Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
22-10-2024, 08:43 PM
Ragn seguía posando en medio de la plaza, su imponente figura de metros y metros atrayendo la atención de todos los transeúntes. Los murmullos de admiración y el tintineo constante de monedas cayendo a sus pies eran el único sonido que parecía llenar el ambiente. A pesar de la inmovilidad de su cuerpo, cada músculo mantenía una tensión perfecta, creando un espectáculo casi hipnótico para la multitud. La inmensa mayoría de hormigas humanas no había visto jamás un gigante, tan solo las historias que le contaban a los niños, en ellas figuraban torres de treinta metros., Pero la realidad es que un hombre de media tonelada y cinco palazos, imponía. Mientras tanto, Dharkel caminaba a lo lejos, sumido en sus pensamientos. Se sentó. Cerca de Dharkel, un par de niños jugueteaban, sosteniendo dos grandes vasos de una mezcla de frutas con leche, riendo y corriendo sin prestar atención a su entorno. Dharkel, distraído por completo en sus cavilaciones, no los notó hasta que fue demasiado tarde. Con un tropezón torpe, los niños dejaron caer ambas bebidas, y los líquidos espumosos se derramaron sobre su capa y ropajes. El líquido frío empapó su vestimenta, arrancándole un gesto de sorpresa y frustración a uno de los niños. — ¡Pero qué hace señor! — Gritó, como si realmente no hubiera sido suclpa suya.
Sin embargo antes de que pudiera reaccionar, algo extraño ocurrió. Las risas de la multitud se apagaron por un instante y la sombra en el suelo frente a Dharkel comenzó a moverse. Lentamente, levantó la vista y vio cómo la estatua en la plaza, aquella mole de músculos que había creído inanimada, cambiaba de postura. Un crujido casi imperceptible, como de huesos ajustándose, resonó en el aire. El gigante comenzó a caminar. Ragn, al observar el accidente, se movió con una tranquilidad que resultaba desconcertante para alguien de su tamaño. Los espectadores se apartaron rápidamente mientras él se acercaba a Dharkel y a los niños, cada paso hacia temblar el suelo de piedra. Sus pies, descomunales, apenas hacían ruido a pesar de su tamaño, y su mirada, seria y distante, se centró en la escena frente a él. Sin dejar de observar al grupo, Ragn se agachó ligeramente, inclinando su gigantesca figura para acercarse a los niños asustados. Los pequeños, con los ojos muy abiertos y temblando, se quedaron congelados al ver al gigante descender hacia ellos. Ragn, con un movimiento lento y preciso, les ofreció una sonrisa apenas visible y extendió una de sus enormes manos hacia ellos, como si quisiera asegurarse de que estaban bien. Los niños, viendo la calma en los ojos de aquel ser titánico, soltaron una risa nerviosa y se relajaron.
La multitud, en un segundo de silencio, soltó una nueva ráfaga de vítores y más monedas comenzaron a llover sobre los pies de Ragn, quien, satisfecho con haber evitado un desastre mayor, volvió a enderezarse. Dharkel lo observaría con claridad. Ragn contempló cómo Dharkel, aún con los ropajes manchados mantenía una pose ciertamente digna. Aunque su trabajo en la plaza consistía en exhibir su cuerpo y recibir monedas, el gigante no podía ignorar lo que acababa de suceder. Por primera vez en mucho tiempo, rompió su pose. Con un paso firme, se apartó del lugar donde la gente seguía lanzando monedas. Los ojos de la multitud lo siguieron en silencio mientras caminaba hacia Dharkel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Ragn se inclinó un poco para no intimidarlo con su tamaño descomunal, ya que los humanos solían padecer de cagonitis y, con una voz grave pero sorprendentemente suave, le preguntó —¿Nessessitarrr algo?
Sin embargo antes de que pudiera reaccionar, algo extraño ocurrió. Las risas de la multitud se apagaron por un instante y la sombra en el suelo frente a Dharkel comenzó a moverse. Lentamente, levantó la vista y vio cómo la estatua en la plaza, aquella mole de músculos que había creído inanimada, cambiaba de postura. Un crujido casi imperceptible, como de huesos ajustándose, resonó en el aire. El gigante comenzó a caminar. Ragn, al observar el accidente, se movió con una tranquilidad que resultaba desconcertante para alguien de su tamaño. Los espectadores se apartaron rápidamente mientras él se acercaba a Dharkel y a los niños, cada paso hacia temblar el suelo de piedra. Sus pies, descomunales, apenas hacían ruido a pesar de su tamaño, y su mirada, seria y distante, se centró en la escena frente a él. Sin dejar de observar al grupo, Ragn se agachó ligeramente, inclinando su gigantesca figura para acercarse a los niños asustados. Los pequeños, con los ojos muy abiertos y temblando, se quedaron congelados al ver al gigante descender hacia ellos. Ragn, con un movimiento lento y preciso, les ofreció una sonrisa apenas visible y extendió una de sus enormes manos hacia ellos, como si quisiera asegurarse de que estaban bien. Los niños, viendo la calma en los ojos de aquel ser titánico, soltaron una risa nerviosa y se relajaron.
La multitud, en un segundo de silencio, soltó una nueva ráfaga de vítores y más monedas comenzaron a llover sobre los pies de Ragn, quien, satisfecho con haber evitado un desastre mayor, volvió a enderezarse. Dharkel lo observaría con claridad. Ragn contempló cómo Dharkel, aún con los ropajes manchados mantenía una pose ciertamente digna. Aunque su trabajo en la plaza consistía en exhibir su cuerpo y recibir monedas, el gigante no podía ignorar lo que acababa de suceder. Por primera vez en mucho tiempo, rompió su pose. Con un paso firme, se apartó del lugar donde la gente seguía lanzando monedas. Los ojos de la multitud lo siguieron en silencio mientras caminaba hacia Dharkel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Ragn se inclinó un poco para no intimidarlo con su tamaño descomunal, ya que los humanos solían padecer de cagonitis y, con una voz grave pero sorprendentemente suave, le preguntó —¿Nessessitarrr algo?