Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
07-11-2024, 08:20 AM
Ragn miró fijamente a Dharkel, escuchando sus palabras sobre el artilugio antiguo que deseaba vender. Aquel objeto, mencionado con un tono entre la persuasión y la urgencia, despertó la curiosidad del gigante colosal. La promesa de un tesoro y de piezas únicas nunca dejaba indiferente a alguien como Ragn y en ese instante, el vikingo sintió un inesperado cambio en su monótona rutina de posar y recibir monedas. Con un gesto potente, Ragn decidió que necesitaba más espacio y privacidad para entender mejor aquella propuesta. Sin pensarlo mucho, agitó sus brazos en un movimiento amplio y decidido, un aspaviento que hizo que los niños, aún medio nerviosos pero divertidos, dieran un respingo y retrocedieran sin pensarlo dos veces. La multitud, acostumbrada a sus gestos y poses para llamar la atención, entendió al instante que el gigante quería espacio. La plaza, antes llena de gente murmurando y arrojando monedas, empezó a dispersarse con rapidez. Ragn, al ver que aún quedaba algún espectador que dudaba en marcharse, giró su imponente torso y lanzó una mirada penetrante, suficiente para que el último par de curiosos se apartara de la escena.
Una vez despejada el área, Ragn clavó su mirada en Dharkel y, en un movimiento lento, dio un paso hacia él. Sus pies, enormes, resonaban sobre las piedras de la plaza, y el peso de su figura proyectaba una sombra gigantesca sobre el espadachín. Dharkel, aunque se mantenía contenido, no pudo evitar tragar saliva nuevamente, la presencia del gigante era algo difícil de asimilar en toda su magnitud, pero no dejó que el nerviosismo le arrebatara la oportunidad de ofrecer su valioso objeto. Aquello el buccaneer lo apreciaba. Ragn, al estar lo suficientemente cerca, inclinó su torso para acercarse más a Dharkel y observó al espadachín desde las alturas, intentando ver en sus ojos la autenticidad de sus palabras. Tras un segundo de silencio, dejó escapar una leve risa, grave y profunda, que retumbó como un eco en la plaza vacía. —Esto me interrresa. —Dijo, su voz como un trueno contenido. Sus palabras, aunque simples, transmitían una emoción genuina, casi infantil, como la de alguien que ha visto un objeto raro que despierta su codicia y su fascinación al mismo tiempo. Ragn extendió su mano y, con la precisión de alguien acostumbrado a su fuerza, movió el índice con un gesto brusco para indicar a Dharkel que se acercara. Aunque sus movimientos eran imponentes, se notaba el esfuerzo por controlar su energía bruta.
—Tenerrr monedas nessesarrrioas.—Comentó con su tono profundo pero sin amenazas, como queriendo asegurarle que no había peligro. Cuando Dharkel estuvo lo bastante cerca como para que ambos pudieran hablar en voz baja, Ragn se agachó un poco más, de modo que la diferencia de altura resultara menos intimidante. Aquel titán nórdico seguía proyectando una presencia aplastante, pero su interés en lo que el espadachín tenía que ofrecer era auténtico. La promesa de un artefacto único, un tesoro antiguo… en los ojos de Ragn brillaba algo que Dharkel no habría esperado ver: seguramente en alguien de su ... Porte. Curiosidad, mezclada con ambición y la chispa de un guerrero deseoso de aventuras. Aquel gigante, acostumbrado a que todo le llegara con facilidad en la plaza, parecía ansiar algo más profundo que solo monedas. —Esto que venderrrr. Decirrr todo. —Dijo Ragn, con un tono firme y directo. — ¿Qué hasse tan espessial el objeto?
Una vez despejada el área, Ragn clavó su mirada en Dharkel y, en un movimiento lento, dio un paso hacia él. Sus pies, enormes, resonaban sobre las piedras de la plaza, y el peso de su figura proyectaba una sombra gigantesca sobre el espadachín. Dharkel, aunque se mantenía contenido, no pudo evitar tragar saliva nuevamente, la presencia del gigante era algo difícil de asimilar en toda su magnitud, pero no dejó que el nerviosismo le arrebatara la oportunidad de ofrecer su valioso objeto. Aquello el buccaneer lo apreciaba. Ragn, al estar lo suficientemente cerca, inclinó su torso para acercarse más a Dharkel y observó al espadachín desde las alturas, intentando ver en sus ojos la autenticidad de sus palabras. Tras un segundo de silencio, dejó escapar una leve risa, grave y profunda, que retumbó como un eco en la plaza vacía. —Esto me interrresa. —Dijo, su voz como un trueno contenido. Sus palabras, aunque simples, transmitían una emoción genuina, casi infantil, como la de alguien que ha visto un objeto raro que despierta su codicia y su fascinación al mismo tiempo. Ragn extendió su mano y, con la precisión de alguien acostumbrado a su fuerza, movió el índice con un gesto brusco para indicar a Dharkel que se acercara. Aunque sus movimientos eran imponentes, se notaba el esfuerzo por controlar su energía bruta.
—Tenerrr monedas nessesarrrioas.—Comentó con su tono profundo pero sin amenazas, como queriendo asegurarle que no había peligro. Cuando Dharkel estuvo lo bastante cerca como para que ambos pudieran hablar en voz baja, Ragn se agachó un poco más, de modo que la diferencia de altura resultara menos intimidante. Aquel titán nórdico seguía proyectando una presencia aplastante, pero su interés en lo que el espadachín tenía que ofrecer era auténtico. La promesa de un artefacto único, un tesoro antiguo… en los ojos de Ragn brillaba algo que Dharkel no habría esperado ver: seguramente en alguien de su ... Porte. Curiosidad, mezclada con ambición y la chispa de un guerrero deseoso de aventuras. Aquel gigante, acostumbrado a que todo le llegara con facilidad en la plaza, parecía ansiar algo más profundo que solo monedas. —Esto que venderrrr. Decirrr todo. —Dijo Ragn, con un tono firme y directo. — ¿Qué hasse tan espessial el objeto?