Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
02-08-2024, 10:16 AM
(Última modificación: 02-08-2024, 10:16 AM por Ragnheidr Grosdttir.)
Estaba completamente ko. Lo último que Hammond recordaba es que le estaban hablando de que cuanto peso levantaba. Tras aquello la cabeza comenzó a divagar y de qué manera. Se levantó del suelo (en su mente) y avanzó hacia la salida, justo en la entrada donde se quedó a dormir unas cuantas horas. Todo a su alrededor tenía un color apagado, el cielo menos azul, el rubio de su cabello, sin vida. Además, las personas que caminaban por las calles parecían no verle, obviando su presencia ... Eso no solía pasar. De repente un fogonazo le hizo cerrar los ojos. Para cuando los abriera ... — ¡Qué coño ha sido eso! — Los fue abriendo poco a poco. — ¿Airgid lo has visto? — Los dedos de la mano derecha fueron a sus labios ... Los palpó. — ¿Estoy hablando en condiciones? ¿Cómo? ¿Por qué? — Su compañera mecánica no respondió, de hecho, tampoco le prestó atención.
El fogonazo resultó ser algo parecido a un meteorito. El cual aterrizó justamente frente a sus ojos. Tenía un cabello como el cuerpo de la serpiente ... Ondulaba, pero no finamente, era más bien como cuando una cobra se menea por el desierto, dejando un rastro ... Inquietante. ¿Su altura? Competía y de qué manera con la de Hammond. Vestía una seda blanca por todo su cuerpo que dibujaba la perfección de un físico femenino, tan solo que con la piel grisácea, casi negra. — Claro que puedes hablar bien. Porque este no es tu mundo, joven guerrero. Rompedor de tormentas. Hijo de Aghil El grande. — Fue instintivo, Hammond se arrodilló, las lágrimas brotaron de sus ojos sin control, ni siquiera pudo levantar la mirada. — Al fin ... Eres tú. Nosha ... La diosa de la muerte. Quiere decir ... — Levantó la mirada. — Que estés aquí quiere decir que es mi momento, ¿no es cierto? — Con brusquedad, se puso de pie. — Está bien. Lo acepto. Igual que me diste una oportunidad, ahora, te la cobras. — La figura que tenía delante era ella, su diosa, en la que nadie creía tan solo el ... Por la que lo expulsaron de su clan y su isla. El motivo por el que todo sucedía en su vida. Ella lo era todo y si venía a cobrarse su favor de haber salvado la vida de un pequeño Hammond, ahora había que darle lo que venía a buscar.
En el establecimiento, las chicas, con ayuda de otros tantos consiguieron mover el cuerpo de Venture. El gigantón no cesaba de aumentar de temperatura, rozando anormalidades como que la piel estaba completamente roja y salía humo de su cabeza (casi invisible). La temperatura de su cuerpo estaba lejos de estar en un estado normal, al menos para un humano. Abría y cerraba las manos, como buscando algo ... Aunque a saber qué era.
— Tu vida es tuya, aún. No vengo a reclamarla. — Cuando hablaba, resonaba en todas partes. Su voz se expandía rápido, como el aceite en una sartén. — Aunque no te lo creas, yo tampoco decido cuando puedo hacerte una visita. Pero no estoy aquí para decirte adiós, hijo de Aghil. Si no para darte más oportunidades. — ¿Más oportunidades? ¿Qué quería decir eso? el nórdico se estremeció. — Te pido ... Disculpas. Intenté vivir como creía que te honraría mejor. Quise ser bueno con las personas, debería haberte honrado con más sacrificios ... Yo ... Yo ... — La mano de la deidad se posó en el hombro izquierdo del Bucanner. — ¿Quién te ha dicho que quiero que seas así, guerrero de Elbaf? — Los ojos del humano y de la diosa, se tocaron, se fusionaron en una mirada. — Tu tienes que ser lo que eres. Destruye, conquista, ama, desilusionate. Haz todo lo que quieras hacer, pero hazlo con pasión. — Hammond se volvió a arrodillar, envuelto nuevamente en lágrimas. — Siempre sin olvidar que tu vida no es tuya. Tú eres mío. — El Bucanner asintió, irremediablemente. El "ente" mostraba la sonrisa más maquiavélica que se podía apreciar. Se daría la vuelta para caminar hacia ningún sitio, dándole la espalda. — Señora ... — La llamó. — ¿Qué pasa con los sacrificios? puedo dejar de ... — Pero no se atrevió a mirarla. Ni a pedirle nada. ¿No matar en su nombre? eso era tener demasiada confianza, demasiada para un hombre.
Nosha tan solo reía mientras su cuerpo se iba desvaneciendo, como por parte de magia. Fue entonces cuando Hammond abrió un ojo. Después el otro ... Y fue despertando.
El fogonazo resultó ser algo parecido a un meteorito. El cual aterrizó justamente frente a sus ojos. Tenía un cabello como el cuerpo de la serpiente ... Ondulaba, pero no finamente, era más bien como cuando una cobra se menea por el desierto, dejando un rastro ... Inquietante. ¿Su altura? Competía y de qué manera con la de Hammond. Vestía una seda blanca por todo su cuerpo que dibujaba la perfección de un físico femenino, tan solo que con la piel grisácea, casi negra. — Claro que puedes hablar bien. Porque este no es tu mundo, joven guerrero. Rompedor de tormentas. Hijo de Aghil El grande. — Fue instintivo, Hammond se arrodilló, las lágrimas brotaron de sus ojos sin control, ni siquiera pudo levantar la mirada. — Al fin ... Eres tú. Nosha ... La diosa de la muerte. Quiere decir ... — Levantó la mirada. — Que estés aquí quiere decir que es mi momento, ¿no es cierto? — Con brusquedad, se puso de pie. — Está bien. Lo acepto. Igual que me diste una oportunidad, ahora, te la cobras. — La figura que tenía delante era ella, su diosa, en la que nadie creía tan solo el ... Por la que lo expulsaron de su clan y su isla. El motivo por el que todo sucedía en su vida. Ella lo era todo y si venía a cobrarse su favor de haber salvado la vida de un pequeño Hammond, ahora había que darle lo que venía a buscar.
En el establecimiento, las chicas, con ayuda de otros tantos consiguieron mover el cuerpo de Venture. El gigantón no cesaba de aumentar de temperatura, rozando anormalidades como que la piel estaba completamente roja y salía humo de su cabeza (casi invisible). La temperatura de su cuerpo estaba lejos de estar en un estado normal, al menos para un humano. Abría y cerraba las manos, como buscando algo ... Aunque a saber qué era.
— Tu vida es tuya, aún. No vengo a reclamarla. — Cuando hablaba, resonaba en todas partes. Su voz se expandía rápido, como el aceite en una sartén. — Aunque no te lo creas, yo tampoco decido cuando puedo hacerte una visita. Pero no estoy aquí para decirte adiós, hijo de Aghil. Si no para darte más oportunidades. — ¿Más oportunidades? ¿Qué quería decir eso? el nórdico se estremeció. — Te pido ... Disculpas. Intenté vivir como creía que te honraría mejor. Quise ser bueno con las personas, debería haberte honrado con más sacrificios ... Yo ... Yo ... — La mano de la deidad se posó en el hombro izquierdo del Bucanner. — ¿Quién te ha dicho que quiero que seas así, guerrero de Elbaf? — Los ojos del humano y de la diosa, se tocaron, se fusionaron en una mirada. — Tu tienes que ser lo que eres. Destruye, conquista, ama, desilusionate. Haz todo lo que quieras hacer, pero hazlo con pasión. — Hammond se volvió a arrodillar, envuelto nuevamente en lágrimas. — Siempre sin olvidar que tu vida no es tuya. Tú eres mío. — El Bucanner asintió, irremediablemente. El "ente" mostraba la sonrisa más maquiavélica que se podía apreciar. Se daría la vuelta para caminar hacia ningún sitio, dándole la espalda. — Señora ... — La llamó. — ¿Qué pasa con los sacrificios? puedo dejar de ... — Pero no se atrevió a mirarla. Ni a pedirle nada. ¿No matar en su nombre? eso era tener demasiada confianza, demasiada para un hombre.
Nosha tan solo reía mientras su cuerpo se iba desvaneciendo, como por parte de magia. Fue entonces cuando Hammond abrió un ojo. Después el otro ... Y fue despertando.