Dharkel
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13-10-2024, 02:58 PM
- Purururu. Purururu. Purururu. Purururu. Gacha.
- Entiendo. En los viejos almacenes abandonados del sur.
Finalmente había llegado el momento del reencuentro con su tripulación y, el ritual de entrenamiento al que acostumbraban a someterse cuando pasaban un tiempo aislados estaba cerca empezar.
Dharkel se acercó a la hoguera del improvisado campamento donde había tenido que pasar las últimas noches, manteniendo un perfil bajo debido a los últimos acontecimientos en los que sin remordimiento alguno se había visto envuelto, pero sin llegar a sus niveles previos de vagabundo. El campamento se encontraba casi en el centro de un cruce de caminos, relativamente alejado de las edificaciones que por momentos se iban cayendo. Varios antiguos almacenes de diferentes tamaños le rodeaban, de donde pudo sacar todo el material necesario para construirlo. Lo había levantado en aquella ubicación por motivos de seguridad. Debido al estado de las construcciones adyacentes no quería correr la misma suerte que uno de los cadáveres que se encontró bajo una enorme viga de madera en los días pasados. Sacos, barriles, cajas, carretas abandonadas, ruedas rotas, telarañas y alguna mancha de sangre seca eran todas las decoraciones de aquel escenario.
Se sentó en unos astillados palets que encontró en los alrededores y que acomodó a modo de banqueta. Tras rebuscar entre sus cada vez más vacíos bolsillos encontró una cajetilla de tabaco a punto de acabarse. Sacó uno de los cigarrillos y dejó la caja sobre el asiento, a un lado. Lo pasó por su nariz, disfrutando del aroma y lo posó sobre sus labios, acercándose un poco al leve fuego que estaba frente a él para encenderlo.
- Se acabó lo bueno – dijo levemente apesadumbrado.
Dio una fuerte calada, exhalando una densa nube de humo que podría incluso rivalizar con la propia fogata. Que su tripulación estuviese en la isla significaba que no tardarían en abandonarla, teniendo que volver a las desagradables, aterradoras y profundas aguas oceánicas. Las ideas de asentarse, formar un negocio legítimo, o no, volvieron a rondar su mente.
La suave y veraniega brisa matinal se intensificó durante unos segundos, derribando la maltrecha tienda de campaña que en los días previos le había servido de refugio. Alguna teja terminó cediendo al mal estado y el viento, cayendo con violencia al suelo, en la distancia. El sonido del aire al pasar por los agujeros de las ruinas, los tejados descompuestos y los callejones sin más vida que el da las alimañas más inmundas le daban al campamento un tono siniestro y lúgubre. Sin duda era un lugar ideal para él, quien en ocasiones como aquella le gustaba imaginarse la vida antes de que el lugar fuese completamente abandonado: Jornaleros cargando carretas de trigo, mozos de almacén colocando cajas estratégicamente bajo las órdenes de los capataces, carromatos cargados de licor saliendo en dirección a las tabernas y el puerto. Una historia que no volvería a repetirse a menos que hiciesen algo. No él a nivel individual o su tripulación, pues eran pocos y aún les falta reunir el poder suficiente para poder enfrentarse a las grandes autoridades, sino el pueblo del East Blue en su conjunto.
Removió el guiso de patatas de la cazuela con indiferencia, con la mirada perdida en sus propios pensamientos. Se sirvió un poco en un bol y comenzó a desayunar mientras disfrutaba de los rayos del sol antes de que la danza comenzase. Probablemente serían sus últimos momentos de tranquilidad en mucho tiempo.