Dharkel
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01-10-2024, 09:25 PM
<< Una más para la colección >>, pensó al limpiarse la frente con la manga de los harapos, dejándola marcada de un rojizo intenso. No recordaba cómo se habían originado la mayoría de las manchas que portaba orgulloso en su hábito de mendigo, pero tampoco había tratado de limpiarlas. Le daban un aspecto entre asqueroso e intimidante, lo cual le venía bien cuando asaltaba a parroquianos indefensos en las calles del reino. Pero el kobito había demostrado una y otra vez no ser un ser ordinario débil y que se amedrentase fácilmente pues allí seguía, herido, pero aún de pie. No sabía si se mantenía erguido por fortaleza o pura fuerza de voluntad. Sin lugar a dudas estaba ante algo excepcional.
<< ¿Vas a dejar que te siga humillando de esta forma? ¿Ante tu público? >>, se recriminó a sí mismo.
Su rival se abalanzó una vez más, cayendo como un meteorito, o al menos así sintió la dureza e indiferencia de sus golpes, como si tan solo fuese un insecto al que quitar de en medio. Y en parte no le faltaba razón. Dharkel no era más que un desarrapado que día a día luchaba por ver un nuevo amanecer. Era alguien prescindible, despreciable y a quien no miraban más de dos veces cuando se le cruzaban por la calle. Con una mezcla de temeridad y orgullo, el espadachín imitó a su rival, lanzándose mientras sujetaba la katana con ambas manos hacia un lado. El combate llevaba poco tiempo, pero había durado lo suficiente como para intuir lo que pretendía su rival.
Con cierta dificultad chocó su filo contra el bastón en las dos acometidas previas, logrando reducir la potencia de sus ataques y mitigar parcialmente el daño causado. Sus brazos estaban empezando a llegar al límite de lo que podían soportar. Mas no vio venir la tercera arremetida. El impacto en su brazo derecho sonó con el crujir de los huesos. La katana salió despedida varios metros hacia la izquierda del espadachín, quedándose clavada en los escombros, cortándole varios pelos del flequillo a su paso y perdiendo así su arma. Dharkel fue derribado con el impacto.
Tendido en el suelo, con las piernas ligeramente cruzadas y sin moverse miró hacia el cielo deseando tener un cigarro entre sus labios y disfrutar del amargo sabor de una cerveza fría. Las nubes de tormenta cada vez estaban más cerca. No podía seguir combatiendo y lo sabía, especialmente si se veía privado del sol. Finalmente, la jugada le había salido mal. Los pecados cometidos a lo largo de los años se habían materializado en la forma de un pequeño ser de fuerza descomunal que el destino le había puesto, justamente, en su camino.
Un brillo bastante particular entre los montones de chatarra llamó su atención. Se arrastró reprimiendo agónicos gritos de dolor, con dificultad, varios metros mientras dejaba el brazo derecho pegado al cuerpo, dejando un reguero de sangre en su camino y esperando que el kobito fuese clemente apartó la chatarra con el brazo izquierdo y lo vio. Quizás su diosa no se había olvidado todavía de él. Si estaba en lo cierto, tendría que aumentar sus tributos.
- ¿Quieres la mitad? – Extrajo una lata de aluminio, magullada y levemente oxidada, pero sellada. Marvolath parecía no estar pasando tampoco por sus mejores días y quizás con aquel ofrecimiento diese el combate por finalizado. Al fin y al cabo, el kobito el había insistido en que no quería combatir.
<< ¿Vas a dejar que te siga humillando de esta forma? ¿Ante tu público? >>, se recriminó a sí mismo.
Su rival se abalanzó una vez más, cayendo como un meteorito, o al menos así sintió la dureza e indiferencia de sus golpes, como si tan solo fuese un insecto al que quitar de en medio. Y en parte no le faltaba razón. Dharkel no era más que un desarrapado que día a día luchaba por ver un nuevo amanecer. Era alguien prescindible, despreciable y a quien no miraban más de dos veces cuando se le cruzaban por la calle. Con una mezcla de temeridad y orgullo, el espadachín imitó a su rival, lanzándose mientras sujetaba la katana con ambas manos hacia un lado. El combate llevaba poco tiempo, pero había durado lo suficiente como para intuir lo que pretendía su rival.
Con cierta dificultad chocó su filo contra el bastón en las dos acometidas previas, logrando reducir la potencia de sus ataques y mitigar parcialmente el daño causado. Sus brazos estaban empezando a llegar al límite de lo que podían soportar. Mas no vio venir la tercera arremetida. El impacto en su brazo derecho sonó con el crujir de los huesos. La katana salió despedida varios metros hacia la izquierda del espadachín, quedándose clavada en los escombros, cortándole varios pelos del flequillo a su paso y perdiendo así su arma. Dharkel fue derribado con el impacto.
Tendido en el suelo, con las piernas ligeramente cruzadas y sin moverse miró hacia el cielo deseando tener un cigarro entre sus labios y disfrutar del amargo sabor de una cerveza fría. Las nubes de tormenta cada vez estaban más cerca. No podía seguir combatiendo y lo sabía, especialmente si se veía privado del sol. Finalmente, la jugada le había salido mal. Los pecados cometidos a lo largo de los años se habían materializado en la forma de un pequeño ser de fuerza descomunal que el destino le había puesto, justamente, en su camino.
Un brillo bastante particular entre los montones de chatarra llamó su atención. Se arrastró reprimiendo agónicos gritos de dolor, con dificultad, varios metros mientras dejaba el brazo derecho pegado al cuerpo, dejando un reguero de sangre en su camino y esperando que el kobito fuese clemente apartó la chatarra con el brazo izquierdo y lo vio. Quizás su diosa no se había olvidado todavía de él. Si estaba en lo cierto, tendría que aumentar sus tributos.
- ¿Quieres la mitad? – Extrajo una lata de aluminio, magullada y levemente oxidada, pero sellada. Marvolath parecía no estar pasando tampoco por sus mejores días y quizás con aquel ofrecimiento diese el combate por finalizado. Al fin y al cabo, el kobito el había insistido en que no quería combatir.