Dharkel
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18-09-2024, 10:32 PM
El ataque de Dharkel fue repelido con una precisión que hacía tiempo que no veía, retrocediendo varios metros hacia atrás, tropezando con uno de los bandidos y cayendo torpemente. Sorprendido, clavó la espada en el suelo y cruzando las piernas se quedó sentado. Comenzó a buscar un cigarrillo entre los recovecos de la decadente túnica. Saboreó el metálico sabor de la sangre y escupió al suelo.
- Vamos, tampoco tienes que ponerte así. - Observó la katana durante un par de segundos. Era cierto que había pasado por días mejores, pero también lo era que aún le quedaba recorrido y no estaba del todo mellada. Tampoco podía permitirse otra y por aquellos lugares era difícil encontrar un filo en condiciones que tuviese más de dos palmos de longitud. - ¿Qué te parece si llevamos esto afuera? – Miró hacia el techo mientras continuaba buscando los fósforos, observando cómo varios trozos de escombros estaban cerca de venirse abajo. – No es ningún truco, aquí somos gente honrada. – Finalmente encontró las cerillas, prendió el tabaco y exhaló una densa nube de humo. – Ambos corremos el doble de riesgo quedándonos aquí. Además, puede que con las apuestas incluso ganes algo de dinero. - Se incorporó sin perder de vista al kobito, cogió la katana con la zurda y posó el dorso en el hombro izquierdo. – Pero no mucho, aquí somos gente humilde – puntualizó. - Nadie se meterá en el caballeroso duelo. – Hizo una reverencia burlona. – Aquí todos son un atajo de cobardes. Y sí, me encuentro entre ellos.
Esperando que el pequeño ser aceptase, dirigió sus pasos hacia una de las salidas, mirando de soslayo, atento a una posible hostilidad. Era raro encontrar alguien en Gray Terminal que no apuñalase por la espalda. Pero aquella persona estaba demostrando ser muchas cosas poco comunes.
Al salir puso el cigarro entre sus labios, a un lado, como acostumbraba a hacer siempre que fumaba mientras realizaba alguna otra actividad. Se protegió los ojos del radiante sol llevándose la mano derecha a la cara, usándola a modo de visera y se alejó varios metros de la ruina. Cuando su vista finalmente se adaptó, se puso en posición defensiva, sujetando firmemente el arma con ambas manos y dio otra calada.
Unos nubarrones en la distancia amenazaban con poner fin el buen día.