Dharkel
-
26-10-2024, 12:33 AM
Dejó a un lado el bol vacío cuando terminó de comer, junto a la cajetilla de tabaco. En un movimiento casi inconsciente la arrastró hacia sí y cuando tocó su pierna se ayudó de la misma para abrirla y extraer un cigarrillo. Lo posó en sus labios con la indiferencia de la rutina y lo encendió sacando con la otra mano una rama seca que todavía no había sido completamente consumida y, que se encontraba una hoguera que se iba extinguiendo poco a poco. Tras dar una profunda y satisfactoria calada liberó el humo de sus pulmones, devolviendo la rama a su lugar para terminar de ser consumida por las llamas.
Las ideas de asentarse fueron tornando levemente hacia sus recientes compañeros de aventuras. No solo habían conseguido una aparente libertad para sí mismos, si no que además luchaban, poniendo sus propias vidas en peligro, por la del resto de personas. ¿Sería aquel el objetivo que realmente necesitaba el espadachín? ¿La idea de luchar por una entidad superior, por una idea en lugar de por sí mismo? ¿Era aquel un motivo suficiente para morir después de haberse arrastrado como un gusano por el fango durante años con el único objetivo de ver un nuevo amanecer? ¿Podría compensar todo el daño que había hecho en el pasado para conseguir la siguiente dosis? ¿Cuánto tardaría en corromperse aquella organización de ideales revolucionarios? ¿Acabarían convirtiéndose en sus propios enemigos? Todas esas preguntas y más rondaban por su mente, obsesivas e incesantes.
Una voz familiar interrumpió sus pensamientos. Se giró despacio y esbozó una sonrisa al verificar que se trabaja de su capitán, quien finalmente había llegado a su escenario de aparente soledad. Con paso firme se posó frente a su camarada, quien le ofreció con un sutil gesto probar aquel guiso de patatas. Si algo había podido apreciar esos días era que no volvería a menospreciar la comida de Balagus. Aunque también había comido cosas peores.
- La verdad que no he aprendido mucho. Llevo semanas recolectando información. Tan solo he tenido que lidiar con un par de matones de poca monta – dijo mientras se levantaba con cierta indiferencia. Estiró el cuello y los hombros. – Seguro que vosotros os lo habéis pasado mejor. – Guiñó con complicidad. – Aunque… sí tengo un juegue nuevo. Todavía me falta práctica, pero tiene bastante potencial. – Sonrió antes de darse cuenta de un pequeño detalle. Si aparente felicidad cambió por asombro. - ¿Has cambiado de espada? No intentes engañarme. Tendrás que dejarme estudiarla, parece de buena calidad – demandó.
Silver y Balagus llevaban días, semanas incluso que parecieron meses, lejos de Loguetown, con sus propios objetivos. Conociéndolos y, habiéndolos dejado sin una guía relativamente sensata que desincentivase propuestas de planes temerarios, probablemente hubiesen tenido innumerables combates con los que fortalecerse.
Apagó el fuego echando tierra sobre la hoguera y tras rebuscar unos segundos en la tienda caída sacó el sheng biao. Afianzó tanto la katana como la cuerda con dardo, preparándose para el inminente duelo de entramiento. Dharkel sabía que no tenía ninguna oportunidad de ganar, pero le serviría para seguir practicando con tan exótica arma que había conseguido en los días anteriores y para probar de primera mano las capacidades de la nueva arma de su capitán.