¿Sabías que…?
... existe una isla en el East Blue donde el Sherif es la ley.
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[Autonarrada] ¡Hoy es el día de Sumpa! [Parte 2 -T2]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
La habitación en la que estás se encuentra es un espacio amplio, pero su atmósfera opresiva lo hace sentirse más reducido de lo que realmente es. Las paredes, de bloques de cemento sin pintar, están impregnadas de humedad y moho, con manchas oscuras que descienden en largos trazos irregulares. El techo es bajo, lo suficiente para acentuar la sensación de claustrofobia, y una única bombilla desnuda cuelga de un cable trenzado, lanzando una luz amarillenta y parpadeante que apenas ilumina el centro del cuarto. El suelo está cubierto de baldosas rotas y sucias, algunas con grietas que revelan el hormigón debajo. Entre los fragmentos y la suciedad, hay esparcidos pequeños restos de papel, envoltorios de comida, y algunos juguetes rotos, un coche sin ruedas, una muñeca sin cabeza. El olor es una mezcla sofocante de sudor rancio, químicos acremente dulzones, y algo que recuerda a comida echada a perder. A lo largo de las paredes se encuentran mesas de metal oxidadas, cubiertas de papeles desordenados y fotografías que parecen haber sido arrancadas de álbumes familiares. Las imágenes muestran a mujeres y niños en diversos escenarios cotidianos: caminando por calles, jugando en parques, entrando o saliendo de casas. Hay marcas en algunas de ellas, hechas con bolígrafo o rotulador, círculos, flechas, notas breves como "jueves, 3 pm" o "frecuente".

La escena, aunque estática en ese momento, rezuma una tensión asfixiante. Es un lugar de pesadillas, donde la humanidad parece haberse olvidado. Una esquina de la habitación está ocupada por un sofá viejo y deshilachado, con manchas oscuras y relleno saliendo por las costuras. Sientes muy cercana la relación con esos niños. Todos son especialmente obedientes y uno de ellos al que has curado una heridita en la rodilla que se estaba infectando, te da un beso en la mejilla y después se sonroja. En total con la tontería son casi siete niños los que hay dentro de la habitación. Sin embargo pronto te das cuenta de que aparece otro más. Cuando empiezas a contar algo no cuadra. ¿Aparecen por arte de magia o qué?

Has activado tu haki, lo que enseguida te da una idea medio clara de cuántas almas hay en ese lugar. La cifra te hunde un poco la esperanza ... Notas hasta dieciséis. ¡Pero solo en ese piso! El mantra avanza cual radar moderno, adentrándose en una red subtarreanea mucho más gigante de lo que creías al inicio. El total de almas que puedes captar, sin identificar mucho más, es de casi cuatrocientas. Sientes que el mundo se te viene un poco abajo. ¿Todo esto es una red de trata de blancas? ¿hay una puta ciudad subterránea ahí? ¿nadie sabe de esto? en cualquier caso, el sucio instinto de los "guardias" de las habitaciones de los niños, lo notas. Están fuera, han llegado al comedor, pero son unos siete, los demás están rezagados en la zona alta.

Al levantar la cabeza, notarás como ya no hay ocho niños, que hay diez. Y ahora sí que logras diferenciarlos, pues uno de los "nuevos" es más gordito y tiene la cara llena de pecas, inconfundible. De hecho, ves de dónde ha salido y es de un agujero en la pared que al parecer conecta con la habitación de al lado, quién sabe si con las demás ...

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#11
Asradi
Völva
Aquello era una locura. No... Era una horrenda pesadilla. A medida que sentía, que veía, con su Haki de Observación, a través de los alrededores, el corazón se le encogía cada vez más y más. ¿Qué era todo aquello? ¿De dónde habían salido tantos niños? Y de todas las edades. Eso no era lo importante, en realidad. Asradi solo reacciona levemente cuando recibe aquel beso en la mejilla, del niño que acababa de curar. No era grave, pero era un niño y no iba a dejar que se le infectase alguna herida.

Fue entonces que se fijó que había alguien más en esa habitación. Otro niño que antes no estaba. La sirena le miró con verdadera confusión. Y enumeró mentalmente al resto de infantes que sí ya había conocido. Eso le confundió durante unos instantes, mientras en su cabeza iba tratando de asimilar lo que había logrado sentir con su Haki y que, ahora, le había hecho estremecer de preocupación y una piza de un extraño miedo. Eran todos niños secuestrados, pequeños hasta cierto punto. En las paredes y en otros lugares había logrado atisbar notas, apuntes. Garabatos sobre las rutas a seguir, fotos de mujeres, de sus hijos, horarios, rutinas.

Eses desgraciados habían montado toda una trata de blancas. Los dientes de la sirena rechinaron por unos segundos. Fue entonces que uno de los niños llamó su atención y, de nuevo, se percató de que había más en esa habitación.

Espera...

¡Ahí estaba! Logró encontrar, gracias a que justo entraba otro niño por ahí, el agujero por el que se colaban. Al parecer, ese pequeño tunel conectaba con la habitación de al lado. ¿Sucedería lo mismo con las demás?

Eso podía ser una pequeña ventaja dentro de toda aquella pesadilla. Había centenares de niños encerrados en aquel sótano. No, en aquella maldita cárcel subterránea. ¿Por qué la maldita Marina no estaba al tanto de esto?

Asradi inspiró aire para calmarse y para tratar de pensar fríamente, mientras acariciaba distraídamente la cabeza de uno de los niños, para calmarle.

Tenía que salir de ahí. Tenía que sacar a los niños de alguna manera. Pero, lo primero era lo primero. Necesitaban un plan. Y si alguno de los críos eran lo suficientemente avispados, quizás podrían hacer algo.

Al fin y al cabo, aunque eran solo niños, seguían siendo más numerosos que sus captores.

Ahora, solo había que ver cómo actuar.

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Nota
#12
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