Lemon Stone
MVP
03-11-2024, 10:46 PM
Subió el volumen de la den-den-radio al máximo. El sonido distorsionado de la guitarra en conjunto con el pesado rugido de la batería invadía cada rincón de la habitación. Tomó con gesto agresivo la escoba y simuló que tocaba con vehemencia el rapidísimo solo de la guitarra. Se lanzó al suelo, sus rodillas deslizándose por el piso áspero y chocó con las estanterías. Unos cuantos libros le cayeron encima, pero eso no lo detuvo. Se levantó de golpe y comenzó a aplaudir como si fuera el showman de un concierto de rock.
-¡Y eso es todo por hoy, querido público de Goat! ¡SIUUUUUU! -rugió tras terminar la canción.
Alguien tocó la puerta.
-¿Será el presidente de mi club de fans? -se preguntó en voz baja, la mano en su mentón y una pierna cruzando la otra, posando escandalosamente-. Normal, he aprendido del mejor. Firmaré esos autógrafos por ti, Perrito -finalizó, refiriéndose a Lobo Jackson.
Pero no era el presidente del club de fans ni un fanático.
Amurrado y afectado por la desilusión, Lemon preparó el equipaje que le haría falta: un botiquín de emergencia, dos botellas de agua, cinco paquetes de puros, un mechero y una foto de la Reina de Oykot. Iba a todos lados con una foto de aquella perversa mujer para recordarle que, por muy peligrosa que pudiera ser una situación, siempre había algo peor.
Abandonó la habitación y se dirigió hacia el muelle donde se reuniría con el comandante Bolt. Se acomodó la máscara para que no se le cayera en mitad de la caminata y ajustó las correas de la mochila porque le apretaba un montón. En su espalda, además del bolso, iba con una farola negra y gigantesca, un tanto machucada por la cantidad de golpes que daba con esa cosa, un remo completamente hecho de madera y un martillo de lo más bonito.
Una vez llegó al muelle, divisó sin ninguna dificultad al comandante Bolt. ¿Cómo? Pues era el hombre que olía a abuelo. O puede que se estuviera imaginando el olor, pero es que cualquier persona que va en silla de ruedas huele raro, como los abuelos. Eso sí, usaba un mostacho de puta madre. Si el saliera barba en la cara, usaría uno de esos, pero los Stone son personas lampiñas y hermosas.
También había más gente: una mujer bajita y de pelo azul, que por alguna razón le recordaba a uno de esos chicles que tanto le gustaban, y un murciélago-minero. Ya sabía quién se convertiría en su nuevo mejor amigo, después de Castor, por supuesto.
Tenía una misión, y parecía ser una de las importantes. Esta vez no se había comunicado con el Departamento de Misiones Encubiertas, sino que el mismísimo discapacitado comandante Bolt le estaba pidiendo que patrullara los túneles del Refugio de Goat. Eso solo podía significar una cosa: la Armada lo estaba considerando como una pieza fundamental para conseguir la Revolución Mundial. Por fin, después de tanto tiempo de luchar contra la burocracia interna, estaba recibiendo el reconocimiento que merecía.
Chicles parecía conocer el lugar, así que sería la guía de la expedición. Murci-chan se encargaría de los derrumbes y… Espera, ¿derrumbes? A Lemon nadie le había dicho nada sobre derrumbes. Podía golpear cosas, era muy bueno rompiendo cráneos y demoliendo edificios, pero ¿cómo se demuele una montaña sin que se le caiga encima? Preocupaciones para el Lemon del futuro.
Recibió las provisiones y las miró con decepción. ¿Tan poco? ¿Es que el Ejército Revolucionario no valoraba a su activo más valioso? ¡Era Lemon Stone! ¡Rompedor de cadenas, liberador de oprimidos y secuestrador de Reinas! ¡Era un maldito Agente del Ejército Revolucionario! No, de ninguna forma se metería a esas cuevas con tan poca comida. ¡Y ni loco se comería a Murci-chan! Luego desataría una pandemia a nivel mundial… Así que, con toda la diplomacia que había aprendido en el curso de diplomáticos, dio un paso al frente y expuso su alegato.
-No tardaremos ocho horas, eso es lo que siempre dicen. ¿Es que nadie aquí ve películas? Comandante, seremos emboscados por las fuerzas opresoras o se nos caerá la montaña encima. No estoy seguro, pero algo sucederá. Lo puedo oler como quien huele sus calzones después de usarlos una semana. ¡Necesitaremos más comida! -advirtió, pero previó que la lógica (o más bien su lógica) no serviría, hizo ojitos-. ¿Por favor?
Le dieran más comida o no, era el momento de actuar como un verdadero líder: debía organizar a la patrulla. ¿El problema? Es que no tenía a diez mil hombres rudos y diez mil hombres débiles para que los diez mil hombres rudos se vieran más rudos. Tampoco los podría formar rudo, rudo, débil, rudo, débil, débil, rudo… No, se tendría que limitar a ir por delante para parecer más rudo que Chicles y Murci-chan.