rostro apareció en su campo de visión. Un hombre joven, de porte elegante y mirada penetrante, se acercó a ellos con una calma que contrastaba con la energía de Jackson y la imponente presencia del escualo. Era un humano, un extraño individuo con un halo de misterio que parecía envolverlo. Su piel pálida, su cabello azabache, y ese lunar bajo el ojo izquierdo le daban una apariencia peculiar, casi poética.

Octojin lo miró de reojo, sin detener su festín, mientras aquél ser intervenía con una suave sonrisa. Habló de lo fascinante que era que los caminos de la gente con sueños se entrelazase. Y de lo bonito que era que hubiera sido allí en el Baratie.

El tiburón levantó la vista, observando al tipo con curiosidad. No estaba seguro de qué quería aquel humano, pero había algo en su presencia que le recordaba a los tipos que jugaban con las palabras más que con las armas. Aun así, no lo rechazó de inmediato. Octojin sabía que no se debía subestimar a alguien solo por su apariencia, por muy poético o reflexivo que pareciera.

Jackson, siempre el optimista, parecía encantado con la aparición del extraño, mientras que Octojin, con un bocado más de calamares, escuchaba en silencio las reflexiones de Terence. Las palabras sobre la búsqueda de un hogar y la identidad resonaban de alguna manera en el gyojin, aunque no del mismo modo en que lo harían en Jackson. También habló sobre el precio de cada uno.

La pregunta se quedó colgada en el aire, y aunque el humano no parecía esperar una respuesta inmediata, Octojin sintió un leve malestar ante esa línea de pensamiento. Él no estaba allí para filosofar. Estaba en el mundo humano para buscar su lugar, claro, pero no a través de las palabras suaves de alguien que parecía disfrutar jugando con las mentes ajenas.

Tomó un trago de agua y habló, siendo su voz profunda y directa.

—No sé tú, humano —dijo, mirándole a los ojos—, pero yo sé lo que busco. No se trata de encontrar un hogar, se trata de seguir adelante. El mar no espera a nadie, y tampoco los que vivimos de él. Sacrificios… bueno, ya he hecho muchos.

Sus ojos, momentáneamente iluminados por la luz del Baratie, volvieron a centrarse en el plato frente a él. Había visto muchas cosas en su vida, y sabía que la búsqueda de algo siempre venía acompañada de dolor y pérdidas. Pero esas reflexiones no eran algo que compartiera fácilmente con extraños.

—Rendirse nunca es una opción —contestó a su amigo mink, con una sonrisa en la cara —. Y eso es algo que los marginados y excluidos por vosotros, humanos, sabemos muy bien. Puede que todo nos cueste más y que no recibamos ayuda de nadie, pero lo acabamos consiguiendo.

Octojin continuó observando la escena mientras terminaba otro plato de mariscos. No compartía del todo la visión calculadora de Terence. Para él, todo aquello era solo parte del camino. Uno donde la fuerza, el instinto y la supervivencia siempre se imponían. Aun así, permitió que la conversación continuara, sabiendo que, aunque no siempre comprendiera a aquellos con los que cruzaba caminos, cada encuentro tenía su propio valor.

—Y dime... ¿Qué te ha traído aquí a ti, humano? —preguntó sin tan siquiera mirarle, centrado aún en la comida— ¿Qué es aquello que ansías y qué estás dispuesto a dar por ello?

Las preguntas del gyojin tenían como objetivo ver de qué palo iba aquél humano. Devolverle las preguntas que él mismo había hecho no era sino un arma de doble filo. Realmente tendría ya una respuesta pensada, pero... ¿Diría la verdad? Fuera como fuese, seguro que Octojin no se fiaba de él.
#15


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RE: Brindis a la luz de la Luna [Público] - por Octojin - 14-09-2024, 12:26 PM

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